rumiar la biblioteca: Lumen
Mostrando entradas con la etiqueta Lumen. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Lumen. Mostrar todas las entradas

lunes, 1 de febrero de 2021

La novela deejay XIII

 

Si imaginamos un destino de la literatura similar al destino de la música, en el sentido en el que hoy aplaudimos y celebramos y adoramos al deejay como si de una estrella de rock o de un concertista virtuoso o de un afamado compositor se tratara, y celebramos su trabajo, es decir, el de poner discos, como arte, o mejor dicho, celebramos su collage y su mixtura y su capacidad de navegar por el tiempo y la tradición, de hacer tremolar el tiempo sobre diferentes bases, y extrapolamos el fenómeno al libro, o mejor, al libro electrónico, y pensamos que el escritor dejará de ser ese juntapalabras o el que busca estilo y construye una escritura, y que su función se habrá desplazado hacia un diseñador-maquetador con talento, con conocimientos de programador, que fabrique collages y corta-pegas y links de navegación por las grandes obras de todos los tiempos y aplaudamos su trabajo, lo celebremos como gran hacedor de los tiempos por venir, y colaboremos para que pueda ganarse la vida con mucha mayor soltura que un escritor, porque tal y como dicen algunos, y no sin razón, con semejante tradición para qué escribir o reescribir, o contestar y dialogar con esa tradición, quizá sea suficiente con manipularla y fragmentarla y servirnos de ella para contar la historia que queramos, para seguir ejecutando el hecho literario.

Por ejemplo, yo podría continuar con el montaje de una autobiografía in progress, que ya comenzara con los posts La novela deejay, La novela deejay II, III, IV, V, VI, VII, VIII, IX, X, XI y XII utilizando un fragmento de Las olas de Virginia Woolf para explicar qué entiendo por estilo o qué significa escribir o cuánta importancia le doy yo también a eso musical de la escritura:
 


 

lunes, 4 de marzo de 2019

La novela deejay X


Si imaginamos un destino de la literatura similar al destino de la música, en el sentido en el que hoy aplaudimos y celebramos y adoramos al deejay como si de una estrella de rock o de un concertista virtuoso o de un afamado compositor se tratara, y celebramos su trabajo, es decir, el de poner discos, como arte, o mejor dicho, celebramos su collage y su mixtura y su capacidad de navegar por el tiempo y la tradición, de hacer tremolar el tiempo sobre diferentes bases, y extrapolamos el fenómeno al libro, o mejor, al libro electrónico, y pensamos que el escritor dejará de ser ese juntapalabras o el que busca estilo y construye una escritura, y que su función se habrá desplazado hacia un diseñador-maquetador con talento, con conocimientos de programador, que fabrique collages y corta-pegas y links de navegación por las grandes obras de todos los tiempos y aplaudamos su trabajo, lo celebremos como gran hacedor de los tiempos por venir, y colaboremos para que pueda ganarse la vida con mucha mayor soltura que un escritor, porque tal y como dicen algunos, y no sin razón, con semejante tradición para qué escribir o reescribir, o contestar y dialogar con esa tradición, quizá sea suficiente con manipularla y fragmentarla y servirnos de ella para contar la historia que queramos, para seguir ejecutando el hecho literario.

Por ejemplo, yo podría continuar con el montaje de una autobiografía in progress, que ya comenzara con los posts La novela deejay, La novela deejay II, III, IV, V, VI, VII, VIII y IX utilizando un fragmento de Gira, rueda mágica de Dawn Powell para confesar de qué cosas está hecha mi escritura:


lunes, 2 de octubre de 2017

Javier Cercas y Margaret Atwood: el misterio de escribir (dos citas)

Javier Cercas,
La velocidad de la luz (2005),
Literatura Random House,
Barcelona 82013)

"Que aún no sepas de qué va la novela [...]. Si lo sabes de antemano, malo: solo vas a decir lo que ya sabes, que es lo que sabemos todos. En cambio, si aún no sabes lo que quieres decir pero estás tan loco o tan desesperado o tienes el coraje suficiente para seguir escribiendo, a lo mejor acabas diciendo algo que ni siquiera tú sabías que sabías y que solo tú puedes llegar a saber, y eso a lo mejor tiene algún interés. [...] Lo que quiero decir es que quien siempre sabe adónde va nunca llega a ninguna parte, y que solo se sabe lo que se quiere decir cuando ya se ha dicho."






