Cada 11 de septiembre necesito proclamarlo: nunca fui nacionalista ni lo seré jamás...
En la nación que nací había restos de sangre cruelmente violentada, miedo y silencios de supervivencia. Y cárcel, y miseria, y rencor.
Pronto supe que el nacionalismo era la forma territorial del egoísmo humano frente a los otros. La vida, mi gente, mi educación, mis lecturas, me llevaron pronto a una actitud y a una visión solidaria de ver y estar en el mundo. Y así, siempre condené las fronteras, ese invento de los hombres poderosos para sobrevivirse frente a la barbarie de la selva...
Y si nunca fui nacionalista conforme al estado-nación del pasado y presente, menos aún lo soy respecto de los nacionalismos periféricos, más allá del amor a la tierra que me vio nacer y donde toda una memoria individual y colectiva, eso que somos en esencia.
Claro que, también la historia nos dice que los nacionalismos periféricos responden siempre a un mal encaje en el otro nacionalismo del estado-nación... Y, curiosamente, siempre han sido -y muchos los son aún hoy- democráticos, defensores de la democracia, cosa que el estado-nación de nuestro pasado siglo no puede decir lo mismo: el centralista, el histórico nacionalismo español, muy pocas veces ha sido democrático en toda su historia... En cualquier caso, el deseo de ser otro estado-nación independiente, no sólo es la solución sino que es más de lo mismo: supremacismo, egoísmo, fronteras frente a los demás...
Para terminar, lo que nunca entenderé ese imposible del nacionalismo de izquierdas. Si algo es la izquierda es internacional, en el sentido de que es imposible el cambio de sistema económico y social en un sólo país. Y aquí reside parte del gran fracaso de la izquierda mundial, en querer implantar sus ideas en pequeñas partes del mundo cual las naciones donde ha gobernado por ciclos concretos...
Hago estas reflexiones en el día de una nueva Diada catalana, en el día de un nuevo aniversario del golpe de Estado de Pinochet en Chile y en el día de otro aniversario cruel, cual el del ataque a las Torres Gemelas de N.Y. Ejemplos claros de diferentes barbaridades en nombre de algo que nada tiene que ver con el hombre libre y digno que reivindico en un mundo sin fronteras y sin banderas... Porque la solución del mundo sólo sería posible con un gobierno democrático mundial, donde se regulen los derechos de todos sus ciudadanos a la alimentación, a la vivienda, a la educación y a la cultura.