El estaba sentado en el Caffe Trieste, conversaba con un tipo. Llevaba boina y una pequeña maleta consigo. Capuccino en mano. Yo solo cruce en medio de las mesas, lo vi diez segundos y me engancharon sus ojos. Era distinto a todos. Quise interrumpir su conversación y decirle: Aquí estoy, regrese. Pero me arrepentí. Pensé que me respondería: Disculpa, no te entiendo. ¿Quien eres? Y era esa última pregunta a la que tanto temía. Quien eres - quien eres - quien eres. Temía que no me reconozca aun cuando era la primera vez que me veía. Su mirada me perturbo tanto que decidí salir y sentarme en la esquina del frente para poder observarlo con prudencia. Quizá sea escritor, pensé, porque alcance a oler el perfume que llevaba, era el aroma de los libros viejos. No se que esperaba de el, pero esperaba. Ahí, sentada en la esquina de la calle Vallejo, con mis shorts, mis sandalias y mi libro de Cristina Peri Rossi; con el sol bronceando mis piernas mientras leía El Estado del Exilio. Era medio día en San Francisco. Y el no salía del Trieste. Por que esperaba algo de ese hombre de boina. Por que la necesidad extrema de saludarle, de contarle tantas cosas. Me di cuenta de que era absurdo lo que estaba haciendo. Me levante y me fui mas pesada que antes, porque la incertidumbre es un peso extra que muchos nos echamos encima por voluntad propia. Y se que aunque jamás he cruzado una sola palabra con el, llevare siempre mi pequeño peso de incertidumbre por no haberlo interrumpido.
Cruzo la calle y sigo mi rumbo por North Beach, con la esperanza de volver a oler su perfume por algún Café de la ciudad.
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Dos días después el hombre de boina estaba ahí, en el mismo lugar. Yo acababa de dar un recital en el distrito numero 11. Ah, como se disfrutan las noches afuera del Trieste. En las mesitas plateadas con el artista de turno en acción, el que toca el violin, el acordeon, la guitarra para todos los que juntamos soledades. Esa noche fue una de las mejores. Hice nuevos amigos, entre ellos Michael, un poeta de la calle, que me dijo de entrada: tu tienes una luz especial y mucha pureza en tus ojos. Me acorde de Vicente Muñoz Alvarez, en España. Mi querido V. suele decir que tengo una mirada perversamente pura. Y yo le creo. Converse con Michael un rato y me regalo su libro artesanal de poemas. Luego se fue a su casa y volvió más tarde con algunos obsequios para mí. Todo tenía un significado profundo en su vida. Me dio una camiseta de cuando estuvo en la cárcel hace muchos años, una gorra que el mismo diseñó, y una piedritas de ónix que su mejor amigo le había regalado antes de morir. Yo le leí algunos poemas ese momento y cuando termine se me acercaron unos tipos como lobos hambrientos. No eran conocidos, eran unos turistas que pretendían algo conmigo. Basto un par de palabras para cortarles la viada. Y cuando regresaba a mi mesa pude ver al hombre de la boina, rodeado de mis amigos y conocidos. No podía creerlo. Era el. Nuevamente el llevaba un café en la mano y seguía siendo distinto a todos. Lo sentía solo a pesar de que estaba rodeado de gente. Conversaba con un tipo gracioso, de barbas largas y blancas, de pelo ensortijado y de ropas coloridas al que le decían el rabino, un judío bohemio, que mas tarde seria mi amigo. El rabino hablaba y el hombre de la boina lo escuchaba, de rato en rato le hacia algún comentario, pero la mayor parte del tiempo se limitaba a escuchar.
