28 de febr. 2013

Y el lobo cantó



(atención al minuto 1:55)


este cuento está dedicado al actor Toni Cantó, de quien recuerdo una breve y conmovedora aparición en Todo sobre mi madre, interpretando a un trágico trasvestido

Pasó tanto tiempo persiguiendo al lobo que al fin, una madrugada cuando se levantó y se fue ante el espejo para pensar si se debía afeitar o no, descubrió que todo su cuerpo estaba invadido por un pelaje largo y denso, gris y de penetrante olor almizclado. No tenía suficientes cuchillas de afeitar para tanto pelo, ni bastante Crema Gillette Blue para ablandarlo. Cuando bostezó descubrió las fauces temibles, la baba cayéndose lentamente en las baldosas con un gorgoteo gótico.

Con las garras que ahora ocupaban el lugar de sus manos no merecía la pena, tampoco, intentar agarrar la maquinita. Se dio la vuelta, abrió el armario y escogió mentalmente unos pantalones (los tejanos le aupaban un culo todavía sereno y hermoso y le regalaban un ambiguo aire progresista), y una camisa azul pálido que resaltaba la tez suavemente bronceada. Pero pensó que a lo mejor podía ir desnudo y tal cual, porqué con ese pelaje robusto no sentiría el frío, y además la cola hirsuta y larguísima no iba a caber dentro de los Levi's. Masculló decepcionado al descubrir que el pene se le había achicado considerablemente.

Contempló su escopeta de caza Mercury, calibre 20. Estaba apoyada en el rincón, indolente, con la soberbia de los objetos perennemente erguidos. Le sonrió mientras pensaba que si ahora se pegase un tiro a sí mismo no sólo terminaría con su vida, sinó que terminaría con el objetivo de su vida: cobrarse el mayor lobo visto jamás por estos páramos. ¿Sería posible disecarse a sí mismo? ¿Podría aullar de satisfacción percibiendo la envidia de sus amigos y a la vez ser el trofeo expuesto en la pared del saloncito?

Se cruzó con la mujer en la entrada de la cocina. Ella salía con la cabeza baja y el aspecto taciturno de todas las mañanas, removiendo el Nescafé con prisas y mala leche. Le masculló algo indescifrable. Él respondió con el gruñido habitual de las mañanas de invierno.

Aunque peludo, arrancó el Mazda 3 a las ocho y veinte minutos, puntualísimo. Se metió en la C58 y se quedó encallado en el fabuloso embrollo de todas las mañanas frente a la gasolinera Petro 7. La mujer que conducía el Fiat Bravo rojo parado junto al suyo le dedicó una mueca de disgusto. Eso le encendió algo dentro de si, una mecha oscura y lúgubre. Sintió la llamada del bosque, el olor de la sangre, el sonido de la dentellada.

Poco más tarde, la policía retiró el Mazda 3 plateado abandonado en el carril del medio de la autovía. El conductor no estaba. Las huellas de un perro enorme se perdían entre los matorrales y luego se metían en el bosque.

Sin embargo, sus compañeros de trabajo aseguraron que se había presentado a la hora prevista en la oficina, y no sólo eso: les había disertado de forma brillante sobre usos y abusos de la legislación vigente en materia de desigualdad de géneros, con la ayuda de un estupendo PowerPoint.

25 de febr. 2013

Patiente Darton, tristeza y amor en el Ebro


Nací en un mundo rico, satisfecho de sí mismo. Mis padres no entendieron jamás que me fuese a España para ayudar a los soldados heridos en la guerra contra el fascismo.

Patiente Darton fué una de las enfermeras de la batalla del Ebro. Las brigadas internacionales improvisaron un hospital de campaña en la cueva de Santa Llúcia, en un recodo de roca calcárea cerca de La Bisbal de Falset. Allí amputaron miembros sin anestesia y combatieron los piojos, el hambre. Ayudaron a morir. Ayudó a morir al primer amor de su vida, del cual sólo sabemos que se llamaba Robert, era alemán y uno más de los brigadistas muertos y luego abandonados en el olvido oscuro y acuoso de España.


