domingo, 29 de septiembre de 2013

EL FRAUDE QUE NO CUENTA

La gente ha aclamado a Messi cuando entraba y salía del juzgado de Gavá. Lo han hecho como si llegara al hotel de concentración con su equipo. Sin embargo, no iba en ese plan, iba a presentarse ante un juez por fraude fiscal. Y esto, lo de incumplir como ciudadano ante el fisco, a la gente parece no interesarle. Incluso algunos llegaron a decir que no les importaba nada de ello, que lo sustancial era que es el mejor jugador, y con eso basta. Este sector de la sociedad está dispuesto a perdonarle un ‘desliz fiscal’ de millones de euros, como si estuviera eximido de sus obligaciones de ciudadano, en un alarde de sobreponer la idolatría a la racionalidad.

Ocurre algo parecido cuando a la gente no le importa votar a un alcalde impresentable, corrupto o que lleve a cabo operaciones urbanísticas y económicas de dudosa legalidad. Estos alcaldes (casi siempre respaldados por sus partidos porque les ganan elecciones) suelen hacerse eternos en las alcaldías. Es como si a la gente no le diera igual las maniobras para favorecer los asuntos turbios que se traen entre manos o las barrabasadas urbanísticas, y sólo les importara el arreglo de su calle o que le dejen hacer de tapadillo alguna obrilla en casa. Duda uno si lo que en realidad impulsa a estos ciudadanos es la esperanza pública de que si el alcalde se forra de dinero con su gestión a lo mejor algo pillamos los demás.

Ya sabemos lo que ocurrió con la Marbella de Gil y otros municipios de la costa andaluza, murciana, valenciana…, y también con los que no están en la costa. Algo que también pasa en las grandes ciudades (caso de la alcaldesa de Alicante, Sonia Castedo) como en los pequeños municipios. Yo conozco un pueblo de mil quinientos habitantes donde había hace cuatro años un plan de construcción de viviendas en un terreno de tres millones de metros cuadrados (donde cabían varios pueblos como ese), en una operación urbanística en la que pululaban hombres trajeados con maletines que iban y venían. La crisis la frenó, que no el alcalde. Pero este sigue gobernando el pueblo, y va para veinte años.

Hay fraudes en la sociedad que parecen no contar, que no provocan el rechazo público, ni remueven esa ética pública que debería hacernos ciudadanos intolerantes contra la corrupción. Es como si hubiera un alarmante déficit de interpretación no sólo de la ética sino también de la estética en nuestra manera de entender la vida pública. Una dudosa permisividad donde lo único que se demuestra es que tanto a la moralidad como al sentido del civismo le cuestan bastante asentarse en el ADN de los españoles.

sábado, 21 de septiembre de 2013

EDITORIALES QUE NO SOBREVIVEN

Un libro representa la síntesis sublime de un pensamiento que pretendemos compartir. Pero detrás de él, antes de que el lector lo tenga en sus manos y se entre en ese diálogo cómplice de ideas y pensamiento, existe una tarea empresarial regulada por la ley de la oferta y la demanda, sin la cual ese diálogo sería imposible, al menos en tales términos.

Si digo que el mundo editorial es un negocio, creo que no estoy descubriendo nada que todos no sepamos. Nada se sostiene sin dinero y una editorial lo necesita para dedicarse a su tarea de publicar libros. Son pocos los editores, por no decir ninguno, que están en la industria editorial por el amor a los libros (que alguno habrá, sobre todo en las editoriales pequeñas, tampoco quiero ser tan tajante). Los editores es obvio que están para ganar dinero, pues esta es la manera más sencilla de mantener la vida de una editorial.

Como casi todo lo que se mueve en el mundo actual de la globalización la creación de grandes emporios económicos es la mejor manera, no sólo de sobrevivir, sino de dominar el mercado. El mundo editorial también está en ese proceso de concentración empresarial que vemos en la industria del automóvil, en la de las nuevas tecnologías o en la de los productos destinados a la alimentación. No estar ahí dentro, en un gran grupo, es quedarse en un estado de precariedad que te arrastra a sobrevivir con dificultades en un país de gigantes.

