Elena Peralta, ed., Un poema una voz, una voz un poema. Olifante. Ediciones de Poesía, Zaragoza 2012
por Anna Rossell
Buenas tardes a todos y mi agradecimiento. Agradecimiento por vuestra compañía aquí esta tarde, agradecimiento a la Asociación Colegial de Escritores de Cataluña, agradecimiento al Ateneo Barcelonés, a Elena Peralta, por proponerme a mí la presentación de esta antología poética, motivo de nuestro encuentro, y a mis compañeros de mesa.
Me complace muy especialmente esta presentación por razones diversas:
por tratarse de una antología con edición a cargo de mi amiga y poeta Elena
Peralta, en la que ella participa con triple protagonismo: como seleccionadora
de los y las poetas y la de los correspondientes poemas –dos a cargo de cada
uno-, como poeta ella misma, pues también ella está representada en la
antología en calidad de coautora, y como encargada de poner voz a los textos.
Y, más allá de todo esto, me agrada también porque la antología contiene
poemas de otros dos poetas amigos, Marian Raméntol y Enrique Gracia Trinidad y
el entrañable acompañamiento musical de Cesc Fortuny i Fabré, cuya música tuve
el gusto de conocer hace algunos años y con quien ya hace tiempo voy teniendo el
placer de coincidir en muchos actos.
Por todo ello me siento muy afortunada de ser precisamente yo quien os
diga hoy las palabras que me ha inspirado la lectura y audición de esta
antología, que es a la vez un audiolibro.
El hecho de que el libro que hoy presentamos reclame, o al menos pueda
reclamar, dos de nuestros sentidos -el de la vista y el del oído-, le otorga un
carácter singular y, tratándose de poesía, le da el importantísimo valor
añadido de retrotraernos a sus orígenes, a los auténticos orígenes de la poesía
lírica.
Como ya nos recuerda José Corredor-Matheos en su prólogo, “La poesía
nació, en míticos tiempos, para ser cantada y oída.”
Ya en los jeroglíficos egipcios, de veinticinco siglos antes de
Cristo, nos han llegado testimonios escritos, que por su cadencia rítmica se
suponen cantos religiosos y de labor, en forma de poesía. También la poesía
épica, la más antigua conocida de las cuales es la de los sumerios, el Poema de Gilgamesh, de escritura
cuneifome grabada sobre arcilla, data de unos 2000 años antes de la era
cristiana. También son hímnicos los Veda,
libros sagrados del hinduismo, que se calculan escritos en su versión más
reciente el siglo III antes de Cristo. Y las más cercanas a nuestra cultura, de
la que ha bebido toda la tradición de la que nos seguimos alimentando, los
cantos de La Ilíada y La Odisea, atribuidos a Homero -sintomáticamente
un poeta ciego, un dato que me gusta subrayar precisamente con motivo de la
presentación de esta audioantología, pues de la tradición oral para la que fue
creada la gran poesía de las culturas humanas sigue viviendo ésta que
presentamos hoy-.
Al igual que los griots africanos actuales, los poetas antiguos que
han sido y siguen siendo nuestra referencia cantaban los hechos históricos y
homenajeaban a sus héroes para su perpetuación en la comunidad por transmisión
oral de una generación a otra, o bien ensalzaban a sus divinidades o animaban
las horas de trabajo (Hesíodo, Los
trabajos y los días) a través de los cantos creados para ser escuchados. Ya
antes de Homero poetas griegos nos hablan de la figura del cantor, y el propio
Homero la menciona en su obra, él habla del aedo-,
del que dice que narraba los acontecimientos acompañado de una lira. Esta
poesía, que se servía del ritmo con la doble función -estética y práctica-, de
vestir más bellamente las palabras y de facilitar la labor de la memoria,
reivindica de nuevo sus orígenes a través del poemario que hoy presentamos.
Quiero felicitar muy
sinceramente a Elena Peralta, a la editorial por la cuidada edición, a la
O.N.C.E. por haberlo subvencionado y a todos quienes han contribuido a este proyecto por esta iniciativa.
A Elena Peralta por la acertadísima selección de todos y cada uno de los poetas y,
sobre todo, de todos y cada uno de los poemas. Siendo como son los autores y
los textos aquí recogidos tan diversos, de registros tan distintos, tienen sin
embargo en común que todos ellos poseen un extraordinario sentido del ritmo, lo
cual es especialmente destacable y adecuado para el objetivo que en primera
línea persigue el proyecto: incorporar al aedo
en la publicación y ofrecer así a no videntes y a videntes el placer
extraordinario de poder disfrutar de la musicalidad de los textos a través de
la voz y del instrumento que los acompañan.
En el índice encontraréis, como es de esperar, la relación de los
autores que participan en esta antología. Sin embargo quiero mencionar en esta
presentación a todos y cada uno para rendirles aquí y ahora el homenaje que
merecen. Se trata de:
Joan Margarit, Marian Raméntol, Enrique Gracia Trinidad, Luis Alberto
de Cuenca, Aureliano Cañadas, Ángel Guinda, Francisco J. Picón, Domingo F.
Faílde, Dolors Alberola, José Luis Morante y Elena Peralta.
Estas páginas y el soporte acústico que las acompaña dan fe del
sencillo y bello lamento elegíaco de Margarit, de la acritud y amarga estridencia
y la fuerza metafórica de las imágenes de Raméntol, la subversión de valores de
la contrafábula y la invitación a transgredir los límites entre prosa y poesía
de Enrique Gracia, la frescura desenfadada de las simpáticas y humorísticas
descripciones de Luis Alberto Cuenca, la confesión autocrítica en registro de
responso de Cañadas, la reveladora inteligencia de los juegos de palabras y el
canto a lo marginal de Ángel Guinda y su genial uso de la paradoja, la lúcida
reflexión introspectiva de Picón, los oportunos encabalgamientos de la
minuciosidad paisajística con que Faílde sabe traducir un estado de ánimo, la
magistral radiografía que sabe hacer Alberola de la profunda soledad de una
alma humana, el impresionismo con que Morante pinta con palabras Una calle vacía y de la rebeldía y el
impulso reflexivo de Elena Peralta.
Mención especial merece la magnífica compenetración entre el recitado
de la voz y la música que ha creado Cesc Fortuny especialmente para cada poema,
un ensamblaje en el que cada una –voz y música- conserva su autonomía, ninguna
está al servicio de la otra. Lejos de servir de mero acompañamiento, la originalísima
música de Fortuny crea un marco para la voz que recita, pone al oyente en un
determinado estado de ánimo, en una disposición.
Y como de oír poesía hoy se trata sobre todo, quiero dejar paso a la
voz, al canto y a la música que han de ser los verdaderos
protagonistas de esta velada.
Muchas gracias a todos por acompañarnos hoy.
© Anna Rossell