He recibido, más de un e-mail lleno de turbación y buscando consejo, ante el comentario de alguien en su post que le ha derrumbado. Conozco esa experiencia. También yo experimenté ese sentimiento; creo que es la criba que todo bloguero debe pasar para fortalecerse y animarse a publicar con libertad y sin miedo. Aún estando prevenidos, siempre tiembla el edificio, cuando un terremoto lo sacude, pero aquí estamos, ayudándonos a poner buen material en nuestras construcciones, para no ser tumbados.
Hay gente que disfruta sembrando cizaña, el mal es así de incomprensible; el odio ciega, y la envidia corroe, y algunos no saben vivir sin disputas, recreándose en la confrontación, para adquirir protagonismo. Casi siempre se trata del “ego” que siempre está sediento de protagonismo. Y como siempre, el mal vestido de bien, el lobo disfrazado de cordero, la verdad sepultada por la mentira, y la cobardía usando el anonimato.
¿Porqué tanto odio y ataque a la fe? Uno llega a peguntarse, si es que el diablo no ha construido también su bitácora en la red. Cuesta creer que se diga a veces lo que se dice.Y a pesar de todo siempre duele, no tanto por lo dicho sino por el odio que lleva consigo.
Estas son algunas de las cositas que he recibido , y que de tanto en tanto aparecen en mi correo.
“¿de qué infierno saliste si se puede saber? “--“a ignorantes como tú hay que ignorarlos y ojalá fuera solo ignorancia”-- solo puedo decirte que lo siento por ti, me das lástima” -- “Vete al mismísimo infierno que es de dónde has salido, y de donde no deberías haber salido nunca, sabes muy bien que no eres nada más que una piltrafa, un despojo, lo dicho escoria podrida...--"Mereces que te den una medalla a la falsedad, una condecoración a la ignominia, y mil bandas de honor con distintivo negro. De negro y de luto por tu alma. Que está muerta"...
Claro está que bajo el anonimato, pocas veces uno puede contestar, pero… ¿vale la pena hacerlo?... Una cosa es disentir, y con respeto manifestar cada uno su opinión, otra muy distinta juzgar, insultar y no buscar el diálogo, sino la polémica.
Creo que hay un engaño en el que es fácil caer. Querer convencer al otro. Nos olvidamos que la fe, se nos ha regalado. Nosotros ni la adquirimos ni la concedemos. Podremos proponer argumentos, interpelar con testimonios, llevarlo a la oración, solo podemos sembrar. Y ya sabemos nuestra semilla a veces cae en terrenos muy áridos donde nada está dispuesto a crecer.
Mi consejo para aquellos que empiezan a recibir esos primeros insultos, o la intolerancia en sus comentarios es el que me dio un buen amigo con el que compartí estos anónimos. Me escribía: “La tierra buena es poca. Por ello da tanto fruto. Tanto, que ahoga a quien no quiere recibir la semilla. Le asfixia y encona. Pero no se puede evitar que el sembrador haga lo que tiene que hacer, porque si no, dejaría de ser lo que es: sembrador porque posee la capacidad de sembrar”.
Desde que el mundo es mundo y se instaló el maligno, siempre ha habido, hay y habrá enemigos del Reino. Por tanto, mejor no dejarse llevar por el alarmismo y sí dejarse llevar por el trabajo pastoral. El sembrador siembra, pero nosotros podemos regar, arar, abonar, mimar, proteger, etc. La siembra. Cuanto más amor derramemos, más cerca estaremos de la cruz y, por tanto, de las puertas del Reino.
“Sed prudentes como serpientes y sencillos como palomas” (Mt.10,16)
“No deis a los perros lo que es santo, ni echéis vuestras perlas delante de los puercos, no sea que las pisoteen con sus patas, y después, volviéndose, os despedacen” (Mt.7)
¡Alabado sea Jesucristo!