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domingo, 31 de enero de 2016

DIFERENCIA ENTRE LA ESCRITURA Y EL MUNDO – CARDENAL NEWMAN






Si es verdad que los cristianos han esperado a Cristo sin que El venga, es igualmente verdadero que, cuando El vendrá realmente, el mundo no le espe­rará. Si es verdad que los cristianos han imaginado ver señales de su veni­da cuando aún no las había, también es igualmente verdad que el mundo no ve­rá las señales de su venida cuando se presenten.

Estas señales no son tan evidentes co­mo para que vosotros no tengáis nece­sidad de buscarlas; ni tan evidentes que no os podáis equivocar en su búsqueda; tenéis que escoger entre el peligro de creer ver algo que en realidad no es, y el peligro de no ver lo que verdadera­mente es. Es verdad, que muchas ve­ces y en muchas épocas los cristianos se han equivocado creyendo discernir la venida de Cristo; pero vale más creer mil veces que El viene, cuando El no viene, que una sola vez creer que El no viene cuando El viene.

Tal es la diferencia entre la Escritu­ra y el mundo. Siguiendo la Escritura, estaríamos siempre esperando a Cristo; pero siguiendo al mundo, no le esperaríamos jamás. Ahora bien, Él debe ve­nir un día, tarde o temprano. Los espí­ritus del mundo se burlan hoy de nues­tra falta de discernimiento; pero, precisamente los faltos de discernimiento son los que triunfarán al fin.

¿Y qué piensa Cristo de estos burlo­nes de hoy? Nos pone en guardia expre­samente, por su Apóstol, contra los bur­lones que dirán: “¿Dónde está la prome­sa de su advenimiento?” (2 Pedro, 3. 4).

Yo preferiría ser de aquellos que, por amor de Cristo y falta de ciencia, toman por señal de su venida algún espectáculo insólito en el cielo, cometa o meteoro, y no de aquellos que por abundancia de ciencia y falta de amor, no hacen más que reírse de este error.

Observemos todavía que, en el caso de que hablo, las personas que esperan a Cristo obedecen a Dios, no sólo por el hecho de esperar, sino también por el modo cómo aguardan y por las mismas señales en que fundan su expectación. Siempre, desde el principio, los cristia­nos han esperado a Cristo por las se­ñales del mundo material y del mundo moral. Si eran pobres e ignorantes, los fenómenos celestes, los terremotos, las tempestades, las cosechas destruidas, las enfermedades, y cualquier cosa pro­digiosa y extraña les hacía pensar que estaba próximo.

domingo, 6 de diciembre de 2015

LA BIENAVENTURADA ESPERANZA





“Como los patriarcas ansiaban la venida del Mesías, así hoy nuestros suspiros han de ser por su retorno. Es la “bienaventurada esperanza” (Tito 2,13) a que nos convidan las Escrituras y con la cual termina su última página (Apoc. 22, 17 y 20). “Se observará, tal vez, dice un autor, que la expectativa de que Jesús retorne cuando menos lo esperamos, podría retraernos del interés por emprender trabajos de apostolado y aun empresas de progreso temporal, pues quedarían sin valor cuando Él viniese. Tal es, contesta, el lenguaje propio de la mundanidad. ¿Lamentaríamos acaso que Jesús haya insistido en ese anuncio? ¿Le diremos que ha estado imprudente en hacerlo y que no pensó bien en las consecuencuias? La verdad es que toda objeción de nuestra parte a esta tan dichosa esperanza no puede explicarse sino por una evidente ausencia de amor y deseo de que Él venga, y por un apego a este mundo, que hace insoportable la continua probabilidad de su venida. Porque ¿quién se quejará de que en todo momento haya probabilidad de que le ocurra un inmenso bien? Observemos además que tales quejas (cf. II Pedro 3,3 s.) serían infundadas en cuanto al retraimiento de las obras espirituales pues, como han observado muchos, fue esa esperanza lo que hizo la santidad de los primeros cristianos”. Cf. Sant. 5,9; II Pedro 3,14 s.; I Juan 4,17; Apoc. 22,10 y notas. Y en cuanto a las empresas temporales, no se trata de no hacerlas, sino de no poner en ellas el corazón, como lo dice claramente S. Pablo (I. Cor. 7, 29-31).


Monseñor Juan Straubinger, Comentario a Salmo 26, 14.

miércoles, 25 de noviembre de 2015

R.P. TRINCADO - SERMÓN EN EL ÚLTIMO DOMINGO DE PENTECOSTÉS





El Evangelio de hoy trae la mayor parte del llamado “Discurso Escatológico” de nuestro Señor. Se denominan “escatológicos” los sucesos finales de la historia del mundo. Estas palabras de Cristo, por tanto, están en estrecha relación con el libro del Apocalipsis.

Monseñor Straubinger, en su excelente versión de la Biblia, dice (extracto) que la Venida de Cristo es un misterio y sólo Dios sabe cómo se han de realizar las señales anunciadas. En muchos otros pasajes se dice que Cristo vendrá como un ladrón, es decir, sorpresivamente. ¿Esa dificultad nos debe llevar a evitar lo escatológico o lo apocalítico? No: la prudencia cristiana no está en desentenderse de estos grandes misterios -agrega Mons. Straubinger-, sino en prestar la debida atención a las señales que Él bondadosamente nos anticipa, tanto más cuanto que el supremo acontecimiento (la Parusía) puede sorprendernos en un instante, menos previsible que el momento de la muerte.