Margaret Atwood,
La maldición de Eva (2005),
traducción de Montse Roca,
Lumen, Barcelona (2006)

"Odio escribir acerca de mi escritura porque no tengo nada que decir sobre el tema. No tengo nada que decir porque no me acuerdo de lo que pasa mientras lo hago. Esos momentos son como pequeñas piezas fragmentadas de mi cerebro."

lunes, 23 de enero de 2017

La novela deejay VI

Si imaginamos un destino de la literatura similar al destino de la música, en el sentido en el que hoy aplaudimos y celebramos y adoramos al deejay como si de una estrella de rock o de un concertista virtuoso o de un afamado compositor se tratara, y celebramos su trabajo, es decir, el de poner discos, como arte, o mejor dicho, celebramos su collage y su mixtura y su capacidad de navegar por el tiempo y la tradición, de hacer tremolar el tiempo sobre diferentes bases, y extrapolamos el fenómeno al libro, o mejor, al libro electrónico, y pensamos que el escritor dejará de ser ese juntapalabras o el que busca estilo y construye una escritura, y que su función se habrá desplazado hacia un diseñador-maquetador con talento, con conocimientos de programador, que fabrique collages y corta-pegas y links de navegación por las grandes obras de todos los tiempos y aplaudamos su trabajo, lo celebremos como gran hacedor de los tiempos por venir, y colaboremos para que pueda ganarse la vida con mucha mayor soltura que un escritor, porque tal y como dicen algunos, y no sin razón, con semejante tradición para qué escribir o reescribir, o contestar y dialogar con esa tradición, quizá sea suficiente con manipularla y fragmentarla y servirnos de ella para contar la historia que queramos, para seguir ejecutando el hecho literario.
Por ejemplo, yo podría continuar con el montaje de una autobiografía in progress, que ya comenzara con el post La novela deejay, La novela deejay II, La novela deejay III, La novela deejay IV y La novela deejay V utilizando un framento de M Train de Patti Smith (aunque por lo general tanta levedad no me convenza por insoportable) como fotografía de este momento de cambios bruscos: nado en la liviandad, en la banalidad incluso, me acosa la confusión de sueños, el insomnio como un jet lag permanente, el alcohol y el tarot como remedios, y sobre todo, el deseo del cowboy por contraposición al vampirismo del que escapamos:

lunes, 2 de enero de 2017

Los misterios de Ozick

Cynthia Ozick, Cuentos reunidos (2004), traducción de Eugenia Vázquez Nacarino, Barcelona, Lumen (2015)
http://www.megustaleer.com/libro/cuentos-reunidos/ES0087360

Déjenme que lo diga de una vez: Cynthia Ozick es inmensa, novedosa, divertidísima. Cynthia Ozick es la sibila a quien rendir tributo, encender velas e incienzo y quemar para ella nuestros mejores párrafos. Su lectura me provoca una intensa fascinación y a la vez perplejidad, tanta que enseguida siento deseos absolutos de inciarme en eso que ella hace, en los misterios de Ozick. Los misterios de Ozick parecen sencillos pero difíciles de encontrar en las librerías, señores. Fíjense: una mujer que escribe con un humor exquisito, ironía constante y, lo peor, sobre escritores (el Tema Prohibido). ¿Cómo se atreve? ¿Cómo lo hace?

