José Antonio Labordeta ha muerto en Zaragoza esta madrugada, la del 19 de septiembre de 2010, día en que el transeúnte comienza a escribir este modesto homenaje a ese hombre que no ha sido únicamente un poeta, un cantautor, un político, un andariego, sino que, genio y figura, ha traspasado con la humildad y la dignidad que siempre le caracterizaron el umbral a través del que se llega a la auténtica libertad, aunque no aquella que él deseó tanto y reivindicó con la palabra y la voz.
El transeúnte, privilegiado una vez más, tuvo ocasión de estar presente en el multitudinario y emotivo homenaje que se le rindió en el monasterio de Veruela con motivo del IX Festival Internacional de Poesía del Moncayo, el último día del pasado mes de julio. De ello dejó constancia en La Nausea, ese río de cultura que hacen fluir sus buenos amigos Marian Raméntol Serratosa y Cesc Fortuny i Fabré (ved aquí su crónica).
Nacido en Zaragoza el 10 de marzo de 1935, “en el seno de una familia pequeño-burguesa e ilustrada; en mi casa igual se leía a Virgilio que a Lautréamont” –según dice él mismo en su “Autorretrato”–, José Antonio Labordeta, hermano del poeta Miguel Labordeta (1921-1969), “supo mirar sin resentimientos hacia el pasado con la intención de entenderlo y de entender el mundo en el que se ubicaba, al mismo tiempo que procurando entenderse a sí mismo, y ese acto de introspección, individual y colectiva, es el que le permitió lanzarse hacia un futuro prometedor y superador tanto del pasado limitador como del presente limitado”, como afirma uno de los estudiosos de su obra, Mario Ruiz Arganda [1], quien añade que “la voz del poeta se convierte así en un testimonio, personal y colectivo, comprometido y solidario, de lo cotidiano”.
Caricatura de J. A. Labordeta por Gusi Bejer,
publicada en El Cultural (8 de febrero de 2007).
Comprometido y solidario son, en efecto, los adjetivos que mejor definen la personalidad de José Antonio Labordeta. Compromiso y solidaridad, además de sensibilidad y amor, son las cualidades que transmiten sus poemas, sus canciones, esa obra suya de la que se han apropiado legítimamente las gentes de su querido Aragón que tanto le quieren (así, en presente), como quedó de manifiesto en el homenaje al que el transeúnte ha aludido.
Eso lo refleja muy bien Antón Castro en el texto que escribió a modo de prólogo en la antología de Labordeta Mal de amor. Canciones [2] al referirse a sus años mozos, cuando en la década de 1950 participaba con su hermano Miguel y otros poetas en las reuniones de la Peña Niké de Zaragoza, cobijo de artistas, periodistas, escritores e idealistas, entre ellos Vicente Cazcarra (1935-1998), que más tarde sería secretario general del Partido Comunista de Aragón. Dice Antón Castro que José Antonio Labordeta “lucía ya bigote y la gallardía de un viejo campesino: cantaba alto y fuerte. Cantaba por todos: era voz, eco y estandarte. Era el profeta en el viento muy a su pesar, porque siempre se ha confesado inseguro de casi todo, un dudante que ni quería construirse una trayectoria ni sabía qué iba a hacer mañana”.
Sin embargo, J. A. Labordeta –un cascarrabias irónico, como él mismo se definió– jamás compartió las supuestas virtudes del comunismo, sino que acabó decantándose por un socialismo de algún modo utópico, sin la menor sombra de leninismo: de esas ideas nacería, primero, el Partido Socialista de Aragón (1976) y, más tarde, la Chunta Aragonesista, por la que fue elegido diputado en Madrid los años 2000 y 2004.
En el Congreso de los Diputados demostró sus firmes convicciones democráticas, que le llevarían a enfrentarse verbalmente, en marzo de 2003, con los parlamentarios del Partido Popular –entonces en el poder, con José María Aznar como presidente del gobierno– cuando desde los escaños de esa formación política empezaron a burlarse de él; lo hizo espetándoles tres palabras contundentes que se han hecho famosas: "¡A la mierda!" (es interesante a este respecto el artículo que publicó más tarde Juan Cruz en el diario El País; véase aquí ese artículo y aquí, el vídeo de la célebre intervención parlamentaria de Labordeta).
“¿Cómo y por qué se hizo cantante?”, se interroga retóricamente Antón Castro en el prólogo citado, y explica que cuando el rey Juan Carlos le preguntó de dónde le venía eso de ser cantautor, Labordeta le contestó, no sin ironía: “Ya ve, de cantarles a las chicas de la Sección Femenina en un alberge de Canfranc” [3].