En este discurso de Cristo se entrelazan dos acontecimientos: la destrucción de Jerusalén y la Parusía o segunda venida del Señor. Y agrega Mons. Straubinger: no es necesario que todos los fenómenos anunciados en este discurso de realicen juntos y en un futuro más o menos lejano. Algunos de ellos pueden haberse cumplido ya, especialmente teniendo en cuenta el carácter metafórico de muchas expresiones de estilo apocalíptico.

¿Cómo sabremos que está cerca la Parusía? Es posible afirmar que, según las Escrituras, antes de la Segunda Venida de N. S. Jesucristo, deben tener lugar los siguientes acontecimientos:

1.- Se predique el Evangelio por toda la tierra.
2.- Se produzca la apostasía general.
3.- Vuelva el profeta Elías.
4.- Se conviertan los judíos.
5.- Venga el Anticristo a perseguir a la Iglesia.

1.- Se predique el Evangelio en toda la tierra. Y este Evangelio del Reino será proclamado en el mundo entero, como testimonio para todos los pueblos, y entonces vendrá el fin (Mt 24, 14). Es probable es que esto esté cumplido. Es lo que literalmente se lee en Colosenses 1, 6 y 23, y en Romanos 10, 18. No obstante, se dice que hay todavía ciertos lugares en el mundo a los que nunca habrían llegado los misioneros católicos, como algunas regiones de China.


2.- Se produzca la apostasía general. Con respecto a la parusía… primero debe venir la apostasía (2Tes 2, 1 y 3). La apostasía es el abandono de la fe católica. Dice Mons. Straubinger, en los años 40: nadie niega que la apostasía ha comenzado ya. Es evidente que existe en el mundo un proceso de apostasía, y que ese abandono del catolicismo se ha intensificado tremendamente por causa del concilio Vaticano II.

3.- Vuelva el profeta Elías. Elías vendrá ciertamente y restaurará todo, dice Nuestro Señor (Mt 17, 11). El profeta Elías, que no murió sino que dejó el mundo de manera milagrosa, tendrá que volver al fin de los tiempos como precursor del triunfo de Cristo, comenta Mons. Straubinger.

4.- Se conviertan los judíos. No quiero que ignoréis este misterio… el endurecimiento ha venido sobre una parte de Israel hasta que la plenitud de los gentiles (es decir, no judíos) haya entrado, y entonces todo Israel será salvo (Rom 11, 25-26). Al respecto dice Mons. Straubinger que la “plenitud de los gentiles” significa un número prodigioso de gentiles que Dios ha resuelto llamar a la fe antes de la última conversión de los judíos, con la cual termina el tiempo de los gentiles. Los siglos destinados para su conversión llegará a su fin y entonces sonara la hora para los judíos.

5.- Venga el Anticristo a perseguir a la Iglesia. Con respecto a la parusía… primero debe manifestarse el hombre de iniquidad, el hijo de perdición (2Tes 2, 1 y 3; también Apoc 13). Sobre este pasaje Mons. Straubinger dice: es creencia general que se trata del Anticristo.

Estimados fieles: nuestra actitud ante la segunda venida de Cristo no debe ser de perplejidad, inquietud y angustia, como si dudáramos del poder de Dios para cumplir sus promesas. Debemos esperar con serenidad el desarrollo de los acontecimientos profetizados, sucedan cuándo y cómo sucedan, esforzándonos en ser fieles a Dios cada día, en cumplir su voluntad siempre y en todo, en mantener nuestras almas en gracia de Dios, en amarlo cada vez más; según lo que dice la Epístola: que andeis como es digno del Señor, agradándole en todo, dando frutos en toda clase de buenas obras… agradeciendo al Padre que nos hizo dignos de participar en la herencia de los santos en la luz; que nos libró del poder de las tinieblas y nos trasladó al Reino de su amado Hijo, en el cual tenemos la redención por su sangre, el perdón de los pecados.



viernes, 19 de junio de 2015

¡VELAD OÍDO ATENTO!



Oh aturdidos estúpidos rebaños
que pensáis que esta era es duradera
todavía dos mil o seis mil años!

Nadie sabe la hora verdadera;
nadie sabe la hora, ni los ángeles,
que del ciclo de Adán será postrera. . .

Pero no hagáis, por Dios, tan anchos márgenes…
Mirad los signos: cuando veis la higuera
con hojas tiernas y los otros árboles,

Decís: “Cerca ya está la primavera…”
¡Qué bien leéis el curso de los astros!
¡Qué mal leéis el fin de su carrera!

Cuatro sofistas o politicastros
que os hablan del progreso indefinido,
la evolución y sus dudosos rastros,

os hunden rebañegos al olvido
de que debe volver el Juez y pronto;
que si no, poco fuera haber venido.

Vuelvo pronto” —El lo dijo—, y sólo un tonto
por “vuelvo pronto” entiende “vuelvo lento
o “me voy para siempre y me remonto”.

