Este mes
de junio, la Isla de Siltolá ha publicado ‘Las Guardas’, una selección de los
artículos publicados por Javier Sánchez Menéndez en el suplemento literario del
Diario Córdoba, entre los años 2013 y 2024. He empezado el libro mientras
desayunaba en San Bernardo, con el silencio de las mañanas tempranas de verano,
y con mala leche, porque acababa de abandonar una novela decepcionante de un
autor del que esperaba mucho. Pensé que necesitaba alguna recomendación nueva
de poesía o ensayo, en la importancia de ordenar las lecturas, de una guía, en
la importancia de desarrollar un criterio… Es gracioso que sepamos diferenciar
los bares por su calidad de desayuno y café con un detalle minucioso, pero, en
cambio, ordenar las lecturas, las películas que ver, los discos a escuchar… nos
parezca una labor claramente accesoria, cuando nos alimentan más que esos
desayunos.
Decía
Sándor Márai en sus diarios que en un mundo donde la literatura muere, y crece
la industria del libro, hay mayor virtud en la selección de lecturas que en la
lectura per se. Porque si cualquier
porquería puede llegar a parar a nuestras manos (algo cada vez más probable),
existe un mérito mayor en seleccionar lecturas que en la lectura sistemática
como si fuera un ejercicio de gimnasia. La lectura que es alimento frente a la
lectura pasatiempo. Este es el mensaje central en ‘Las Guardas’, convirtiéndose
en una ‘guía de lectura’ que se para en grandes autores y libros a los que
acercarse. Uno encuentra no sólo la crítica necesaria a la industria, a las
vergonzosas o inexistentes políticas culturales, la degeneración de la
educación, o a los propios autores; sino también un rico itinerario de
recomendaciones que nos señalan la dirección con el dedo, y señalan en la
dirección adecuada, porque es la de la búsqueda del conocimiento y la verdad de
las cosas, la que ordena nuestra vida.
La
selección de lecturas es una tarea difícil, y se desarrolla desde la infancia.
Pocas cosas son tan fastidiosas como poner el tiempo y la voluntad en un libro
malo, porque nos hace perder lo más preciado que tenemos, y porque además puede
contaminarnos si no tenemos la formación necesaria para desecharlo. Cuando
somos niños, dependiendo de la afición familiar y el entorno, comenzamos con
aquellos libros para niños como los de Gloria Fuertes o Elvira Lindo (Manolito
Gafotas), poco a poco nos acercamos a la lectura. En muchos casos, la lectura
empieza cuando empieza el colegio, y en otros la lectura ya ha comenzado en
casa. Yo recuerdo leer Platero y yo
con mi abuela, ¡y quién me habría dicho lo que tenía en las manos! se vendió
como libro infantil para los niños, y creo que no eran conscientes del bien que
nos hacían. También recuerdo los tebeos del Quijote que mi tío Pepe me daba, y
algunos poemas precoces de Bécquer. Esas lecturas se forjaban en casa, pero en
el colegio, gracias a algunos buenos maestros, nos acercábamos también, poco a
poco, a la lectura. Precisamente en la educación, en los colegios, es donde
reside uno de los pilares importantes del acercamiento a la lectura. Porque
todos los niños no tienen la suerte de conocer la lectura y cultura en sus casas,
y porque además de fomentar leer, reside en los hombros de los responsables de
la educación la selección de lo que todos los niños van a leer.
Una
educación que valora la importancia de la cultura en el centro, libre de sesgos
y manchas ideológicas, para la formación de ciudadanos libres, es la educación
que merece ser subvencionada por todos, la que debe ayudar a igualar desde el
conocimiento y ensalzar a los talentosos independientemente de sus recursos o
pertenencia. Pero en nuestra demogresca partidista, la educación ha sido
siempre la puta más barata de comprar y cambiar una vez se consigue
gobernar. Les importa un bledo la
formación, les importa un bledo el conocimiento, les importa modelar a futuros
votantes que son sus clientes, no olviden que ese es su único objetivo, ganar
votantes. Un indicador de esto, es el elenco que ha estado al cargo de la
educación o el ministerio de cultura (el de ahora es de traca), que nos venden
la cultura como entretenimiento, como el que a ellos les sale de las narices.
Este festival de incompetencia y mentiras acaba dañando, como siempre, al
ciudadano, y los libros de texto que deberían ser consenso son un concurso de
‘coleguitas’, y las guías de lectura para los alumnos, folletos de propaganda.
Muchas veces la escalada a una lectura más enriquecedora es complicada, porque
la guía no se hace peldaño a peldaño con coherencia y ritmo, sino desordenada,
consiguiendo relegar al hastío a muchos posibles lectores que no lo serán. La
culpa del hastío cultural y el responsable de nuestra formación no es solamente
el estado, no me malinterpreten, pero debe jugar un papel importante y bien
direccionado, lo que veo muy complejo.
