Terminaba
el año y ella estaba como al inicio, o peor. No, peor no. No se podía estar
peor que como comenzó. Al principio, como casi un cuento de hadas, todo era
mágico, especial. Después chocó con la realidad, y fue más o menos como hacerlo
contra un camión a 150 kilómetros por hora... a un sapo le hubiese ido mejor,
la muerte hubiese sido instantánea. Pero ella nunca fue tan afortunada; sin embargo, igual que en una película de zombis, se levantó y, como solía hacer cada vez
que el corazón se le fragmentaba, se llenaba de cosas a realizar. Tareas con
las que cumplir, compromisos varios y, obviamente, una infinidad de buenos
propósitos.
Con las tareas podría decirse que había cumplido, al igual que con
los diferentes compromisos. En cuanto a los propósitos... eso ya era un tema
aparte.
Por comenzar lo de la dieta y el gimnasio. Ella había llegado a la
conclusión que la teoría de que todo lo que sube, baja; no se aplicaba a su
persona. Lo único que bajaba era ella de la balanza, porque por el resto... No
se detuvo tampoco demasiado en ello, al final había aprendido a aceptarse tal y
como era.
El segundo propósito era ahorrar dinero para hacer una de las
cosas que más amaba, viajar. Y ahí iba otra teoría a la basura, justo esa que
dice que el dinero va y viene, porque el de ella sólo iba... y vaya a saber
Dios dónde. Por lo cual al único lugar que viajó, fue al trabajo, a casa de
alguna amiga, y obviamente al gimnasio, porque si algo no se podía decir de
ella, era que no poseía perseverancia. Es que en el fondo, esperaba de
triunfar, en qué no sabía, pero triunfar.
Y por último se había propuesto, que si para fin de año no conocía
a nadie interesante, y que la supiera enamorar, pues basta, serenamente se
dedicaría a su gato, a su profesión, a sus amigos y, si alguna vez cambiaba la
suerte, a viajar. Pero como era fácil de suponer, ¿dónde encontraría a alguien,
si se la pasaba de compromiso en compromiso, si siempre estaba ocupada?
Y allí estaba, el último del año aún en la oficina. Su familia ya
la conocía y habían desistido hace mucho tiempo de insistirle en que festejara
con ellos. Pero su amiga, no. Su amiga no se rendía, por lo que la llamaba cada
media hora para saber cuándo llegaba. Y es que seguro quería presentarle a
alguien, todavía más desesperado de lo que la creía a ella, y asegurarse así
que su buen propósito de la soltería elegida no se cumpliera.
Por la enésima vez miró la hora en la pantalla de su celular. Terrorífico;
ya las 20:00. Con suerte si salía ya, en una hora estaría en casa. Ducha veloz,
cambiarse y maquillarse, nada de especial, simplemente para no hacer pasar
vergüenza a su amiga; y estaría lista. Llamó al ascensor y mientras observaba
su reflejo en las puertas espejadas. Sólo pensó que si existían los milagros,
ella tendría necesidad de uno. Entró en ese minúsculo espacio sorprendiéndose
de encontrar a alguien más.
Buenas noches... –saludó él con media sonrisa.
Hola, buenas noches... –respondió ella sin dejar de fijar el espectacular
azul de los ojos de él.
Cuando se dió cuenta, apartó rápidamente la mirada, sintiendo como
su rostro prendía fuego. Pensó una vez más que definitivamente su rueda de la
fortuna estaba estaba pinchada. Se esforzó en pensar en otra cosa, cuando se
escuchó un extraño ruido y el ascensor se detuvo entre un piso y el otro.
Pánico.
Tomó su móvil del bolsillo; inútil, no tenía señal. Entonces
finalmente alzó la vista y observó al hombre que estaba con ella allí. Sonreía,
no dejaba de hacerlo. Se sentó y comenzó a sacar cosas de una bolsa que llevaba,
mientras la miraba.
¿Qué haces? –no pudo evitar preguntar.
Creo pasaremos fin de año aquí, ¿por qué no festejar, entonces? –respondió
él, y le ofrecía su mano para que ella también se sentara.
¿Bromeas; no es cierto? –irónica como siempre cuando estaba
nerviosa.
No... –dijo él poniéndose de pie nuovamente. Eramos los únicos en
el edificio; son las 20:15 del último del año; aquí los móviles no tienen
señal; no sé a ti, pero a mí nadie me esperaba, por lo cual no se preocuparán
hasta mañana –con suerte, pensó en ese momento- por dónde estoy; y...
Ella lo escuchaba sin salir de su asombro, pero a la vez estaba
encantada. Sus ojos; su boca; su voz. No pronunciaba ni una palabra, no le
salían.
...había pedido un poco de sushi al restaurant de aquí abajo y una
botella de champagne que pensaba degustar solo. –agregó él, acercándose a ella,
haciéndole subir la temperatura. Y ahora el destino ha querido que termine y
comience el año con una bella mujer... ¿Cómo negarme a mi buena suerte?
Comenzó a reír, y él lo hizo con ella. Eran muchos años que no
recordaba terminar y comenzar un año tan bien. Y esta vez, a medianoche, su
único propósito fue, no hacerlos, y tomarse la vida como viene... y eso incluía
los besos de él y lo que sucedió luego...
Es el número 52: Describe una situación cómica que transcurra en el último día del año.)