Así como le vimos sobre el viento
subir al cielo sobre el Monte Santo,
así vendrá. ¡Velad oído atento!

Decid “¡Vuelve, Señor Jesús!” con llanto;
con lágrimas regad la hundida frente
del mundo actual sumido en el espanto.

No os sea el Gran Dolor indiferente:
del Gran Dolor del mundo solidarios
sintámonos, hermanos, Es patente

la expectación que azora a toda gente
de sucesos sin par extraordinarios.


P. Leonardo Castellani. “Cristo ¿vuelve o no vuelve?


lunes, 6 de abril de 2015

UNA FE VERDADERA Y SALVÍFICA – CARDENAL NEWMAN





“Es provechoso para nues­tro pensamiento el desplazarse hacia atrás y hacia ade­lante, a los comienzos y a la culminación de los tiem­pos evangélicos, a la primera y a la segunda venida de Cristo. Lo que deseamos es comprender que nos en­contramos en la misma situación que los primeros cristianos, con la misma alianza, el mismo ministerio, los mismos sacramentos y obligaciones; tomar conciencia de un estado de cosas muy lejano en el pasado; sentir que vivimos en un mundo pecador, un mundo asentado en la iniquidad; discernir nuestra posición en él, que somos testigos en él, que el reproche y el su­frimiento son nuestra parte, de tal modo que no debe “parecemos extraño” si se lanzan sobre nosotros, si­no más bien una graciosa excepción si no lo hacen; tener nuestros corazones despiertos, como si hubié­semos visto a Cristo y sus Apóstoles y sus milagros, despiertos a la esperanza y a la espera de Su segunda venida, aguardándola y, aún más, deseando ver sus señales; meditando mucho y a menudo acerca del Jui­cio que se acerca, penetrando en el pensamiento de que seremos individualmente juzgados.
Todos éstos son actos de una fe verdadera y salvífica. Por tanto, un efecto saludable de la lectura del libro del Apocalipsis y de las otras partes proféticas de la Sagrada Escritura -sin duda muy distinto nuestro conocimiento de su verdadera interpretación- es pre­cisamente arrancar el velo que cubre nuestros ojos, levantar el manto que cubre la faz del mundo y así, día tras día, en nuestras idas y venidas, al levantarnos y acostarnos, mientras trabajamos, descansamos y nos entretenemos, permitirnos ver el Trono de Dios pre­sente en medio nuestro, Su majestad y Sus juicios y la continua intercesión de Su Hijo por sus elegidos, por sus pruebas y su victoria”.


Card. John Henry Newman, “Cuatro sermones sobre el Anticristo”, Ediciones del Pórtico, Buenos Aires, 2006.



domingo, 23 de noviembre de 2014

R.P. TRINCADO - SERMÓN ÚLTIMO DOMINGO DE PENTECOSTÉS







El Evangelio de hoy trae la mayor parte del llamado “Discurso Escatológico” de nuestro Señor. “Escatología” significa, etimológicamente, estudio de lo último. Se denominan “escatológicos” los sucesos finales de la historia del mundo. Estas palabras de Cristo están en estrecha relación con el libro del Apocalipsis. 

Dado el estilo simbólico que caracteriza la redacción de los pasajes escatológicos de la Escritura (del Apocalipsis en particular), respecto de la interpretación de los mismos se da una gran variedad de pareceres y, por lo mismo, una igualmente grande confrontación de opiniones, muchas veces apasionada y violenta, causa de no poca confusión en las almas de los fieles. 
Monseñor Straubinger, en su excelente versión de la Biblia, dice (las citas siguientes están extractadas) que la Venida de Cristo es un misterio y sólo Dios sabe cómo se han de realizar las señales anunciadas. En muchos otros pasajes se dice que Cristo vendrá como un ladrón, lo cual no se refiere a la muerte de cada uno sino a su Parusía (Segunda Venida). ¿Esa dificultad nos debe llevar a evitar lo escatológico? No: la prudencia cristiana no está en desentenderse de estos grandes misterios -agrega Mons. Straubinger-, sino en prestar la debida atención a las señales que Él bondadosamente nos anticipa, tanto más cuanto que el supremo acontecimiento (la Parusía) puede sorprendernos en un instante, menos previsible que el momento de la muerte.
Es necesario mantener, entonces, un equilibrio o justo medio entre esa desordenada tendencia a esquivar las profecías escatológicas y esa también desordenada “ansiedad apocalíptica” de los que en estas cosas, pretenciosamente, tienen sus propias opiniones como verdades ciertas e indiscutibles, y están siempre listos a anatematizar a los de distinto parecer. Bueno sería tener más presente esta famosa sentencia de San Agustín: in necessariis unitas, in dubiis libertas, in omnia caritas: en lo necesario unidad, en lo dudoso libertad, en todo caridad. 

miércoles, 1 de octubre de 2014

LA SANTÍSIMA VIRGEN MARÍA EN LOS ÚLTIMOS TIEMPOS DE LA IGLESIA





MARÍA Y LOS ÚLTIMOS TIEMPOS

La salvación del mundo comenzó por medio de María, y por medio de Ella debe alcanzar su plenitud. María casi no se manifestó en la primera venida de Jesucristo, a fin de que los hombres, poco instruidos e iluminados aún acerca de la persona de su Hijo, no se alejaran de la verdad, aficionándose demasiado fuerte e imperfectamente a la Madre, como habría ocurrido seguramente si Ella hubiera sido conocida, a causa de los admirables encantos que el Altísimo le había concedido aun en su exterior. Tan cierto es esto, que San Dionisio Aeropagita escribe que, cuando la vio, la hubiera tomado por una divinidad, a causa de sus secretos encantos e incomparable belleza, si la fe -en la que se hallaba bien cimentado- no le hubiera enseñado lo contrario.