Estoy contando una historia triste de nuevo, otra historia de tristeza, como si me hubiese quedado atrapado buscando la historia más triste de España. Esta vez los protagonistas nacieron muy lejos pero se vieron arrasados por la tristeza española, más española que el jamón y la paella. Estoy persiguiendo el relato de la infinita tristeza que lleva siglos abatiéndose sobre el país. Me gustaría liberarme de todo esto, pienso. Cuando levanto los ojos al cielo el fulgor dibuja la mueca de una sonrisa en mi boca.

Ayer estuve en esta cueva. El polvo se levanta en leves remolinos, el viento surca sin rugir, sin silbar. Hay un silencio de sílice y dolor. Una virgen cuelga del techo, metida en una jaula de hierro forjado como un estandarte abandonado en la retirada. En una capillita y escondida entre estalagmitas, otra imagen de santa Lucía muestra los ojos servidos en una fuente, merienda de sádicos católicos, bendita crueldad ciega, ojos que no ven nada.

Unos metros más abajo el río fluye gélido y suave como una caricia de la Parca. Hace tanto frío que mis orejas azuladas crujen. Pero un rato más tarde siento como hierven, porqué la sangre bulle y se rebela. Estoy vivo, me susurro. Levanto de nuevo los ojos para experimentar la herida de la luz en la retina. Si me siento herido será porque estoy vivo. No me dirijo a la santa de los ojos vacíos si no a la enfermera que vino de lejos: le murmullo una carta como una oración bajo la esfera de fuego blanco.
Señora Darton, tu que estuviste en el cielo con los milicianos que lo asaltaban, no nos dejes morir en la indignidad, ni a mis hermanos ni a mi.

21 de febr. 2013

Stultifera Navis de la vida



(En este video han participado sin saberlo Iker, Laura, Marc, Mara y Alexandra, de seis años de edad. A todos ellos, gracias. Este es el primer barco de papel de sus vidas, ya que justamente ayer aprendieron a hacerlos. Mi agradecimiento se convierte en un deseo: que sus vidas se llenen de barcos y de vida).


Un día de febrero de 2013, por la tarde, me adentré por un camino que descendía hacia el río entre rocas de granito. Entonces recordé.

Un barco lleno de locos recogidos de aquí y de allá, por los pueblos y ciudades de la vieja Europa. Un barco lleno de locos lanzado río abajo, sin tripulación y unos víveres escasos. Navegó hasta el delta y luego entró en el mar oscuro, donde se perdió para siempre: Stultifera Navis, la Nave de los Locos. Este relato medieval encendió miles de imágenes, imaginaciones, sueños y pesadillas. A través de los siglos, llegó a mis manos como la luz de la tarde. La sangre es más dulce que la miel... perdón, quise decir que la miel es más dulce que la sangre.

Para algunos, la Navedeloslocos es la cara oculta y terrible del estado, audaz e incansable creador de marginalidades y exclusiones. Fealdad, locura, miseria, deformidad, enfermedad, vejez. El enorme aparato estatal visto como una máquina exquisita: burócratas y maestros, policías y asistentes sociales, médicos y carceleros. Publicistas, periodistas, intelectuales. Todos juntos trabajando para la eliminación sistemática y definitiva de la diferencia. De eso, más o menos, trata muy a menudo la obra de Michel Foucault, un pensador ácido y duro que durante años había sido minimizado y ahora reaparece como un sol por el este.

Otros han encontrado que la metáfora se puede aplicar a otros infinitos fenómenos políticos y sociales. Incluso una familia, en realidad, puede ser el referente de la Nave de los Locos. Una comuna hippie, un grupo de Angeles del Infierno. Una clase de primero de Primaria en manos de una maestra demasiado tolerante o sin consciencia de disciplina. Una pareja que emigra de su país viajando en tren, lanzados a través de la noche. Y porqué no uno solo, encerrado dentro de su coche con la música de Tom Yorke a todo volumen, yendo deprisa y a ninguna parte sólo porqué necesita moverse, cambiar, desaparecer de aquí.

