...mientras observaba con preocupación el cielo. No
paraba de pensar qué podía ocurrir, cómo morirían todos. Las imágenes de múltiples
situaciones cotidianas vividas con sus hijos y su marido transitaban con
rapidez y desorden por la pantalla de su mente. A ratos pensaba en cómo Dios
podía permitirlo. ¿De qué le servía el penúltimo sermón? ¿No le habían dicho en
la iglesia que lo que causaba el mal en el mundo era la tendencia del hombre al
pecado? Ahora resultaba que todos que aquellos seres venían de otro mundo… ¿y
si en realidad no era así?
-‘¡Ay, Dios mío!’, exclamó mientras retiraba la sartén
de la hornilla.
En ese momento escuchó el sonido de la llave en la
cerradura e, inmediatamente, la algarabía de vocecitas alegres, que celebrando
su llegada, la saludaban. Su marido entró el último.
Les respondió besándolos con el corazón ausente.
Cuando el marido, con un evidente pesar, intento apartarla un poco de los niños
para hablar con ella de la noticia:
-‘!Mira, a mí déjame de cuentos chinos, ¡¿eh?!, qué
naves ni naves. Como si no tuviera ya bastante con ocuparme de vosotros!’,
gritó mientras, sin mirarlo, le lanzaba el trapo. ‘Ya sabes que yo no creo en
esas cosas. Anda, lavaos y poned la mesa que la comida ya está. Voy al baño y
en cinco minutos vengo. A ver si me dais una sorpresa y me encuentro con que me
habéis ayudado siquiera por una vez’.
Desapareció por el pasillo, cerró la puerta de la
habitación de matrimonio, y luego, la del baño interior.
Cuando apareció en el comedor con el pelo mojado, nadie
se percató de que había llorado.
Autor: Elías D. Dana
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Corto,
por favor y Haikus y pensamientos
(¿sabes
que estamos escribiendo una novela entre todos?, ¿quieres participar?; descubre cómo)
Cuanta desolación en un momento.
ResponderEliminarSaludos.