domingo, 25 de octubre de 2020
EL GRITO MILENARIO DE LOS OLMECAS
sábado, 17 de octubre de 2020
DIARIO DE UN OBSERVADOR POLÍTICO
lunes, 12 de octubre de 2020
LA POESÍA DE FIESTA CON LA NOBEL GLÜCK
Por fin después de muchos años y tras experimentar una grave crisis, la
Academia Sueca volvió a enderezar su camino inclinándose esta vez por la
literatura no comercial o mediática y otorgar su galardón de 2020 a una
poeta neoyorquina de 77 años poco conocida en el mundo, aunque ha
obtenido en Estados Unidos las principales distinciones y el
reconocimiento crítico de sus pares.
Louise Glück (1943), la mayoría de cuyos libros han sido publicados en
español por la editorial Pre-textos, y ha sido estudiada y traducida por la gran poeta mexicana Pura López Colomé, solo vendió a lo máximo 200
ejemplares el año pasado en el ámbito hispanoamericano, según relata el
editor hispano Manuel Borrás, quien está de plácemes por la sorpresiva e
inesperada noticia que premia la fidelidad de esa casa a la obra de la
estadounidense. Entre sus libros figuran El iris salvaje, Averno, Ararat
y Las siete edades, todos ellos traducidos por nuevos poetas hispanoamericanos.
La profesora de literatura en Yale New Haven, que aborda temas
personales y autobiográficos en sus poemas escritos con un lenguaje
sencillo y accesible, se une a la lista de autores que saltan de súbito a
la fama mundial gracias al Nobel, después de ejercer su oficio
literario a lo largo de muchas décadas. Pertenece a una generación
marcada por la posguerra y la revolución cultural estadounidense
caracterizada por la lucha antirracial y pacifista de los años 60 y 70 y
el posterior auge del movimiento feminista.
Fue conmovedor hace 16 años descubrir a la antecesora de Glück, la poeta
polaca Wislawa Szymborska (1923-2012), quien al parecer se enteró de
que había sido premiada mientras lavaba sus platos en la cocina de su
modesta vivienda y apareció ante la prensa con la candorosa modestia de
los sabios poetas que nunca han esperado nada. También fue el caso de
Tomas Transtörmer (1931-2015), el poeta sueco afásico que permanecía
desde hacía décadas en una silla de ruedas, pero seguía escribiendo sus
poemas con las señales de humo de su mirada.
Los escritores, especialmente los poetas, no escriben para buscar fama,
premios, dinero y honores sino porque sienten la necesidad instintiva de
expresarse a través de las palabras desde temprano, cuando descubren el
misterio de la existencia. Muchas veces la infección literaria llega
por un libro que cae por casualidad en las manos, depositado allí por un
familiar, amigo o maestro o por las circunstancias, cuando la soledad
se ilumina con las páginas leídas, dotando de sentido a la vida hasta
entonces gris.
Dedicarse a la literatura es uno de los caminos más azarosos y quien
cruza el umbral sabe que ese ejercicio es un nutrimento personal y
secreto que interesa a muy pocas personas en el mundo. Vivir entre
libros y lograr escribir una obra es ya de por si un premio maravilloso.
Cada libro es una botella al mar y esta vez los escritos y publicados
por Louise Glück inician un nuevo camino y viajarán hacia nuevos
lectores en todo el mundo. Algo inesperado para ella.
El premio a Glück es un símbolo, pues en muchas partes del mundo hay
poetas que pueden merecer la máxima distinción literaria mundial y esta
noticia es un reconocimiento para todos los que buscan expresar con
palabras sensaciones originales, estados de ánimo cambiantes,
revelaciones e iluminaciones súbitas frente al estupor y misterio de ser
y estar en el mundo, girando alrededor del sol y en una esquina de la
galaxia.
Los poetas del mundo son antenas alertas de la vida y la existencia,
escrutadores del milagro, rastreadores de las comunicaciones que los
humanos establecemos con animales, ríos y árboles, mares, huracanes y
cascadas en los acantilados. También, como Glück, los poetas tratan de
explicarse o comunicar el misterio del deseo, el amor, la separación, la
amistad, el odio, la locura y descifrar los códigos de comunicación o
los silencios del extraño animal Homo sapiens.
Alguna vez el poeta guatemalteco Luis Cardoza y Aragón (1901-1992) dijo
que la “poesía es la única prueba de la existencia del hombre” y el
poeta francés Joë Bousquet (1897-1950), que pasó casi toda su vida
paralítico después de resultar herido en la Primera guerra mundial,
definió con claridad que la “poesía es el testimonio de lo que somos sin
saberlo”. Ninguno de los dos obtuvo el Nobel mereciéndolo, pero cuando
un poeta o una poetisa como Glück lo recibe de vez en cuando, el premio
se vuelve para todos al unísono y es una fiesta.
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Artículo publicado en el diario La Patria. Manizales. Colombia. Domingo 11 de octubre de 2020