30 de gen. 2012

JV Foix (y 2): Un apócrifo

dedicado al bloguero y poeta obrero Gabriel B.



Logotipo del homenaje: atención a la media sonrisa, medio beata y medio pederasta del poeta


Hace un par de años y mientras me documentaba para un artículo sobre la presencia de Bakunin en Cataluña, di con un ensayo menor debido a Jordi de Ferrussola i Masclans: Catalans de soca-rèl a fi de bé (1), Edicions de Migjorn, Calella de Palafrugell, 1978. Se trata de una galería de retratos de insignes patriotas difuntos, desde Jordi Pujol hasta Esperanceta Trinquis, pasando por algunos poetas. Entre ellos nuestro homenajeado Josep V. Foix.

Ferrussola i Masclans relata una anécdota acontecida en la pastelería Foix (calle Mayor de Sarrià, 57), hacia el verano de 1946. Según el autor, los hechos le fueron confiados por un antiguo trabajador que por aquéllos oscuros años ejercía como oficial de primera.

Si nos atenemos a la narración de S.E. (sólo se conocen las iniciales del obrero, curiosamente coincidentes con las de Salvador Espriu y las de Santo Espíritu), el asunto se sucedió tal como sigue:

-José Vicente me había encargado quince pastelitos borrachos (melindros bañados en Ron Negrita), con mucha prisa para satisfacer a un conocido suyo, posiblemente el Abate de Montserrat, un tal Escarré -sí, el mismo que le puso el palio a Franco para que penetrase el santuario de la montaña con los máximos honores. Como era su talante -el de Foix, no el de Escarré ni el de Franco, quiero decir-, me lo ordenó con su estilo bravucón, y cada cinco minutos entraba en el obrador para ver si ya cumplía con su encargo y con la debida presteza e ilusión. Con las prisas, los pastelitos borrachos salieron mal, ya se sabe: la cocina pide calma y modales. De modo que había que tirar los pastelitos: estaban excesivamente impregnados en ron. Cuando José Vicente lo descubrió sacó el fuet(2) que tenía en la trastienda, me ordenó bajarme los pantalones y me azotó sin mover un sólo músculo de su adusto rostro. Delante de todo el personal, dispuesto en fila por orden de antigüedad y rango, y con una estricta separación de sexos. Eso lo vigilaba tan escrupulosamente como los pies métricos.

Al cabo de un rato de maldecir todas las furias y los santos y beatas, dijo algo sobre el dineral que le costaba mi error, y empezó a comérselos. Aquí no se tira nada. Un par de horas más tarde el poeta andaba por la tienda dando tumbos, cayéndose, cantando cuplés de tono picante (recuerdo como entonaba "La pulga") y pellizcando el trasero de las clientas. Su hermana lo retiró a sus aposentos. Fué ese día cuando escribió la primera versión del Sol, i de dol. Aunque bueno, el caso es que esa primera primera versión empezaba con Cony i recony. Todos pudimos escucharlo declamar por el tragaluz. A mi se me quedó grabado el puñetero soneto, casi tanto como las cicatrices que me dejó en las posaderas.
Cony i recony, si em furtes l'esquella
em veig pudint tosques servituds
amb carallots i munts de legionel·la
i roigs cabrons que m'atufen, torçuts. 
Li dic: Quant és? Per quatre pessetes
o vint centiments, oh, caratsus, puts.
Calcetes d'or? Vès quina meravella,
rastre ignorat, adéu nassos romputs. 
No m'entretinc. Més calent de carnatge
tinc migranys, Maragall no m'engany.
Me l'he pelat, i despert com l'averany. 
Em pica un peu, refot, malviatge.
Oh, caganiu i capsigrany...
vull beure'm tot el rom. Tanca el pany.

El erudito crítico Jaume Parrús i Tort (conocedor del soneto descartado) escribió: toda la precisión de la poesía foixiana se encuentra aquí condensada: el gusto por el lenguaje cultivado, el rigor métrico, el espíritu clásico y moderno, el onirismo y ese punto de escatología bellamente oculta que tanto gusta a nuestros barceloneses de Diagonal para arriba. ¡Incluso borracho Foix era Foix! (Els poetes adormits: Joan Gurdulú, Pere Delacullera i JV Foix, Edicions de la Generalitat de Catalunya, col. La barretina erecta, Barcelona 1982, p. 134).