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Finalmente nos miramos de lejos. Con fuerza, con soberbia, con ternura. Su mirada seguía siendo distinta a todas las miradas que había conocido antes. No hablamos por un buen tiempo. La bulla de los autos y la gente afuera del Café se volvieron saxofones heridos, desangrándose de a poco. Lento. Todo caminaba lento. Y nosotros mirándonos. Ahí estaba el, mi hombre de la boina. Observándome con la atención y el cuidado de un coleccionista. Pero para entonces no sabia que coleccionaba todo aquello que me gusta. No sabía que su corazón tenia la forma de una armónica, ni que palpitaba al ritmo de un blues. No sabia que vivía en un tablero de ajedrez donde le faltaba una reina negra. Ni que la vida se le paso entre los libros de historia y filosofía. Ni que aprendió a leer antes de los cuatro años abriendo la condena y la redención del conocimiento. Felices los que ignoran. No sabia esos ojos eran los mismos ojos de aquel niño que con trece años ya era librero en la Librería Publica de San Francisco. Ni que nació en Detroit cuando yo ni siquiera rozaba la existencia en este mundo. Ni que también habla español porque su padre fue de San Luis Potosí, México, para luego viajar y enamorarse de una mujer con ascendencia polaca y libanesa, su madre. No sabía que era uno de los hombres mas queridos en North Beach por la comunidad de artistas. No sabía que todos lo respetan por su inteligencia y su corazón generoso… o que lo nieguen los locos y mendigos. No sabia que no bebía, ni fumaba, para únicamente embriagarse de libros, libros y libros… y música, y música y música. Lighting Hopkings, Muddy Waters, T-Bone Walker, José Alfredo Jiménez, Antonio Machin, Oscar Alemán, Umm Kulthum, etc, etc, etc. No sabía que sus dedos reconstruían canciones mutiladas. No sabía que podría callarme la boca con mis propias palabras, las de la joven poeta ecuatoriana que camina sola por la Broadway, y que de vez en cuando se la ve acompañada del viejo Jack Hirschman, el comunista, el traductor, el poeta laureado de San Francisco; el siempre amigo de los disidentes. No sabía que se emocionaría tanto cuando me escucharía cantar country music la primera vez que fuimos a Tosca, Coal Miner´s Daugther frente a la mesa de billar. No sabia que no hay noche en la que el no vaya a City Ligths Books y no salga con al menos tres o cuatro libros. No sabia que para el la palabra es sagrada, como para pocos. No sabia que podía ser todo lo que a mí me encanta, pero al mismo tiempo ser parte de una institución a la que siempre he detestado. Quien eres, pregunte. Soy policía, respondio. Yo reí, reí una y otra vez. Me le reí en su cara porque no le creí. Oh sí, ¿y me llevaras presa? Entonces saco su estrella de la billetera. 2189. San Francisco Police. Me quede helada. Era el. El hombre de la boina. El hombre sentado dos días antes en el Café Trieste. El que pensaba que era escritor. El que llevaba puesto el perfume de los libros viejos. Había terminado de contarle sobre mi documental. Sobre el chamo Guevara, el anarquista. Sobre la canción con la que inicia la película: Señor Prohibicionista, sobre el caso de los hermanos Restrepo, sobre mi crítica al abuso policial y militar. El me escuchaba, sin interrumpir. Al final el estaba de acuerdo, pero también me dijo que no puedo generalizar, que de alguna forma eso también es ser absolutista. Yo me negaba rotundamente. Entonces me conto su historia. Mientras lo hacia, amigos y conocidos mios pasaban por nuestro lado. Poetas, pintores, musicos, y desquisiados se detenian para saludarlo. Yo no podia creerlo. Se sentia el carino que le tenian. Por algo sera, pense. En adelante, lo que más se repitió en nuetra conversacion fueron los términos: estructura, orden, amor, jerarquía, caos, justicia. Para luego desafiar juntos todas las palabras anteriores.
martes, septiembre 30, 2008
M-2189: notas de blues, libros y anarquia
domingo, septiembre 28, 2008
Recital en el Festival de Poesia de North Beach
Extender mis dias en San Francisco fue una de las mejores decisiones de este viaje. Nueva gente en el camino y eventos como este: el Festival de Poesia de North Beach, al que fui invitada a leer. Nos dimos cita en The Poetry Gallery, atras de un bar restaurante cerca de washington square. El encuentro no fue solo de poetas sino de pintores, musicos, fotografos, etc. La pase excelente. Esa misma manana, muy temprano, me habia reunido con Neeli en Trieste para hacerle la entrevista que habiamos programado. Mas tarde aparecio Jack, como siempre, pendiente de que yo tuviese todas mis cosas listas, de que no pierda nada. Acordamos que yo leeria mis poemas en espanol y despues de cada intervencion, el los leria en ingles. Para mi fue un placer que Jack quiea hacerlo, incluso por cuestiones de tiempo, el decidio no leer sus poemas para poder leer los mios. Lei las primeras traducciones que hizo, entre ellas un poema que le escribi al amigo y poeta Uberto Stabile hace algun tiempo: El insomnio de los mirlos.