Profundizando
en ese hastío, les dejo algunos números del informe de hábitos lectores y
compra de libros de 2023, son algo digno de observación. Nos dicen (sacando
pecho) que el 60% de la población «lee libros», porque leen una vez al
trimestre. Lo que es equivalente a llamarme a mí chef por hacer dos tortillas
francesas al mes. Cuando le gente dice que no lee, en un 44% de los casos es
por el resto cosas acuciantes de su vida que les deja sin tiempo, en un 31%
porque prefiere otras actividades, y hay otro 30% al que simplemente se la trae
al fresco. Los números son engañosos, y ese 60% es una trampa política, porque
la designación de ‘lector’ es poco exigente. Es interesante que el 45% de
‘lectores’ compra en librería, lo que pone de relieve la importancia del
librero, de las recomendaciones y las guías al lector. Pero, como me decía mi
amigo Jaime el otro día, pasando por delante de una librería de una cadena
conocida: «cuando se come de esto es difícil mantenerse fiel a lo bueno, no
prostituir la literatura y publicar y vender lo bueno, y cuando se quiere sacar
dinero, uno se vende el primer día». El escaparate de esa librería era un
despropósito, un vertedero, la muerte de la figura del librero en pos de la
industria del libro como decía Márai.
Puede
sonarles todo muy catastrofista, pero lo que uno se encuentra en esos
escaparates le asusta, por ver la deriva de las cosas. Claro que sigue habiendo
grandes poetas y escritores, pero estos están leyendo y en silencio, no
haciendo vida de ‘escritor’, usando ‘escritor’ como usan ‘lector’ los del
informe de 2023, desprovisto de significado. Esta gente, de la mano de las
grandes corporaciones, se alinean para que la gente, al no ordenar las
lecturas, lea lo que les ponen delante. El editor de una editorial líder en el
ámbito nacional me comentaba como sólo publicaban ‘poesía’ (él lo llamaba así,
pero eran frases cortas chorras de ‘influencers’) a autores con más de X mil
seguidores en las redes sociales, porque garantizaban que esos libros se
vendían. El otro día veía una película que adoro ‘Moneyball’ de Brad Pitt, y en
un momento Brad entra en una sala para que los ojeadores del equipo de béisbol
le propongan jugadores, y se da cuenta de que estos no tenían ni idea o no
tenían motivos para recomendar nada más allá de tópicos e intereses. En ese
momento pensé que todos somos Brad en esa película cuando vemos las
recomendaciones de publicaciones y críticos hoy día, y no todos tenemos al
personaje del que realmente le da las recomendaciones fundadas, ajeno a los
intereses (papel genial de Jonah Hill en la película, no duden en verla).
Por un
lado tenemos la dimensión educativa, política, y económica, ya mencionadas, y
un panorama terrible. Pero esto no nos exime de responsabilidad personal, la
responsabilidad de cada uno ordenar sus lecturas y formación, pues a diferencia
del orden de la dieta y el deporte, el orden en la lectura nos hace libres e
incluso mejores personas. Y esto simplemente por darnos a conocer cosas que
antes no conocíamos, por abrir puertas de nuestro propio saber y entender
(ideas y a los demás) que estarán siempre cerradas en otro caso. Y como
comprenderán esto es complicado, y lleva más tiempo que organizar una dieta
buscando en Google cinco minutos para que nos diga que hay que comer arroz
blanco y pollo.
Recorriendo
‘Las Guardas’ de Javier uno encuentra esa llamada a la responsabilidad. He
encontrado una guía de lectura exhaustiva de muchos años, pasando por Julio Mariscal,
Claudio Rodríguez, Ángel González, Luis Rosales, Rilke, Leopardi, Novalis… Y
recorriendo estos títulos, esta guía, he reflexionado sobre la naturaleza y el
uso de nuestra selección de lecturas, de películas, de obras artísticas.
Especialmente en la lectura, yo he cometido el error de acercarme a veces por
encima a los clásicos, aprender lo que pude absorber, y deslumbrarme, y pasar
al siguiente con un hambre voraz de descubrir. He cometido el error de hacer
esto demasiado rápido en algunos casos, y de no volver a indagar en estos
clásicos. Los grandes filósofos y poetas no se entienden como se entiende un
color, se observan como la naturaleza, y no podemos creer entender el verde por
verlo en una hoja, pues tiene mil manifestaciones en cada hoja de las muchas de
un árbol, y hay tantos tipos de árboles que los biólogos siguen trabajando a destajo.
‘Las
Guardas’ me ha recordado que la guía de lectura se basa no en descubrir
solamente, sino en volver, volver a la verdad en busca de alimento igual que se
vuelve a la puerta de casa de nuestros padres, porque lo verdadero y lo amado
debe visitarse un rato cada día. Prueben a leer quince minutos diarios del
Quijote, me está dando una lección de antropología diaria.
Lleva
toda una vida generar una buena guía de lectura, y es un trabajo difícil
mantenerla, cuidarla, actualizarla, y no perder la convicción. Pero si
conseguimos formar esa guía, si es buena, nos hará mucho mejores de lo que
somos, definirá un criterio pulido, definirá las palabras de nuestro epitafio. Gracias
a ‘Las Guardas’ de Javier Sánchez Menéndez, por recordarme muchas cosas, que,
quizás por osadía, se creen comprendidas y se olvidan, como muchas cosas que se
asumen en la vida.