Cabe señalar la reseña que aparece en el Almanaque Lacaniano de 1987, suscrito por el psiquiatra uruguayo Marcelo Tentempié, según el cual Foix es el prototipo de masturbador compulsivo, apoyándose justamente en el soneto que nos ocupa. Dice M. T.:
-Primera estrofa: el poeta alude al temor de la castración. Cree que si le extirpan los testículos será pasto de sodomitas.
-Segunda estrofa: el poeta se afirma como cliente de los chaperos (cuenta una transacción sexual valorada en 4 pesetas y 20 céntimos).
-Tercera: opta por la  masturbación, más segura que la visita a los urinarios.
-Cuarta y última: después de sufrir la somatización del deseo reprimido (el escozor en un pie), el poeta decide ahogar el deseo en alcohol.
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(1) Catalanes de pura cepa a fin de bien
(2) Fuet, en catalán, designa tanto el instrumento para dar azotes -el látigo- como un embutido de cerdo de aspecto parecido al de un pene largo y delgado.

26 de gen. 2012

JV Foix, el poeta y la pedorreta


dedicado al poeta y ensayista Gerard Horta



El poeta se despide del sueño y se levanta. Se viste ordenadamente de gris y desciende las escaleras que le llevan a la tienda del negocio familiar. Sin mediar palabra se sienta ante la caja registradora y se dispone a afrontar su jornada de trabajo: cobrar por los tortells y los tocinitos de cielo que vende. Estamos en una pastelería de larga tradición, en la calle Mayor de Sarrià. Eso es el barrio alto de Barcelona.

A media mañana, el poeta abre la caja y saca los billetes, los ordena de mayor a menor, los envuelve en un trapo y se los mete bajo el culo, para asegurar su integridad. Porqué el poeta no se fía ni de Dios. Es entonces cuando el poeta aprieta el abdomen, afloja el esfínter y bendice los billetes con un pedo de poeta.

Antes de proseguir debo contar algo: del poeta pastelero sólo leí dos sonetos porqué eran de lectura obligatoria cuando yo cursaba estudios secundarios. No me interesó para nada, y no se volvió a cruzar en mi vida hasta que me lo trajo el profesor Gerard Horta, quién lo cita en su magnífico Cos i revolució. L'espiritisme català o les paradoxes de la modernitat. Edicions de 1984, Barcelona, 2004, p. 142. El fragmento corresponde a una carta que el pastelero le manda a su amigo Josep Obiols, y dónde retrata la sociedad catalana de su época (estamos en 1920).

Avui dia, tot el fèrvid estol dels separatistes revolucionaris el componen gent que en l'ordre religiós són per ventura espiritistes i en l'ordre social són anarquistes essent el seu afany separatista conseqüència del seu temperament anàrquic (1).

Foix es el pastelero que afirmaba és quan dormo que hi veig clar (es cuando duermo que veo claro). Sin embargo, en estado de vigilia Josep Vicenç no parece una persona despierta ni sensible a su entorno. Claro que eso de los billetes bajo el trasero es una anécdota, pero es cierta. Se sentaba ante la caja registradora y se guardaba bajo el culo la recaudación del día: no vaya a ser que mis obreros me sisen.

Posiblemente todos tenemos nuestros tics, pequeños defectos o miserables inmundicias, muchas de las cuales nos humanizan. Hasta aquí todo sería una simple anécdota -una anécdota sobre la mezquindad, pero nada más. Pero otro tema es el ideario político e ideológico de nuestro pastelero. Apriori, confundir a los independentistas con los anarquistas es una aberración (sería como pensar que hoy, los aburguesados militantes de Esquerra Republicana de Cataluña están también afiliados a la CNT). Posiblemente en Foix hay algo más que ignorancia: hay un odio o un pavor hacia el desorden público y hacia la clase obrera.

El mundo ideológico de nuestro pastelero no termina ahí: JV sintonizó con las ideas vanguardistas del futurismo italiano y de Filippo Tommaso Marinetti, la corriente estética que abrazó con ilusión el fascismo y que devino el cuerpo artístico y poético que adornaba el delirio de Musolini.

En tanto que hombre de orden, es fácil inferir que Foix celebró la victoria de Franco, al que sólo le reprocharía su actitud hacia la lengua catalana. Por lo demás, nihil obstat: al fin y al cabo, el general fascista devolvió la paz de espíritu a la burguesía catalana.

