Martín...
Martín... –continuaba a gritar Elena.
Nada.
Martín había vuelto al departamento hecho una furia, y había dejado a Elena
sola en mitad de la rambla. Bueno... en realidad no estaba sola. Se había
quedado con Alejandro. Eran amigos desde hacía años. Él la había conocido en su
peor momento y desde allí siempre estuvieron el uno para el otro.. Elena no
podía hacer a menos de él. Hacía parte de cada nuevo proyecto, de cada locura.
Pero esa noche, tal vez, había superado todos los límites.
Martín le
había dicho que estaba cansado y que deseaba volver al departamento; y ella que
no, que Ale quería hacerles ver el nuevo local, el bar que inaguraría en unos
días. Y ahora Martín se había ido y ella no correría detrás; decidió que
igualmente iría a ver este bar, ¿qué de malo podía haber en ello?
Caminaron
hasta el final de la rambla, conversando de cualquier cosa, simulando que todo
estaba bien. Ale tomó la mano de Elena y la detuvo antes de entrar. Le pidió de
cerrar los ojos, encendió todas las luces y entonces sí, le pidió que los
abriera. El rostro de Elena era aquello que él esperaba ver, era una mezcla de
emoción y admiración, se había iluminado y no dejaba de sonreír. Le hizo ver
cada rincón, cada detalle, le explicó que él se había encargado de todo, había
estado en cada cosa que se había hecho. Los ojos de Elena aumentaban su brillo
a cada palabra.
Ale fue
detrás de la barra e inició a preparar unos tragos, nada muy fuerte. Ella
probaba cada cosa que él le ofrecía, y comenzó a relajarse. Hablaban de todo, y de
todos... y obviamente de Martín.
No es
malo, al contrario... –decía Elena, a la que iniciaba a nublarse la mirada.
Pero a veces hace me desquicie con tanta seriedad.
Podría ser
un poco más cómplice. –provocó Ale, acercándose a ella.
Sí...
tienes razón... eso es lo que nos falta... –y la voz de Elena era casi un
murmullo. Complicidad...
Como la
que hay entre tú y yo... –dijo Ale mirándola fijamente y sujetándola contra la
barra para que ella no cayera.
Sí... tú y
yo somos un buen par... –le tocaba la punta de la nariz riendo. Un buen par de
amigos...
Tú y yo...
–la mano de él delineó su hombro hasta su cuello, acarició el perfil de su
mandíbula y la sujetó por el mentón. Tú y yo somos mucho más que buenos
amigos...
Y la besó.
Elena sintió el calor del cuerpo de Ale sujetando el suyo. Las manos de él recorrían
su espalda hasta perderse en su cintura. Ella había perdido toda razón y se dejó
llevar. Él la envolvía en un tortellino de éxtasis que hacía mucho tiempo
no probaba. Lo deseaba. Le quitó la camisa, pasando sus manos y uñas por su
pecho. Él desabrochó el vestido de Elena, dejándolo caer a sus pies y
deleitándose con su desnudez. La sentó en la barra para besarla en su más
profunda intimidad. Elena se arqueaba por él... para él. Sus gemidos inundaron el
local en el momento que la lujuría explotó en su cuerpo.
Elena...
Elena... ¡Elena! –gritó.
Ella se
despertó de golpe, sentándose en la cama y sin entender nada.
Martín... –balbuceó.
¿Qué pasó?
Nada...
qué Ale te ha traído esta madrugada porque te han caído mal esos tragos... –dijo
Martín con algo de desaprobación en la voz. Que tú no estás acostumbrada a
beber.
¿Ale me ha
traído? –preguntó sin poder quitarse ciertas imágenes al cerrar sus ojos.
Que sí,
que al final es un buen amigo... –mencionó Martín. Voy a prepararte un poco de
café.
Elena se
quedó mirando el vacío y en su cabeza sólo resonaba la voz de Ale diciendo: “Tú
y yo somos mucho más que buenos amigos...”.
Es el número 2: Describe una escena sensual con una pareja
que termina desnuda en la barra de un bar.)