Bad hombre
Pola Oloixarac
Random House
Barcelona, 2024
Por Ernesto escobar Ulloa
LLLL
Hay un mal hombre por destruir. Un objetivo al que liquidar. Un blanco fácil que derribar, quitárselo de en medio es una tarea conjunta, hay una coartada moral que aprovechar y sus municiones se disparan por las redes de manera coordinada, directo a los despachos donde se toman las decisiones. Todo empieza en 2017 cuando la autora recibe una llamada de sus editores alemanes. Había llegado una carta al director del Festival Internacional de Literatura de Berlín, al Ministerio de Relaciones Exteriores alemán y a la Cancillería argentina en Alemania, en la que se la acusaba de ser una voz negacionista. En Argentina se mereció la etiqueta por “reportar la existencia de la disputa” en torno a la cifra de desaparecidos entre la que dan las Abuelas de la Plaza de Mayo y la que dan ciertos organismos de derechos humanos. Negar el número de treinta mil en los círculos militantes argentinos merece el término de negacionista. La palabra en el contexto alemán tiene un significado radicalmente distinto. Significa negar el holocausto. Las reacciones podían ser imprevisibles, al punto que sería prácticamente una negligencia no cancelar la presentación. A partir de aquí la autora toma conciencia de lo que es capaz de hacer una carta anónima que lacera directamente las zonas más sensibles de la epidermis sociocultural. Seguidamente se produce un flashback para hallar a la autora de dicha carta anónima. La narradora viaja atrás en el tiempo para contarnos la historia de Lola, una vieja compañera de la Facultad de filosofía, de la época en la que ambas operaban “bajo una fantasía bastante latinoamericana y machista de que los hombres son seres movidos por algún tipo de adiccion al sexo, que jamás se llega a domesticar completamente, y que todo el asunto del amor consiste en activar y direccionar ese atavismo, esa adición. Como gerenciar la animalidad masculina era el gran desafío amatorio de nuestra estirpe”. El resultado real fue que Lola acabó convertida en una depredadora sexual a la que “cada vez le costaba más encontrar paternaires para saciar su ninfomanía de élite”. La narradora le presenta un candidato para cumplir la difícil tarea. Y vaya que lo estaba logrando con méritos cuando de pronto la narradora empieza a recibir una serie de mensajes: “Tenés que ayudarme. Tobías es un hijo de puta. No puedo creer que me haya hecho esto. Me contagió herpes [ ] tenemos que escracharlo en Facebook. En todas las redes. Hay que alertar a otras mujeres. Así no les pasa también a ellas. Esto es violencia de género.”
El hecho de no haberle parecido a la narradora tan sencillo calibrarlo como violencia de género, la situó al otro lado de la línea trazada en la arena. Podía haber sido otro el que la contagió, “Tibor, el prostituto, o el economista cercano al gobierno”. Dudar de la palabra de Lola era una afrenta y no haber accedido a sumarse al escrache una traición. Las máximas autoridades alemanas que movían los hilos del campo literario debían enterarse de a quién invitaban. Esta experiencia, la de haber sido víctima en carne propia de la mentira organizada, del bulo difamatorio, sensibiliza a la narradora frente a casos que vendrán más adelante contra hombres cuyo honor hay que mancillar para sacarlos del juego. El interés de Bad hombre radica en la letra pequeña, en el contexto en que ocurren las campañas de cancelación que vendrán a continuación, y pudo haber narrado otros más de los que tuvo noticia de primera mano, pero el libro se centra solo en aquellos a los que fue invitada a sumarse. Contar cada uno, con todas sus implicaciones, sobre todo culturales, y además contrastarlos con casos históricos, de violencia real, palmaria, en lugar de servir para ver un progreso en la lucha contra los abusos y la desigualdad, sirve más bien para revelar una brecha, un abismo histórico que inevitablemente nos hace preguntarnos: ¿qué ha pasado? Un ejemplo es el caso de Althusser y el asesinato de su esposa Hélène Rythman en 1980, que sirve de contrapunto para el caso de Laurent, amigo de la narradora, en la Sorbonne. Luego se cuenta el caso del Perro, un galán de arrabal y Mireya en la redacción de El Argentino. Más adelante el caso de Mateo, “guapo como un galán de telenovela mexicana”, y sus compañeras sentimentales Nayla y Lisa, con una sale de día y de noche con la otra. Finalmente ambas descubren “el engaño paralelo”. Más adelante el contrapunto será una historia personal, lejana en el tiempo, el asesinato de su tía abuela, Ana, en el barrio del Rímac, en Lima, a manos de Vizcarra, “un hombre violento, un delincuente de poca monta.” Los casos de verdadera violencia revelan el costo de levantar falsas acusaciones, el daño que ocasionan a la verdadera causa por erradicar el flagelo de la violencia de género. Montadas en la ola de una noble causase producen verdaderas cacerías de brujas. “¿Pero es justo usar el sufrimiento de Ana y de tantas mujeres asesinadas como la coartada virtuosa que disimula venganzas personales?” Bad hombre pone de manifiesto el peligro de aceptar sin cuestionamientos, sin el menor análisis, un sistema puritano, una especie nuevo orden divino sobre la tierra, una comunidad sin vicios, donde será excomulgado, exiliado, desterrado, todo aquel que se atreva a poner en duda las acusaciones del que lleva como estandarte la sacrosanta categoría de víctima. La cancelación que da como resultado la banalización de la violencia real, desplaza, margina y oculta la violencia que tiene lugar en capas de la sociedad donde no están puestos los focos. Dejar de lado el empoderamiento de las mujeres por la identificación con una figura victimizada y convertir a todos los hombres en potenciales violadores está empobreciendo y debilitando todo un capital político para encumbrar al enemigo. La figura de Victoria Ocampo al final del libro rescata otra manera de ser mujer, que aunque, políticamente incorrecta a ojos de hoy, por seducir y cosificar a los grandes intelectuales de su época, que pasea por Argentina, goza de una Libertad a su manera, ganándose aires de glamour en la escena cultural.
Un libro necesario en nuestros días. El papel de la literatura está en la verdad que se enfrenta al dogma, que no le teme a la etiqueta, al hecho de que, como en los regímenes totalitarios, el menor cuestionamiento, la menor crítica sea tachada de traición, de haberse vendido al monstruo. Contra el dogma, contra el pensamiento único, en busca de una verdad, que aunque ficticia, ilumina el escenario de los debates intelectuales, ese es el rol de la literatura.
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