Pero, en la segunda venida de Jesucristo, María tiene que ser conocida y puesta de manifiesto por el Espíritu Santo, a fin de que por Ella Jesucristo sea conocido, amado y servido. Pues ya no valen los motivos que movieron al Espíritu Santo a ocultar a su Esposa durante su vida y manifestarla sólo parcialmente desde que se predica el Evangelio.

Dios quiere, pues, revelar y manifestar a María, la obra maestra de sus manos, en estos últimos tiempos:

1. porque Ella se ocultó en este mundo y se colocó más baja que el polvo por su profunda humildad, habiendo alcanzado de Dios, de los apóstoles y evangelistas que no la dieran a conocer;

2. porque Ella es la obra maestra de las manos de Dios tanto en el orden de la gracia como en el de la gloria, y El quiere ser glorificado y alabado en la tierra por los hombres;

3. porque Ella es la aurora que precede y anuncia al Sol de justicia, Jesucristo, y, por lo mismo, debe ser conocida y manifestada si queremos que Jesucristo lo sea;

4. porque Ella es el camino por donde vino Jesucristo a nosotros la primera vez, y lo será también cuando venga la segunda, aunque de modo diferente;

5. porque Ella es el medio seguro y el camino directo e inmaculado para ir a Jesucristo y hallarle perfectamente. Por Ella deben, pues, hallar a Jesucristo las personas santas que deben resplandecer en santidad. Quien halla a María, halla la vida, es decir, a Jesucristo, que es el Camino, la Verdad y la Vida. Ahora bien, no se puede hallar a María si no se la busca ni buscarla si no se la conoce, pues no se busca ni desea lo que no se conoce. Es, por tanto, necesario que María sea mejor conocida que nunca, para mayor conocimiento y gloria de la Santísima Trinidad;

6. porque María debe resplandecer, más que nunca, en los últimos tiempos en misericordia, poder y gracia: en misericordia, para recoger y acoger amorosamente a los pobres pecadores y a los extraviados que se convertirán y volverán a la Iglesia católica; en poder contra los enemigos de Dios, los idólatras, cismáticos, mahometanos, judíos e impíos endurecidos, que se rebelarán terriblemente para seducir y hacer caer, con promesas y amenazas, a cuantos se les opongan; en gracia, finalmente, para animar y sostener a los valientes soldados y fieles servidores de Jesucristo, que combatirán por los intereses del Señor;

7. por último, porque María debe ser terrible al diablo y a sus secuaces como un ejército en orden de batalla, sobre todo en estos últimos tiempos, cuando el diablo, sabiendo que le queda poco tiempo -y mucho menos que nunca- para perder a las gentes, redoblará cada día sus esfuerzos y ataques. De hecho, suscitará en breve crueles persecuciones y tenderá terribles emboscadas a los fieles servidores y verdaderos hijos de María, a quienes le cuesta vencer mucho más que a los demás.

MARÍA EN LA LUCHA FINAL

A estas últimas y crueles persecuciones de Satanás, que aumentarán de día en día hasta que llegue el anticristo, debe referirse, sobre todo, aquella primera y célebre predicción y maldición lanzada por Dios contra la serpiente en el paraíso terrestre. Nos parece oportuno explicarla aquí, para gloria de la Santísima Virgen, salvación de sus hijos y confusión de los demonios.

Pongo hostilidades entre ti y la mujer, entre tu linaje y el suyo; ella herirá tu cabeza cuando tú hieras su talón (Gén 3,15). 

Dios ha hecho y preparado una sola e irreconciliable hostilidad, que durará y se intensificará hasta el fin. Y es entre María, su digna Madre, y el diablo; entre los hijos y servidores de la Santísima Virgen y los hijos y secuaces de Lucifer. De suerte que el enemigo más terrible que Dios ha suscitado contra Satanás es María, su santísima Madre. Ya desde el paraíso terrenal –aunque María sólo estaba entonces en la mente divina– le inspiró tanto odio contra ese maldito enemigo de Dios, le dio tanta sagacidad para descubrir la malicia de esa antigua serpiente y tanta fuerza para vencer, abatir y aplastar a ese orgulloso impío, que el diablo la teme no sólo más que a todos los ángeles y hombres, sino, en cierto modo, más que al mismo Dios. No ya porque la ira, odio y poder divinos no sean infinitamente mayores que los de la Santísima Virgen, cuyas perfecciones son limitadas, sino:

1. Porque Satanás, que es tan orgulloso, sufre infinitamente más al verse vencido y castigado por una sencilla y humilde esclava de Dios, y la humildad de la Virgen lo humilla más que el poder divino;

2. Porque Dios ha concedido a María un poder tan grande contra los demonios, que -como, a pesar suyo, se han visto muchas veces obligados a confesarlo por boca de los posesos- tienen más miedo a un solo suspiro de María en favor de una persona que a las oraciones de todos los santos, y a una sola amenaza suya contra ellos más que a todos los demás tormentos. 

