Todo el libro está impregnado de un humor puramente británico, de ese en el que se dicen las mayores tonterías sin esbozar apenas una sonrisa. Lo cierto es que los personajes son, en general, bastante cómicos en su ridiculez en medio de un argumento plagado de absurdos, dando como resultado una comedia de humor disparatado donde se mezcla una muerte sospechosa con el espionaje soviético, los conflictos domésticos de Smith y los enfrentamiento entre los diferentes departamentos del museo, Arte Funerario, Cerámicas sin Esmaltar o Tejidos y Textiles, entre otros, en su lucha por defender sus pequeñas parcelas de poder y ganar la carrera para obtener más fondos del legado que se prevé que sir William les dejará a su muerte. Las opiniones del anciano sobre la gestión de los museos y su aportación a la sociedad son bastante polémicas y dejan en muy mal lugar a sus colegas y al mundo académico en general.
"El objeto del museo es adquirir poder, no solo a expensas de otros museos, sino en general. El arte y los tesoros de la tierra se juntan para que los conservadores puedan acurrucarse sobre ellos como los antiguos dinastas y mostrar esto o aquello según su capricho. ¿Quién sabe qué riquezas existen en nuestros fondos, más ocultas que en las tumbas de los garamantes? Hay hectáreas de pasillos en este museo donde nadie ha puesto un pie (...) hay piezas que solo se ven una vez al año, adquisiciones de gran valor almacenadas y olvidadas. La voluntad de los reyes y de los príncipes comerciantes, que legaron sus colecciones a condición de que estuviesen siempre expuestas al público, se incumple después de su muerte."