Estacionó
y bajó de su moto. Ni siquiera el
viento en la cara pudo hacer que se olvidara de ella. Había conducido por
horas, y a una velocidad poco recomendada. Sin rumbo, sólo con la imagen de su
rostro por delante. Una vez había leído: “El alma libre es rara, pero la
reconoces fácilmente cuando la ves.” Y él la había reconocido. En medio a toda
esa gente, y a pesar de su hermoso antifaz...
él la había reconocido.
No dudó un
segundo; y, aún si la fiesta estaba terminando, fue tras ella.
¿Qué debo
hacer para conseguir tu número de teléfono?
–le susurró al oído.
¿Apuntarme
con un revólver, tal vez? –respondió
irónicamente ella, alzando una ceja, provocándolo.
No
corazón, quiero que tú me entregues todo por tu propia voluntad. –le dijo muy
seguro de sí mismo.
De repente
imaginó la habitación de ese hotel que tanto le gustaba a unos pasos de allí,
con vista al Canal Grande. La suite, con la bañera en un ángulo. Luz tenue y música suave. En la mesilla, las esposas y la vela. Y sobre la cama, ella. Donde pudiese observarla... domarla... poseerla... amarla. Donde ella se concediera
a cada uno de sus juegos; a cada una de sus perversiones; a cada uno de los
placeres que él sabría darle.
Tan
absorto estaba en sus fantasías, que no se percató de haber sido rodeado por
sus amigos y que lo habían separado de ella. Sin saber siquiera quién era; sin
saber dónde estaba. Esa sería su cruz,
haberla finalmente encontrado, y perderla antes de tenerla.
...
No podía
sacarse esa voz de la cabeza. Había durado un instante, pero cuanto servía para
sacudirle todas las certezas. Aún no se explicaba, ni le perdonaba, que se haya
alejado sin más, amigos o menos. Preguntó quién era, pero nadie le dió una
respuesta concreta.
Caminaba
por la calle sin saber muy bien dónde iba. Jugando y haciendo girar la llave de su departamento en la mano. Y
sin dejar de darle vueltas a la piruleta
en su boca; cuando lo vió. Bajaba de una moto, y lo reconoció. Sin pensarlo se
le acercó, no dejaba de mirarlo.
3581119304...
–le dijo mientras se le paraba delante. Por si aún te interesa...
Sonrió de
lado, y la tomó por la cintura, sujetándola a su cuerpo. Las almas libres eran
raras, pero él la había reconocido, y ella a él. Ahora se habían encontrado y
no volverían a perderse.
(Este relato fue escrito para la iniciativa de Ginebra propuesta en su blog Variétés.
Luego es ella quien hace un estupendo trabajo de edición y presentación,
que te invito a verlo aquí
y comentar en este maravilloso Paraíso de Letras que ha creado para cada uno de nosotros.
Gracias Gin... de verdad, muchísimas gracias por tanto y tanto que nos brindas.)