¿Qué es un mito? Una definición posible diría que un mito (del griego μῦθος, mythos, «relato»,
«cuento») es un relato tradicional que se refiere a acontecimientos
prodigiosos, protagonizados por seres sobrenaturales o extraordinarios, tales
como dioses, semidioses, héroes, monstruos o personajes fantásticos, los cuales
buscan dar una explicación a un hecho o un fenómeno.
Una leyenda, en cambio, es una narración popular que cuenta un hecho real , fabuloso de hechos naturales, sobrenaturales o una mezcla de ambos que se transmite de generación en generación en forma oral o escrita. Generalmente, el relato se sitúa de forma imprecisa entre el mito y el suceso verídico, lo que le confiere cierta singularidad.
Una leyenda, en cambio, es una narración popular que cuenta un hecho real , fabuloso de hechos naturales, sobrenaturales o una mezcla de ambos que se transmite de generación en generación en forma oral o escrita. Generalmente, el relato se sitúa de forma imprecisa entre el mito y el suceso verídico, lo que le confiere cierta singularidad.
La mitología sostiene, explica
la cosmovisión de una sociedad o comunidad que la comparte. Los mitos forman parte
del sistema de creencias de esa comunidad, que los considera verdaderos. Los mitos
tienen la función de respaldo narrativo de sus creencias: conforman el relato
de esa comunidad de creyentes, de quienes comparten una visión del mundo.
En
el caso del que denominamos mito neoliberal,
esta mitología sostiene un credo que postula como deidad máxima, ser
extraordinario o personaje fantástico al cual la sociedad debe venerar, al que
llamamos Dios Mercado (también
conocido como “los mercados”). Se trata de un ser invisible (la “mano
invisible”), omnipresente, omnisciente y por lo tanto todopoderoso. Según sus
postulados, la sociedad o, en su defecto, el estado en su nombre sólo debe
obedecerlo, no inmiscuirse en sus postulados, en sus dictados. Es decir que
tanto el estado, la república o la democracia sólo deben respetar, mantener o
reproducir los dictados de esa deidad.
El
mito (cualquier mito) de por sí no requiere ni acepta la necesidad de probar las
verdades que postula, porque es portador de una verdad revelada por sus profetas y explicada y regida por sus sacerdotes, quienes interpretan la realidad
de acuerdo a las leyes de su credo.
Como
en toda religión o sistema de creencias, el dios supremo del neoliberalismo exige
sacrificios a sus fieles, a la comunidad que se encuentra bajo su potestad; y
quienes se encargan de recaudar o administrar el producto de esos sacrificios
son los más altos miembros de su séquito,
sus sacerdotes, los ministros del gobierno que se encarga de mantener el culto
y los mandatos de su ideología. La cabeza de esa cofradía neoliberal es en
nuestro sistema el presidente de la república (hoy en día, Mauricio Macri, pero
también lo fueron en su momento Carlos Menem y Fernando De La Rúa). Las
ofrendas, producto de los sacrificios de la población y que son administradas
por el clero neoliberal de turno, fluyen desde la base de la pirámide de la sociedad
hacia su cúspide, desde las clases subalternas (bajas y medias) hacia las
clases altas, es decir, los grandes empresarios nacionales o internacionales, las
que (postula el credo neoliberal) en el mediano o largo plazo, derramarán el maná celestial, la riqueza producto de
la economía de mercado hacia la
sociedad toda.
La "mano invisible del mercado". |
Las
leyes del culto y los postulados de su credo son difundidos, predicados entre
los creyentes mediante la labor combinada de las estructuras educativas y los
medios masivos de difusión (miembros ellos mismos de esa cúspide de la sociedad,
principal beneficiada por la distribución ascendente de la riqueza). Los
postulados del credo neoliberal descienden así desde la cumbre privilegiada de
la sociedad hacia las clases subalternas, en forma de ideología hegemónica. De
esta manera, el tándem sacerdotes-ideólogos-medios de difusión se complementa
en la tarea de instalar y luego intentar cristalizar dicho mito en la sociedad.
Como
en toda religión, hay fundamentalistas y apóstatas. Los primeros, ideólogos, economistas
y analistas embanderados a ultranza en el credo neoliberal, gozan de una enorme
difusión de sus opiniones y juicios de valor; en tanto que los segundos,
tildados de “populistas”, sufren la escasez de difusión de sus opiniones en los
medios y son víctimas de la desvalorización mediática por su oposición al mito
reinante.
No
obstante esto, la creencia de cierto sector en el credo/ideología regente en un
determinado momento no es compacto ni permanente, porque debe someterse periódicamente
al cotejo con la realidad que vive la ciudadanía toda. Allí es cuando las
promesas, premisas o compromisos inherentes al pacto de confianza, al contrato
entre los predicadores del credo y la sociedad toda se ponen a prueba. En el
caso del mito neoliberal vigente hoy en día en nuestro país, a un año de la
aplicación plena de su dogma, parece que los postulados por los cuales fue
aceptado por la mayoría de la población no estarían cumpliéndose. Aunque, no
está de más recordar que en nuestra historia nacional nunca se cumplieron. No
obstante lo cual, repasemos la situación actual de dichas premisas.
