Hace un tiempo escribí cuatro líneas sobre un caso con el que empezábamos a trabajar. Ahora lo detallo y os cuento el final de la historia.
Se trataba de J., un paciente diagnosticado de Ca. de pulmón en estadío avanzado. En la primera visita nos recibió la esposa en el rellano de la escalera, diciéndonos que él no sabía nada y que no le dijéramos qué tenía porque no quería que sufriera más (vivían solos, no tenían hijos).
Cuando empezamos a preguntar al paciente (sobre cómo se sentía, síntomas, etc), siempre se adelantaba contestando ella, apenas dejaba hablar al paciente. Protegiéndole continuamente.
Al cabo de un rato, ella tuvo que salir ya que tenía cosas urgentes que hacer, y al irse ella, él comenzó a llorar y a decirnos que sabía que tenía un cáncer extendido y que le quedaba poco tiempo de vida, pero que por favor no le dijéramos nada a su esposa, para no preocuparla más (a veces él la oía llorar y no quería añadirle más sufrimiento, si ella sabía que él sabía...).
Guardamos el secreto a los dos (creo que si hubiéramos dicho algo, alguno de los dos se hubiera sentido traicionado, y por lo tanto desconfiado), nos arriesgamos aunque no disponíamos de mucho tiempo.
Poco a poco, en posteriores visitas nos fuimos ganando la confianza de ambos. Hablamos por separado con los dos (la enfermera con uno, yo con el otro, alternando) sobre la posibilidad de hablar con sinceridad, que la convivencia sería más fácil entre ellos (ya que discutían a menudo sobre tonterías, manifestando la impotencia y la rabia que cada uno asumía por separado), que podrían estar juntos haciéndole frente al problema, apoyándose mutuamente,... Y en una de esas charlas informales en casa, con su esposa, él empezó a preguntarnos, con mucha tranquilidad, acerca de su enfermedad, utilizando términos como tumor, cáncer, muerte,...y le fuimos contestando lo que él y ella ya sabían. Hubo silencios, lágrimas y mucha ternura.
Acabaron haciendo planes para un viaje ese mismo fin de semana, que habían ido posponiendo con no sé qué excusas. A las pocas semanas, el paciente falleció.
La esposa, en la visita de duelo, se definió “tranquila y en paz”.
"Tú importas porque eres tú, e importas hasta el final.
Haremos todo lo que podamos, no sólo para ayudarte a morir en paz,
sino para vivir hasta que mueras."
Cicely Saunders