Entramos en un piso “patera”,
también sus habitantes lo llaman así. En él viven 4 o 5 personas, no
conseguimos averiguar si algunos de ellos son familia. La mayoría chapurrean el
español, pero M, la persona que está enferma no habla nuestro idioma, por suerte
tenemos intérprete.
Todos son de Senegal y algunos de ellos nos miran con unos ojos
grandes en los que la vida fluye sin condicionales, o sea, ya. Llegaron a
nuestro país hace unos años, la vida aquí también es dura, pero es.
M tiene 50 años y padece un cáncer de pulmón en estadio IV.
Al pedirle el informe de su último ingreso comienza a sacar bolsas de tela con
papeles y otros enseres, en fin, su vida en cuatro bolsas y un monedero dorado
que guarda debajo de la almohada. Revuelve todo y busca sin saber a ciencia
cierta, me imagino, si somos de fiar. Al poco rato ya se lo cree, empieza a
confiar y su cuerpo se relaja, se inclina hacia adelante y se deja tocar sin
recelo.
Su compañero de piso A, familia o no, le traduce lo que
preguntamos y nos devuelve las respuestas cortas y concisas, precisas y normalmente
acompañadas por una sonrisa. Va a ser complicado manejar el tratamiento,
queremos iniciar morfina.
En eso estamos cuando se me rompe la tira de la sandalia que sujeta
el talón. Vaya faena! pienso. A se da cuenta al instante y se ofrece a
coserla. Saca un hilo fuerte y sentado en el suelo comienza la tarea. Al poco
rato me la devuelve, casi mejor que nueva. Me la pongo y me siento como Cenicienta
en una pequeña habitación a la que le haría falta un buen repaso.
Total, que iniciamos el tratamiento con dosis bajas de
morfina, pautamos las justas hasta la siguiente visita, dejándonos la piel en
intentar que entiendan su manejo y su utilidad.
Confiamos en ellos. Dentro de pocos días sabremos si hemos
hecho bien. Yo creo que sí, aunque el médico de primaria no lo tiene tan claro.
Ya veremos...
Cuando ya nos estamos yendo M murmura algo en voz baja. A.
nos traduce: “Sólo espero que lo que haya
después sea mejor que esto”.
El día que volvemos, M tiene menos disnea y nos recibe
tranquilo, incluso ayer salió un ratito a la calle. Observamos un buen
cumplimiento terapéutico.
Muchas veces es sólo cuestión de TIEMPO. Un poco más de tiempo para escuchar y dedicar a los pacientes
y cuidadores.