El proceso de concentración de la industria editorial no tiene marcha atrás. Y frente a ello, el responsable de una modesta editorial me hablaba, no sin cierto laconismo, de lo complicado que es mantenerse en el mercado. Las grandes marcas editoriales dominan el mercado del libro imponiendo su tiranía en precios, en medios y en presencia en las librerías, dejando a las modestas editoriales en la misma tesitura de debilidad que las grandes superficies y supermercados a las tiendas de barrio. No puedes conseguir que tu libro, me confesaba, esté en el escaparate o en lugar de privilegio de las librerías si los grandes editoriales exigen que los suyos se coloquen mucho más tiempo y en el lugar más visible. En tan difíciles circunstancias, el pequeño editor puede terminar por desaparecer.

Yo sé lo que es publicar en editoriales modestas que luego quiebran y desaparecen. Y que te dejan tu libro en la más absoluta orfandad empresarial, que no paternal, porque el autor, que es uno, sigue velando por él aunque sea en la intimidad.

Mi novela La renta del dolor a poco de publicarse (siete u ocho meses) se quedó sin editorial. Y otro tanto me ha ocurrido con La educación que pudo ser. Cerraron RD Editores y Editorial Zumaya. El nivel de decepción que uno alcanza cuando se entera de que ello ha ocurrido es tan grande que te deja fuera de juego durante algún tiempo. En mi caso me enteré de que ambas editoriales habían desaparecido bastantes meses después de que ello ocurriera. Y cómo es posible eso…, porque tienen la fea costumbre de comunicar poco con los autores, ni siquiera para decirles cómo van las ventas o felicitarlos por Navidad. Nadie de ninguna de las dos editoriales se dignó en comunicarme la circunstancia de su cierre al poco de producirse.

Ahora, repuesto del golpe, me he puesto manos a la obra en la reedición de La renta del dolor, y tengo la misma ilusión que cuando se publicó por primera vez. Pronto la tendremos publicada con aires renovados.

domingo, 8 de septiembre de 2013

LA MARCA ESPAÑA, NUESTRO PEOR ENEMIGO

A todo el mundo le gusta vender su mejor imagen. Y a España como país, también. Queremos que se sepa que nuestras ciudades son monumentales, que nuestra gastronomía es de sabores exquisitos, que nuestro modo de vida es magnífico, que tenemos zonas de recreo y expansión fabulosas en las zonas costeras…, poco más o menos lo que hace Grecia, Turquía, Croacia, Egipto o Marruecos. Y esto no está mal, hay que hacerlo, pero al tiempo que vendemos de modo consciente nuestras excelencias también vendemos otra imagen de España de manera inconsciente, es decir: toda esa cochambre maloliente que conocemos a diario a través de los medios de comunicación y que forma parte de la comidilla nacional e internacional.

La eliminación temprana de Madrid 2020, como candidata a organizar los Juegos Olímpicos, debe llevarnos a una reflexión profunda de cuál es la imagen que de España se tiene fuera.

Somos herederos de la mentalidad hidalga del siglo XVII, la del hidalgo vanidoso, petulante y aparente a cuyo servicio entró el Lazarillo de Tormes. Nos vendemos como potentados cuando nos falta mentalidad empresarial, de ahorro y capacidad de trabajo. Somos más ostentosos que laboriosos. Durante años se ha vendido un estado del bienestar (tanto la izquierda como la derecha) que nos ha hecho más acomodados, porque se nos daba todo hecho, muchas veces sin ganarnos con nuestro trabajo lo que disfrutábamos. Nuestra situación económica es la que es, con un sistema financiero intervenido desde las instituciones internacionales, con millones de parados, con una corrupción política que salpica por todos los rincones del país, con una lucha contra el dopaje de sainete, con un juicio por la Operación Puerto que fue el hazmerreir de medio mundo, deportivo y no deportivo.

