-¿Cuál fue su formación? ¿Estudio filosofía?
Fue siempre a través de la literatura que me acerqué a la filosofía. Había la efervescencia de la posguerra, el existencialismo, Sartre sobre todo y Camus, del que guardé una frase que me conmovió toda mi vida: el suicidio es el único problema filosófico realmente serio. Por mi padre, de formación más germánica, admirador de Alemania, fui introducido a la historia del Romanticismo alemán. Todo eso era acompañado por el descubrimiento de las películas mudas en la Cinemateca de Henri Langlois y del cine alemán, de Murnau...
-¿Lee obras de filosofía?
Amo los libros, los libros de bolsillo, porque precisamente se pueden meter en el bolsillo (en realidad son ellos los que nos meten en el bolsillo). Pero yo no leo de manera seria, es raro que lea un libro, incluso una novela del principio al fin. Hoy releo algunos, lentamente, que me quedaron en la memoria, pero que seguramente leí mal. Como el final de “Minuit”
(Medianoche) de Julien Green, donde todavía está la cuestión del suicidio: se tiene la impresión de que la chica se tira, pero en realidad es el piso que sube hacia ella a una velocidad vertiginosa… Leer libros “técnicos” de filosofía, soy incapaz. Soy incapaz de leer a Heidegger. Me gusta “Holzwege” (Caminos del bosque), pero eso pasa por la imagen…
-Sin embargo, usted cita mucho a Heidegger.
Son puntas de pensamiento. Antes yo lo ponía como citas, ahora como situaciones. Antes hubiera ido a Sarajevo, hubiera hecho “travellings” y hubiera puesto a Heidegger debajo. Lo que hay en “Notre musique” (Nuestra música) lo encontré en Emmanuel Levinas, en un libro antiguo que se llama “Le temps et l’autre” (El tiempo y el otro). Es una nota al pie de página. Me gustan mucho las notas largas al pie de página, comencé por eso. Levinas dice que la muerte es lo posible de lo imposible y no el imposible de lo posible, como había dicho Jean Wahl a propósito de Heidegger. Traté de leer las “Méditations cartésiennes” (Meditaciones cartesianas) de Husserl, pero no aguanté. Deleuze, cuando se lo escucha, es absolutamente magnífico: cuando leo algunos de sus textos más difíciles, es como si hiciera matemáticas superiores. Todos los libros de filosofía deberían, como el de Kierkegaard, llamarse “Philosophiske smuler” (Migajas filosóficas), así uno se sentiría menos culpable de no poder leer más que migajas, justamente.
-A usted no le gusta definir pero, ¿qué es para usted la filosofía?
Blanchot escribía esto: “La filosofía sería nuestra compañera, día y noche, aun si pierde su nombre, aun si se ausenta, una amiga clandestina…”. Eso es la filosofía, es una amiga. Y la novela, un amigo.
¿Y el cine?
Es el oficial que se ocupa del espionaje.
*Fragmento de una entrevista realizada, por Rober Maggiori, al cineasta franco-suizo Jean-Luc Godard. 2006)