Es algo recurrente que la gente de la farándula, bohemia y nómada, se identifique con el barco de los locos. Y alguien con pensamientos amplios ha terminado por concluir que el planeta Tierra es la nave de los locos, porqué giramos enloquecidos y aulladores en el espacio sideral vacío, helado, negro.

Pero a mi... yo a veces he pensado en aquél barco y siempre me han venido a la mente imágenes de jolgorio, fiesta loca, orgía, borrachera y carnaval. Canciones, bailes, percusión. Anarquía lúdica, democracia del cuerpo, cambio de pareja, cambio de sexo, cambio mi camisa por un sombrero de cascabeles dorados.

El viaje de la nave de los locos me excita la imaginación hasta el punto que penetra en mi líbido. Vete a saber qué variaciones de la sensualidad pudo propiciar aquel viaje. Qué descubrimientos, qué experiencias vivieron los locos en la cubierta de su cáscara de nuez, en las bodegas, atados a los mástiles o al timón. Quizás más de un cuerdo -quizás funcionario de prisiones- sentiría envidia ante semejantes expectativas.

Si, ya lo se: al final debieron morir todos, de hambre o de frío, de miedo, de disentería, de peste. Incluso es posible que unos mataran a otros. Es cierto, si. Pero ¿es que acaso los cuerdos que se quedaron en tierra no terminaron por morir todos, de hambre o de frío, de miedo, de disentería, de peste? ¿No es posible que unos mataran a otros?

Un día de febrero de 2013, por la tarde, me adentré por un camino que bajaba hacia el río, entre rocas de granito. La luz naranja teñía de calabaza la piedra y le daba un suave tono de piel humana, piedras candorosas y dulces, palpitantes. Piedras como cuerpos, amante y madre tierra.

Tras un quiebro del camino, y al pie de una fabulosa roca como un vientre jadeante, descubrí los barquitos de papel.


Esta cinta fantástica la he encontrado a través del blog Bereshit.


19 de febr. 2013

En compañía de locos y católicos


El recurso de la confesión. Quizás el invento más logrado del catolicismo, objeto de infinitas burlas y críticas sesudas, por supuesto. Y luego la excusa de la locura, transitoria o perenne, señor juez, no estaba en mis cabales, yo no era yo. Una excusa recogida en los párrafos benevolentes del código penal.

Yo he practicado las dos estrategias. Me he arrodillado en más de una iglesia ante el crucifijo de madera carcomida y una vez, cuando me juzgaron por insumiso a la prestación social sustitutoria por no hacer la mili, solté -como quien no quiere- que cuando me declaré insumiso estaba pasando por un mal momento de mi vida.

Después de dos años sin ver ni hablar a mi padre, me presenté ante él. Me puso una mano en el hombro y me dijo: vamos a olvidarlo todo, por tal como vienes comprendo que has cruzado un desierto, así que bienvenido seas.

El juez archivó mi caso. Jesucristo -un tiempo más tarde- dejó caer una gota de agua en mi mejilla, una tarde, mientras yo estaba sentado en una butaca de la Filmoteca viendo Il vangelo secondo Mateo. O  quizás era Sacrificio. No me extraña nada esta duda, porqué la emoción es tan poderosa que habrá sido capaz de borrar anécdotas y detalles.

Lástima que ni la absolución del cura ni la rebaja de la condena judicial sirven de nada cuando uno se planta, desnudo, ante su espejo. Este es el único error que contiene la estrategia: que el espejo no responde. El espejo repite, impávido, la mirada de mis ojos.

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Postdata
Es posible que sólo el ingreso en la locura de verdad nos salve. Al fin y al cabo, jamás sabremos si estaba más loco Francisco de Asís que el Papa Inocencio III. A lo mejor la renuncia de Benedicto es un intento loco de refundar la piedad.  Jamás podremos decidir si estaba más loco Caligari que Cesare.

