Parece que la polémica está ligada a las últimas películas de DC, tanto al menos como a sus cómics... aunque ésa es otra historia. Y es que si The Dark Knight Rises dividió al fandom (y en menor medida al público en general), Man of Steel no le ha ido a la zaga.
El hecho de que Superman sea el primero de los superhéroes, no le ha garantizado ni mucho menos un lugar de honor en el actual boom del género en el cine, y eso que también en este campo Superman fue pionero con el magnífico trabajo de Richard Donner y el inolvidable Christopher Reeve a finales de los 70. Mucho ha llovido desde entonces y el fallido relanzamiento (a medio camino entre remake y secuela) de manos de Brian Singer en 2006, no ayudó precisamente a que el personaje recuperase su grandeza en la gran pantalla.
Símbolo para muchos de una era más inocente, la imagen de boy scout del personaje, su bondad esencial, su falta de un lado oscuro parecían hacer de Superman un personaje caduco en una era tan cínica y descreída como la que nos ha tocado vivir. La ausencia de una identificación generacional, como pueda ser el caso de Spiderman, otro héroe “luminoso” pero mucho más cercano, o el excesivo poder de un personaje que es un verdadero dios que camina en la Tierra, eran otras de las causas que parecían justificar el por qué desde la ya lejana Superman II el personaje no había conseguido consolidarse en la pantalla grande, pese a eso sí, su singular éxito en la pequeña, tanto en imagen real como en animación.
Llegados a este punto y con el ya mencionado precedente de Superman Returns parecía claro que si DC-Warner quería conectar de nuevo con el público tenían que hacer algo diferente y de ahí surge precisamente Man of Steel. Título que sin duda le viene al pelo, y es que este relanzamiento cinematográfico tiene no pocas similitudes conceptuales con el que el que John Byrne llevará a mediados de los 80 en el cómic, a partir de la miniserie llamada claro The Man of Steel. En su momento el trabajo de Byrne fue tan polémico como revolucionario y no pocos le acusaron de traicionar la esencia de Superman, algo que curiosamente también pasa en este film. El tiempo situó el trabajo de Byrne como uno de los mejores en la historia del personaje, es difícil conjeturar si eso sucederá con Man of Steel, aunque mimbres para ello no le faltan.
El que Nolan esté detrás del proyecto no es baladí, su particular (pero respetuosa en la esencia) visión del hombre murciélago le gano tantas antipatías como fervorosos seguidores, pero fue el brutal éxito de taquilla lo que le convirtió en referente del camino a seguir por DC-Warner: películas grandes, ambiciosas, con amenazas de escala global que ponían en jaque al héroe desde un punto de vista físico, pero también y tal vez más importante, desde un punto de vista moral. Tampoco es casual que David S. Goyer esté al frente del guión de la película. Un guión plagado de golpes de efecto, no exento de agujeros y que copia la estructura de Begins (aprendizaje y duda, huida, regreso y aceptación) pero adaptada a un Superman de naturaleza mucho más optimista (algo que nunca traiciona el libreto). Con esto y estando Nolan autodescartado la elección de Zack Snyder para la dirección tenía todo el sentido del mundo. Con experiencia en proyectos del estilo, con una clara personalidad visual y dotado de un extraordinario talento para narrar escenas de acción, Snyder parecía destinado a dirigir un proyecto colosal como sin duda es este Man of Steel.
Así las cosas lo que también parecía claro es que la BSO de John Willians no podía volver a usarse. Fue sin duda uno de los más graves errores de Returns. El Superman de Donner es tan mágico como irrepetible, es algo que ya se hizo y usando el fastuoso trabajo de Willians solo ibas a conseguir exacerbar la comparación con la película de Donner... y muy probablemente salir perdiendo. Hacía falta una nueva BSO y aunque la de Hans Zimmer no es tan buena como la de Willians (algo casi imposible) se ajusta a la perfección a lo que se necesita. Una BSO poderosa, llena de energía e identificable que recalcará un hecho clave: este no es el Superman de Donner, esto no son los 70, estamos en el siglo XXI y es hora de ser mucho más ruidoso. Algo que también se refleja en la elección del protagonista: el hipermusculado Henry Cavill que clava el papel (tal vez sea el aspecto en el que más coinciden críticos y fans de la peli) siendo muy distinto en cuanto a concepto mismo de Reeve o Routh.
Con estos mimbres se construye una película que ya desde el principio deja claro que va a seguir su propio camino, con un Krypton más cercano a la Pandora de Cameron que no al cristalino mundo que mostraron Donner y su gente. El Superman de Man of Steel es alguien que duda, que no sabe cómo será recibido por la humanidad mientras trata de encontrarse a si mismo dudando de su propia identidad, algo tan “nolaniano” como coherente con un Superman que todavía no es tal pero que ya muestra toda su nobleza y ganas de ayudar. Lo que muestra a la claras las diferencias con el Bruce Wayne de Begins. Y es que aunque la estructura sea parecida las situaciones son totalmente distintas, no hay odio ni deseos de venganza en Superman solo ganas de ayudar y dudas sobre si mostrarse a las claras por cómo sería recibido por la humanidad. Este primer tramo de película aunque mucho más calmado de lo que vendrá ya muestra quién está detrás de las cámaras. Snyder no tiene tiempo para el costumbrismo y la energía de su dirección, se ve casi desde el primer plano.
Tras la llegada de Zod y su gente la película se desmelena y entramos en una oda a la destrucción que pese a resultar por momentos excesiva (llega a sobrepasar al espectador) no deja de mostrar el talento de Snyder para este tipo de escenas. Todo se ve con una claridad expositiva digan de elogio que narra un combate que deja Metropolis reducida a cenizas. La batalla que recuerda en cierta medida a la de Miracleman y Kid Miraclemen (y no serán los únicos ecos de la película para con el trabajo de Moore) en la serie protagonizada por aquel, carece sin embargo de la valentía de ésta al negarse a mostrar la carnicería que supone para los simples humanos cuando los dioses chocan. En cualquier caso un espectáculo abrumador pero que viene a mostrar la ambición de una película que quiere ser grande y que aunque sin conseguirlo del todo tiene los arrestos de intentarlo. No es poca cosa en un genero que desde el triunfo de Iron Man y más allá de Nolan y Whedon parece empeñado en producir aventurillas sin verdadero interés y trascendencia.