Acerca de la espléndida reflexión crítica que nos ofrece Luri en el capítulo "L'escola: pont de la confiança" (pp. 188-196)de su libro "L'escola contra el món" (La Campana, 2008, 2ª edición), en el que se refiere a la teoría de Z.Bauman sobre la "modernidad líquida" se me ocurre tomar ejemplo de los románticos:Bauman preconiza que el mundo ha entrado en una vía sin regreso en la que el tiempo es un factor que existe a pesar nuestro (lo mide en función del espacio transcurrido para la obtención del deseo). Así las características de esta tendencia irreversible serían la obtención inmediata del deseo, el consumo vertiginoso y el desarraigo.Cuando pienso en la teoría de Bauman (y de otros teóricos de la potmodernidad) me viene a la mente la sabiduría del romanticismo: los románticos alemanes (filósofos de primer rango reconocidos universalmente) valoraban extraordinariamente el viaje como fuente de aprendizaje (de hecho, los aprendices de un oficio debían hacerlo obligatoriamente como parte de lo que hoy llamaríamos su "currículum"). Sin embargo ello no era obstáculo para que ensalzaran como nadie sus raices y sus tradiciones (recuerdo aquí la valoración de lo popular -"Volk", "völkisch"-. Lo uno no excluía lo otro, y cualquiera es capaz de ver que ambos extremos se encuentran en una relación dialéctica: no podemos alejarnos de lo nuestro para aprender algo nuevo si no partimos de lo nuestro. Así arraigo y desarraigo son polos que no pueden existir el uno sin el otro.