Sólo
unos cuantos
gozan
del misterio del amor,
y
desconocen la insatisfacción
y
no sufren la eterna sed.
El
significado divino de la Cena
es
un enigma para el entendimiento humano;
pero
quien sólo una vez,
en
los ardientes y amados labios
haya
aspirado el aliento de la vida,
quien
haya sentido fundir su corazón
con
el escalofrío de las ondas
de
la divina llama,
quien,
con los ojos abiertos,
haya
medido el abismo
insondable
del cielo,
ése
comerá de su cuerpo
y
beberá de su sangre
para
la eternidad.
¿Quién
ha descifrado
el
sublime significado
del
cuerpo terrenal?
¿Quién
puede asegurar
que
ha comprendido la sangre?
Un
día todo será cuerpo,
un
único cuerpo,
y
en la sangre celestial
se
bañará la feliz pareja.
¡Oh!,
¿acaso no se tiñe de rojo
el
inmenso océano?
¿no
es ya la roca que emerge
pura
carne perfumada?
Es
interminable el delicioso banquete,
el
amor no se sacia jamás,
y
nunca se acaba de poseer al ser amado,
nunca
el abrazo es suficiente.
Los
labios se tornan más delicados,
el
alimento se transforma de nuevo
y
se vuelve más profundo, más íntimo, más cercano.
El
alma se estremece y tiembla
con
mayor voluptuosidad,
el
corazón tiene siempre hambre y sed,
y
así, para la eternidad,
el
amor y la voluptuosidad se perpetúan.
Si
los que ayunan
lo
hubiesen saboreado sólo una vez
lo
abandonarían todo
para
venir a sentarse con nosotros
a
la mesa servida y nunca vacía
del
ferviente deseo.
Y
de ese modo reconocerían
la
inagotable plenitud del amor,
y
celebrarían la consumación
del
cuerpo y la sangre.
(Novalis. Obra
completa.
Traducción de Rodolfo Häsler.
Barcelona, DVD, 2000.
En la imagen, retrato del poeta).