Memorias
de racismo, rabia y risa
Saber
como es la vida actual de Trevor Noah, datos que aparecen al
principio de este libro, hace más llevadero el relato autobiográfico
de su infancia, adolescencia y juventud. Pues este repaso a su vida
desde el momento en que nació en Sudáfrica, cuando el apartheid,
fruto de la relación entre una mujer negra y un hombre blanco, ya
deja vislumbrar que lo que leeremos en estas páginas puede ser
doloroso pues no debió ser un camino fácil.
Pero
su madre no se detuvo por nada, refugiándose en la religión, fue
enfrentándose a los obstáculos de la vida. Fue una mujer decidida.
Alguien que “jamás tuvo miedo. Ni siquiera cuando debería haberlo
tenido.” Una mujer independiente en un mundo donde no podía serlo.
Y a pesar de las dificultades que tuvo que pasar, no se fue a otro
lugar, decía que Sudáfrica era su país. Entonces ¿por qué
tendría que marcharse? Y se quedó, y tropiezo a tropiezo siguió
adelante. Teniendo una relación muy especial con su hijo. Ella le
mostró el mundo.
Y
Trevor nos muestra su vida contada desde la primera fila, explica con
una lógica aplastante la realidad que vivió. Utilizando un
lenguaje, en ciertos momentos, irónico y ácido, frases con doble
sentido, mientras hace una clara crítica social y política del país
donde nació.
Parece
que no deja nada por contar. Son muchas las situaciones y los
momentos que recuerda, algunos impactantes, otros donde se ve la
fortaleza de su madre, y la capacidad de ambos para sobrevivir, tanto
fuera como dentro del seno de su familia. También hay curiosidades
como cuando cuenta la importancia de saber idiomas, en concreto de
los diferentes grupos étnicos del país, pues a Trevor le salvó el
pellejo en diversas ocasiones (ver más adelante una frase de Nelson
Mandela). O cuando comenta el barullo que se montó porque un amigo
suyo se llama Hitler, y da una explicación muy clarita diciendo que
Occidente recoge lo que siembra, pues la colonización de África
hizo trabajar mucho a los negros pero no les dio educación, además
los blancos no hablaban a los negros, por tanto éstos no se
enteraban de noticias que pasasen en el resto del mundo, y por
ejemplo muchos no sabían quien fue Hitler, ni lo que hizo, por lo
que no era extraño que al tener la obligación de poner un nombre
europeo a los hijos, eligiesen nombres que sencillamente habían
oído.
Estos
temas están expuestos casi como anécdotas, a pesar de lo serios que
son, pero en todo el texto predomina el tono de su faceta profesional
como monologuista. Y así con un toque de humor negro, y como si para
él fuese la mejor forma de enfrentarse a su dramática experiencia
vital, nos hace partícipes de lo que fue el apartheid, ser mestizo,
la pobreza, la supervivencia, los malos tratos, pero sobre todo
comparte el amor hacia su madre. a quien le da las gracias por haber
hecho de él un hombre.
A
mi esta lectura me ha hecho más consciente de los problemas sociales
y políticos que nos rodean, porque aunque ya no exista el apartheid
como tal, sí existe el racismo. Me parece terrible la
deshumanización de la sociedad, oigan por si no se han enterado
¡estamos en el siglo XXI!. Y el relato sincero de Trevor Noah, que
te lleva de la sonrisa a la tristeza, de la rabia a la esperanza,
puede ayudar a que quien lo lea abra los ojos a esta realidad.
Algunas
frases del libro:
“Cuesta
explicarlo, pero yo sabía lo que tenía que hacer. Era un instinto
animal, propio de un mundo donde la violencia siempre estaba al
acecho y a punto de estallar. En los municipios segregados, cuando la
policía se te echaba encima con su equipamiento antidisturbios, sus
coches blindados y sus helicópteros, yo sabía lo que había que
hacer: Corre y ponte a cubierto. Corre y escóndete. Lo sabía desde
los cinco años.”
“Tuvieron
que salir bien un millón de cosas para que nosotros saliéramos tan
milagrosamente bien parados durante tanto tiempo.”
“Aprende
de tu pasado y haz que ese pasado te ayude a ser mejor persona.”
“Si
sumas todo lo que has leído en Internet en un año – tuits, posts
de Facebook, listas – habrás leído el equivalente a una tonelada
de libros, pero en realidad no habrás leído un solo libro en todo
el año.”
Nelson
Mandela dijo una vez: “Si hablas con un hombre en un idioma que él
entienda, eso le va a la cabeza. Pero si hablas con él en su idioma,
eso le va al corazón.” Y qué razón tenía. Cuando haces el
esfuerzo de hablar el idioma de otra persona, por mucho que solo sean
frases básicas sueltas, lo que les estás diciendo es: “Entiendo
que tienes una cultura y una identidad que existen fuera de mí. Te
veo como a un ser humano."
Contracubierta
o parte de la misma:
Mi
madre me quería tanto, que tuvo que tirarme de un coche en marcha
para que huyera.
Mi
padre me quería tanto, que cuando paseaba conmigo lo hacía por la
vereda de enfrente, sin mirarme.
Mi
padre era suizo, muy blanco.
Mi
madre era xhosa, muy negra.
Y,
según las leyes del apartheid, por ser de razas distintas tenían
prohibido hacer el amor.
Pero
al parecer lo hicieron... porque nací yo.
Lo
peor que podía haber hecho.
Traducción
de Javier Calvo
Ilustración
de la cubierta: David de las Heras