Burlas. El destino se mofa en la cara. Y fue después de una y mil veces, volver a confiar, porque propensos a creer que no queda saldo, a la larga resta. Oscilamos; volvemos a caer presos de la utopía; profesamos en medio de los avatares, de la suma de dolores, de la cantidad de veces que tocó perder.
Y fue de un modo nuevo, de manera distinta; fue mirarte y confiar, fiarse, entregarse. Desarmados.
Y fue pensar que sí. Que tu verdad no dolía porque eras mi sí y yo el tuyo, con lo que tocase al devenir. Y el roce, la fricción, la caricia. Sin pavor; no sin alarmas. Sin reticencias.
Un semáforo en rojo baraja las últimas cartas en juego.
La causalidad versus el azar desmedido. Palabras sin tamiz, anestesian.
Ignorar su tenor te vuelve impune.
Emigra creer. Obliga desplazarse del centro de acción. Abrazan el destierro, la añoranza, porque si acaso por esta vez era cierto; abandonarse en la ilusión, lo sustantivo fue más breve que el pesar y la pena. Y pesará tu ausencia. Y faltará tu voz. La distancia será nuevamente abismo y precipicio; los segundos, horas. Los días, meses.
Sumirse a ultranza.