Dicen que si padeces dicromatopsia no
puedes distinguir entre amarillo y azul. He leído en una revista médica que es
debido a una diferencia en la longitud de onda con la que se captan los
colores. Ondas, olas, mar…
Confundir el azul marino con el amarillo
chillón, eso es lo que más me preocupa. Hace un mes, al asomarme por la
ventana, me pareció ver el cielo amarillo y el sol azul, como si se hubiesen
intercambiado los papeles tras un arrebatador empacho cromático. El azul marino
del Canal de La Mancha, cuando lo sobrevolé de camino a Bristol hace dos
semanas, refulgía de intenso amarillo como un girasol de Van Gogh, mientras que
los trigales castellanos que vislumbré ayer desde el tren se me antojaban
interminables campos azulados. El traje de comunión de mi sobrino me impresionó
por su llamativo color el domingo pasado: una chaqueta amarilla de estilo
marinero en la que yo no distinguía el azul marino por ninguna parte. Plátanos
azulados, algo amarillo para la novia, nunca te vistas de azul sobre el
escenario… Prefiero un cielo nublado a un cielo sereno y, si me apuráis, un
cielo amarillo chillón a uno azul marino.