Poco más añadirá el transeúnte en esta crónica de urgencia: sólo transcribe los versos de tres de las canciones más populares de José Antonio Labordeta [4], convertidas por los aragoneses en auténticos himnos a su áspera tierra, acompañados de enlaces a sus respectivas audiciones.
Albada [audición]
Adiós a los que se quedan,
y a los que se van también.
Adiós a Huesca y provincia,
a Zaragoza y Teruel.
Esta es la albada del viento,
la albada del que se fue,
que quiso volver un día
pero eso no pudo ser.
Las albadas de mi tierra
se entonan por la mañana,
para animar a las gentes
a comenzar la jornada.
Arriba los compañeros
que ya ha llegado la hora
de tener en nuestras manos
lo que nos quitan de fuera.
Esta albada que yo canto
es una albada guerrera,
que lucha porque regresen
los que dejaron su Tierra.
(De Cantata para un país, 1979)
Banderas rotas [audición]
He puesto sobre mi mesa
todas las banderas rotas,
las que nos rompió la vida,
la lluvia y la ventolera
de nuestra dura derrota.
Rota permanece aquella
que levantamos al cielo
pensando que la justicia
crecería como un vuelo
de gaviotas en el mar
y vimos cómo al final
sólo nos quedó el recuerdo
de un mástil desarbolado
y unos jirones de tela
rotos por el vendaval.
He puesto sobre mi mesa…
Rota permanece aquella
que ponía libertad
y que aupamos convencidos
que al terminar la batalla
ésta íbamos a ganar;
pero todo fue una amarga
e inútil desesperanza
cuando vimos que las huellas
de los grilletes dejaban
duras marcas sin borrar.
He puesto sobre la mesa…
(De Trilce, 1989)
Canto a la libertad [audición]
Habrá un día en que todos
al levantar la vista
veremos una tierra
que ponga libertad.
Hermano, aquí mi mano,
será tuya mi frente,
y tu gesto de siempre
caerá sin levantar
huracanes de miedo
ante la libertad.
Haremos el camino
en un mismo trazado,
uniendo nuestros hombros
para así levantar
a aquellos que cayeron
gritando libertad.
Habrá un día en que todos…
Sonarán las campanas
desde los campanarios
y los campos desiertos
volverán a granar
unas espigas altas
dispuestas para el pan.
Para un pan que en los siglos
nunca fue repartido
entre todos aquellos
que hicieron lo posible
para empujar la historia
hacia la libertad.
Habrá un día en que todos…
También será posible
que esa hermosa mañana
ni tú, ni yo, ni el otro
la lleguemos a ver;
pero habrá que empujarla
para que pueda ser.
Que sea como un viento
que arranque los matojos
surgiendo la verdad,
y limpie los caminos
de siglos de destrozos
contra la libertad.
Habrá un día en que todos…
(De Recuento, 1995)
[1] José Antonio Labordeta: Hundiendo en las palabras la huella de los labios. Poesía y canción. Edición literaria de Mario Ruiz Arganda. Tarazona, Olifante, 2010.
[2] José Antonio Labordeta: Mar de amor. Canciones. Edición de Antón Castro. Tarazona, Olifante, 2010.
[3] La Sección Femenina fue una rama del partido Falange Española (el único tolerado por el régimen franquista, ya que era afín a su ideología), creada en 1934 por Pilar Primo de Rivera, hermana del fundador de la Falange, José Antonio Primo de Rivera, y oficializada por el general Franco en 1937 para crear el Servicio Social de la Mujer, equivalente al servicio militar obligatorio para los hombres. Todas las jóvenes españolas debían pasar un período de instrucción en dicho Servicio para convertirse en “buenas patriotas, buenas cristianas y buenas esposas”. Esa obligación quedó derogada en 1977. En la localidad pirenaica de Canfranc, al norte de Aragón, había uno de los numerosos albergues destinados a las muchachas que cumplían el “Servicio Social”.
[4] Las letras de estas canciones están reproducidas de la edición de Antón Castro antes mencionada.
Haced clic sobre las imágenes para ampliarlas.
El transeúnte, privilegiado una vez más, tuvo ocasión de estar presente en el multitudinario y emotivo homenaje que se le rindió en el monasterio de Veruela con motivo del IX Festival Internacional de Poesía del Moncayo, el último día del pasado mes de julio. De ello dejó constancia en La Nausea, ese río de cultura que hacen fluir sus buenos amigos Marian Raméntol Serratosa y Cesc Fortuny i Fabré (ved aquí su crónica).
Momento final del homenaje a J. A. Labordeta en la iglesia del Monasterio
de Veruela, el 31 de julio de 2010. De izquierda a derecha: junto a
la fotografía de Labordeta que presidió el homenaje, el cantante Paco Ibáñez,
el poeta Ángel Guinda, el cantante y guitarrista Luigi Maráez, la cantante
catalana Marina Rosell, el cantante aragonés Pablo Guerrero, el poeta
argentino Carlos Vitale y el poeta estonio Jüri Talvet, entre otras personas.
