El copyright de la canción pertenece a Maíta vende cá, expresión caló que no traduciré
Ensayo previo:
Una rapsodia catalana
La vida avanza a pesar de todo, camina, tropieza. O revienta. A mediados de marzo de 2013, el azar (es decir, la vida) me mandó a trabajar unos meses a un centro de atención educativa preferente (caep). Esto de Caep es un bonito e institucional eufemismo cocinado en un despacho para designar a las escuelas cuyo alumnado tiene características especiales. Así lo expreso yo con un eufemismo propio.
Vamos a dejarnos de eufemismos. El barrio de Can Puiggener de Sabadell es un barrio periférico de casitas barraquiles, chatarreros, miseria y rumbas. La Cataluña de la que no se habla en las hojas de ruta soberanistas. O puta miseria, por llamarlo de una forma más comprensible, sin antífrasis. Es un barrio de callejuelas torcidas, casitas a medio alzar o a medio derribar, es imposible decidirlo a ojo. En una esquina tres gitanos empujan un Renault Mégane seminuevo con sólo tres ruedas y el capó calcinado por un fuego divino. Al lado, en la puerta del bar El Torero, cuatro viejos apuran su carajillo como si fuese lo último que van a apurar.
No pude evitar meterme en El Torero en uno de mis primeros días de trabajar en Can Puiggener. Antes de las nueve de la mañana la vida hervía entre sus paredes desconchadas y amarillentas. El aire estaba embarazado de aceite requemado, sobaco, perfume barato, camiseta vieja, calzoncillo reaprovechado. El aire estaba vivo y coleaba con furia quemadora.
La vida hierve allí como en el caldo primigenio. Y las paredes no sólo muestran desconches sinó retratos del Camarón, carteles de El Juli, José Tomás, Jesús Janeiro, Manuel Díaz. Visto des de la barra, Camarón está vivo. Vivo sin adverbios. No hay lugar para la muerte ni el olvido, el lugar está ocupado.
En Can Puiggener la vida no se acojona por la crisis de los bancos, la falta de credibilidad de la clase política o los recortes en sueldos de los burócratas. En Can Puiggener las parejas follan y las madres paren niños y niñas, lanzados a la vida como nubes vigorosas surcando el cielo. Los cónyuges se son infieles y las madres paren de nuevo. A veces hay sangre y pinchazos, navajita plateá. La vida gime de placer, de dolor, de rabia, de placer otra vez. La vida gime, ruge, maúlla. Araña, hiere, chupa, escupe. Y luego acaricia, lame heridas, da besos y consuelo. Quién sólo tiene la vida sabe lo que vale, no la juzga. Baila la vida.
Creo que es el trabajo más duro que he desempeñado en la vida. Quería escribir la palabra vida de una puñetera vez al lado de la palabra trabajo y al lado de desempeñar.
Espero que me perdonen. Va por ustedes.