30 de mayo de 2012

Suma de días


Tantos... efímeros, perecederos. Pero amanecieron días distintos, sin anticipos ni indicios, sin latidos ni escozores que anticipasen el reto, ni los aromas anunciando que perdurarían intactos en el recuerdo; presentes en cada instante del hoy. Fechas señaladas; cartas marcadas, en el calendario de la existencia...
La fusión con tu piel, tan mía. La comunión sublime. Respirar distinto; con la certeza del acierto.  
Días que cruzaron caminos insólitos. Encuentros imprevisibles. Eternos. 
Perdurarán cual tesoros.
Recuerdo aquel que cambió el rumbo; no había habido ni el menor indicio. No, no hubo señales. Pudo ser como tantos otros; idénticos, sumidos en la rutina de un ordinario olvidable. De horas repletas de minutos infinitos hacia ninguna parte. De la sorpresa infrecuente, sin el brillo de lo imperecedero.
No caduca tu imagen viva, en cada paso que doy. La huella labrada, inmortal del encuentro.
Qué los propician...
Las decisiones o el azar. La buena fortuna o el destino. La acción o la pausa. Qué lo quiso así...
Dónde partieron los días que no vivimos, los futuros que no fueron. Las elecciones. El abandono de los sueños, el cansancio ante el reto. El error. La cobardía. El desánimo. 
Cuándo mi existencia pasó a convivir con tu imagen permanente. Cuándo tus pesares fueron los míos. Cuando tu ser abarcó todos mis rincones, hasta aquellos que te son ajenos.
Mi idea de vos que no necesitó de nada más. Y los tiempos de pausas inconclusas, incompletas. La espera; la esperanza de un mañana inesperado, generoso en la energía y las fuerzas; la fe. La meta alcanzada.
Cuando imantábamos, cuando las causalidades nos buscaron. Cuando los pasos condujeron al momento justo, al lugar indicado. Cuando ningún obstáculo pudo con nosotros, y todo fue propicio, y ni los retrasos, ni las demoras, ni los tropiezos...
Y no hubo absurdos y todo tuvo su por qué; nada era riesgo y el resultado evidencia. La energía viva; el contento. 
Las circunstancias que conforman este hoy. Los sinsabores. El cotidiano insistente. 

19 de mayo de 2012

Reconstrucciones


intento recordar, traer a este presente a aquella que fui, a la que no sabía de vos; la que tenía una vida donde no eras parte. Quién era yo. La que transitó años y lugares y gentes, inicios y fines, y sufrió y vivió y fue feliz alguna vez, y sintió que la suma de pasados se habían conjugado para un presente perfecto, que todo revés había tenido su por qué. Hasta que se trato de tu muerte... De los adioses tácitos. De no saber cuándo ni cómo fue el fin.
Trato de pensar en la que deambulaba por las calles de un mar con la sola ausencia de su alma hermana, aquella que había decidido el fin sin retrocesos ni vacilaciones; la que decretó el basta ya, sin contemplaciones ni falsas creencias. Costó, sí costó. Tanto que era casi imposible pensarlo.
La que vivía en la montaña, rodeada de cielos y de brisas, de ripio y atardeceres, con el lago como único testigo.
A aquella la inquietaban otras cosas. Tendría otros sueños. Ignoraba lo que vendría; que fue tanto...
Y los amigos del alma, los de los caminos paralelos. Porque afrontar los días junto a vos, fue hermoso. Y cuesta creer que ya son nueve los años que me separan de tu partida. Del regreso a tu tierra, aquella que ya no sentías tuya. Eras tan nuestro.  
Los 23 de mayo eran suyos, desde hacía tiempo. Los días más felices, en aquel viaje impensable, de la mano de un pasado tan dañado que se lograba expiar.
No estabas vos, no sabía quien eras. No se entrecortaba el aire ni anudaba el pecho. No pensaba en vos. 
Cavilabas ausente, rogabas la piedad de la pausa, el cese del caos. No te encontrabas, pero estimo sabías, que habría tiempo. 
No puedo compartirte. Compartirte sin que sepan, que sí sos mío, tan mío como determina tu presencia constante, tu ser en mí. Y te amé así, con todos tus claroscuros, con la ambivalencia y la contradicción, con la duplicidad que determina, tu esencia toda. Volvés diáfanos los días, llenos los instantes. Siento vibrar la vida cuando estoy con vos. 
Cuesta reconocerse en el paréntesis. En ese transcurrir de horas vanas e inconclusas que no conducen a ninguna parte. Duele este dolor del descuido. Duele la suma de dolores. Dolés vos en mí. Vos que estás aquí dentro, y cuesta respirarte, y cuesta creer que alguna vez haya otros que puedan ocupar tu lugar. 
Qué o quién determinó que vos sí e infinitos tantos no. Que pasen por la vida sin huella, que sus instantes no llenen ninguno de los espacios que cuando no estás tienen asfixia de vos, dolor de vos, lágrimas que se solazan y no brotan, y traban y descreen. 
Dejame que te quiera, sólo te pido que no me dañes. Quizás lo ignores, claro, yo, la sobreviviente, tu mejor ejemplo; no valen la insistencia ni la preocupación. No deben estar permitidos los quiebres por nada después de tanto...
Vos, vos que me decías que lo extravíe en letras, en dolor hecho letras. Vos que hablabas de brasas y de bosques, de mares y de sales, de rechazo y aceptación. Vos que sos hoy quien contrae el alma. Te suplico la piedad de verme, de verme de veras. 