(Foto © Albert Lázaro-Tinaut)
de Veruela, el 31 de julio de 2010. De izquierda a derecha: junto a
la fotografía de Labordeta que presidió el homenaje, el cantante Paco Ibáñez,
el poeta Ángel Guinda, el cantante y guitarrista Luigi Maráez, la cantante
catalana Marina Rosell, el cantante aragonés Pablo Guerrero, el poeta
argentino Carlos Vitale y el poeta estonio Jüri Talvet, entre otras personas.
(Foto © Albert Lázaro-Tinaut)
Nacido en Zaragoza el 10 de marzo de 1935, “en el seno de una familia pequeño-burguesa e ilustrada; en mi casa igual se leía a Virgilio que a Lautréamont” –según dice él mismo en su “Autorretrato”–, José Antonio Labordeta, hermano del poeta Miguel Labordeta (1921-1969), “supo mirar sin resentimientos hacia el pasado con la intención de entenderlo y de entender el mundo en el que se ubicaba, al mismo tiempo que procurando entenderse a sí mismo, y ese acto de introspección, individual y colectiva, es el que le permitió lanzarse hacia un futuro prometedor y superador tanto del pasado limitador como del presente limitado”, como afirma uno de los estudiosos de su obra, Mario Ruiz Arganda [1], quien añade que “la voz del poeta se convierte así en un testimonio, personal y colectivo, comprometido y solidario, de lo cotidiano”.
Caricatura de J. A. Labordeta por Gusi Bejer,
publicada en El Cultural (8 de febrero de 2007).
Comprometido y solidario son, en efecto, los adjetivos que mejor definen la personalidad de José Antonio Labordeta. Compromiso y solidaridad, además de sensibilidad y amor, son las cualidades que transmiten sus poemas, sus canciones, esa obra suya de la que se han apropiado legítimamente las gentes de su querido Aragón que tanto le quieren (así, en presente), como quedó de manifiesto en el homenaje al que el transeúnte ha aludido.
Eso lo refleja muy bien Antón Castro en el texto que escribió a modo de prólogo en la antología de Labordeta Mal de amor. Canciones [2] al referirse a sus años mozos, cuando en la década de 1950 participaba con su hermano Miguel y otros poetas en las reuniones de la Peña Niké de Zaragoza, cobijo de artistas, periodistas, escritores e idealistas, entre ellos Vicente Cazcarra (1935-1998), que más tarde sería secretario general del Partido Comunista de Aragón. Dice Antón Castro que José Antonio Labordeta “lucía ya bigote y la gallardía de un viejo campesino: cantaba alto y fuerte. Cantaba por todos: era voz, eco y estandarte. Era el profeta en el viento muy a su pesar, porque siempre se ha confesado inseguro de casi todo, un dudante que ni quería construirse una trayectoria ni sabía qué iba a hacer mañana”.
Sin embargo, J. A. Labordeta –un cascarrabias irónico, como él mismo se definió– jamás compartió las supuestas virtudes del comunismo, sino que acabó decantándose por un socialismo de algún modo utópico, sin la menor sombra de leninismo: de esas ideas nacería, primero, el Partido Socialista de Aragón (1976) y, más tarde, la Chunta Aragonesista, por la que fue elegido diputado en Madrid los años 2000 y 2004.
En el Congreso de los Diputados demostró sus firmes convicciones democráticas, que le llevarían a enfrentarse verbalmente, en marzo de 2003, con los parlamentarios del Partido Popular –entonces en el poder, con José María Aznar como presidente del gobierno– cuando desde los escaños de esa formación política empezaron a burlarse de él; lo hizo espetándoles tres palabras contundentes que se han hecho famosas: "¡A la mierda!" (es interesante a este respecto el artículo que publicó más tarde Juan Cruz en el diario El País; véase aquí ese artículo y aquí, el vídeo de la célebre intervención parlamentaria de Labordeta).
Viñeta firmada por Carlos Azagra, publicada por El Periódico
de Aragón, que alude irónicamente la intervención
de J. A. Labordeta en el Congreso de los Diputados
de Madrid el 5 de marzo de 2003 y, a la vez,
a su rechazo del régimen franquista.
de Aragón, que alude irónicamente la intervención
de J. A. Labordeta en el Congreso de los Diputados
de Madrid el 5 de marzo de 2003 y, a la vez,
a su rechazo del régimen franquista.
“¿Cómo y por qué se hizo cantante?”, se interroga retóricamente Antón Castro en el prólogo citado, y explica que cuando el rey Juan Carlos le preguntó de dónde le venía eso de ser cantautor, Labordeta le contestó, no sin ironía: “Ya ve, de cantarles a las chicas de la Sección Femenina en un alberge de Canfranc” [3].
