"En un relato autobiográfico, Vincenzo Padula -un clérigo revolucionario que vivió en un pueblo de Calabria entre 1819 y 1893- recuerda la primera lección de vida aprendida en familia, cuando todavía era un joven estudiante. Tras dar una respuesta insatisfactoria a una insidiosa pregunta de su padre ('¿Cómo es que en el alfabeto de cualquier lengua la A va antes y la E después?') el seminarista escucha con viva curiosidad la explicación que le ofrece su progenitor: 'En este mundo miserable el que ha es, y el que no ha no es'; por eso la letra a precede siempre a la letra e. Pero hay algo más: quienes no tienen constituyen en la 'sociedad civil' la masa de las consonantes, 'porque consuenan con la voz del rico y se conforman a sus actos, y el rico es la vocal, y sin ella no creo que la consonante pueda sonar'.
A casi dos siglos de distancia, la imagen de una sociedad dicotómica rígidamente diferenciada en amos y siervos, en ricos explotadores y pobres degradados a la condición de animales, tal como la había descrito Padula, no corresponde ya, o apenas, al retrato del mundo en que vivimos. Persiste sin embargo, en formas muy distintas y más sofisticadas, una supremacía del tener sobre el ser, una dictadura del beneficio y la posesión que domina cualquier ámbito del saber y todos nuestros comportamientos cotidianos. El aparentar cuenta más que el ser: lo que se muestra -un automóvil de lujo o un reloj de marca, un cargo prestigioso o una posición de poder- es mucho más valioso que la cultura o el grado de instrucción."
Magnífico primer capítulo del libro La utilidad de lo inútil. Manifiesto, de Nuccio Ordine, profesor de Literatura italiana en la Universidad de Calabria. Un librito que es una apasionada defensa de las humanidades, una reivindicación del saber clásico, una descripción de la útil inutilidad de la literatura, como él mismo dice, una revalorización de la cultura no mercantilizada. En él aparecen citados varios autores -filósofos, narradores, poetas- que merecen la pena, aquellos a través de los cuales uno se siente confortado. Un libro de apenas ciento setenta páginas que es lo que yo llamo un libro puente. Porque las consideraciones que se hacen en él, los autores nombrados, te remiten inmediatamente a conocer sus obras si no lo has hecho ya. Aquellas personas que se llenan la boca con ansias de espiritualidad -anhelos tras los que muchas veces se escudan oscurantismos y confusiones varias- bien deberían leer un libro vivo como este, material, tangible. Donde las ideas son carne. Amigos que pasáis por este blog, os lo recomiendo. Es pura y contundente sabiduría. Un fruto a paladear.