rumiar la biblioteca: abril 2014

lunes, 28 de abril de 2014

Guadalupe Nettel y La Cosa

Guadalupe Nettel, El huésped, Barcelona, Anagrama (2006)
http://www.anagrama-ed.es/titulo/NH_390

¿Qué es La Cosa? ¿La Cosa Nostra? No, La Cosa es solo suya y menos mal. La Cosa es eso que anda rondándole a la protagonista durante toda la novela. La Cosa es miedo, es asco, es lo inevitable. La Cosa es el huésped inquietante, el inoportuno, el que no se va aunque se lo exijamos. El huésped acostumbrado a los velos, a enturbiar la realidad, a ver en la ceguera y en los ciegos algo bastante peligroso: desconfía de ellos, como enseña la tradición, porque ellos saben cosas que nosotros no sabemos. Ellos conocen La Cosa, la han aceptado, la alojan resignados.

"La presencia inconfundible que tantas veces había sentido durante la infancia, estaba en el cuarto, como antaño, solo que ya no se trataba de una niña sino de algo más difuso y descomunal, algo que no necesitaba un cuerpo para hacerse notar, y con ella aparecieran también el olor de la casa en aquella época; las voces; las hormigas del parque; las manos congeladas cargando la mochila hasta la esquina donde pasaba el autobús de la escuela; el rostro de mi padre, el nombre de Diego. Eso había sido mi vida, un instante, imágenes almacenadas durante años, sueltas ahora como una llamarada de cenizas."

Finalmente La Cosa es aceptada, pues, aunque implique acostumbrarse a lo subterráneo.

El huésped me recordó a Informe sobre ciegos, a Ensayo sobre la ceguera, pero sobre todo a la célebre conferencia de Borges sobre la ceguera.


lunes, 21 de abril de 2014

Sobre el estilo y el plagio: Macedonio, Laiseca y Barthes

Macedonio Fernández
Museo de la novela de la eterna,
Buenos Aires, El Corregidor (2012)
Macedonio Fernández: "Todo se ha escrito, todo se ha dicho, todo se ha hecho, oyó Dios que le decían y aún no había creado el mundo, todavía no había nada. También eso ya me lo han dicho, repuso quizá desde la vieja, hendida nada. Y comenzó. / Una frase de música del pueblo me cantó una rumana y luego la he hallado diez veces en distintas obras y autores de los últimos cuatrocientos años. Es indudable que las cosas no comienzan; o no comienzan cuando se las inventa. O el mundo fue inventado antiguo".








Roland Barthes, El susurro del lenguaje (1984),
trad. de C. Fernández Medrano,
Barcelona, Paidós (2009)
Roland Barthes: "[...] considerar los rasgos estilísticos como transformaciones, ormaciones, bien derivadas de fórmulas colectivas (de origen ilocalizable, a veces literario, a veces preliterario), o bien, por juego metafórico, formas idiolectales; en ambos casos lo que debería dominar el trabajo estilístico es la búsqueda de modelos, de patterns: estructuras frásticas, clichés sintagmáticos, comienzos y cierres de frases; y lo que debería animarla es la convicción de que el estilo es esencialmente un procedimiento de la cita, un corpus de trazos, una memoria (casi en el sentido cibernético del término), una herencia basada en la cultura y no en expresividad".




Alberto laiseca, Por favor, ¡plágienme!(1991),
Buenos Aires, Eudeba (2013)
Alberto Laiseca a mansalva.

Sumamente interesante este pequeño manual del plagiador, que teoriza y reflexiona sobre el plagio y a continuación desarrolla una serie de ejercicios plagiantes, los Apéndices, todo condimentado de injertos laisecos, escaladas delirantes y tremendo humor.


"Si lográsemos inventar un estilo podríamos plagiar a gusto: porque con estilo, las ideas y hasta las imágenes viejas se presentan de manera nueva y las nuevas, si surgieran, seríanlo doblemente".

"La creación consiste en plagiar el plagio." 

"El que plagia a uno es plagiario. El que plagia a muchos es un erudito."

"Bueno es plagiar al plagiario, pero aún lo es más plagiar el propio plagio."

"Generalmente un autor no habla de plagio, de la misma forma que las personas sanas no hablan del cáncer."

"Se ha dicho que un hombre no merece el título de artista hasta que no ha sido plagiado por lo menos siete veces."