El presidente del Gobierno de Aragón, Marcelino Iglesias,
deposita la Medalla de Aragón, a título póstumo, sobre
el féretro de José Antonio Labordeta en la capilla ardiente
instalada en la Palacio de la Alfajería de Zaragoza.
(Foto: EFE / Heraldo de Aragón)
deposita la Medalla de Aragón, a título póstumo, sobre
el féretro de José Antonio Labordeta en la capilla ardiente
instalada en la Palacio de la Alfajería de Zaragoza.
(Foto: EFE / Heraldo de Aragón)
Poco más añadirá el transeúnte en esta crónica de urgencia: sólo transcribe los versos de tres de las canciones más populares de José Antonio Labordeta [4], convertidas por los aragoneses en auténticos himnos a su áspera tierra, acompañados de enlaces a sus respectivas audiciones.
Albada [audición]
Adiós a los que se quedan,
y a los que se van también.
Adiós a Huesca y provincia,
a Zaragoza y Teruel.
Esta es la albada del viento,
la albada del que se fue,
que quiso volver un día
pero eso no pudo ser.
Las albadas de mi tierra
se entonan por la mañana,
para animar a las gentes
a comenzar la jornada.
Arriba los compañeros
que ya ha llegado la hora
de tener en nuestras manos
lo que nos quitan de fuera.
Esta albada que yo canto
es una albada guerrera,
que lucha porque regresen
los que dejaron su Tierra.
(De Cantata para un país, 1979)
Banderas rotas [audición]
He puesto sobre mi mesa
todas las banderas rotas,
las que nos rompió la vida,
la lluvia y la ventolera
de nuestra dura derrota.
Rota permanece aquella
que levantamos al cielo
pensando que la justicia
crecería como un vuelo
de gaviotas en el mar
y vimos cómo al final
sólo nos quedó el recuerdo
de un mástil desarbolado
y unos jirones de tela
rotos por el vendaval.
He puesto sobre mi mesa…
Rota permanece aquella
que ponía libertad
y que aupamos convencidos
que al terminar la batalla
ésta íbamos a ganar;
pero todo fue una amarga
e inútil desesperanza
cuando vimos que las huellas
de los grilletes dejaban
duras marcas sin borrar.
He puesto sobre la mesa…
(De Trilce, 1989)
Canto a la libertad [audición]
Habrá un día en que todos
al levantar la vista
veremos una tierra
que ponga libertad.
Hermano, aquí mi mano,
será tuya mi frente,
y tu gesto de siempre
caerá sin levantar
huracanes de miedo
ante la libertad.
Haremos el camino
en un mismo trazado,
uniendo nuestros hombros
para así levantar
a aquellos que cayeron
gritando libertad.
Habrá un día en que todos…
Sonarán las campanas
desde los campanarios
y los campos desiertos
volverán a granar
unas espigas altas
dispuestas para el pan.
Para un pan que en los siglos
nunca fue repartido
entre todos aquellos
que hicieron lo posible
para empujar la historia
hacia la libertad.
Habrá un día en que todos…
También será posible
que esa hermosa mañana
ni tú, ni yo, ni el otro
la lleguemos a ver;
pero habrá que empujarla
para que pueda ser.
Que sea como un viento
que arranque los matojos
surgiendo la verdad,
y limpie los caminos
de siglos de destrozos
contra la libertad.
Habrá un día en que todos…
(De Recuento, 1995)
[1] José Antonio Labordeta: Hundiendo en las palabras la huella de los labios. Poesía y canción. Edición literaria de Mario Ruiz Arganda. Tarazona, Olifante, 2010.
[2] José Antonio Labordeta: Mar de amor. Canciones. Edición de Antón Castro. Tarazona, Olifante, 2010.
[3] La Sección Femenina fue una rama del partido Falange Española (el único tolerado por el régimen franquista, ya que era afín a su ideología), creada en 1934 por Pilar Primo de Rivera, hermana del fundador de la Falange, José Antonio Primo de Rivera, y oficializada por el general Franco en 1937 para crear el Servicio Social de la Mujer, equivalente al servicio militar obligatorio para los hombres. Todas las jóvenes españolas debían pasar un período de instrucción en dicho Servicio para convertirse en “buenas patriotas, buenas cristianas y buenas esposas”. Esa obligación quedó derogada en 1977. En la localidad pirenaica de Canfranc, al norte de Aragón, había uno de los numerosos albergues destinados a las muchachas que cumplían el “Servicio Social”.
[4] Las letras de estas canciones están reproducidas de la edición de Antón Castro antes mencionada.
Haced clic sobre las imágenes para ampliarlas.