Hace poco descubrí otra forma (cinematográfica) de abordar esta duda: https://www.youtube.com/watch?v=W0c15HUYs-w

16 de febr. 2013

Opio, sexo y muerte


Desde hace algún tiempo, todas las fotos y los vídeos que cuelgo en este blog son de manufactura propia. Hay en esta actitud algo de ombliguista y de autosuficiencia que puede ser estúpida, de engreído. Muchas veces todo el impulso nace de colgar mis fotos y publicarlas en el sentido más estricto: mostrar y mostrarme, contar donde estoy y donde he estado. Creo que me lo cuento a mi mismo, como un autista. Tengo algo de Edipo buscando quién fui, de dónde salí -aún temiendo que las respuestas serán nefastas. [He visto muchas veces el Edipo Re de Pasolini, y nunca me lo termino: es una cinta infinita].

Todo mi impulso es, sin duda, un impulso fatuo y egocéntrico. E inútil.

Sin embargo, una vez colgado el video de las fotos y publicado el post todo adquiere un extraño y sorprendente aspecto impersonal. A veces esto es tranquilizador como el opio. Es más: algunas veces, cuando contemplo mis propias producciones, creo que todo me es ajeno y desconocido. Hay algo terroríficamente irreal en todo lo que he vivido.

Algunas veces usé la cámara durante mis actividades sexuales, y aunque eso siguen siendo actividades sexuales grabadas, contienen algo ajeno cuando las veo en la pantalla, meses más tarde. Las imágenes se han distanciado de mi memoria y de mis emociones. También saqué tres fotos del cuerpo de mi madre muerta: quedaron mal (por culpa del cristal del Tanatorio, sin duda) de modo que la imagen del cadáver es casi un fotograma del expresionismo alemán: pura invención gótica.

Creo sinceramente que eso de los blogs es una disfunción y un error. La vida es algo debido a las vísceras, y jamás debí pensarla de otra forma. En realidad deseo olvidar el blog, la posible e improbada habilidad de escribir, el deseo de mostrar.

Deseo vivir sólo en la piel y en el viento. Todo lo demás es horrible. Quiero soñar sólo ángeles y paranoias.



14 de febr. 2013

Mecánica hidrológica


Todos sabemos que el mapa no es el territorio, pero todos creen en los mapas y no saben casi nada de los territorios. Los caminos -los de verdad y de polvo- se bifurcan, juegan y engañan. Las sombras de los árboles en los senderos simulan rostros humanos. Los ríos juegan con la orografía, desplazan pueblos y civilizaciones.

Con tan sólo algunos siglos Venecia será un desierto, mientras que Kandahar será Venecia. Los antiguos egipcios tuvieron que desplazar toneladas de piedra labrada y esculturas enormes de sus reyes y sus dioses porqué un brazo del Nilo abandonó la ciudad de Ramsés II y se marchó cincuenta kilómetros al sur.

Hace dos días paseaba lentamente, envuelto en ropas de abrigo, por el caminito que bordea el río. El cielo se cubría y nevaba un poco más al norte. El viento arrastraba copos dispersos, cometas, avisos. Me invadía la nostalgia de las cosas que no sucedieron, y me acompañaba el aliento peligroso de dos perros sin collar por el camino polvoriento. Los bichos me andaban siguiendo desde cientos de metros atrás, con los colmillos al viento. Creo que llegué a escuchar el silbido del aire en sus fauces.

Los ríos fluyen y cambian su curso, y uno cambia sus ideas conforme crece, envejece. Los surcos de la piel en el rostro son los ríos que nos surcaron. Las arrugas del rostro también son los ríos que nunca navegamos y eso nos duele. Fui vegetariano, idiota, conservador, cristiano, anarquista dinamitero, maestro de primaria, obrero, transportista.

Fui mala persona y también generoso, místico, cinéfilo, escritor y mal lector. Fui loco, sensato. Demasiado sensato, posiblemente. Fui sombra y luz. Pero me habría gustado ser destello. Pasé una noche encerrado en un bar de la calle Robadors colgado de ácido. También estuve tres días en un monasterio. Una vez fui presidente de una mesa electoral y salí a fumar a la calle en compañía del único fumador de la mesa: un señorito de derechas, de Esquerra Republicana.

