Un seguidor de este blog, desde aquí le doy las gracias, me hizo llegar ayer este artículo del díaro El País ... está claro, nosotras lo comprobamos desgraciadamente todos los días... España suspende en paliativos.
Un informe internacional la sitúa en el puesto 26, sobre 40, en
'calidad de muerte'
La escasez de unidades especializadas, uno de los
grandes problemas
España no es un buen lugar para morirse. El acceso a cuidados
paliativos, la disposición de medicamentos para afrontar el dolor o los
recursos públicos destinados a atender las necesidades del final de la
vida dejan mucho que desear. Un informe internacional realizado por The
Economist Intelligence Unit, un grupo de estudio vinculado al semanal The Economist,
sitúa al país en el puesto 26 de 40. Reino Unido -con una nota de 7,9
sobre 10- es el primero de la lista, el mejor lugar del mundo en
atención al final de la vida. India (con un 1,9), el último. España
suspende con un 4,2.
El informe traza el índice de calidad de la muerte.
Una clasificación construida en torno a una serie de variables: la
provisión de unidades específicas de paliativos, el acceso a
tratamientos analgésicos, que existan políticas y fondos públicos
destinados a estos cuidados y la percepción social de la muerte. Y
España -el estudio analiza los países de la Organización para la
Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) más algunos invitados- no
sale bien parada. Su nota no pasa en ningún punto del aprobado raspado.
En disponibilidad de estos cuidados, por ejemplo, saca un 2,3.
El
informe pone el dedo en la llaga de una de las principales carencias
del sistema español: la escasez de unidades. En todo el territorio hay
disponibles unos 400 dispositivos de este tipo. Un número insuficiente
para atender a los más de 200.000 enfermos terminales que hay cada año.
Según la Sociedad Española de Cuidados Paliativos (Secpal) se
necesitarían, como mínimo, 200 más.
Y la atención domiciliaria se
lleva la peor parte. "Con los servicios que hay no se llega a atender a
todos los enfermos. Hay una gran carencia de recursos", insiste
Fernando Marín, médico de la organización Derecho a Morir Dignamente.
Precisamente el cuidado en el hogar es una de las bazas por las que
apostaba la Estrategia Nacional de Cuidados Paliativos de 2007. Un plan
que, sin embargo, apenas se cumple. Las competencias en esta materia
con de las comunidades, y hay algunas, como la Comunidad Valenciana o
Castilla y León, que ni siquiera tienen su propio plan.
A. A. no
tuvo acceso a esos cuidados. Este anciano de 89 años falleció en casa
sin haber recibido la asistencia paliativa que precisaba. Llevaba 25
años con una hemiplejia provocada por un ictus, pero su calidad de vida
era buena. "Daba paseos, tomaba la merienda con sus nietos", cuenta su
hija María. Hasta que, tras unos episodios de epilepsia y una supuesta
infección (no se llegó a hacer la prueba para confirmarlo) su estado se
agravó. La familia prefirió que se quedara en casa. "Estaba bien
atendido con personas que le cuidaban. En el hospital no iba a estar
mejor", dice María.
Pero desde que volvió a su cuarto, a su cama,
en los cuatro meses que permaneció en casa hasta su muerte, el médico
de la unidad domiciliaria de cuidados paliativos de la Comunidad de
Madrid solo le hizo una visita. "A pesar de las llamadas insistentes
solo conseguimos que viniera una vez. Y ni siquiera le recetó
medicación paliativa. Dijo que valía con los calmantes suaves que nos
habían indicado en el hospital", explica su hija. "Nos quedamos con
ganas de que le viera un profesional especializado. Mi padre no podía
tragar, al final nos costaba un triunfo que se tomara las pastillas.
Parece que en España, si eres viejo tienes que morir sufriendo. No hay
conciencia de dar paliativos. No puede ser que te mueras en las mismas
circunstancias que hace 50 años", argumenta.
