Lo que hasta ahora era solo tema de best sellers de baja calidad y novelas de intriga palaciega, terminó por convertirse en realidad y una pesadilla a la vista del mundo en el Vaticano, que vive bajo el mando de un erudito y frágil pontífice que ama la música y las exquisiteces más abstrusas del espíritu.
Lejos están los tiempos de Juan Pablo II, el poderoso y enérgico polaco que marcó la historia en un cuarto de siglo de actividades incesantes por el mundo y quien enfermo, casi a punto de expirar y lacerado por intervenciones quirúrgicas sucesivas, encontraba energía para saberlo todo y salir a los balcones del palacio para arengar a las muchedumbres.
El polaco fue un portento de estadista que acompañó la transición del mundo cuando se derrumbaban la Unión Soviética, las dictaduras en los países del Este, entre ellas la de su natal Polonia, la caída del Muro de Berlín y la redefinición geopolítica del planeta hacia una nueva era de incertidumbres anunciadas por el ataque de las Torres Gemelas, en pleno corazón del imperio estadounidense.
Cuando cubrí la más extensa visita de Karol Wojtila a México, tuve la oportunidad de viajar por avión durante diez días de una ciudad a otra tras los pasos del papa, en companía de los vaticanistas y periodistas del mundo entero que lo seguíamos y pernoctábamos en las ciudaddes a donde llegaría en medio el entusiasmo de la muchedumbre.
Veracruz, Zacatecas, Durango, Monterrey, Aguascalientes, son algunas de las ciudades a donde llegó y quienes estábamos cerca de la comitiva quedábamos asombrados por ese carisma de Jefe de Esyado, la energía politica y la inagotable agilidad atlética de ese hombre que parecía poseído por una fuerza y una misión inagotables.
En Zacatecas millones de campesinos abarrotaron las montañas para escucharlo en una ceremonia impresionante que llegó a su culmen cuando dijo que llegó ahí a cumplir el sueño del poeta Ramón López Velarde, quien seis décadas antes escribió que las campanas de su ciudad estaban hechas para que algún día las escuchara el papa.
Nada de tal esplendor terrenal se ha visto durante el pontificado de Joseph Ratzinger, teólogo, filósofo, erudito de gabinete que durante décadas fue eminencia secreta, pero que en el poder se ha mostrado frágil y errático, cometiendo errores políticos en una época que parece un polvorin de incertidumbres sin nombre que requiere decisiones claras y rápidas y una gran flexibilidad ante las emergencias provocadas por países incendiados en Asia, Medio Oriente y Africa con los fuegos del fanatismo.
Al contrario, esta semana el Vaticano vivió una de las jornadas más lamentables cuando un pequeño y oscuro mayordomo laico de la familia cerrada del papa Benedicto XVI enfrentó el juicio por robar miles de documentos que filtró a la prensa, encendiendo escándalos que le han dado un golpe certero al pontífice.
El juicio reveló el verdadero mundo de intriga reinante en ese nido de víboras de poderosos prelados que luchan ya por la sucesión antes de que se extinga el frágil pastor alemán, encerrado en sus habitáculos como un dulce pajarillo en medio de cóndores, águilas y buitres.
Paolo Gabriele, o Paoletto, desayunaba con el papa, iba con él a la primera misa, lo acompañaba por todas partes y pasaba el día al lado del secretario particular de Su Eminencia, el apuesto y sexy monseñor Georg Gäsnwein, admirado como uno de los símbolos del glamour varonil del orbe, al lado de George Clonney, Robert de Niro y Brad Pitt.
De esa pequeña oficina que compartían Paoletto y Gänswein fueron extraídos los documentos secretos donde se lavaba el agua sucia de las intrigas, se revelaban las luchas entre cierta jerarquía italiana y otras fuerzas emergentes, y se daban a conocer oscuras historias de lavado de dinero en el banco Vaticano, que llevaron a renuncias, exilios y condenas.
Gänswein, de 57 años y Paoletto compartieron todo desde 2006, al lado de las laicas Carmela, Loredana, Cristina y Rosella, la asesora sor Birgit Wansing y el secretario maltés Alfred Xuereb, en lo que se consideraba una estrecha y unida familia pontificia cuyo patriarca era el mismísimo Santo Padre.
Toda esa confianza se fue al suelo en un Vaticano poblado de obras inmortales y testigo de una historia milenaria también cargada de intrigas, algunas de las cuales sangrientas. E incluso en el juicio apareció un cheque sin cobrar de 100.000 euros extraviado entre los papeles y una vieja edición incunable de la Eneida, para dar un toque aun más surrealista a la tragedia y al triste fin de reino.
¿Para cuáles intereses secretos jugaba Paolo Gabriele ? ¿Quiénes habrán sido sus cómplices ? ¿Cuáles son las otras historias secretas de esta riña palaciega que apenas comienza y salpicará a otros altos dignatarios ?
Paoletto dijo que actuó así porque se dio cuenta de que el papa no sabía nada de lo que pasaba en el gobierno Vaticano y que por lo tanto es una figura decorativa entre intrigas de poder que lo sobrepasan.
Solo difundiendo las cartas secretas contrarrestaba las patrañas. Golpeado por la traición de uno de los suyos, que se consideraba un hijo, el papa Benedicto XIV vive un fin caótico frente al cual sabiduría intelectual, su poco sentido de lo práctico y su pasión musical lo hacen inerme, como si fuese solo una mansa paloma en medio de los más feroces chacales.
----
* Publicado en La Patria. Manizales. Octubre 7 de 2012.
* Publicado en La Patria. Manizales. Octubre 7 de 2012.