Muchas veces me he preguntado porqué determinados personajes de la cultura catalana son homenajeados y reivindicados por colectivos y personas que parecen alejados de esas figuras: hoy mismo no puedo responder a qué viene celebrar y recordar a JV Foix. ¿Se trata tan sólo de que escribió sonetos en catalán? Sí, es más que probable. La paradoja catalana es un fenómeno complejo que permite anomalías de este tipo: el hecho de escribir en catalán durante el franquismo situó a muchos autores en el panteón de los prohombres patrios con una mirada absolutamente acrítica. Puig és català, Déu li do gràcia, se estilaba decir: como es catalán, bienvenido sea. Aunque sea un fascista.

Es la misma actitud que, en su versión inversa lleva al silencioso desprecio de aquéllos autores que, siendo catalanes, no escribieron en esta lengua: Carmen Laforet, Ana María Matute, Luis y José Agustín Goytisolo, Juan Marsé. Casi nada.

A veces me pregunto si hoy todavía estamos empañados por ese pensamiento tribal. El homenaje a JV Foix me responde que sí. Igual como ciertas arengas del nacionalismo de Artur Mas, por no hablar de la prensa culé.

Por eso imagino de nuevo al pastelero JV Foix sentado encima de sus billetes. Es de suponer que se tiraba un par de pedos bien sonoros y malolientes para desanimar a cualquier anarquista, independentista o mangante. Esta imagen es mi sentido homenaje.

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(1) Hoy en día, toda la chusma de los separatistas revolucionarios la compone gente que en el orden religioso son por ventura espiritistas y en el orden social anarquistas, siendo su afán separatista consecuencia de su temperamento anárquico.


19 de gen. 2012

Caronte Schettino

Dedicado a los náufragos de cualquier patera, de lujo o para hambrientos




-Mamá, tengo miedo -diría ahora. Si no tuviese la boca llena de agua con sal y barro. Y aún añadiría: -Creo que nos engañaron.

Porqué eso que habla -este cuerpo- está en el fondo del mar. Los peces me besan las manos y buscan mis párpados. Me arañan suavemente la piel translúcida. Una estrella de mar se ha instalado en mi vientre y reposa tan quieta y rutilante como las estrellas del cielo.

Aunque ahora sea acuático nací en España y me enseñaron a tener miedo. De pequeño sólo les temía a las arañas y las serpientes, pero mi madre me dijo que la peor alimaña era un monstruo llamado Incertidumbre. Esa palabra no la pude comprender jamás. Es rara, un laberinto de sonidos. Quizá por eso le tuve un pánico atroz. Y por eso, posiblemente, me busqué un trabajo lento, rutinario. Convertí mi vida en un ritual del tedio y mis horas fueron templo del aburrimiento. A cambio de ese sacrificio logré escapar del monstruo. Hasta el día trece por la noche, cuando me alcanzó.

Durante décadas me he zafado de él. Vi a la bestia de cerca, zampándose a conocidos y desconocidos. Yo me reía por dentro sin compadecerlos: hay que tenerle un respeto al monstruo, pensaba: ay de los imprudentes y los ligeros.

Un día sentí (o se me ocurrió) que a lo mejor mi vida había transcurrido en un sopor, en un leve aliento de sopor. Fué más o menos por entonces cuando empecé a mirar los mares y los océanos en un mapamundi de colores y descubrí unas líneas de puntos que cruzan el azul. -Son las rutas de los cruceros, me dijeron. Cruceros de lujo, tout compris, seguridad y placeres garantizados. Y me compré un billete para una ruta mediterránea (si te gusta luego vendrán los enormes viajes transatlánticos, me dije muy prudente). Estuve satisfecho entonces de haber sido un tipo ahorrador y precavido.

Del capitán del barco sólo sabía que se apellidaba Schettino. ¿Cómo podía ni tan siquiera imaginar que su nombre era Caronte? Ahora des del limo contemplo unos reflejos azulados y la silueta perfilada del enorme buque unos metros por encima de mi cabeza -más blanquecina a cada hora que pasa bajo las aguas. Veo a ese gigante arrodillado y vencido. Me siento engañado y triste. Algo ha salido mal, algo que empieza muy atrás, cuando mi madre me decía: ante todo, cositas seguras.

A pocos metros de donde yazco hay otros hombres y mujeres. Más no les reconozco: no venían conmigo. Cuentan historias de huídas en botes, en zafias embarcaciones de maderitas tiernas. La verdad es que no sabía que el Mediterráneo de los turistas fuese también el Mediterráneo del hambre. No sabía nada de ellos y sin embargo ahora son mis compañeros. Cuerpos entre los peces, cuerpos y también nidos de peces.