Los
profetas del neoliberalismo anunciaron la llegada de la “pobreza cero”, de una
baja inflación, de una lluvia de inversiones extranjeras debido al prodigioso "clima de negocios" y confianza en las instituciones en general y al presidente
Macri en particular, el crecimiento del PBI, el empleo y las exportaciones, un
acercamiento al “mundo”, la llegada de la verdad en materia de funcionamiento
del estado, etc.
Pero
veamos ahora lo que ha sucedido efectivamente hasta hoy.
Las estimaciones del propio
gobierno señalan que, si todo va sobre ruedas, este año tendremos una inflación
superior al 40% (casi el doble de la de 2015 y la más alta en 25 años) y una
caída en el PBI de un par de puntos, y llegaremos a fines de 2017 con una tasa inflacionaria
de alrededor del 25% y con un leve crecimiento de la economía. Es decir que el macrismo practicando su credo neoliberal
lograría, en la hipótesis más optimista, que a fines del segundo año de su
administración haya una tasa de inflación similar a la del denostado populismo kirchnerista y un crecimiento del PBI similar a los 2,4 puntos que
el INDEC macrista le reconoce al tándem Cristina Fernández/Kicillof. Pero el
país ya no será el mismo, ya se habrá producido una enorme transferencia de
ingresos desde las clases subalternas hacia la clase alta, la clase
empresarial. El país se habrá endeudado como nunca en un solo año (alrededor de
U$S 40.000 millones) para compensar los desequilibrios que afectan los gastos
corrientes, no para inversión en infraestructura. El déficit
fiscal pasó a ser el doble del que tenía el gobierno anterior, debido a la
caída de la recaudación, con el agravante de que ahora es un déficit que no
ayuda para impulsar el mercado interno, por lo que el consumo no para de caer
mes a mes. El
desempleo ya saltó del 5,9% en 2015 al 9,9% en 2016. Dos millones de argentinos cayeron
en la pobreza y aumentaron la indigencia y la desigualdad.
Así y todo, “la lluvia de
inversiones” prometidas por Cambiemos
al llegar al gobierno no aparecieron. Al contrario, aumentó la fuga de
capitales con relación al promedio anual de todo el kirchnerismo. El famoso
“derrame” de la riqueza acumulada en las clases empresariales hacia las clases
subalternas pronosticado, no sólo no sucedió sino que nadie seriamente puede
anunciarlo para los años próximos.
El más exitoso predicador/propagandista del mito macrista |
Como ya hemos señalado, un
mito no acepta pruebas en contrario a sus verdades reveladas, y por eso vemos
hoy que el gobierno y los sacerdotes del mito neoliberal paradójicamente señalan
como el culpable de esas carencias no a su administración del estado ni a su
programa de gobierno o a su error de diagnóstico sino al mismo “populismo” que
gobernó el país hasta 2015, aduciendo además que los capitales externos no llegarían “por
temor a que vuelva al poder el peronismo”. De esta manera se crea un relato similar a la serpiente que se muerde la cola o al mito del eterno retorno, ya que los benéficos capitales vendrían sólo si rige el mito neoliberal pero no vienen porque temen el retorno del mito peronista/kirchnerista... Ergo, la concreción del principal postulado del mito hegemónico es imposible.
Retomando la definición de
mito, recordemos que un mito forma parte del sistema de creencias compartida
por una comunidad, pero en toda sociedad compleja todos sus miembros no piensan o
creen en lo mismo, ese sistema no es homogéneo, y puede contener distintos
mitos conviviendo, o incluso mitos contrapuestos; y que en una democracia quien
decide en definitiva qué mito rige en ella (cuál es el mito hegemónico) es la
mayoría del pueblo mediante las urnas. Es decir que el mito que rige hoy puede
no ser el mismo que lo haga mañana. Como ha sucedido tantas veces en nuestra
historia. Por lo tanto, su continuidad depende de que la mayoría de los
habitantes (votantes) siga creyendo en ese mito. En caso de que la mayoría de
la sociedad deje de creer en el mito neoliberal porque no vea que lo que
expresa o simboliza no se refleja en la realidad cotidiana de sus respectivas
vidas y decaiga la cantidad de creyentes en él, se producirá una reacción del
conjunto de sacerdotes, ideólogos o teólogos de la religión o creencia
neoliberal hegemónica y de los demás difusores paraoficiales (el llamado establishment) con el propósito de
ratificar a como dé lugar las verdades del mito, y amenazar con la llegada o
retorno de los apóstatas o de las maldiciones del ignominioso “populismo
kirchnerista”.
En ese caso se daría la paradoja
de que los predicadores del mito neoliberal macrista deberán esforzarse mucho en probar que la
realidad postulada por su relato mítico y político es real y que la realidad que el pueblo vivió desde mayo de 2003
hasta diciembre de 2015 -y que los fríos números de la economía demuestran- se
trataba de una impostura, una ficción… una
leyenda.