Cuando cada amanecer veo el mar renazco a la vida, al mundo, a la tierra y a sus contornos... Permanezco, eso sí, como ido, como perplejo, como inesperado: quieto. Al poco, asombrado aún de su enorme muchedumbre, me voy recomponiendo lentamente ante tanta hermosura, infinita y profunda, y me lleno de vida: como si empezara a vivirla de nuevo...
Son las cosas del mar; son los asuntos que se trae y lleva la naturaleza por estos lares, ese prodigioso mundo que llamamos nuestra tierra; donde habito y donde crecen los días de mi vida de una manera inevitable, camino del último, ojalá inesperado...
Porque este es el gran misterio de la vida: tanto luchar por ser algo, alguien; tanto sufrir para sobresalir en algo, en alguien; tanto soliviantar para destacar en algo, en alguien; tanta desdicha para ser algo, alguien..., cuando sólo hay una certeza: al final seremos todos iguales en el aire.
Vida
A Paula Romero
Después de todo, todo ha sido nada,
a pesar de que un día lo fue todo.
Después de nada, o después de todo
supe que todo no era más que nada.
Grito «¡Todo!», y el eco dice «¡Nada!»
Grito «¡Nada!», y el eco dice «¡Todo!»
Ahora sé que la nada lo era todo.
y todo era ceniza de la nada.
No queda nada de lo que fue nada.
(Era ilusión lo que creía todo
y que, en definitiva, era la nada.)
Qué más da que la nada fuera nada
si más nada será, después de todo,
después de tanto todo para nada.
De "Cuaderno de Nueva York" 1998
JOSE HIERRO
Son las cosas del mar; son los asuntos que se trae y lleva la naturaleza por estos lares, ese prodigioso mundo que llamamos nuestra tierra; donde habito y donde crecen los días de mi vida de una manera inevitable, camino del último, ojalá inesperado...
Porque este es el gran misterio de la vida: tanto luchar por ser algo, alguien; tanto sufrir para sobresalir en algo, en alguien; tanto soliviantar para destacar en algo, en alguien; tanta desdicha para ser algo, alguien..., cuando sólo hay una certeza: al final seremos todos iguales en el aire.
Vida
A Paula Romero
Después de todo, todo ha sido nada,
a pesar de que un día lo fue todo.
Después de nada, o después de todo
supe que todo no era más que nada.
Grito «¡Todo!», y el eco dice «¡Nada!»
Grito «¡Nada!», y el eco dice «¡Todo!»
Ahora sé que la nada lo era todo.
y todo era ceniza de la nada.
No queda nada de lo que fue nada.
(Era ilusión lo que creía todo
y que, en definitiva, era la nada.)
Qué más da que la nada fuera nada
si más nada será, después de todo,
después de tanto todo para nada.
De "Cuaderno de Nueva York" 1998
JOSE HIERRO
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