Pienso que cuando nos vengan a recoger para llevarnos a una mejor sepultura me confundirán con ellos. Lo que quede de nosotros podría ser tan espeso y líquido, turbio y homogéneo como esas papillas que me preparaba mamá mientras esperaba de mi que fuese un buen empleado cumplidor en alguna empresa sólida.

18-1-2012
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He pasado algún tiempo de mi vida pensando como es (como debería ser) el cuento de terror del siglo XXI. Confieso que ha sido poco ese tiempo, entre trabajos y obligaciones varias. Hoy he dado con la respuesta oportunista. Buscando la respuesta gótica, he encontrado sólo eso. Bueno, no pasa nada: al fin y al cabo es una respuesta,

16 de gen. 2012

Don Manuel en los infiernos



Crucé el Mississipí con un retraso de dos días sobe el calendario previsto. El barquero sólo trabaja los miércoles y los viernes, ya se sabe, los ajustes del señor More. Al pobre diablo le han dejado con una minijornada de quince horitas semanales y trescientos dolarcitos al mes. Ya nos lo dijeron: los currantes y los parias debemos de hacernos cargo de la gravedad de la situación.
-Lo más cachondo del tema -me cuenta el barquero mientras rema contra corriente- Es que ahora el señorito More cuando tiene que cruzar el río en lunes o en martes se cobra una dieta de ciento cincuenta pavos, y además se hace traer una canoa de río abajo. (El barquero escupe al río y le da a un barbo en todo el ojo). Una canoa privada, por supuesto. Quiero decir: privatizada.

Yo estoy callado, ni tan sólo me río del pobre pez fangoso. Mi trabajo me obliga a ser taciturno, silencioso y precavido.

-Y por cierto -sigue el gondolero- ¿Qué le lleva a usted a Malpaso?

Ahora soy yo quien escupe con fuerza contra el oleaje leve y amarillento del río. Mi gargajo levanta una pequeña burbuja inútil, parecida a las ampollas que te salen en los pies cuando los zapatos te aprietan demasiado. El hombre comprende y se calla por fin hasta que llegamos a la orilla. No le puedo contar que he venido a Malpaso para matar a un hombre. A un anciano, para más vergüenza. Cada oficio tienen sus gajes.

En cuánto pongo los pies en la polvorienta aldea me doy cuenta de que algo pasa. Algo malo, por supuesto. Esos dos días de retraso por el puñetero ajuste presupuestario me han jodido bien. El hombre que venía a cargarme ya está muerto. La espichó ayer por culpa de una bacteria.

Lo más parecido a matarle que puedo hacer es contemplar su puñetero funeral recorriendo la calle principal. Me siento en el portal del Saloon y maldigo mi suerte y la madre que le parió al viejo. Veo viejas lloronas, tipos fornidos con camisas azules y asnos sarnosos. Ese es el séquito del muerto. Lo llevan a hombros y con el ataúd descubierto. La cabezota del cadáver va dando bandazos, como renegando de la muerte o negando algo a los vivos. Parece que quiera mascullar no, no.


Vete a la mierda, pienso yo mientras aprieto los puños dentro de la gabardina y palpo el revólver estúpido, pesado y frío. Dicen que el malnacido se bañó en una piscina llena de plutonio radioactivo, a ver si resultará que el plutonio concede longevidad en vez de fuego. Porqué ese fiambre debe de haber alcanzado los cien tacos. Su vida ha durado como una venganza divina.

Me vienen ganas de meterle igualmente un plomo por el culo, para que se vaya al infierno con dos orificios anales, el muy cerdo. Estoy casi seguro de que eso me cuesta una sanción por lo menos, sinó un despido procedente. La cosa está muy jodida, y mi productividad por los suelos. Mientras empiezo una rotación sobre mis talones y apunto a la Taberna La Mala vida ensayo mi defensa: cuando vuelva a la oficina les diré que ha sido culpa de ellos.

Y no será ninguna estrategia sinó la pura verdad: se pasaron años discutiendo si se lo cargaban, si lo llevaban al tribunal de la Haya o al de Estrasburro, que si patatín, que si patatán. Y al final el cabrón va y se muere de un resfriado. Como el otro. Luego del tercer chupito de whisky empiezo a barruntar que igual no vuelvo: ¿para qué? Tendré que aguantar la bronca, solidarizarme con Europa y su crisis, soportar los discursos nacionalistas del señorito More (la unidad de destino de su patria de mierda, los esfuerzos, los valores eternos y etcétera).