La escasez de
unidades, de profesionales especializados hace que el caso de A. A., no
sea raro. El sistema no da abasto para atender a toda la población que
lo necesita. Una situación en la que incide el informe, que habla de
que el envejecimiento de la población y la cronificación de las
enfermedades provocará que cada vez más personas precisen estos
cuidados. Sobre todo en el hogar.
María Varela, coordinadora del
equipo de Atención Domiciliaria de Cuidados Paliativos del área 5 de
Madrid, sostiene que la situación ha mejorado mucho en los últimos
años. Aun así, reconoce que queda mucho por hacer. "Los pacientes piden
una atención extensa e intentamos cubrirla como podemos, porque aún se
está intentando implantar la atención 24 horas", dice. Y es, fuera del
horario de unidades como la suya, los enfermos se ven obligados a
recurrir a Urgencias, donde no siempre hay especialización en
paliativos.
Para Varela, sin embargo, el sistema adolece
fundamentalmente de una falta de recursos sociales: "Se necesitan más
trabajadores sociales y también psicólogos en las unidades a
domicilio". Un equipo normal de atención domiciliaria en la Comunidad
de Madrid está formado por un médico, un enfermero, un auxiliar de
enfermería y un trabajador social dos días a la semana.
Una
dotación -a la que ni siquiera todas las regiones llegan- con la que
los cuidados domiciliarios en España no alcanzan a jugar el rol de
"pieza fundamental" del sistema, tal y como debería ser, según el
informe. Y es que los recursos de atención en el hogar, además de
beneficiosos para el paciente, son más económicos para el sistema que
el cuidado hospitalario, según el estudio. Opinión que comparten Marín
y Varela.
En cualquier caso, el problema no es solo de España.
Tener una buena atención para el final de la vida sigue siendo
asignatura pendiente en muchos países. Hasta ahora la medicina se ha
preocupado sobre todo por curar enfermedades; olvidando que las
condiciones del fallecimiento también son importantes.
En la
clasificación del informe España aprueba (aunque por los pelos) en dos
puntos: calidad de la atención ofrecida y entorno sanitario, es decir,
todos los servicios relacionados con la atención al final de la vida.
El informe menciona el caso de Cataluña, una región, dice, "conocida"
por tener un "exitoso" programa que financia el Gobierno regional. Sin
embargo, afirma el documento, cuando se trata de la financiación de los
cuidados terminales, los Gobiernos no siempre son la principal fuente.
Hay una amplia gama de modelos, desde el apoyo de la Iglesia al
sustento de otros fondos de ayuda social. En España, como en muchos
otros países, prima un modelo híbrido. Si ahora con la financiación de
entidades privadas apenas se da abasto. Sería imposible hacerlo sin
contar con esas decenas de centros o unidades de atención concertadas.
El texto de The Economist
critica también que aún haya tabús en torno a la idea de morir. Algo
con lo que hay que acabar. "Hay que lograr que a partir de ahora morir
bien sea un objetivo que se pueda cualificar. Que un hospital no solo
diga que es líder en trasplantes sino que diga además que en su centro
la gente muere bien. Las personas fallecen, es inevitable, así que
procuremos que lo hagan en las mejores condiciones posibles", razona
Marín.
En cuanto al acceso a medicamentos para atajar el dolor,
España no está mal. En este caso, el grupo de estudio no realiza una
clasificación ni examina con nota. Sin embargo, da cuatro estrellas de
un máximo de cinco al país. La disponibilidad de fármacos como la
morfina u otros opioides es cada vez mayor. Los prejuicios de los
médicos para recetarlos y de los propios pacientes a recibirlos son
cada vez menores. "La situación ha mejorado mucho en los últimos años",
asegura la médico María Varela. Un panorama que contrasta de raíz con
países como India, donde la dureza de la legislación para las drogas
hace que ni siquiera se pueda acceder a estos fármacos en grandes
hospitales.