Siempre fui pobre: recuerdo que mi padre me decía cuidado con el dinero, que sale muy caro.

Ahora sólo quiero irme lejos, muy lejos. Más lejos. Cada vez que me encuentro ante el río pienso esto.


11 de febr. 2013

Sara Lee está muerta



El video está dedicado al blog Los sitios de nadie



La historia del socialismo es la crónica de una traición. Des del principio y hasta nuestros días, el socialismo sólo nos ha traicionado.

Eso pensaba Sara Lee, sola en mitad de un campo yermo, tres grados bajo cero a las nueve de la noche.
Vaya pensamiento, gimió, vaya pensamiento... Sintió una punzada con sabor a hierro en las sienes.

La tierra formaba engrudos helados que crujían bajo sus pies. Contemplaba los robles desnudos, teñidos de alabastro a la luz de una luna pequeña. Se sentía dolida y estaba muerta de frío. Los dientes le castañeaban. Sus manos torpes, huérfanas y azuladas. La quimioterapia había debilitado su sangre. Supo que había llegado al fin, que este paisaje era el último paisaje de sus ojos.

Todavía pensó en que podía perdonar a su amante el socialista por haberla abandonado allí. Él también andaba perdido por el bosque y al fin decidió buscar la salvación para si solo. Bueno, pensó ella, en estas situaciones extremas es comprensible que cada uno se ocupe de su propia supervivencia.

Eso sucedía en 2013, cuando aún nadie había pensado todavía razonablemente en exterminar a los pobres. La tendencia era más bien incitarlos a emigrar. Un burócrata genial formuló esta sugerencia al Primer Ministro:
Es conveniente privar a los pobres de sus medios de vida, y no sólo en lo relativo a la esfera económica. España debe ser un país sin futuro para ellos. Sólo se debe permitir que aquí muera la generación más vieja, pero no los jóvenes, por lo que hay que seguir manteniendo la incitación a emigrar. (1)
A medianoche Sara Lee entornó lo ojos, esbozó una sonrisa y soñó con un tigre blanco. Unos meses atrás quiso emigrar ella también. Pero las fuerzas la habían traicionado, como su amante.

Por la mañana, una pareja rural de los Mossos de Escuadra encontró su cuerpo tendido a los pies de una encina. Los cuervos le habían comido los ojos y le habían arrancado la lengua a picotazos. Los agentes dieron escasa relevancia al caso: Sara era una mujer mayor y enferma de una enfermedad demasiado cara para las finanzas del estado. Se santiguaron mecanicamente y prosiguieron su ronda.

[Apenas diez minutos más tarde, una hembra de jabalí embistió a los dos policías con tan mala fortuna para ellos que uno falleció ipso facto y el otro quedó postrado de por vida en un silla de ruedas. El Exquisitamente Honorable Artur Mas decretó la famosa Ley de libertad infinita de cacería de jabalíes (Llicj, Llicps en catalán).]
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(1) El texto no está escrito por Santiago Niño Becerra ni por el presidente de la patronal española, el catalán Juan Rosell. Se trata de un informe elaborado en 1938 por Reinhard Heydrich, diseñador de la solución final junto a Heinrich Himmler. Solamente me he permitido sustituir judío por pobre y Alemania por España.

9 de febr. 2013

Mateo Morral, el retorno



Mateo Morral, nacido en Sabadell e hijo de una familia de industriales del textil, murió en julio de 1906. En mayo del mismo año había atentado contra la familia real. Cuando fue detenido cerca de Madrid sacó un revólver, mató al Guardia civil que lo llevaba preso y luego se suicidó. Todo el mundo creía que había muerto, pero el 7 de febrero de 2013 se descubrió que seguía vivo.


De la prensa: 
Un grupo llamado Comando Insurreccionalista Mateo Morral se ha atribuido este viernes en Internet la colocación del artefacto explosivo en la catedral de la Almudena que este jueves por la tarde fue descubierto y desactivado por la Policía.