Lo que Lucifer perdió por orgullo lo ganó María con la humildad. Lo que Eva condenó y perdió por desobediencia lo salvó María con la obediencia. Eva, al obedecer a la serpiente, se hizo causa de perdición para sí y para todos sus hijos, entregándolos a Satanás; María, al permanecer perfectamente fiel a Dios, se convirtió en causa de salvación para sí y para todos sus hijos y servidores, consagrándolos al Señor.

Dios no puso solamente una hostilidad, sino hostilidades, y no sólo entre María y Lucifer, sino también entre la descendencia de la Virgen y la del demonio. Es decir, Dios puso hostilidades, antipatías y odios secretos entre los verdaderos hijos y servidores de la Santísima Virgen y los hijos y esclavos del diablo: no pueden amarse ni entenderse unos a otros.

Los hijos de Belial, los esclavos de Satanás, los amigos de este mundo de pecado –¡todo viene a ser lo mismo!– han perseguido siempre, y perseguirán más que nunca de hoy en adelante, a quienes pertenezcan a la Santísima Virgen, como en otro tiempo Caín y Esaú –figuras de los réprobos– perseguían a sus hermanos Abel y Jacob, figuras de los predestinados.

Pero la humilde María triunfará siempre sobre aquel orgulloso, y con victoria tan completa que llegará a aplastarle la cabeza, donde reside su orgullo. María descubrirá siempre su malicia de serpiente, manifestará sus tramas infernales, desvanecerá sus planes diabólicos y defenderá hasta al fin a sus servidores de aquellas garras mortíferas.

El poder de María sobre todos los demonios resplandecerá, sin embargo, de modo particular en los últimos tiempos, cuando Satanás pondrá asechanzas a su calcañar, o sea, a sus humildes servidores y pobres hijos que Ella suscitará para hacerle la guerra. Serán pequeños y pobres a juicio del mundo; humillados delante de todos; rebajados y oprimidos como el calcañar respecto de los demás miembros del cuerpo. Pero, en cambio, serán ricos en gracias de Dios, que María les distribuirá con abundancia; grandes y elevados en santidad delante de Dios; superiores a cualquier otra creatura por su celo ardoroso; y tan fuertemente apoyados en el socorro divino, que, con la humildad de su calcañar y unidos a María, aplastarán la cabeza del demonio y harán triunfar a Jesucristo. 

MARÍA Y LOS APÓSTOLES DE LOS ÚLTIMOS TIEMPOS 

Sí, Dios quiere que su Madre santísima sea ahora más conocida, amada y honrada que nunca. Lo que sucederá, sin duda, si los predestinados, con la gracia y luz del Espíritu Santo, entran y penetran en la práctica interior y perfecta de la devoción que voy a manifestarles en seguida.

Entonces verán claramente, en cuanto lo permite la fe, a esta hermosa estrella del mar, y, guiados por ella, llegarán a puerto seguro a pesar de las tempestades y de los piratas.

Entonces conocerán las grandezas de esta Soberana y se consagrarán enteramente a su servicio como súbditos y esclavos de amor.

Entonces saborearán sus dulzuras y bondades maternales y la amarán con ternura como sus hijos de predilección.

Entonces experimentarán las misericordias en que Ella rebosa y la necesidad que tienen de su socorro, recurrirán en todo a Ella, como a su querida Abogada y Mediadora ante Jesucristo.

Entonces sabrán que María es el medio más seguro, fácil, corto y perfecto para llegar a Jesucristo, y se consagrarán a Ella en cuerpo y alma y sin reserva alguna para pertenecer del mismo modo a Jesucristo.

Pero, ¿qué serán estos servidores, esclavos e hijos de María?

Serán fuego encendido, ministros del Señor que prenderán por todas partes el fuego del amor divino.

Serán flechas agudas en la mano poderosa de María para atravesar a sus enemigos: como saetas en manos de un guerrero.

Serán hijos de Leví, bien purificados por el fuego de grandes tribulaciones y muy unidos a Dios. Llevarán en el corazón el oro del amor, el incienso de la oración en el espíritu, y en el cuerpo, la mirra de la mortificación.

Serán en todas partes el buen olor de Jesucristo para los pobres y sencillos; pero para los grandes, los ricos y mundanos orgullosos serán olor de muerte. 

Serán nubes tronantes y volantes, en el espacio, al menor soplo del Espíritu Santo. Sin apegarse a nada, ni asustarse, ni inquietarse por nada, derramarán la lluvia de la palabra de Dios y de la vida eterna, tronarán contra el pecado, descargarán golpes contra el demonio y sus secuaces, y con la espada de dos filos de la palabra de Dios, traspasarán a todos aquellos a quienes sean enviados de parte del Altísimo. 

Serán los apóstoles auténticos de los últimos tiempos a quienes el Señor de los ejércitos dará la palabra y la fuerza necesarias para realizar maravillas y ganar gloriosos despojos sobre sus enemigos.