"¿Desea agregar alguna otra cosa? Sí, un plagio: 'plagiarios del mundo entero: uníos'."

lunes, 14 de abril de 2014

Damián Tabarovsky y la paradoja

Damián Tabarovsky, Una belleza vulgar, Barcelona, Caballo de Troya (2011)
http://www.megustaleer.com/ficha/CT94807/una-belleza-vulgar

Esto es una broma, dice Tabarovsky, una hoja de plátano que cae al vaivén del viento, y mientras cae se describe la ciudad, los edificios, los vecinos que habitan la calle Thames. Prohíbete narrar y apáñate con el resto: hiperdescribe o hiperreflexiona, y evita enlazar historias.

Eso suena a monsieur Teste, a instrucciones de uso, a hoja sin atributos. Eso suena a tentación de alegoría: la ciudad es el texto, la hoja es la Literatura, el viento es la inercia de seguir leyendo. Pero no, nos advierte Tabarovsky, "El relato de la hojita es el relato sin metáfora. Es la historia literal. La historia porque sí. Y nada de lo que dice, dice otra cosa". Olvídalo, piensa en la hoja.

Sigue a la hoja, me ordeno, pero en mi rumiar se transforma en otra cosa: la tentación de la hiperinterpretación. Porque este texto se sostiene siempre y cuando construyamos o al menos nos veamos seducidos por lo hacedor: déjame hilvanar otro texto-lectura a mi antojo. ¿Una historia de la literatura por capítulos? Qué vicio. Pero tú sigue la hoja, me repito, ahora me obligo, y recuerda la literatura de izquierda, la que sabe que puede fracasar.

"Quizá haya que inventar una literatura y un arte que creen novedad no como una ruptura que borra las huellas del pasado, sino como la introducción de paradojas en los discursos existentes, en el discurso del presente. Una política literaria de vanguardia podría ser esta: encontrar paradojas allí donde no se ven, introducirlas allí donde no están."

Más que de la hoja, aquí se habla del viento: la rutina de seguir leyendo, el movimiento.





lunes, 7 de abril de 2014

Salvador Benesdra o la novela esquizofrénica

Salvador Benesdra, El traductor (1998), Buenos Aires, Eterna Cadencia (2012)
http://blog.eternacadencia.com.ar/archives/2012/25871

Novela de dualidades y paralelismos, El traductor se detiene allí donde el análisis de la realidad internacional puede reflejarse perfectamente en lo cotidiano y se pliega también hasta alcanzar nuestros días o, mejor: se revela inquietantemente de actualidad, cuando los enfrentamientos "a la guerra fría", y sobre todo el discurso "a la guerra fría", vuelven a desplegarse, aunque en los días que corren ambos polos practican exactamente el mismo sistema de organización social.

Empieza la década de los noventa; la URSS se derrumba. A Ricardo Zevi, traductor en planta de Turba, una editorial de izquierda, le encargan traducir a un filósofo liberal con ideas como esta:

"No fue la democracia lo que impidió desde 1945 el mantenimiento de una sociedad más jerarquizada en Europa, sino la supervivencia en las masas de sueños igualitaristas estúpidos que el supuesto desarrollo de la URSS caucionaba."

Y parece que la editorial, acorde a los tiempos que corren, necesita "reestructuración", al igual que la Unión Soviética. Perestroika! 

"La izquierda toda, desde los talmudistas del troskismo hasta los más tibios socialdemócratas, veía o mejor dicho trataba de ver cómo desaparecían piedra a piedra bajo sus pies los últimos vestigios que quedaban de lo que alguna vez había sido su mundo, su civilización, su cultura o su cimiento vergonzante y clandestino. La última catedral de la religión atea del socialismo parecía llevarse en su derrumbe hasta el último testimonio de que la izquierda había sido alguna vez una realidad, defectuosa como un mundo, malvada como un gulag, vigente como una piedra."

Pero también es novela esquizofrénica, por la mirada distorsionada del protagonista y de la que por momentos desconfiamos. Y al tiempo novela de pares opuestos, a lo doctor Jekyll y mister Hyde, porque ese traductor izquierdista practica de puertas adentro la más abyecta de las esclavitudes con su propia compañera: relación sadomasoquista, "malvada como un gulag", dominante y tópica, repleta de las más degradantes fantasías del varón.

De prosa filosa, aunque algo panfletaria, bien estructurada, seductora y con bastante sentido del humor, expone la ambigüedad mediante un realismo del que por momentos también recelamos: bomba de puertas afuera; gangrena en el interior.