Este grupo se llama así en recuerdo del anarquista responsable del atentado contra el Rey Alfonso XIII y Victoria Eugeniael día de su boda, el 31 de mayo de 1906, en el que murieron treinta personas.

"Demostramos que vuestras guaridas santificadas son vulnerables. Los cimientos de vuestro poder han temblado por los kilos de nuestra pólvora sacrílega que busca romper con vuestra paz cívica basada en muertos y personas encerradas por años en el talego. Esto es la venganza. Superamos la barrera del miedo", comienza diciendo el comunicado difundido por Internet al que la Policía Nacional ha dado credibilidad.

Según dicen, el objetivo de su acción en la catedral es "dar caña a la monarquía borbónica en sus lugares sagrados". "Toda su majestuosidad es fruto de la opresión y seremos los oprimidos quienes acabaremos con ella mediante la violencia revolucionaria insurreccional. No caemos en la trampa de esperar que se den las condiciones históricas. Creemos que las condiciones para el ataque son propicias siempre que exista Estado, capital y más aún una podrida familia real fascista. Estamos decididos. No esperamos. Actuamos", advierten.

Defienden que "solo mediante este tipo de acciones" lograrán la "destrución" de todo lo que les oprime. "Es un llamamiento a la guerra sin límites utilizando toda nuestra imaginación y energía para acabar con este mundo podrido".

El comunicado, con fecha de ayer, 7 de febrero, finaliza proclamando "¡¡¡Fuego al talego Viva la Anarquía!!! Comando Insurreccionalista Mateo Morral".

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Hoy (8 de febrero, víspera de Carnaval), el blog de un amigo también se ha ocupado del caso y parece que el atentado fue mucho menos fallido de lo que la prensa se esfuerza en explicar. La fuerza de una bomba se mide por su onda expansiva, y parece que ésta ha tenido una fuerza notable.

6 de febr. 2013

Autoinculpación

Autoinculpación del ciudadano L.B.

Señoras y señores del jurado, yo soy culpable.

4 de febr. 2013

Herman Strüch, el cineasta maldito

Todo lo que rodea a Herman S. Strüch es un enigma nocturno y saturnal. Incluso su nombre incluye un misterio: la S podría ser la abreviatura de Salomon (según algunos autores), de Stein o de Strauss.

http://www.jewishvirtuallibrary.org/jsource/images/People/himmler3.jpg

Herman Strüch (a la derecha de la imagen, de civil y con sombrero) en una excursión de la Deustches Ahnenerbe al castillo de Wewelsburg, con Heinrich Himmler.

Pueden afirmarse muy pocas cosas de su vida. Entre las indudables está el hecho de que un niño con este nombre nació en Baviera en 1902. Pasaba los veranos en Danzig, en compañía de su familia. La fotografía siguiente, donde aparece junto a sus hermanas Lotte y Frieda, es uno de los escasos documentos gráficos ciertos que se conservan.

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Herman, Lotte y Frieda durante las vacaciones en Danzig. Julio de 1913.

¿Por qué Herman Strüch fue borrado de los archivos oficiales y por que su obra cinematográfica desapareció entre las llamas? Las hipótesis son varias y variadas. Según Margherita Hoffmanstahl  (Deustch Filmgeschichte 1933-1945, Frankfurt 1983) el holocausto sucedió en 1944, mientras que para Walter Dietrich (Annaherung an die nazi Film, Munich 1990) fue muy posterior, y nunca antes de 1950. Para Héctor Ledesma, sin embargo, nada de eso es válido y sostiene que Strüch murió tranquilamente en 1974, en su cama. Y asimismo afirma que su obra permanece escondida en algún lugar del sur de España.

 Estos casi tres minutos son la única secuencia conservada de la obra de Strüch. Su calidad narrativa y técnica es ejemplar, incluso sobrecogedora. Parece que el fragmento formaría parte del film Dresden, jahr null, rodado durante el fin de la guerra. Como se puede ver, se trata de un film crepuscular y pesimista: el Tercer Reich vivia su último aliento. Roberto Rossellini se lo apropió poco después, aprovechando las circunstancias favorables. Francesco Troiano -el historiador del cine italiano- descubrió el robo, pero su descubrimiento fue silenciado.