Dormirán sin oro ni plata y –lo que más cuenta– sin preocupaciones en medio de los demás sacerdotes, eclesiásticos y clérigos. Tendrán, sin embargo, las alas plateadas de la paloma, para volar con la pura intención de la gloria de Dios y de la salvación de los hombres adonde los llame el Espíritu Santo. Y sólo dejarán en pos de sí, en los lugares donde prediquen, el oro de la caridad, que es el cumplimiento de toda la ley.

Por último, sabemos que serán verdaderos discípulos de Jesucristo. Caminarán sobre las huellas de su pobreza, humildad, desprecio de lo mundano y caridad evangélica, y enseñarán la senda estrecha de Dios en la pura verdad, conforme al santo Evangelio y no a los códigos mundanos, sin inquietarse por nada ni hacer acepción de personas; sin perdonar, ni escuchar, ni temer a ningún mortal por poderoso que sea.

Llevarán en la boca la espada de dos filos de la palabra de Dios; sobre sus hombros, el estandarte ensangrentado de la cruz; en la mano derecha, el crucifijo; el rosario en la izquierda; los sagrados nombres de Jesús y de María en el corazón, y en toda su conducta la modestia y mortificación de Jesucristo.

Tales serán los grandes hombres que vendrán y a quienes María formará por orden del Altísimo para extender su imperio sobre el de los impíos, idólatras y mahometanos. Pero ¿cuándo y cómo sucederá esto?... ¡Sólo Dios lo sabe! A nosotros nos toca callar, orar, suspirar y esperar: Yo esperaba con ansia al Señor.

Tratado de la Verdadera Devoción a la Sma. Virgen, Cap. III.

San Luis María Grignion de Monfort

martes, 3 de diciembre de 2013

SERMÓN DEL DOMINGO I DE ADVIENTO - R.P. RENÉ TRINCADO





Vamos a explicar algunos pasajes del Evangelio de hoy según la Catena Aurea, selección de los mejores comentarios de los Santos Padres a los Evangelios, hecha por Santo Tomás de Aquino.

La Segunda Venida de N. S. Jesucristo es el hecho al que se refiere principalmente el Evangelio que acabamos de leer. Ahora bien, es muy importante tener claro que para que se produzca la Parusía es necesario que sucedan antes las siguientes 4 cosas:

1.- Se predique el Evangelio por toda la tierra (Ev. Mateo). No es claro si esto se ha cumplido.
2.- Se produzca la apostasía general (II Tesalonicenses). Desde el Vaticano II hay un proceso de apostasía general, esto es, de abandono de la fe por parte de los católicos.
3.- Gobierne el Anticristo sobre toda la tierra (II Tesalonicenses).
4.- Se conviertan en masa los judíos (Romanos). La conversión de los judíos será masiva: “no quiero que ignoréis, hermanos, este misterio, no sea que presumáis de sabios: el endurecimiento parcial que sobrevino a Israel durará hasta que entre la totalidad de los gentiles, y así todo Israel será salvo…” (Rom 11, 25 – 26).

En consecuencia, la Parusía no es inminente porque no ha sobrevenido el gobierno mundial del Anticristo ni se han convertido los judíos. Esto no quiere decir que nuestros tiempos no sean apocalípticos. Todo lo contrario: vivimos en el corazón del Apocalipsis, pero con todo, la Segunda Venida de Nuestro Señor no puede suceder antes de que ocurran los grandes acontecimientos mencionados, según lo que el mismo Dios ha revelado.

Dice el Evangelio: Y habrá señales en el sol, en la luna y en las estrellas, y se abatirán las naciones en la tierra por la confusión del rugido del mar y de las olas; quedando los hombres yertos por el temor y expectación de lo que sobrevendrá a todo el universo; porque las virtudes de los cielos se conmoverán. Anuncia lo que sucederá cuando se cumpla o acabe el tiempo de las naciones, es decir, de los no judíos (San Beda). San Agustín: la Iglesia es el sol, la luna y las estrellas (Cant. 6, 9), a quien se ha llamado hermosa como la luna, escogida como el sol, la cual no brillará entonces... San Ambrosio: se oscurecerá la brillante antorcha de la fe por la nube de la perfidia para muchos que se separen de la religión; porque aquel sol de justicia se aumenta o se disminuye para mí, según mi fe. Y así como en sus fases periódicas la luna se oscurece porque tiene la tierra en frente, así la Iglesia santa, cuando se le oponen los vicios… no puede reflejar el resplandor de la luz divina, de los rayos de Cristo.

San Agustín: cuando Cristo dice "y en la tierra consternación (o abatimiento) de las gentes", quiso designar con la palabra gentes, no las que serán benditas en la descendencia de Abraham, sino las que estarán a la izquierda. En el juicio final, los elegidos están a la derecha y los condenados a la izquierda. En el Calvario el ladrón de la derecha se salvó y el de la izquierda se condenó. Esta palabra “izquierda” resulta profética, pues en estos los últimos tiempos -y desde la Revolución Francesa-  ella es usada para designar al conjunto de hombres hijos del diablo que en política adhieren a las ideas socialistas y desprecian a Dios y a la moral.

Se conmoverán las potestades de los cielos, porque -dice San Agustín- los fieles más fuertes se turbarán por la persecución de los impíos.