A primera vista parece bastante fácil: relaboración de la tradición (y no solo la judía), relaboración de las mitologías (y no solo las judías), precisión, nada de florituras anochecidas, mucho desparpajo y pocas y contadas veces un párrafo poético (cuando toca). Utiliza comparaciones del tipo: "mascaba las notas al pie como si fueran caramelos balsámicos"; "un aire denso, pesado, caliente, sesgado y vehemente, como el aliento de un juez vengativo" (ok, aquí tal vez sobran adjetivos). Es mayormente realista, pero no se corta cuando lo irracional irrumpe con la fuerza de los huracanes. Pareciera que defiende la verdad de la ficción por encima de la verosimilitud (por eso algunos tildan sus escritos de alocados). 
"No importa, dice la Ficción; qué gracia, dice la Transgresión; ¿y qué más da?, se burla el Sueño." ("Dictado")
Además, es adorablemente metaliteraria: aquí hay poetas, escritores, pintores, actores, editores, críticos, intelectuales, traductores, seres mitológicos, Henry James y Joseph Conrad, un joven T. S. Eliot, plagios, lexicógrafos, rabinos, amanuenses, etcétera. Seres indignados, desesperados, hechidos de orgullo, enamorados, envidiosos o alelados. Seres obsesionados con algo (a la manera quijotesca, a la manera de esos personajes de las películas de Werner Herzog): piénsese por ejemplo en el protagonista de la excelente novela El mesías de Estocolmo, completamente obsesionado con que es hijo de Bruno Schulz, un delirio en toda regla.

Algunos la clasifican con la etiqueta de "escritora judía", como también se dice de Kafka que escribía "literatura judía". Por mi parte tiendo a pensar que el Holocausto pertenece a la Historia Universal. No sé por qué no se la llama simplemente "Maestra absoluta de la Metaliteratura", "por fin esa Mujer que Escribe para Todos", "llegó la Era de la Mujer con Sentido del Humor" y "queremos más de Este Tipo". 

"Saltaba a la vista que no era simplemente una historia, sino que apuntaba a mucho más, y ese 'mucho más' significaba en sí mismo mucho más. Ya solo con eso me amargué; son técnicas que se aprenden en esas lápidas huecas llamadas escuelas de escritura. A mí me parece que cuando uno quiere contar una historia, la cuenta. Estoy en contra de las máscaras y los trucos de la metáfora y la fábula. Por esa razón me atraen los cuentos de magia y fantasía: significan lo que dicen; en ellos los milagros no son símbolos, sino probabilidades condicionadas." ("Usurpación")

Déjenlo todo y léanla.
 
 

lunes, 5 de septiembre de 2016

Danny Wattin o el viaje por el mapa de la memoria

Danny Wattin, El tesoro de herr Isakowitz, traducción de René Vázquez Díaz, Barcelona, Lumen (2016)
http://www.megustaleer.com/libro/el-tesoro-de-herr-isakowitz/ES0127703

Novela de viaje, pero un viaje a la inversa: padre, hijo y abuelo van en busca del tesoro que herr Isakowitz, un judío polaco que emigró a Suecia, dejó enterrado en su jardín antes de partir. ¿Qué es ese tesoro? Nadie lo sabe. Quizá una excusa para emprender un viaje por el mapa de una Europa que conoció la desolación: desde Suecia a Polonia. Pero también un viaje por el mapa de la memoria: la de Danny Wattin y su familia judía.


"Tres hombres en un coche en busca de nuestros orígenes, unidos en el intento de recuperar lo que nos pertenece."

El viaje, salpicado de abundante comida y retazos de voces verdaderas, nos relata la historia de la pesadilla de la Alemania Nazi y de la no siempre acogedora Suecia, "un lugar donde las personas no hablan unas con otras". Pero sobre todo consigue transmitir la absoluta incredulidad de lo que pasó entonces y que, Wattin parece decirnos, ojalá no vuelva a repetirse. También advierte que Europa no aprende, a juzgar por ciertos indicios (nacionalismos, neofascismos, xenofobia, etcétera) que proliferan como setas.