Hoffmanstahl mantiene una tesis muy atrevida: la historiadora está convencida de que Strüch era de familia judía (otros historiadores coinciden en este extremo), y de que Herman consiguió engañar al régimen nazi durante décadas. Su afán para conducir una carrera exitosa en la industria del cine lo empujó a pactar con el diablo. Colaborador de Leni Riefenstahl, prosiguió después solo, elaborando documentales y cintas de ficción propagandística por encargo del propio Himmler.

 Leni Rieffenstahl durante el rodaje con las tropas en Silesia, poco antes de invadir Polonia. Según Walter Dietrich, el operador de cámara (invisible en la foto) es Herman Strüch.

Siguiendo con la hipótesis de Hoffmanstahl, Herman Strüch filmó sin pudor toda suerte de atrocidades durante los años de la agencia Deustches Ahnenerbe. Pero finalmente, y hacia el fin de la guerra, alguien reveló el origen judío de Strüch a las autoridades del Reich.

Parece que la delatora fue Sarah Ramstein, amante y actriz principal de sus películas. Ramstein habría actuado motivada por el despecho cuando supo de las aventuras eróticas de Herman con una periodista vienesa: Heidi Hildebrand.

Cuando el régimen conoció el engaño procedió tal como es esperable: se encargó de borrar cualquier rastro de Herman en la historia. Tan solo diminutos olvidos y lapsus han permitido que se salven algunas pistas, escasas y confusas.

http://www.good-music-guide.com/images/lotte_lenya_kurt_weil.jpg
Según M. Hoffmanstahl, la fotografía muestra a Heidi Hildebrand en compañía de Kurt Weil, que también intimó con ella.

W. Dietrich posee datos que le permiten elaborar una segunda narración. Según este autor, Herman Strüch engañó al régimen hasta el fin, y una vez terminada la guerra también burló la persecución de los aliados. Fugado con nombres y documents falsos, habría sido el mismo Strüch quién se habría encargado de borrarse a si mismo.

Dietrich cree que la maniobra de Strüch naufragó en 1950, cuando un comando judío de la Operación Nakam lo sorprendió y lo ejecutó cerca de Innsbruck. En este caso, habrían sido los judíos quienes habrían eliminado los últimos rastros del traidor, para ahorrarles la vergüenza a sus correligionarios.

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 El comando judío que ejecutó a Strüch, en una fotografía tomada a las puertas deInnsbruck, en fecha muy cercana a los hechos. El segundo por la izquierda es Simon Wiesenthal, que después será el famoso cazador de nazis.

Hasta hace poco tiempo, el misterio parecía circunscrito a las dos opciones reseñadas. Sin embargo, la reciente aparición del segundo volumen de la Historia de la Cinematografía Andaluza, (Málaga, 2010) ha abierto una tercera posibilidad. Según el compilador Héctor Ledesma, Herman Strüch se escapó de todos y de todo, eliminó su pasado con extrema solvencia y así llegó a Cádiz, donde vivió hasta 1977 oculto tras la identidad de Germán Estremoz.

Ledesma está convencido de que Strüch era demasiado celoso de su obra como para no haberse guardado copias, y se basa para afirmarlo en la correspondencia entre Estremoz i Ernesto de Sousa, donde el primero afirma en dos ocasiones que, cuando la posteridad descubra su legado, escribirá su nombre en la historia del cine con letras capitales (grosbuchstabe).

 En este edificio Strüch habría vivido desde 1947 hasta su muerte, en 1977.

Strüch, oculto detrás de Estremoz, rodó películas documentales de escasa calidad, centradas en la antropología: costumbres y tradiciones, folcklore y romerías.

En 1964 Strüch-Estremoz contrajo matrimonio con Carmen Henríquez, natural de Huelva. A pesar del compromiso, él nunca le reveló su vida anterior. Henríquez afirma que Germán hablaba poco o nada de su pasado, cosa que ella respetaba porqué al fin y al cabo Carmen también había vivido una guerra terrible (en sus propias palabras).
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Carmen Henríquez (con vestido rayado, en el centro de la imagen), fotografiada en Sevilla. Abril de 1975, meses después de enviudar.