Y entonces verán al Hijo del hombre que vendrá sobre una nube con gran poder y majestad.

Cuando comiencen, pues, a cumplirse estas cosas, mirad y levantad vuestras cabezas, porque cerca está vuestra redención. San Gregorio: habla ahora para consuelo de sus escogidos, como diciendo: cuando las calamidades abrumen al mundo, levantad vuestras cabezas, esto es, alegrad vuestros corazones, porque mientras el mundo (de quien en realidad no sois amigos) se acaba, se aproxima vuestra redención (o liberación), que tanto habéis buscado.

Y les dijo una semejanza: "Mirad la higuera y todos los árboles: Cuando ya producen de sí el fruto, entendéis que está cerca el verano”. San Gregorio: así como se conoce que está próximo el verano por el fruto del árbol, así se conocerá la proximidad del Reino de Dios por la destrucción (progresiva) del mundo. En esto se manifiesta que el fruto del mundo es la ruina, la destrucción. San Ambrosio: cuando los frutos reverdecen en todos los árboles y la higuera aparece fecunda, esto es, cuando toda lengua confiese al Señor y le haya confesado el pueblo judío, debemos esperar la venida del Señor, porque entonces se cogerán los frutos de su resurrección, como en tiempo de verano.

Así también vosotros, cuando viereis hacerse estas cosas, sabed que está cerca el reino de Dios. En verdad os digo que no pasará esta generación hasta que todas estas cosas sean hechas. San Beda: llama generación a todo el género humano, o en especial la raza de los judíos. San Eusebio: también llama así a la generación nueva de la Iglesia santa, manifestando que habrá de durar el pueblo de los fieles hasta el tiempo en que habrá de ver todas estas cosas y contemplará con sus propios ojos el cumplimiento de las palabras del Salvador.

El cielo y la tierra pasarán, mas mis palabras no pasarán. Teofilactus: como les había predicho perturbaciones, guerras y trastornos… para que no se sospechasen que la misma cristiandad habría de perecer, añade estas palabras, como diciendo: y si se conmueven todas las cosas, mi fe no faltará; en lo cual da a entender que la Iglesia será preferida a toda criatura, porque la criatura sufrirá alteración pero la Iglesia de los fieles y la predicación del Evangelio subsistirán.

La Epístola nos dice cuál debe ser nuestra conducta en estos momentos… y en todos:

Es ya hora de levantaros del sueño; pues la salvación está más cerca que cuando abrazamos la fe.
La noche está avanzada. El día se acerca. Despojémonos, pues, de las obras de las tinieblas y revistámonos de las armas de la luz.
Como en pleno día, procedamos con decoro: nada de comilonas y borracheras; nada de lujurias y desenfrenos; nada de rivalidades y envidias.

Revestíos más bien del Señor Jesucristo y no os preocupéis de la carne para satisfacer sus concupiscencias.

lunes, 11 de noviembre de 2013

EL ANTIJUDAÍSMO CATÓLICO.-


“El Crucifijo es un objeto de horror para los judíos. Es por eso que la cuestión judía es religiosa, pues el misterio de la ceguera de la sinagoga es un fenómeno religioso”.




Este tema es de una constante actualidad, y ya que las confusiones más numerosas se dan cuando se toca el problema del judaísmo, nos parece necesario tocar el tema de en qué consiste el antijudaísmo católico.

Es en 1890, en agosto, que el periódico La Croix, fundado por los Asuncionistas se proclamará “el periódico católico más antijudío de Francia, el que porta a Cristo, signo de horror para los judíos”. Pero para el catolicismo, y esto lo distingue claramente del antisemitismo biológico, el problema judío es un problema esencialmente religioso y no racial. Los redactores de La Croix en el siglo XIX lo decían: “Nosotros creemos que la cuestión es completamente religiosa, pues el misterio de la conservación de la raza judía en medio del mundo es un fenómeno religioso. (…) La cuestión de Cristo y del pueblo deicida domina desde lo más alto todo este asunto”.




La actitud dañina del judaísmo sinagogal, ya había sido notada, con gran agudeza, por Joseph de Maistre. Él, que entre los autores contrarrevolucionarios fue el primero en expresarse sobre el asunto, declaró con una cierta severidad: “Los judíos merecen una atención particular por parte de todos los gobiernos, no hay que sorprenderse si el gran enemigo de Europa los favorece de una manera tan visible. Todo lleva a creer que su dinero, su odio y su talento, están al servicio de las grandes conspiraciones. El talento más grande y más funesto de esta secta maldita, que se sirve de todo para llegar a sus fines, ha sido, desde su origen, el de servirse de los mismos príncipes para perderlos” (Cuatro capítulos inéditos sobre Rusia, Cap. IV, Vaton, 1859)

 Concepción católica de la cuestión judía.

El enemigo de la cristiandad, la sinagoga, está, según Joseph de Maistre, ligado al espíritu satánico de la Revolución que enrola a todos aquellos que se oponen a la Iglesia y al reinado social de Jesucristo. La cuestión que se le plantea a la cristiandad por el judaísmo, es de naturaleza estrictamente espiritual, el fondo esencial del problema es completamente religioso, únicamente religioso.

