Carnaval, yo adoro el Carnaval. Yo adoro nuestro Carnaval,
sí porque es nuestro y en Venecia. Me encanta nuestra forma de festejarlo,
jugar a ser dos desconocidos que se ven…, se gustan…, se seducen…, se
conquistan. Este
año fue maravilloso…, y único…, decididamente único.
Llegamos el sábado y como habíamos planificado el todo
con bastante anticipación conseguimos una habitación en Palazzo Contarini. Lo
que fue el primer sueño hecho realidad de este largo fin de semana.
En el día nos dedicábamos a recorrer las diferentes
muestras y exposiciones, por las noches, ya con nuestros trajes típicos,
cenábamos en algún restaurant, y luego a pasear por las callecitas.
Cruzando puentes y besándonos en cada uno de ellos, hasta que no podíamos
más y volvíamos a la habitación para hacernos el amor por horas.
Era todo perfecto…, demasiado. Por eso cuando se le
ocurrió cómo quería pasar la última noche, no tuve objeción, el broche de oro
para el mejor Carnaval de todos los tiempos. Cenaríamos en nuestra habitación, y luego, como cada noche, saldríamos con nuestros trajes y máscaras, pero cada
uno por su lado. Yo iría a tomar un café en mi lugar preferido, y él me
encontraría después, probando a seducirme. De ahí en más sólo pronunció la palabra sorpresa con tal malicia que hizo me mojara al instante.
Martedì grasso,
había estado todo el día pensando en esa noche, y finalmente había llegado. El
traje con su falda larguísima azul profundo, el corset ajustado al máximo (casi
ni podía respirar) la máscara plateada, y la infaltable capa negra. Nos
despedimos con un casto beso en la puerta del hotel, y yo me dirigí hacia
Piazza San Marco, obvio. Mi lugar favorito es el “Florian”, sin importar
que un café cueste cinco veces más que en cualquier otro sitio. Al llegar
comprobé que estaba lleno como de costumbre, por suerte siempre hay un
caballero dispuesto a hacerle lugar a una dama. Me senté y pedí mi café “corretto
Bailey’s” y
me entretuve conversando con los desconocidos con los que compartía la mesa,
esperando verlo aparecer.
Había pasado una hora y nada. Tuve miedo que no me
hubiese notada, por lo que decidí salir a buscarlo. Algo al cuanto difícil pensando a
la cantidad de gente que había. Una vez fuera lo ví, estaba detrás de una de
las columnas, había estado observándome todo el tiempo…, y eso ya me había
excitado. En vez de ir a su encuentro, le pasé delante, ignorándolo. Me dirigí
hacia la Basílica de San Marco para llegar al hotel desde atrás, sabía que él
me seguía. A medida que avanzaba, las calles iban siendo más
desiertas. No lograba verlo pero lo sentía, mi piel se erizaba sabiéndolo
detrás. No sé por qué, pero llegué hasta los arsenales, y fue ahí que sin darme
tiempo a girar, lo sentí a mis espaldas. Me rodeó la cintura con un brazo y con la
otra mano tapó mi boca, suave pero decidido. No pronunció palabra,
sólo escuché un "shhh…”. Inmediatamente luego, con la cara me corrió el pelo
y apoyó su boca en mi cuello, dejándome un camino de besos hasta el lóbulo de
la oreja …la humedad de sus labios me quemaba …mis pezones ya se habían puesto
duros y rígidos como misiles …no pude evitar pasar mi lengua por la mano que
cubría mi boca, estaba excitadísima…, él metió un dedo dentro ella y se lo
succioné como si fuera su miembro…. el brazo que me sujetaba la cintura
ya había alzado mi falda y su mano jugaba en mis húmedos pliegues…,
sus dedos mojados por mi saliva empezaron a jugar con mis pezones, los pellizcaba, los estiraba, dolor y placer con el mismo
toque…, por todo el tiempo su boca no había dejado mi cuello, lo besaba, lo
lamia, lo mordía…, sentí su sexo, duro, erguido, sobre mi culo…, y sin más, me
sujetó por las caderas y me penetró, una embestida tan fuerte que tuve que
sujetarme del barandal, tuve miedo de caer en el canal…, creo que sintió mi
temor, porque por toda respuesta se acercó a mi oído y volvió a susurrar "shhh…”. Sus embestidas eran tremendas, parecía como que en
cada una quería ir más adentro…, al notar que continuaba a sujetarme, sus manos
pasaban de mis caderas al seno, me pellizcaba el culo y luego las tetas, sin
dejar de empujarse dentro mío…, podía sentir todo mi ser ajustarse a su pene,
sentía como estaba a punto de explotar, y yo lo haría junto a él…, sentí su
aliento en mi nuca, mientras mis gemidos ya estaban fuera de control…, sus
manos apretaron una vez más mis pechos y sentí, como con un golpe certero de
sus ingles, su semen inundaba mi cuerpo, en el preciso instante que mi orgasmo
se derramaba sobre él.
Poco a poco los espasmos de ambos se fueron calmando,
y él suavemente se retiró de dentro mío, no sin antes besarme el hombro
izquierdo. Casi no lograba moverme, continuaba a sujetarme con una mano, no confiaba en la fuerza de mis piernas en ese momento, y con la otra mano me acomodé
el traje. Le dije: -Amor,
siempre fantaseamos con hacerlo en una de estas callecitas pero no creí
llevarlo a la realidad… Me giré y ya no
estaba, la cosa me sorprendió, hasta me molestó. Supuse me esperaría en el
hotel para el segundo round…, ya vería él qué significa dejarme sola después de
algo así.
Lamentablemente me equivoqué de pasaje y terminé dando
una gran vuelta, cuando llegué a la habitación habían pasado unos amplios veinte
minutos. Me encontré con él sentado en uno de los sillones, en pijama y con una
bolsa de hielo en la cabeza.
-¿Qué te pasó?,
pregunté al mismo tiempo que él exclamaba: -Finalmente llegaste!… No imaginás! Cuando nos
despedimos esta noche, hice cien metros y me
asaltaron…dos hombres que no pude ver. Me golpearon y se llevaron todo: billetera, réloj, celular y hasta la máscara! Y sin mi celular sabés que no
recuerdo tu número, por eso no tenía modo de avisarte… Me pasé las últimas tres
horas en la comisaría…, ¿y vos?, ¿qué hiciste todo este tiempo? -Nada…,
esperarte…, disfrutar los festejos del Martedì Grasso…Ahora me hago una ducha
y vuelvo, así descansamos.
Fui hasta el baño, me desvestí, y mirándome al espejo,
me quité la máscara…, aquella del Carnaval, obviamente.