en el veinticinco aniversario de la muerte de Andrei Tarkovski
[primera escena]
Han colaborado y participado en el video E.M.G. (efectos) y A.D.M. (clarinete)
(Atardecer, sendero de tierra junto a un pequeño cauce de agua, posiblemente de riego)
Personaje 1, voz en off
La segunda vez fue el jueves siguiente. Eran las diez menos cinco de la noche, noche cerrada ya. Hacía frío. Yo volvía para casa después de pasar unas horas en otra ciudad, en otra cama. Levanté los ojos de la autovía y allí lo vi. Otra vez enfrente, ese destello amarillento, fugaz, derecho al núcleo del planeta. En vez de buscar un deseo, se me ocurrió pensar en una posible pauta: el lunes a las siete y el miércoles a las diez (siempre a la hora menos cinco). Tres días más tarde, tres horas. ¿Cada día cae una hora más tarde? Si fuese así, el viernes debería de caer a las once menos cinco.
El viernes lo vi des del balcón de mi casa. Salí a las once menos diez. A menos cinco, el bólido cayó ante mis ojos, tan puntual y derecho como las otras veces. La verdad es que aquéllo me dejaba perplejo: me sentía como un científico tenaz y avispado, y además afortunado. Nunca he pensado de mi que tenga alma para las ciencias y los números, siempre he sido dichosamente de letras.
Como es de suponer, el sábado me planté ante el balcón a las doce menos cinco. Y el cometa cayó, silencioso, pulcro, perfecto. Empecé a cuestionarme el fenómeno. Tanta exactitud no me encajaba con las cosas de la naturaleza, que suelen ser caprichosas y de cálculo esquivo. O bien responden a ecuaciones endiabladas o bien se esconden en el denso azar del cosmos. Y luego: ¿de dónde viene? ¿Dónde cae? ¿Porqué la prensa no lo reporta?
Las exactitudes y certezas se evaporaron poco después. El domingo me desperté enmedio de una pesadilla, salí a fumar cuando serían las tres y media de la madrugada. Levanté los ojos y cayó el cometa. Luego lo he visto en horas y días que ya escapan a todo orden, a toda pauta. Entonces formulo una frase que luego me aterra: el cometa cae cada vez que miro al cielo.
Me doy cuenta de que ha sido así des del primer día. No tengo que hacer nada más que salir al balcón o levantar la vista mientras vuelvo a casa, en el coche. O cuando voy a comprar al supermercado, una vez anochecido. Levanto los ojos con un secreto temor y un deseo oscuro. No sé muy bien si quiero verlo de nuevo o me aterra. Pero siempre está allí, como agazapado entre las estrellas y listo para precipitarse al suelo cuando la mirada se levanta.
Des de hace un par de días me duele la cabeza de una forma desconocida para mi hasta ahora. No he ido al médico porqué vete a saber qué me diría. Además, algunos electrodomésticos de la casa han empezado a comportarse de forma inusual, y hay objetos que se desplazan solos. Eso ya no se lo contaría al doctorni loco. Intuyo que me quieren decir algo. La cocina se ha encendido sola ante mi, cuando iba a prepararme la cena. Los vasos se me acercan cuando tengo sed. Los zapatos salen del armario y se posan al pie de la cama. El grifo se abre cuando por la mañana me acerco a lavarme. Estoy asustado pero a la vez creo que empiezo a comprender algo.
No estoy asustado por esas cosas, aunque me duela la cabeza. No puedo asustarme, porqué todo eso son actos de amor, de un amor inesperado y enorme que habita el universo y lo llena hasta desbordarlo, hasta romper los diques de mi comprensión.
Personaje 2 (primer plano)
-Soy corto de vista y eso de las contemplaciones celestiales no ha sido nunca mi fuerte. Envidio a Girbén y los amigos astrónomos porqué debe ser una maravilla... Ni tampoco se ha movido nada en casa (que previamente no estuviera en un estado de precario equilibrio), ni ningún mormón nunca se ha acercado a decirme sicreo en Dios... Enfin, una vida anodina ...
Personaje 3 (plano medio)
-Miro al cielo y si veo objetos brillantes que me parecen sorprendentes, les atribuyo propiedades mágicas. ¿Y qué importa si es o no es verdad? ¿No queremos, al fin y al cabo, que se cumplan nuestros deseos?
Personaje 4 (El médico) (primer plano):
-Tiene usted un tumor. En el cerebro. Le quedan dos meses de vida. Tres como máximo.
Personaje 2 (se mantiene el plano mientras el personaje, de espaldas, se aleja del resto de personajes, sorprendido, hablando en voz baja)
-Definitivamente, soy corto de vista. Y que dure. Los que miran más allá de donde la vista percibe las cosas con claridad, se enciegan: las luces muy brillantes son como la decoración navideña; superflua y engañosa. Los que miran más acá no perciben que lo que sus ojos ven, lo ven los otros ojos. Creer lo contrario produce la ceguera de quien no ve más allà de sus ojos. Sí, me quedo con esa visión borrosa de corto de vista que, como el entendimiento, a veces enfoca lo justo para percibir alguna certeza. Y ahora que caigo, tengo que ir al oculista (que debe ser como el librero que te aconseja una buena lectura) para que me gradue las gafas.