"Nosotros siempre nos habíamos sentido alemanes. Yo era alemán. Mi padre era alemán. Él había luchado por Alemania en la Primera Guerra Mundial, desde el segundo día de la guerra hasta el final. Y, de repente, dejó de ser considerado alemán. Nadie lo podía imaginar." 

Ahora bien, y a pesar del tema, El tesoro de herr Isakowitz transcurre como una roadmovie fresca, irónica y tierna a un tiempo, de estilo sencillo que consigue empatizar inmediatamente con el lector. Nos habla de las diferencias generacionales con inteligencia, de los conflictos entre padres e hijos. También del pasado y de sus cosas terribles, pero a la página siguiente nos cuenta una anécdota (humor negro de vez en cuando) que consigue distender la lectura.
  
"—Yo voy a recuperar el apellido Isakowitz —dice mi hijo.
—Ajá —dice mi padre—. Buena suerte a la hora de encontrar trabajo."

lunes, 22 de febrero de 2016

Davis, Peri Rossi, Mesa: tres citas

Lydia Davis,
El final de la historia (1995),
trad. Justo Navarro,
Barcelona, Alpha Decay (2014)
"Hay momentos en que tengo la impresión de que alguien escribe conmigo esta historia. Leo un pasaje que no miro desde hace semanas, y apenas lo reconozco, o lo recuerdo vagamente, y me digo: Bueno, no está mal, es una manera razonable de resolver el problema. Pero no termino de creerme que fui yo quien encontró la solución. No me acuerdo de haberla encontrado, y siento cierto alivio, como si hubiera esperado que el problema siguiera pendiente."







Cristina Peri Rossi,
Por fin solos, Barcelona,
Lumen (2004)

"A la vez, la pregunta esclerosa invita a la respuesta conocida. Como un nervio estimulado siempre en el mismo sentido, solo respondía con la repetición de las condiciones anteriores. Pensé que era más fácil introducir una modificación en la estructura de la frase que en la relación entre mi padre y mi madre. Quizás, mágicamente, el nuevo orden de las palabras o la incorporación de unas nuevas tuviera la facultad de resquebrajar la estructura total."






Sara Mesa, Cicatriz,
Barcelona, Anagrama (2015)

"También le reprocha el exceso de retórica. Cree que hay escritura innecesaria y vacía. Abuso de metáforas. Un mal enfocado estilo literario. Está copiando modelos, con el único resultado de ahogar su propia voz. Recuerda lo que decía Proust: cuando nos ponemos a escribir debemos sacrificar el estilo de las obras que más amamos en aras de esa verdad única que habita solo en nosotros."

lunes, 16 de noviembre de 2015

Cynthia Ozick o los ruiseñores no cantan mejor que los cuervos

Cynthia Ozick, Cuerpos extraños (2010), traducción de Eugenia Vázquez Nacarino, Barcelona, Lumen (2013)
http://www.megustaleer.com/libro/cuerpos-extranos/0107461

"Olvídate de los cuentos de hadas. En la vida real [...] los ruiseñores no cantan mejor que los cuervos." 

Bea, de quien se dice que "todo su cuerpo era una cesta de mimbre por la que se escapaban los viejos deseos incumplidos", se ve impelida por su hermano Marvin, un hombre furioso y controlador, a ir en busca de su hijo Julian que se ha escapado a París donde se ha casado con una rumana. Para colmo la hermana del joven se ha ido tras él y allí se ha quedado jugando a ser extranjera. Este es el comienzo de una historia desconfigurada a ratos y quizá por esa misma desconfiguración, adorable de continuo.

"Pensó: Qué difícil es cambiar la propia vida. / Y al cabo pensó: Qué tremendamente sencillo es cambiar la vida de los demás."
Pues la cosa parece fácil: Bea es incapaz de desprenderse de su historia y darle un vuelco a su vida (divorciada desde hace ya tiempo de un músico que ha terminado por abandonarla y dejarle nada menos que un piano de cola en su diminuto apartamento), mientras la familia entera de su hermano sufre transformaciones de todo tipo.