viernes, septiembre 26, 2008
The Source: A solas con los beat
En el Beat Museum. Arriba la clasica foto de Kerouac, Ginsberg y Burroughs cuando jovenes. En la pared una pintura de mi querida Aggie y sobre el mueble el poemario de Jack Hirschman.
Jack Hirschman me aconseja que cuando llegue al museo beat pregunte por Jerry, el dueño del lugar, y que le diga que soy amiga de la casa pues así me dejara entrar gratis. No hace falta. Apenas entro nos reconocemos. Es el mismo Jerry que Sherry me presento el otro día en Caffe Trieste. En la pared fotografías de Ginsberg, Neal Cassady a carboncillo, una pintura de Aggie en la pared, libros de Jack en el estante, un poster de Ferlinghetti, poemas de Corso, Kaufman, ediciones antiguas de todos los libros de Kerouac... y eso es solo el comienzo. A la izquierda hay una vitrina con un maniqui de hombre que viste una camiseta blanca y negra, es la camiseta con la que Cassady inicio la ruta.
La sala es pequeña. Una televisión en el centro. Suficiente. Comienza la película. Me engancha. Puedo escuchar por primera vez las voces de los beat. Hay escenas jodidamente buenas. Cassady en un video casero. Kerouac en una entrevista de televisión. La foto de Ginsberg y Corso desnudos. Burroughs hablando sobre el pequeño detalle en la muerte de su esposa. Bob Dylan salta a escena. Estoy sola, apoyo mis piernas sobre el asiento de al lado. Abro mi cuaderno y anoto nuevos nombres que saltan en pantalla. Viajo, viajo adentro de esa pequeña y oscura sala. Pero regresare del viaje. Se que un segundo piso me espera.....
jueves, septiembre 25, 2008
Con Linda King, la companera de Bukowski... y el mural de Taniperla
No podía creerlo. Días antes había leído varios de sus poemas tras la vitrina del beat museum, costaban como 150 dólares cada uno y venían con un dibujo incluido y su firma. Coño, dije en ese entonces, no tengo dinero para pagar sus poemas, y entonces decidí copiarlos a manos, gaste como casi una hora. Pero tengo sus poemas. Nunca imagine que días después, ella estaría interesada en conocerme. Y que me escribiría en mi cuaderno verde sin tener que pagar nada.
Esa tarde me paso de todo. Y tuve que llegar corriendo a las 6. Cuando entre al Trieste estaba ya en la mesa de centro Jack, Linda y su hermana. Linda bebía vino rojo. Cuando nos vimos la reacción fue mutua. Abrazo fuerte y brindis… literalmente a la salud de Hank. Hablamos un buen rato. La verdad al principio se me hizo difícil encajarla en mi cabeza. La registraba en mi memoria como aquella jovencilla guapa que aparece en una de las fotos con Bukowski. Pero ahí estaba Linda era ella con sus sesenta y tantos anos. Y todavía con la sonrisa amplia cada vez que decía Bukowski. Creo que hasta el día en que muera no dejare de nombralo, me dijo. Hablamos sobre su hija quien para mi sorpresa visito Ecuador hace algún tiempo. Estuvo en Quitu, en un proyecto interesante. Y Linda dijo que le causaba curiosidad por las cosas que su hija le contó sobre mi tierra. Además me contó sobre un proyecto que tiene, un film que tiene que ver con el viejo Buk, ella esta haciendo una adaptación de una obra suya, esta escribiendo el guión, y su hijo que es realizador la llevara a cabo. Jack le dio a unos cuantos poemas míos. Hablamos sobre poesía, sobre mi viaje, sobre sus recuerdos. Le conté, desde luego sobre Resaca Hankover , y se sorprendió. Le encanto la portada y pregunto si hay alguna edición en ingles, que le encantaría leer esta antología. Le dije que no, pero le pregunte que si hay algún otro proyecto similar ella podria colaborarnos y me dijo que no habría problema. Intercambiamos direcciones, mas brindis y un par de fotos. Carajo, Hank, faltabas tu en la mesa.