En la votación de los miembros del COI (sin entrar a valorar cuál es la adscripción ética de sus miembros) han tenido una gran influencia esos escándalos políticos y económicos que se han trasladado a la esfera internacional (vox populi en el mundo civilizado): desde Andalucía a Cataluña, desde Valencia y Murcia a Galicia. Un Gobierno de España con sospechas fundadas de una financiación ilegal, una trama Gürtel que no sabemos si es antes de lo de Bárcenas o consecuencia de este asunto de los sobres, una banca intervenida, empresarios metidos en la cárcel, EREs, aeropuertos que no funcionan, trajes valencianos…, y mucho más. Nuestro aval de grandes deportistas que triunfan en el mundo en distintos deportes o los éxitos conseguidos por deportes de equipos masculinos y femeninos (fútbol, baloncesto, balonmano, waterpolo…) no ha sido suficiente.

En la mentalidad de nuestros gobernantes, cuando se piensa en clave de desarrollo económico, ha habido siempre un evento al que agarrarse: exposiciones internaciones, olimpiadas, pruebas deportivas, efemérides históricas, etc. Hemos hecho economía acudiendo a organizar grandes eventos deportivos, culturales…, buscando inversiones que eran pan para hoy y hambre para mañana, que sí, que nos adecentan y equipan un poquito, pero que no siempre repercutían en la consolidación de la estructura económica basada en una organización y funcionamiento sólidos. Los grandes países del mundo no basan sus economías en grandes eventos, estos son parte de su dinamismo social y económico, ¿o es que acaso Japón va a impulsar y sostener su economía en la celebración de los Juegos Olímpicos de Tokio 2020?

Nuestra mentalidad provinciana necesita una catarsis. Quizá la que no se completó con el regeneracionismo tras la crisis del 98 en el siglo XIX, cuando nos apearon de aquella nube de potencia colonial, que no éramos, pero que creíamos serlo, y descubrimos un país anquilosado y atrasado. Necesitamos la catarsis que ni siquiera se ha producido en nuestra época democrática reciente, aun reconocimiento la transformación en positivo que ha sufrido nuestro país, porque tenemos una clase política y empresarial con vicios y hábitos del siglo XIX. Nos creemos el ombligo del mundo, y estamos donde estamos: en una periferia a la que le han sacado los colores con la crisis económica.

La auténtica Marca España es esa realidad que vemos a diario en los medios de comunicación y a nuestro alrededor. La misma que se conoce fuera, aunque parezca que nadie nos observa.

Hay una venda que no nos deja ver la realidad, que cuanto antes nos la quitemos mejor será para el país. Y que conste que nos hubiera gustado que los Juegos Olímpicos para 2020 hubieran venido a España, que para eso amamos y nos gusta el deporte.

viernes, 6 de septiembre de 2013

SER POLÍTICO O POLÍTICA SIN ESFUERZO, SIN CAPACIDAD Y SIN MÉRITO

En estos días la alcaldesa de Madrid, Ana Botella, está dando la nota en Buenos Aires con lo de Madrid 2020. Aunque lo que se dice nota la lleva dando desde que ejerce el cargo.

Son conocidas sus dificultades para hilvanar un discurso en público o para responder a las preguntas de los periodistas en una rueda de prensa. Lo de improvisar no es lo suyo. Ella, como otros y otras, necesitan cobijarse en la seguridad de un texto que le han escrito y que se lo dan a leer.

Pero lo peor no es esto, lo peor fue esa forma burda, obscena y caciquil a través de la cual alcanzó ese cargo público. ¿Y por qué ella y no otro? Daría igual que Ana Botella tuviese un piquito de oro, lo lamentable es cómo fue elegida alcaldesa: aprovechando un movimiento de cargos (este se coloca aquí y deja hueco para el siguiente), es decir, sin haber dado la cara ante la ciudadanía en las urnas. O lo que es lo mismo: sin esfuerzo, sin capacidad y sin mérito. Para que luego hable la derecha de la falta de cultura del esfuerzo de nuestros alumnos en las escuelas.

Esto demuestra que cualquiera es colocado o colocada en un cargo de máxima responsabilidad con el único garante del dedo poderoso que en ese momento ostente el poder de hacerlo. Sólo tiene que estar al lado del caudillo y mostrar un servilismo total.

Lástima que esto ocurra en todos los partidos políticos.