Pero a la vez es la historia de tres mujeres que, en plenos años cincuenta, es decir, en plena posguerra y comienzo de la guerra fría, son capaces de sacrificarse por los hombres al precio que cueste, de modo que somos testigos de las diferentes caras de la responsabilidad asumida por esas mujeres que se ven obligadas a sacar las papas del fuego, que se prestan a ello sin apenas rechistar.  

Cuerpos extraños es un artefacto compuesto de cartas y de capítulos narrados con impecable ironía donde los personajes van y vienen según convenga a la historia, donde la acción de construir la novela está presente y se torna adorable por sencilla y clara. Además reconstruye el París atestado de refugiados de la Segunda Guerra Mundial y los peligros acechantes, la sospecha constante, del "peligro comunista".

"Hablaban una lengua políglota, tenían un hambre melancólica grabada en su rostros extranjeros y cedían a extravagantes arranques que los llevaban a preguntar como locos, como si no toleraran una negativa. ¿Qué temían que se les negara? La normalidad, suponía, todo lo que les habían arrebatado."

lunes, 24 de marzo de 2014

Alejandra Pizarnik y Roland Barthes

Roland Barthes, El placer del texto (1973),
trad. de José Miguel Marinas,
Madrid, Siglo XXI (2007)
"Con el escritor de gozo (y su lector) comienza el texto insostenible, el texto imposible. Este texto está fuera del placer, fuera de la crítica, salvo que sea alcanzado por otro texto de gozo: no se puede hablar 'del' texto, solo se puede hablar 'en' él, a su manera, entrar en un plagio desenfrenado, afirmar histéricamente el vacío de gozo (y no repetir obsesivamente la letra del placer)."
 
Roland Barthes








Alejandra Pizarnik,
Poesía completa, Barcelona,
Lumen (2000)


el centro
de un poema
                       es otro poema
el centro del centro
                       es la ausencia

en el centro de la ausencia
mi sombra es el centro
del centro del poema

Alejandra Pizarnik

lunes, 7 de octubre de 2013

Samanta Schweblin y la respiración en pausa

Samanta Schweblin, Pájaros en la boca, Barcelona, Lumen (2010)
http://www.megustaleer.com/ficha/H417480/pajaros-en-la-boca

Dícese del estilo limpio, transparente, comedido; dícese de una especialización del cuento, como si la voz dijera y al tiempo construyera, hacedora de esculturas, esos textos perfectos en los que generalmente encontramos un intruso absurdo o inverosímil según la lógica de la razón, que nos mete de lleno en una dimensión paralela en la que nos acomodamos sin reservas como pacto de ficción, la misma que nos mantiene en suspenso deseando que se resuelva en algún momento (respiración en pausa, mínimo parpadeo), porque nos gusta pero al mismo tiempo queremos regresar a esta nuestra dimensión, cosa que no siempre sucede, de modo que seguimos en estado de perplejidad y eso es lo bueno.  

Dícese de una experta en la mecánica del cuento, de una que lo ha aprendido bien (ese cuento de taller de escritura, ese cuento fantástico de tradición tan argentina), del que agradecemos cada palabra, porque ninguna se echa en falta, y del que a veces, al menos en esta primera lectura, le pediríamos cierto riesgo que sí se vislumbra en piezas como "En la estepa", "Conservas", "Mi hermano Walter" , "Matar a un perro" o "La pesada valija de Benavides". De este último, por cierto, algo por debajo o quizá al costado de la página soplaba como un susurro constante: Del asesinato considerado como una de las bellas artes (Thomas de Quincey).

