Olga Knipper
y Antón Chéjov
“Llegó
el doctor Schwörer, pronunció un comentario afectuoso y abrazó a Antón Pávlovich,
que se incorporó con insólita seguridad, se sentó y dijo con voz fuerte y
clara: “Ich sterbe” (“Me muero”, en alemán). El médico lo calmó, cogió una
jeringuilla, le puso una inyección de alcanfor y ordenó que le dieran champán.
Antón Pávlovich tomó la copa llena, miró a su alrededor, me dirigió una sonrisa
y dijo: “Hacía tiempo que no bebía champán”. Apuró la copa hasta el fondo y se
volvió hacia la izquierda; apenas tuve tiempo de acercarme, de inclinarme sobre
el lecho y de llamarle: ya no respiraba, se había quedado dormido como un niño…
Cuando
Antón Pávlovich dejó de existir, una polilla gris, de dimensiones enormes, entró
por la ventana y, con un ruido desagradable, empezó a chocar contra las
paredes, el techo y la lámpara, como en una agonía de muerte.”
(Olga
Knipper
. Cartas, 1902-1904)