Casi que mejor me piro y me enrolo en un ballenero. Por aquí anda un tipo llamado Gordon Pym buscando voluntarios para el Pequod, que sale mañana mismo a cazar no sé que diablo de monstruo blanco y abisal. Eso sería mucho mejor. Jodido, pero bastante más romántico, qué narices. A la vida hay que pedirle algo más. Algo bonito.




9 de gen. 2012

Apocalíptica minúscula


El rumor y sus consecuencias sucedieron tan deprisa que apenas el Twitter tuvo tiempo de aportar algo. Parece que ha empezado por una información radiofónica de una emisora búlgara, procedente del observatorio astronómico de Stara Zagora (que dispone de una visibilidad inmejorable): el pequeño asteroide B-612 impactó en la madrugada pasada contra la cara oculta de la Luna. La radio búlgara lo celebró: interpretaron que nuestro satélite pálido nos había protegido de un impacto severo.

Pero poco después ya suenan las malas noticias: el eje de la Luna se ha movido, y Selene se ha salido de su órbita. Con cuatro estimaciones es suficiente para pronosticarlo: en un par de días, la Luna se precipitará sobre la Tierra.

Mientras los primeros pesimistas googlean los términos B-612, Stara Zagora, Lunar impact, Moon river,  etc, es el mismísimo Artur Mas quién aparece en las noticias de las nueve de su canal autonómico para soltar ese mensaje: los catalanes debemos obrar con serenidad y responsabilidad, y sobretodo debemos ir a trabajar mañana como si fuese un día más, un día normal. Otra vez el hombrecito del mentón altivo se ha adelantado a sus compañeros en el poder: como ya hizo con sus recortes presupuestarios, ha sido el primero.

El resto de las autoridades desfilan o se atropellan poco más tarde en la pantalla: debemos dar confianza a los mercados, hay que seguir respetando las normas y la legislación vigente, cuidado con las líneas y los semáforos rojos, tenemos que comprar productos catalanes (la policía no va a bajar la guardia), hay que pagar las facturas, llegar puntuales al trabajo, fiarnos de La Vanguardia, moderar el consumo de alcohol y dejar de fumar, afiliarnos a una mútua privada de salud, etc. Los casados deben seguir fieles a sus esposas y los homosexuales aún están a tiempo de curarse (ésta última aportación corresponde al diputado José Antonio Duran).  Tan sólo el inefable conseller de economía -un tal Mas-Colell- ha soltado que Madrid no paga los 759 milloncejos, pero ahora no me preocupa tanto. Eso ha sucedido a las 12 del mediodía en la emisora amiga RAC-1, y a las dos de la tarde ya estaba cesado y deshonrado por el portavoz del gobierno. Mira tu por dónde, al mal conseller se lo ha cargado un asteroide.

Parece que alguna gente no ha ido al trabajo, pero sin embargo la Bolsa ha funcionado con normalidad (el Íbex ha experimentado un esperanzador 2.1 de aumento). Yo he sido de los que se han quedado en casa, meditando si ordenaba un poco el piso y le echaba por fin un poco de KH7 a los fogones, que buena falta le hace. Hay que terminar dignamente, me decía. Pero con tanto meditar me ha llegado el sueño, y me he quedado dormido como un niño en el sofá, ante una tele que sólo chisporrotea.

En el sueño turbio de la siesta se me ha aparecido Dios y me ha espetado:
-¡Eh, tu! Si, tú: te he escogido entre muchos millones para concederte un deseo. Decide tú quién se va a salvar del holocausto.
-¿A mi? ¿Y porqué a mi justamente? ¿No ves que no soy nadie, y que me agobian las responsabilidades? ¿Acaso no ves cómo tengo el piso, desordenado y polvoriento?
-Justamente por eso te he escogido a ti -sigue Dios, con una voz más aflautada y falsa de lo que yo había presupuesto jamás- Ya sabes que amo a los pequeños, a los miserables, a los desheredados y a los parias.
-Ah, bien.
-Apúrate, que el tiempo vuela.
(Acepto sus prisas, aunque tampoco las imaginaba en un ser eterno).
-Bueno, de acuerdo. A bote pronto digo que salves a Juan Sebastián Bach y a Julio Cortázar. Ala, ya está.
-Mmmm -gruñe el Ser Supremo- Están muertos los dos y eso me llevará un poco más de trabajo...
-Pues nada, no te líes más: salvas su obra y listos.
-¿La obra de Bach y Cortázar? ¿No quieres salvar una élite de individuos, algún emprendedor, algún prohombre patrio, algo así?
-Hostia ¡no me jodas...!
Dios se desvanece en una nube rosada murmurando algo sobre las palabrotas (como es tu última blasfemia no te la tendré en cuenta, creo que dice).