Pierre Sorlin, en su obra muy documentada La Cruz y los judíos, expone la concepción católica del problema judío con claridad: “Esta afirmación es una de las más constantes en La Croix. Durante veinte años, la Buena Prensa no dejó de recordar que existe un problema porque Israel es el pueblo deicida”. Toda la argumentación de los Padres asuncionistas estuvo entonces centrada sobre este aspecto religioso de la cuestión judía, lo que se puede expresar como un antijudaísmo teológico  y no, como algunos escriben, como un “antisemitismo”:

« El pueblo deicida se separó. El deicidio es la marca de ruptura. Dios había escogido un pueblo para difundir su Nombre y dar nacimiento al Salvador. Le dio a este pueblo cualidades particulares, y especialmente una gran fuerza de resistencia ante la adversidad. Para permitirle sobrevivir, les dio un código destinado a protegerlos. (…) Decepcionados por la pobreza de Cristo, los judíos lo mataron y concibieron contra sus discípulos un odio inexpiable” (La Croix, 9 de septiembre 1896)

Dios ha repudiado a los que renegaron de su Hijo único y consubstancial, “Dios verdadero de Dios verdadero”, y rompió su Alianza con ellos. Por consecuencia, Él constató así la esterilidad del judaísmo farisaico y rabínico, que se enseña actualmente en las sinagogas, judaísmo que mató a su Hijo, y lo condena, lo desaprueba y lo maldice. Por este hecho, no hay absolutamente ninguna fidelidad de los descendientes de Abraham respecto a Dios, solamente aquellos judíos que respondieron al Mesías, los Apóstoles y los convertidos a la Iglesia. A los judíos convertidos en cristianos no se les puede reprochar nada, son perfectos cristianos, miembros de la Iglesia, miembros del Cuerpo Místico de Cristo. Esta es la gran diferencia con el antisemitismo racista y biológico que se opone a los judíos por su origen étnico, lo que es absolutamente inaceptable para la doctrina católica que no distingue en Jesucristo ni judíos ni paganos, sino solamente las almas consagradas por el agua, la sal y el Espíritu, todas llamadas por la gracia, a la vida divina sin distinción mundana de ninguna clase.

Israel se convertirá.-

El antijudaísmo católico, que no escatima sus violentas críticas respecto al judío talmudista entenebrecido por las nieblas de la sinagoga, está convencido que el regreso a la Verdad de los hijos de Israel es una bendición salvadora para él y para la Iglesia. Así, durante la Parusía –señala La Croix- “Las naciones infieles aclamarán al Salvador, y los más ardientes serán los judíos”(La Croix, 29 de enero de 1892). Esta convicción está profundamente inscrita en los principios católicos: “Los judíos son los restos del pueblo elegido que debe convertirse en los últimos días, el gran conflicto universal solo terminará con el mundo, por la conversión de Israel dispersa” (La Croix, 28 de febrero de 1890).

-Los cristianos tienen el deber de tratar de convertir a los judíos.Esto es precisamente lo que hizo La Croix, pidiendo expresamente al pueblo deicida que se convirtiera, invitando a los católicos a hacer un esfuerzo particular para lograrlo:
« Se debe rezar por la conversión de los judíos; esa es la obra por excelencia. La conversión prometida de los judíos será la única solución definitiva a la cuestión judía” (29 de septiembre de 1897)

 “Que el israelita renuncie a la fe judía, que se vuelva cristiano, borra inmediatamente el signo de maldición de su alma y de su frente. Solo la conversión puede borrar la maldición. Los judíos convertidos que se alinean sinceramente bajo la bandera de Cristo, vuelven a pertenecer a la nación escogida” (6 de noviembre de 1894-2 de enero de 1897)

El anticristo.-

Sin embargo, debemos tener en cuenta un punto –conforme a la Escritura, antes de convertirse, los judíos establecerán el reinado del anticristo: “Los judíos proclamarán un día un falso Cristo que ellos reconocerán después de haber rechazado al verdadero Cristo, y este será el anticristo, que dominará al mundo y reinará en Jerusalén. Toda la historia se desarrolla para preparar este gran drama histórico del cual somos los actores, y en este drama del mundo, el judío tendrá un papel principal hasta el fin del mundo. La conversión de los judíos, es decir, el final de la lucha, será la señal del fin del mundo” (La Croix, 12 de dic. de 1883)

Dios confió a Israel una labor magnífica y Satanás le dio una misión abominable. Todo el problema judío, la única cuestión judía se resume en estos dos mandatos totalmente contradictorios que no pueden tratarse, ni pensar en arreglarse, sino de un modo exclusivamente religioso.


"Ordenamos a los obispos escribir sabias y útiles disposiciones (…) para preservar completamente la vida católica de sus rebaños de la contaminación por la perfidia judía." BENEDICTO XIV.



"El pueblo hebreo, elegido en otro tiempo por el Señor para ser participante de los celestes misterios, cuanto más en alto fue levantado en dignidad y gracia sobre todos los otros, tanto más, por culpa de su incredulidad, fue después abatido y humillado; cuando llegó la plenitud de los tiempos fue reprobado como pérfido e ingrato, después de haber quitado la vida indignamente a su Redentor". SAN PIO V.


 TOMADO DE LA QUESTION