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Dos adolescentes amigas van en busca de la casa de la novela Amalia, la primera novela argentina, en una siesta de verano; un niño va a casa de su abuela en el Tigre que años atrás fue la sede del periódico de su abuelo; siete hermanos contratan a una prostituta para compartirla entre todos (¿Blancanieves?); una muchacha intercambia poemas que recibe como iluminaciones amarillas (¿Borges?) por productos cosméticos; una mujer, no sabemos si alcohólica o de percepción resbaladiza, se mira al espejo junto a sus dos gatos. Estos son algunos de los cuentos de Oldsmobile 1962 reeditado varias veces, como si el mismo libro se negara a desaparecer, donde las atmósferas son raras; los paisajes, pueblerinos; los veranos están a punto de terminar; hay mariposas y gatos y muchas plantas y casas en ruinas y ríos y coches y espejos dados vuelta. Hay frases y citas como si las palabras mismas fueran cosas. Notables los cuentos con personajes femeninos, pues el imaginario que allí se narra está enrarecido o semiencantado o sorprendido de sí mismo.
"Julio, que también pretende saber esto, dice que yo, en lugar de pensar, es como si nadara. Y hablar me resulta tan difícil, dice, como le resultaría al nadador explicar con palabras sus movimientos en el agua. Es así. Pero las palabras, a veces, son tan grandes como los objetos que nombran. Cómo abrir la boca para que salga un árbol entero. Mucho menos una frase: vagones interminables, atestados. Carlos dice que es a propósito que no le hablo, para inquietarlo. Cuando lo repite más de tres veces, le grito alguna tontería de esas que no pesan nada, y me voy." ("Palma")
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