LA CASA DE LOS CUATRO PUNTOS CARDINALES

martes, 31 de marzo de 2020

“The Martian Chronicles”, ciencia ficción para entender la realidad


Son muchos los momentos en que la ciencia ficción me parece mucho más comprensible que los acontecimientos que nos va deparando la existencia cotidiana. En “Crónicas marcianas” (The Martian Chronicles), la miniserie norteamericana dirigida por Michael Anderson entre 1979-1980 que adaptaba el libro homónimo de Ray Bradbury, una expedición militar de colonizadores llega a Marte en el siglo XXI después de que nuestro planeta haya sido devastado por las guerras atómicas. 

En palabras del propio escritor: “Nosotros, los habitantes de la Tierra, tenemos talento para arruinar cosas grandes y hermosas”.





Como sucede tantas veces en este tipo de ciencia ficción especulativa, la supuesta “humanidad” del ser humano queda en entredicho ante la avanzada filosofía de vida de los extraterrestres. El reflexivo diálogo que reproduzco a continuación entre el coronel John Wilder (personaje interpretado por un Rock Hudson prematuramente crepuscular) y un marciano “sabio” (Wise Martian, en la película) nos da una idea de la capacidad visionaria del genial Ray Bradbury, además de delimitar un posible camino a seguir si no queremos que el planeta acabe por destruirse:


¿Cuál es vuestro secreto de la vida en Marte?  

Tir. Éste es el planeta Tir.

De acuerdo, Tir.

¿Secreto? No hay ningún secreto. Cualquiera con ojos en la cara puede ver cuál es la manera en que hay que vivir.

¿Cómo?

Contemplando la vida. Observando la naturaleza y cooperando con ella. Haciendo causa común con el proceso de la existencia.

¿Pero cómo?

Viviendo la vida por sí misma, ¿no lo entendéis? Obteniendo placer del don de la pura existencia.

El don de la pura existencia...

La vida ofrece su propia respuesta. Aceptadla y disfrutad de ella, día tras día. Vivid tan bien como os sea posible. No esperéis más. No destruyáis nada. No humilléis nada. No le busquéis defectos a nada. Dejad inmaculado e intacto todo lo que sea hermoso. Reverenciad todo aquello que esté vivo. Porque la vida nos la da el soberano de nuestro universo: nos la da para que la saboreemos, para que nos deleitemos en ella, para que la respetemos. Pero eso no es ningún secreto. Sabéis tan bien como yo lo que hay que hacer. Ahora debo irme. Mi gente me espera. 






sábado, 28 de marzo de 2020

SALTO DE EJE



Hace cosa de un año, me sorprendí a mí mismo mirando hacia el infinito. Los síntomas parecían claros: acceso de utopía galopante, anhelo de una vida sin sufrimiento. Los había ido sintiendo nacer en mi interior a lo largo de los últimos días. Sabía que irían a más, pero aun así no hice nada por reprimirlos.


–No hay nada malo en mirar al infinito cuando has llegado al límite de tus fuerzas –me replicó Carol cuando se lo conté.


Aquellas palabras me tranquilizaron. Dediqué toda la semana a mirar cada vez más tiempo hacia el infinito. Si los demás me dirigían miradas de crítica, estupor o compasión, fingía que no me importaba.


–Olvídate de ellos. Trasciende tu ego. Puede que no te contemplen a ti, sino lo que estás contemplando –volvió a aconsejarme la buena de Carol.


Y así pasaron las semanas, y las semanas se agigantaron en meses, y a Carol se le agotaron los consejos, pues también ella amaneció un día mirando hacia el infinito, y nos sentamos frente a frente, cada uno escrutando ansiosamente el infinito del otro, hasta que Aire, el estirado terrier de la vecina, nos ladró para que saliéramos de su caseta.