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Lo que mas he conocido de San Francisco es North Beach y las casas de los artistas. North Beach es mi barrio, lo adopte, me adopto. El barrio italiano, pero sobretodo el barrio que guarda ese espiritu beat en el que el arte se lo vive a diario, en los cafés, en los bares en la legendaria City Ligths, en Vesuvio, donde Kerouac era cliente frecuente, Spects, Tosca, Trieste...... En fin, es precisamente en el callejón entre City Lights y Vesuvio donde se encuentra un mural que me encanta, y del cual Patxi Irurzun, uno de los coordinadores de la antología HANKOVER RESACA, un homenaje a Charles Bukowski, escribió un reportaje hace algún tiempo. La siguiente foto la tomo Conrado Henríquez, uno de los amigos que trabaja en Vesuvio. Hoy por hoy, el mural, pintado por latinos, lleva el mensaje de la resistencia indígena en México, la de los zapatistas. Esta foto va para Patxi y todos aquellos en los que son capaces de pintar en los muros de la conciencia.
sábado, septiembre 20, 2008
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miércoles, septiembre 17, 2008
Recital en Frisco, documental en Colombia y desempolvando a Hank...
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Sigo viva. Esta es una de las pocas veces en que en realidad me he desconectado de muchas cosas para internarme en otro mundo. Aquí el tiempo corre y es imposible detallarlo todo en este espacio, pero todo esta en el cuaderno verde, el viejo compañero. Estoy lejos de mi Kitu, pero nunca lo he tenido tan presente; mi gente, mis canciones, mis indios van conmigo. Me entere la semana anterior que mi documental fue seleccionado para proyectarse en Bogota, Colombia, en el III festival de cine Sur realidades, En la categoría de derechos humanos. Estoy feliz por ello. No podré asistir desde luego, pero me emociona saber que llegara a más gente. Además fue seleccionado no solo para proyectarse sino que entro en concurso. Todos aquí celebraron conmigo la noticia. Y desde luego en casa. Aquí he recibido lecciones de vida en tan corto tiempo, unas han ampliado mi perspectiva. Eso me gusta, me gusta que ocurran cosas que me descoloquen, que me permitan seguir comprobando que cada ser humano es un mundo aparte. En fin, les comparto pequeños fragmentos, porque por ahora me queda eso: resumir, aproximar, compartir pequeños espasmos; emociones sin digerir. Seguiré caminando por las calles de San Francisco, seguiré el olor de los libros viejos.
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This is a strong poem- fue lo primero que Jack Hirschman me dijo luego de leer el poema de Sarah Kane. Entonces lo tradujo y me pidió que le entregase otro, y así lo hice. Luego de ello, se me acerco una noche a la sala donde conversábamos con Aggi sobre su faceta de profesora de drama en Inglaterra, y me dijo: Carla, bela, dame tus poemas, los que tengas aquí, quiero traducirlos todos. Ahora Jack traduce los versos de esta poeta que en su ciudad ha optado por pasar desapercibida, cuyos escritos han estado guardados. Ayer conocí su estudio, un pequeño cuarto en el hotel Columbus, justo arriba del Caffe Trieste. Ahí vivio Jack con Aggi por ocho años antes de cambiarse a la casa en Broadway. Cuanto he aprendido de sus anécdotas, de sus libros, de sus pinturas, de sus amigos, que ahora también son mis amigos. Gente a la que antes solo conocía por la tinta y con la que hoy me siento a compartir la mesa.