A la espera estamos de ese nuevo libro de cuentos al que podemos asomarnos con "Un hombre sin suerte", galardonado con el premio Juan Rulfo, que promete sumergirnos en un costado más realista y a la vez ambiguo (oh, la ambigüedad, oh, la perspectiva, me digo como un canto a Samanta-Astarté, y como deseo, porque es ahí donde queremos que la literatura nos lleve, o mejor, que se retire de golpe dejándonos con la aunténtica inquietud de todo lo cotidiano), y que linkeo aquí para comenzar a abrir apetito: http://www.espanol.rfi.fr/cultura/20121008-estos-son-los-33-cuentos-finalistas-de-la-30-edicion-0#comments



lunes, 26 de agosto de 2013

Alberto Manguel o el lector caprichoso

Alberto Manguel, Una historia de la lectura (1996), traducción de Eduardo Hojman, Barcelona, Lumen (2005)http://www.megustaleer.com/ficha/H415253/una-historia-de-la-lectura

Lectura y más lectura: voluptuosidad de la página bien enriquecida con deliciosas imágenes (al menos en esta edición), libro que uno se llevaría a la cama pero que resulta difícil por su tamaño, por su peso, y ha de recluirse ayudado de una mesa o de un buen almohadón sobre las piernas a modo de mesa (si se elige un sillón), para entregarse al deleite de la anécdota sobre todo aquello que implica y que envuelve el acto de leer.


Rescato deliberadamente un párrafo con el que este blog comparte filosofía:

"Una vez se me ocurrió que sería divertido construir, a partir de esa clase de asociaciones, una historia de la literatura que explorara, por ejemplo, las relaciones entre Aristóteles, Auden, Jane Austen y Marcel Aymé (según mi orden alfabético), o entre Chesterton, Sylvia Towasen Warrer, Borges, san Juan de la Cruz y Lewis Carroll (entre los autores que más me gustan). Me parecía que la literatura que se enseñaba en las escuelas —donde se explicaban los vínculos entre Cervantes y Lope de Vega basándose en el hecho de que compartieron el mismo siglo [...]—, generaba una selección tan arbitraria o tan permisible como la que yo mismo podía crear, basándome en mis descubrimientos a lo largo del tortuoso camino de mis propias lecturas y del tamaño de mis estanterías. La historia de la literatura, tal como estaba consagrada en los manuales escolares y en las bibliotecas oficiales, no me parecía nada más que la historia de determinadas lecturas que, a pesar de ser más antiguas y de estar mejor informadas que las mías, no dependían menos de la casualidad y de las circunstancias."

O este otro, que refuerza la misma idea:

"Sin haber oído hablar del crítico Paul de Man, para quien 'las narraciones alegóricas cuentan la historia del fracaso de leer', coincidíamos con él en que ninguna lectura puede ser definitiva. Con una diferencia importante: lo que De Man veía como fracaso anárquico, para nosotros era una prueba de nuestra libertad como lectores. Si en la lectura no existía nada parecido a una 'última palabra', ninguna autoridad podía imponernos una lectura 'correcta'. Con el tiempo nos dimos cuenta de que algunas lecturas eran mejores que otras: más informadas, más lúcidas, más estimulantes, más agradables, más perturbadoras. Pero aquella flamante sensación de libertad nunca nos abandonó, e incluso ahora, al disfrutar de un libro que cierto crítico ha condenado o al desechar otro que ha recibido cálidos elogios, me parece recordar con gran nitidez aquel sentimiento de rebeldía."

También hay un vídeo por ahí en el que se lo escucha leer, incansable lector, porque si con algo se ha identificado hasta el hartazgo es con esa figura de autor como lector, y con todo lo que eso implica, como glosador, comentador, interpretador, traductor, con la lectura como escritura (Barthes, Borges), y como lector de Borges (remembranza que cuenta o que le incitan a contar en cada entrevista: aquí la escucharemos en francés):




En alguna ocasión le escuché decir que es igual de fácil elogiar a un escritor como destrozarlo, tan caprichosa puede ser la lectura. Pero el crítico sabe bien que tanto si elogia como defenestra, al menos se ha tomado el trabajo de prestarle atención. Y no es poca cosa, teniendo en cuenta la maginitud de las bibliotecas. Y lo dificultoso de elegir autor. Por no hablar de si nos ha gustado: cómo deshacerse de ellos. Eso le pasaba al gran visir al-ahib ibn Abbad Abd al-Qasim, según nos cuenta Manguel, que "con el fin de no separarse de su colección de diecisiete mil volúmenes durante sus viajes, se los hacía transportar por una caravana de cuatrocientos camellos adiestrados para caminar en orden alfabético".

