Acaba de fregar el bar y, mientras espera a que el suelo se seque, deja que la vista repose en lo único realmente bonito que hay dentro de esas cuatro paredes: la rubia del mes de marzo, a la que conoce perfectamente, tanto como al resto de las chicas del año, de ese año en que se paró el tiempo, hace tres lustros ya, demasiado tiempo quizás para que el bar continúe abierto y no haya entrado nadie, nunca.
Eso es mucho tiempo, desde luego
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