El día que conocí a Ferlinghetti murió BJ Papa. BJ Papa era uno de los hijos mas queridos de North Beach. Era un elemento clave del jazz, todo un piano man. Recuerdo que fue un lunes cuando Jack y yo nos juntamos en el Trieste y luego fuimos a casa donde nos esperaría Aggie y Lee. Lawrence llegaría a las 6 y 30. Cuando entramos escuchamos llantos por toda la casa. Oh shit, dije. No sabia que pasaba, pero no necesitaba mucha explicación para saber que algo muy malo había ocurrido. Lo primero que se me cruzo por la cabeza era Ferlinghetti. Después de todo era a el a quien esperábamos y sabia que andaba un poco delicado de salud. Cuando subimos Aggie nos dijo que el viejo jazzero murió mientras dormía. Tenía alrededor de 70. Pusimos un cd de BJ Papa. Lee gritaba en la esquina: No way, no way, no way!!!.... Yo solo escuchaba el jazz que salía del equipo. Luego las cosas se calmaron. A las siete llego el viejo beat. Ahí estaba el autor de Coney Island de la mente, lo primero que leí de el. Lawrence Ferlinghetti es un tipo muy lucido para tener 98. Lo primero que vi fue su sonrisa amplia, sus ojos claros y el arete en su oreja derecha. Jack me presento al escritor y dueño de la legendaria City Ligths Books como una nueva amiga y colega, después le contó la historia de cómo nos conocimos. Lawrence me dijo: Eres una muchacha con suerte. Cuando llegue a San Francisco, me tomo dos meses para vivir mas o menos lo que estas viviendo. Y luego empezaron a recordar historias de Allen Ginsberg y Gregory Corso. Jack imita a Corso muy bien. Con una voz ronca, media gangosa. Yo reía sin parar. Jack le dio un par de textos míos a Lawrence, y le gustaron. Luego quería saber mas sobre Lawrence, pero parecía que el estaba mas interesado en saber sobre mi vida. Le hable sobre Ecuador, sobre los shuaras, sobre el ayahuasca y el san pedrito. Sobre mis amigos en España, sobre los que están al otro lado. Luego me contó algunas de sus experiencias durante su travesía por Latinoamérica, la misma que la realizo con Ginsberg. Me pregunto si estaré en octubre porque va haber un evento dedicado a Charles Bukowski, en la librería. Le dije que partiré pronto. Pero volverás… tienes talento, y esto apenas empieza, niña. Volveré, claro que si, de eso no tengo duda, esta ciudad me ha dado tanto en tan poco tiempo… talvez porque sabe que tambien soy una de las hijas salvajes de Whitman.
Con Lawrence Ferlinghetti a la salud de los amigos vivos y muertos
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Cantando junto al piano en Spects
Neeli Cherkowski, el buen Neeli, me recoge a mediodía y me lleva a conocer Misión Street. Otro de los barrios donde se respira arte por todos lados. Hay mucho latino y las paredes de las calles están cubiertas de colores, formas, rostros, consignas. Hay murales gigantes. Entramos a la galería de la raza. Nos tomamos un café en la esquina. Neeli Saca algo de su bolso: libros, libros y más libros. Son sus poemarios y unos ensayos suyos en español que presento en México hace un par de años. Me los firma y me los regala. Para Carla y su pasión. Neeli me habla de Jesse, su compañero con el que ha compartido 25 anos. Un psicoanalista y pintor filipino que regresara en unos días de su tierra. Neeli es un tipo con un corazón gigante lo supe desde el primer día. Jack me dijo que en su casa Neeli guarda muchísimos cuadernos llenos de sus poemas que aun no han sido publicados. Cuando converso con Neeli me pasa lo mismo que con Jack: siempre me entero de cosas de escritores a los que hubiese querido conocer. Y con Neeli es inevitable, por ejemplo, hablar de Bukowski. Le pregunto algunas cosas y Neeli empieza a recordar varias anécdotas; se emociona y dice que quiere indicarme algunos recuerdos de Hank que no los encontrare en otro lado.… Y es cierto. Apenas entramos a su casa, saca un cartón con fotos de Buk. Las tomo el padre de Neeli. Veo libros raros, ediciones únicas, poemas del puño y letra del viejo. Dedicatorias al puro estilo infernal. Neeli conoció a Bukowski cuando tenia apenas 16 y Buk tenia 40. Hay una foto en la que están los dos junto a Linda King Bukowski. Le pregunto por ella. Me dice que vive en Phoenix, que es maravillosa, que si quiero me puede dar su número para visitarla cuando regrese a Phoenix. Pienso que no estaría mal, pero lo veo lejano. No quisiera hacerme el viaje en vano. Prefiero por ahora concentrarme en lo que estoy viendo aquí. Hurgar la sala de Neeli es encontrarse con pequeños tesoros, siempre pequeños tesoros.