De modo que aquí me tienen, rumiando bibliotecas, a lo Alberto Manguel, caprichosamente. Y me confieso: qué bien sienta cuando se encuentra a otro culpable idóneo, a otro incitador de lo arbitrario con el que justificarnos. 

lunes, 27 de mayo de 2013

Iris Murdoch o la escritura hermafrodita









 
Iris Murdoch, El príncipe negro (1973), traducción de Camila Batlles, Barcelona, Lumen (2007) 
http://www.megustaleer.com/ficha/H416179/el-principe-negro

Me encontraba curioseando un formulario de un concurso de relatos en el que, después de solicitar los acostumbrados datos personales, e incluso antes de pegar el relato en cuestión, se exige al participante marcar la casilla de sexo (M/H) como requisito imprescindible para la correspondiente participación, y de inmediato pensé en si era relevante a tal punto de que de no marcarlo resulta imposible enviar ese relato al parecer tan sexuado. Vaya, me dije lamentándome por Tiresias y Orlando. Pobrecitos/as, no hubieran podido participar. 
 
De inmediato acudió a mi memoria una novela exquisita (fíjate, me digo, los libros entran y salen de tu "memoria" sin ningún tipo de parcialidad, como si pudieras extender la mano y rescatarlos de las baldas a tu antojo). Su protagonista: Bradley Pearson, el hilarante narrador de El príncipe negro, y algunas de sus más lúcidas reflexiones:
 
"Una obra de arte es tan buena como lo sea su creador. No puede serlo más. Tampoco puede serlo menos".
 
¿Para qué necesitarán conocer de antemano el sexo del autor del relato? ¿Existen cuotas de participación? ¿Preven cuotas de publicación? 
 
Y sigo leyendo: "Tú, y no eres el único, todo crítico tiende a hacerlo, te expresas como si estuvieras dirigiéndote a una persona con una invencible autocomplacencia; te expresas como si el artista no advirtiera nunca sus errores. Lo cierto es que la mayoría de los artistas comprenden sus fallos mucho mejor que los críticos" (p. 239); y poco después: "Pero sentía esos oscuros glóbulos en la cabeza, ese cosquilleo en los dedos que presagia el advenimiento de la inspiración" (p. 293), o más adelante: "El arte no es cómodo ni puede remedarse. El arte dice la única verdad que en definitiva importa. Es la luz por la cual las cosas humanas pueden ser enumeradas. Y más allá del arte no hay, se lo aseguro a ustedes, nada" (p. 562). 
 
Confieso que me cuesta horrores descubir (aunque puede que mis baldas se hayan caído al suelo y rumee sin acertar), siquiera entre líneas, algún matiz exclusivamente femenino ni tan siquiera un aire artificiosamente masculino sino más bien una neutralidad o universalidad del todo hermafrodita. 
 
Y adoro la hermafrodicidad narrativa. La duda-sorpresa del qué más da. La prosa ambigua, la andrógina.
 
Fíjate, me digo (qué remedio que hablarme a mí misma), que en El príncipe negro la ambigüedad no solo atañe al estilo, sino también a la trama (como dirían los formalistas rusos: forma = sentido): leemos la confesión del protagonista, confiamos en su verdad, para al poco vernos desengañados por el punto de vista del resto de personajes, de modo que apenas si podemos fiarnos de ninguno. A la manera de Otra vuelta de tuerca, de Henry James y su narradora parcial.
 
Narradores ambiguos (forma = sentido) = ¿autores o /as? Pánico a lo desconocido.
 
Quizá sea por eso que necesiten de una pista. 
 
Ojalá los participantes pudieran explayarse con esas M y esas H formando adjetivos/advervios. Ya sabéis a qué chabacanos chistes me refiero.