Alrededor
de veinte años después de mi ingreso, se rompió la rutina de golpes y sangre.
Oímos, desde nuestras mazmorras, ruido de tumulto y algunos empezaron a golpear
los barrotes con las escudillas para llamar la atención de los asaltantes. Poco
después llegaron unos desconocidos y nos abriendo los grilletes y los
candados.
De eso hace ya unos meses. Algunos
prisioneros, los que llevábamos más tiempo encerrados, nos hemos quedado a
vivir entre los muros del castillo y hemos decidido hacer todo lo posible por
recuperar nuestra vida, antes de haberla olvidado.
Mañana elegiremos a suertes quien
será carcelero, quien torturador y quien chivato. Yo, personalmente, prefiero
ser lo que he sido siempre; porque si me toca otro papel, temo que estaré algo
sobreactuado.
Después de tantos años algunos ya no saben hacer otra cosa.
ResponderEliminarMuy bueno, Luisa.
Un abrazo
El miedo a la libertad, el viva las cadenas, de los perdidos en el mundo de la libertad. Genial!
ResponderEliminarBesos.
¡Muy bien!
ResponderEliminarSaber ocupar el tiempo no es algo que sepa todo el mundo, y menos aún en determinadas circunstancias, ¿verdad?
ResponderEliminarUno se adapta indefectiblemente a su vida. Y cuesta cambiarla aunque te digan que es a mejor.
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