11 de mayo de 2012

Incongruente

y este conglomerado de ayeres vencidos, perennes en el recuerdo, y un hoy transitorio y difuso que disgrega. Mi suma atenúa, me recuerda y sostiene. Oscilo entre avatares y descuidos. Confío en tu presencia abstracta. Los días veintisiete ya no duelen, te fuiste con ellos. Tampoco hiere tu ausencia definitiva. Soy. 
Amontona y acumula, y en un segundo se vuelven miles los atardecidos.
Ya no pesa el destrato. Te quedaste ahí, en aquel crepúsculo entre montañas, en una tarde de domingo gris que anticipaba un inmediato mañana que no fue. Que temimos ser. Cuesta sin embargo creer, que ya no existe tu voz ni tu piel, y que "la ley del uno por mil" te devolveria tan poco.
Nada anticipa los fines. Nada declaró este presente; cuál fue el desvío que condujo a este reparo; de todo.
Cuánto demoró la decisión. Lo causal de la elección. Si era este el mañana demorado.
Fue quedarme. Elegir quedarme, porque la pausa y la espera y tu descuido y los adioses que no dijimos. Estabas tan dentro mío que cuesta creer que ya no. Que ya no sabremos de nosotros. Que ya no existe la necesidad de que me cuentes y yo te cuente, de que sepas todo y siguieras y guiaras cada uno de los pasos. Porque en esos pasos estabas, y porque si estuviste dentro mío fue por algo, no por una estación, ni una sola razón. 
Duele saber que fácil se vuelve ajeno aquel tan próximo, qué partícula ínfima significábamos para el desenlace, que no te tiene ni a vos ni a mí, que nos deparó avatares e imprevistos, opciones y resultados; pausas y letargos; espera y sinrazón. Porque son las sinrazones las que hacen temer, ese miedo de que vuelvan los grises y ya no haya color ni sabor en estos peldaños. La meta es cuesta arriba.
Cuando los días infinitos y la sucesión, para nada, porque ni aquel mañana nos animábamos a batallar y vivíamos en la pausa confiada y eterna de que habría tiempo.
Sólo recuerdo los pasos, mis pasos infinitos hacia todas partes, y el vértigo que cedía. 
Y esta necesidad de vos, porque todo te tiene, porque ningún cotidiano te reemplaza... 

 
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