Pero, al principio, no dependió tanto de mí. Tenía catorce años y ante la inminencia de las vacaciones, siempre algo se interponía. No sé si de verdad habrá sido así, pero yo lo sentí siempre como un ritual de supervivencia, contra la posible vivencia.
Ese viaje tuvo lugar de modo sorpresivo, con gente impensada. La cabaña era la "3", en una esquina de Brown, a tres cuadras del lago.
He regresado una y mil veces, y no sé si no fue del todo, porque no era destino, porque anticiparía la adversidad, o porque, lisa y llanamente, me conduje siempre por senderos paralelos o transversales, bifurcados en mañanas distintos. Paradójico que cuando casi tenía que ser, y estaba todo dado para quedarme, tan solo una voz logró convencerme de lo contrario. Como si tan solo hubieses aparecido para decirme eso...
Pero más allá de las luces, hablaba de los brillitos en el aire. De los días diáfanos, que curan, sostienen una decena de días que jamás fueron olvido.
Me acuerdo de una mañana por Figueroa Alcorta, en un Falcón de papá, habíamos salido a pasear y yo sólo reparaba en la diafanidad del día. Creo que ese día aprendí la palabra...
O aquel mediodía en un muelle del Este, con Testigo de uno mismo entre mis manos.
El río, esa partecita de Buenos Aires que tanto te llenaba de fluos. Porque me enseñaste a reconocer verdes, y a andar por donde la fluorescencia guiase...
El río, esa partecita de Buenos Aires que tanto te llenaba de fluos. Porque me enseñaste a reconocer verdes, y a andar por donde la fluorescencia guiase...
Hace un par de sábados los encontré volviendo de Nuñez: García del Río, Amenabar, hasta que una esquina de Moldes me detuvo, y emergieron letras a narrar esos dos años que nos separaban.
Volví a buscarlos hace una semana; ya no estaban.
La tarde de la estación a Acassuso; la calle Elortondo, alejándonos por los jardines de Victoria. Alguna mañana de jueves de octubre yendo al curso de Literatura de la otra orilla.
Quisiera atraparlos en un frasquito, o entre las páginas de un libro que al abrirlo me regalase un segundo de esos instantes que aparecen imprevisibles. Que no se anuncian y, vivos en el hoy, son más que cualquier presente.
Alguien dijo ayer, lo que me da miedo de la primavera, es que obliga a ser feliz.
A mí, en cambio, me llega por añadidura.
A mí, en cambio, me llega por añadidura.