Quinto tomo de la etapa Waid, que de la mano de Panini recopila los últimos números del tercer volumen americano del personaje, y lo deja listo para un nuevo relanzamiento a cargo del mismo equipo creativo: Mark Waid, Chris Samnee y Javier Rodriguez.
Superhéroes e identidad secreta.
Si uno piensa en el genero superheróico el tema de la dualidad, de la identidad secreta ha tenido siempre (o casi) un peso fundamental en el mismo, incluso las excepciones (4F) destacaban por eso, por ser excepciones que se mostraban así como revolucionarias. Cuando Bendis y Maleev decidieron que la identidad secreta de Daredevil se hiciese publica, a la vez que Matt por pura fuerza de voluntad lo negara y luchara contra la revelación con todos los medios legales a su disposición, dieron un paso valiente y trazaron una historia relevante para el personaje y su entorno. Cuando no cerraron la historia ni dieron una salida salida definitiva al tema, en un sentido o en otro, condicionaron por completo el futuro del mismo.
Pese a todo dejar el tema de la identidad secreta de Daredevil colgando parecía, al principio al menos, algo positivo: se desterraba la idea de etapa-estanco tan común en los últimos años en Marvel, un concepto según el cual cada nuevo equipo creativo olvidaba lo que había hecho el anterior y se dedicaba a contar su historia y de paso se dejaba un cabo suelto de gran potencial que los futuros equipos creativos podían llevar por múltiples direcciones. El paso del tiempo ha venido a demostrar que tal vez no fuera tan buena idea. El que la identidad de Daredevil fuera semipública había abierto la caja de los truenos y era algo que no se podía deshacer con facilidad. Habida cuenta del tono de la serie y el carácter del personaje soluciones “fáciles” del estilo pacto con Mefisto (Spider-man) o maquina que hace olvidar todo (Iron Man) estaban totalmente descartadas, con lo que la única solución parecía consistir en tirar adelante como buenamente se pudiera con un status quo de difícil resolución.
Cogiendo al diablo por los cuernos.
Cuando Mark Waid llego a la colección, acompañado primero por Paolo Rivera y Marcos Martin y más tarde por Chris Samnee y Javier Rodriguez, el personaje venia de atravesar una época muy oscura, condicionado en fondo y forma por la decisión de Bendis/Maleev. Deseando darle un toque distinto, retornando sus raíces más heroicas y alejándose del noir imperante en los últimos años Waid opto al principio por historias ligeras, sin demasiada trascendencia en las que sin embargo el tema de la identidad secreta desvelada estaba siempre de fondo, como una barrera infranqueable, un peso ineludible, aunque afrontado no pocas veces con sentido del humor, con ese Matt con la camiseta de “No soy Daredevil” puesta o las continuas puyas sobre el tema con Kirsten McDuffie. Con todo, lo cierto es que la situación era algo que siempre estaba ahí y que no parecía poder resolverse, como una suerte de nudo gordiano que nadie se atrevía a cortar.
Poco a poco y a medida que Waid fue ganando confianza con el personaje y haciéndose con el control de la colección, el peso dramático fue ganado importancia (la cabra tira al momento y Daredevil es como es) sin perder nunca el trasfondo más netamente superherioco que Waid quería imprimir en la serie. Llegados a este punto (que se alcanzo sobre todo a partir del tomo anterior, El hombre con miedo) y para librarse de una vez del peso de pasado era necesario afrontar y resolver la pesada carga que el personaje arrastraba desde hacía ya tanto tiempo y precisamente eso es lo que pasa en este El camino del guerrero. Waid decide mirar adelante pero sin olvidar el pasado para de una vez por todas desatascar una situación en apariencia imposible, y como no podía ser de otra manera lo hace con valentía tomando tal vez el único camino que se podía tomar, pero que nadie hasta ahora se había atrevido a tomar.
Mirando al futuro.
Así las cosas el tomo se inicia cuando una subtrama que había estado de fondo en los anteriores números pasa ahora a primer plano: la amenaza de la racista Sociedad Serpiente y su infiltración en el sistema judicial de Nueva York. Para detenerlos Matt se vera obligado a afrontar decisiones que le pondrán contra las cuerdas en el peor momento posible y que le llevaran a tomar la única decisión que un héroe como él podría tomar: la de sacrificarse a si mismo por el bien común. Una idea muy “milleriana”, que por tanto va como un guante con el personaje y que aquí el guionista de Kingdom Come adopta sin dramatismos y sin alejarse un ápice del tono que ha querido establecer en la colección desde un principio.
Para tener la oportunidad de vencer a la Sociedad Serpiente, Daredevil contara con la ayuda de personajes tan dispares como Hank Pym, Elektra y el Doctor Extraño, lo que enlaza con la intención de imbricar más al personaje con el resto del Universo Marvel. Habrá de engañar a una renovada Legión de Monstruos a la par que se enfrentara con un enemigo clásico como es El Bufón, lo que de nuevo ahonda en el tono más aventurero que Waid ha establecido desde el principio. Todo para culminar en un final que ahora si, deja al personaje limpio de polvo y paja para afrontar un futuro que por primera vez en mucho tiempo se abre frente a él con esperanza. Y es que si bien es cierto que aún hay muchas dificultades en el camino (la mayor de las cuales es sin duda el estado de salud de Foggy) Matt se ha librado de hipotecas y puede empezar una nueva vida que estará una vez más regida por Mark Waid, Chris Samnee y Javier Rodriguez. No podemos imaginar manos más capaces.