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Fotograma de Romería en Chiclana, corto documental atribuido a Germán Estremoz y rodado posiblemente en 1970.

Ledesma -buen conocedor de las investigaciones de Hoffmanstahl y de Dietrich- está convencido de que Strüch es el paradigma psicológico del autoodio: un judío que no quería serlo y que para negarse a sí mismo se unió al peor enemigo. A quien sirvió con fidelidad y excelencia hasta que, terminada la pugna, Strüch se disolvió en la mediocridad porque la vida ya no tenía objetivos: sin conflicto, Strüch es tan solo un operador de cámara tan competente como anodino. Eso explicaría que el brillante cineasta alemán se convirtiese en un vulgar reportero en Andalucía.

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Este podría ser el aspecto que tenia Herman Strüch cuando llegó a Cádiz, en junio de 1947. 


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Nota: Un texto parecido a este lo publiqué unos dos años y medio atrás en otro blog. Hoy me ha parecido que cobraba una tremenda vigencia.
De repente, incontables personas públicas afirman no ser lo que parecen ser: en mi entorno más cercano Oriol i Jordi Pujol, Jaume Camps, Xavier Crespo. Luego están ministros y primeros ministros de España, senadores y ex-senadores.
También (quizás aprovechando la confusión), sus señorías los diputados del Parlamento autonómico catalán se aprueban unos importantes incentivos, tal como relata (¿incomprensiblemente?) La Vanguardia.

1 de febr. 2013

Edipo de madera (ensayo 3)


Un día miré a los ojos de mi padre (yo los tengo de café corto y él los tenía de miel). Vi el cuchillo suspendido en este espacio que nos separaba. Toda la sangre común estaba suspendida e incierta. Los dos mostrábamos ya múltiples heridas, y algunas eran mortales. Pero la sangre no brotaba.

La atracción por la música de David Bowie implica una indudable dosis de homosexualidad, aunque quizás esté reprimida o sublimada. Eso decía mi padre. Y añadió: Me preocupa también que tengas ocupaciones femeninas como lavar la ropa, cocinar o hojear revistas del corazón. Prefiero un hijo facha que un hijo maricón.

Sin embargo, la última conversación que tuve con mi padre trató de temas bélicos. Para él -que había vivido durante la guerra de Europa y que pasó de germanófilo a anglófilo-, esa guerra era un tema apasionante incluso en 2004, mientras agonizaba bajo una metástasis masiva. Se conocía a un montón de generales, batallas y divisiones. Debemos reconocer que el sexto ejército alemán fue heroico.

Cuando estaba postrado en su última cama (en una clínica para enfermos terminales en la calle del Bruch), le conté la lectura recién terminada de Günter Grass, A paso de cangrejo. A través de tres generaciones de una misma familia, participamos de la investigación de un hecho de la Segunda Guerra Mundial: el hundimiento del buque Wilhelm Gustloff en 1945 por un submarino ruso. En la acción murieron un gran número de mujeres y niños que huían del avance soviético. Ninguno de los dos bandos dio publicidad al hecho: los alemanes callaron para no minar la moral de la población y los rusos para no difundir el asesinato de tantas víctimas civiles.

Antes de terminar la novela siguiente (El libro de las ilusiones, Paul Auster), mi padre ya estaba enterrado. Cementerio de Collserola. Leí las úlimas páginas en un tren que me llevaba a Barcelona, donde debía cerrar algunos tratos legales con la empresa municipal de gestiona las tumbas.

A veces le sueño y se me aparece vociferante y airado, tal como había sido muchísimos años atrás, antes de someterse al tratamiento psiquiátrico que le proporcionó la calma. Mientras me desvelo y me calzo las zapatillas para ir a mear, le perdono. Le perdono porque yo también he sido capaz de ser una mala persona, al fin y al cabo.