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martes, 28 de diciembre de 2021

ÉRAMOS TAN MALOS

 

Miguel Ayuso exponiendo en la inauguración de un cuadro de Felipe VI 

  

ÉRAMOS TAN MALOS

Por Antonio Caponnetto

"...y echaba la culpa a la malignidad del tiempo, devorador y consumidor de todas las cosas"

Quijote I, IX

 


Me llega por múltiples vías cierto video, en el que aparece Miguel Ayuso respondiendo unas preguntas, tras presentar su libro “Tradición, Política e Hispanidad”. El sucedido tuvo lugar en Barcelona, el pasado 27 de noviembre, y la pregunta a cuya respuesta queremos referirnos versa sobre el Nacionalismo Católico Argentino. Específica y singularmente sobre esto.

  Ayuso no dice nada odioso e incorrecto sobre nosotros que ya no haya dicho en otras tantas ocasiones; y que ya no se le haya replicado de muchos modos posibles: la cátedra, el libro, la tertulia, los foros, o los simples encuentros amicales, hasta hoy al menos siempre cristianamente hospitalarios. Acaso lo curioso en esta circunstancia, sea el grado de agresividad empleado en el discurso, repitiendo con énfasis que el Nacionalismo Católico Argentino es, de todos los conocidos, el que posee mayor grado “de malignidad y de nocividad”. Lo que se dice una política de mano tendida, que nos haría repetir con el mismísimo Lope su famoso endecasílabo: “¿Qué tengo yo que mi amistad procuras?”.

Los motivos de nuestra malignidad son unos cuantos, pero Miguel –dueño del donum didacticum- los sintetiza en un manojo encantador. En primer lugar, que habríamos constituido una “escuela de pensamiento articulado”. En segundo lugar que –no todos sino los peores- seríamos partidarios de “una hispanidad sin España”, ejerciendo una suerte de “hispanismo antiespañol”, movidos como estamos por “un prejuicio antiespañol”. En tercer lugar, que somos “un ensamble de elementos heterogéneos y heteróclitos”, en el que caben todos los “elementos fascistizantes”, “menos Perón”. Conducta que ve como contradicción fiera entre nos, pues si él fuera argentino –se confiesa- le resultaría “más razonable ser peronista que franquista”. Ya que no se pueden “criticar ciertas actitudes y hacer después el elogio de personas que encarnaron esas actitudes”.