Luego me despierta un rumor creciente, atronador. Salgo al balcón y contemplo la superficie de la Luna ante mis narices, distingo las pisadas limpias de Armstrong y la banderita enhiesta con sus estrellitas ligeramente desteñidas. Así a ojo de buen cubero calculo que el mástil de la bandera le partirá la antena del televisor a mi vecino, por la dirección que lleva. Eso va a ser muy simbólico para él, tan admirador de la Coca-cola con alitas de pollo de Kentucky fried chicken y de las cancioncillas del Sinatra.

5 de gen. 2012

Evangelios impropios


No se porqué demonios habrá sido, pero resulta que el primer libro que hojeo este año 12 es una edición barata (e incluso fea) de los Evangelios aprócrifos. Lo compré en el siglo pasado, hace muchos años (algo así como veinte) en un mercadillo de segunda mano porqué me supo mal verlo ahí tirado entre los relojes robados y el polvo, calculadoras, zapatos destalonados, gafas de sol demodadas, una freidora andrajosa y dos chaquetas de cuero manchadas de algo como sangre o café.

Podría contar que ando liado en un traslado de piso, y que en ésta situación uno se encuentra en las manos cosas inútiles que ha ido guardando a lo largo del tiempo vivido, perdido, ganado. Separo las cosas que voy a salvar en este nuevo naufragio: a un lado suelto los objetos que se van a quedar, los que tiro al olvido para siempre. Y ese ejemplar de los Evangelios apócrifos ha dudado un instante. Creo que me lo llevo. Junto a él se vienen conmigo la destrozada edición de Büchner, los cuentos de Blues de novembre -de mi antiguo jefe Bep Portella de Maó-,  La muerte y la doncella y finalmente un ensayo sobre Georges Bataille. Junto a estos calculo que me llevo unos doscientos, más o menos. De los casi mil que llegué a coleccionar en el 99, año en que empezó el declive.

En la pirámide inestable de los refutados se quedan algunas glorias catalanas (como Josep Palau i Fabra y Segarra), John Steinbeck, un tratado sobre las flores de Bach -que no es Johann Sebastian-, y un corolario de libros y libritos que jamás voy a releer, aunque sean buenos. Yo diría que se quedan unos cincuenta, directos al reciclaje. Por orgullo o algo así salvo mis publicaciones, lo que me editaron: aunque tampoco creo que lo relea nunca a uno le dolería ver como su nombre en la portada se va para dar con el lomo contra el fondo de un contenedor de basura. Sin embargo, un día alguna mano desconocida lo va a hacer: esta es la medida humana de las cosas.

Lo de abandonar glorias catalanas debe tener algo que ver con el signo de los tiempos (mi país es de nuevo derechón, hipócrita, vengativo, católico, pequeñisimoburgués, comerciante, nacionalista, racista, falso, ombliguista, rancio, ridículo, convergente, especulador: mi país es una mierda) y a la vez con ese reciente viaje a Andalucía. Me doy cuenta de que en cuánto salgo de Catalunya me encuentro bien. Sí, ya lo se: igual no son allí mucho mejores que aquí -al fin y al cabo, los humanos somos eso: humanos. Pero mira, yo me siento mejor así. Aún así, cargarle las culpas a un tipo como Palau i Fabra es injusto, ya lo se.

Le echo una última mirada al montón de los libros que no me llevo y abandono. Eso es lo que debieron de hacer aquéllos curas y obispos que relegaron unos evangelios al capítulo de los vergonzantes apócrifos y seleccionaron sólo cuatro para los canónicos. Es verdad: no soy mucho mejor que ellos. Porqué ahora, cuando los ojeo, pienso que a lo mejor los Evangelios apócrifos son mejores que los canónicos. O igual permitirián que algunos descreídos como yo pudiésemos creer en algo más bonito y más dulce.

Todo eso no debe de tener ninguna importancia. O quizás sí. Pero prefiero pensar que lo importante está mucho más allá, mucho más lejos. De camino a Jaén nos detuvimos en la vall d'Albaida y allí contemplamos cómo brota el agua de la tierra, como forma ríos entre la roca. No me sorprende recordar como nos amamos aquélla noche y las siguientes.