Una de las actividades que Jack organizo como poeta laureado de Frisco es el poets-11. Se trata de 11 recitales, uno en cada distrito de la ciudad. Jack quiso que leyera ahí. Así que fuimos a la librería pública de un barrio en el que la mayor parte es gente negra. Yo estaba fascinada. Fuimos en el auto de unos de los amigos de Jack. Aggie iba cantando y yo estaba en silencio, iba pensando todo lo que estaba viviendo. En ese instante llego un mail al teléfono del amigo de Jack. Era un poema que Neeli Chercovski me había escrito. Nunca lo voy a olvidar. Neeli me lo mando en el momento preciso y Jack lo leyó. Me movió tanto que logro sacarme un par de lágrimas que nadie vio porque seguí volteada con la frente en la ventana. Cuando llegamos la gente ahí de la librería pública me recibió muy bien. Pude leer en español y en ingles. Se me hizo extraño leer en el segundo idioma, pero me gusto. Me metí tanto en mi poema y además leí con más ganas luego de ver que entre el público estaban algunos amigos: Jack, Aggie y Neeli, quien había llegado sin avisar solo para escucharme. Luego de la lectura fuimos al Trieste. Era jueves y la esquina estaba repleta de risas y recuerdos. Era un jueves. Y nuevamente aparecen los amigos de siempre para regalarnos sus historias.
Con Jack y Neeli en la libreria Publica SF
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Estoy en el Caffe Trieste, como todos los días. Escucho La Boheme saliendo de la rocola. Mark esta sentado en la mesa de al lado, conversa con Lyon y Marvin. La mirada de Mark me relaja tanto como la canción. Mark llego un jueves por la noche a la esquina donde uno se siente menos solo. Yo llegaba del recital en la librería publica. Cuando lo vi supe que era el mismo tipo que había registrado en mi memoria dos días antes en una de las mesas. Lo tenía muy claro, boina y café. Pero ahora no era un fantasma. Ahora estaba ahí, de nuevo, en el Trieste, junto a los artistas, a los locos, a los autoexiliados, a los comunistas y anarquistas, y junto a los que como yo no nos gustan las etiquetas (aunque esta distinción me haga parte de una nueva). Cuando supe su nombre recordé el personaje literario de José Sbarra: Marc, la sucia rata; un tipo libertario que siempre anda echando guerra a un policía, con sus dialogos inteligentes e irónicos. Mark tiene algo que me atrae, que lo vuelve exquisito para mis ojos. Talvez sea su soledad. Presiento que es un animal solitario, hambriento de (mas) conocimiento. Quisiera saber que guarda Mark en sus bolsillos. Cuantos libros carga en su maleta. Cuantos dioses se esconden en sus botas. Me mira, me mira una y otra vez. Yo también lo hago. Sí, él es Mark, pero en esta historia, él es el policía.
Con Mark afuera de Caffe Trieste
... otro capuccino a mi mesa. Nina Simone empezara a cantar cuando todos se hayan ido.
domingo, septiembre 14, 2008
lunes, septiembre 01, 2008
Todo parece irreal. Poetas en el corazon de San Francisco, Hirschman y Ferlinghetti en mis oidos
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Algunos de mis new friends en una antologia beat. City Ligths Books. Con Momo y la pintura que me regalo. Cafe Trieste
Con Neeli Cherkowski, poeta y amigo y biografo del viejo Hank. Cafe Trieste