11 de noviembre de 2016

Animales de costumbres

Alrededor de veinte años después de mi ingreso, se rompió la rutina de golpes y sangre. Oímos, desde nuestras mazmorras, ruido de tumulto y algunos empezaron a golpear los barrotes con las escudillas para llamar la atención de los asaltantes. Poco después llegaron unos desconocidos y nos abriendo los grilletes y los candados.
De eso hace ya unos meses. Algunos prisioneros, los que llevábamos más tiempo encerrados, nos hemos quedado a vivir entre los muros del castillo y hemos decidido hacer todo lo posible por recuperar nuestra vida, antes de haberla olvidado.
Mañana elegiremos a suertes quien será carcelero, quien torturador y quien chivato. Yo, personalmente, prefiero ser lo que he sido siempre; porque si me toca otro papel, temo que estaré algo sobreactuado.

5 comentarios:

  1. Después de tantos años algunos ya no saben hacer otra cosa.
    Muy bueno, Luisa.
    Un abrazo

    ResponderEliminar
  2. El miedo a la libertad, el viva las cadenas, de los perdidos en el mundo de la libertad. Genial!
    Besos.

    ResponderEliminar
  3. Saber ocupar el tiempo no es algo que sepa todo el mundo, y menos aún en determinadas circunstancias, ¿verdad?

    ResponderEliminar
  4. Uno se adapta indefectiblemente a su vida. Y cuesta cambiarla aunque te digan que es a mejor.

    ResponderEliminar