Trayecto Quito- Guayaquil - Madrid. Asiento 43D
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El
aeropuerto es un espacio de observación, pero una observación momentánea, previsible,
rutinaria. Simulacro de observación. Ojos que aglutinan cuerpos, bultos, peso.
Aquí todos llevamos etiqueta, aunque no queramos, nos la imponemos nosotros
mismos al cargar una maleta, al caminar de un lado a otro con un boleto. Nadie
puede comprar un ticket de avión sin dar el nombre o el número de identidad. ¿Pero
cuántos de los pasajeros pueden decir que en verdad son dueños de alguna identidad? Los números ayudan a homogeneizarlo
todo, a aligerarlo. Los concepto son más complejos por eso nadie en un
aeropuerto te pregunta a dónde perteneces. Te preguntan dónde naciste, en dónde
resides, por qué vuelves, pero nadie pregunta a dónde perteneces. En el
aeropuerto, la palabra “pertenencia” no existe.
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Leyendo la pantalla con los múltiples destinos y horarios de viaje, recuerdo la frase de Descartes "Quid vitae sectabor iter? que podría traducirse como: "¿Qué camino he de seguir en la vida?"
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El primer anuncio del piloto, tras el despegue, es el siguiente: Señores pasajeros, nos encontramos a 30 mil pies de altura. Al momento estamos cruzando la ciudad de Bogotá. Luego cruzaremos Caracas y sobrevolando el océano llegaremos a la Península Ibérica. Llegaremos a Madrid a las 12: 05. Al Aeropuerto Barajas. Las condiciones de la ruta son buenas. Les invitamos a que se relajen, y si tienen alguna inquietud, favor contactar con la operadora de cabina.
El primer anuncio del piloto, tras el despegue, es el siguiente: Señores pasajeros, nos encontramos a 30 mil pies de altura. Al momento estamos cruzando la ciudad de Bogotá. Luego cruzaremos Caracas y sobrevolando el océano llegaremos a la Península Ibérica. Llegaremos a Madrid a las 12: 05. Al Aeropuerto Barajas. Las condiciones de la ruta son buenas. Les invitamos a que se relajen, y si tienen alguna inquietud, favor contactar con la operadora de cabina.
Esa última frase resuena en mi cabeza. Si tienen alguna inquietud, favor contactar con la operadora de cabina. El problema es que no tengo una inquietud, sino muchas. Y dudo que la amable señorita, pueda, en realidad, ayudarme a resolverlas.
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Lo que hace llevadero este viaje -luego de que no haya podido viajar a la ventana- es la música. Cada asiento dispone de una pantalla que está pegada al espaldar del asiento de enfrente, y muestra las siguientes opciones: Películas. TV. Audio. Juegos. Mapa. Elijo un disco de Astor Piazzola y luego brinco hacia el mapa.
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Todo viaje sin rumbo es una búsqueda, todo viaje consciente es una peregrinación.