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martes, 23 de junio de 2020

MAUSER C-96 2ª parte


Artillero posando con su C-96 de 10 tiros
Prosigamos. Llega la Gran Guerra y todos los fabricantes de armas se relamen de gustito porque saben que se van a forrar literalmente, y cuanto más dure la fiesta más ganarán. Veamos qué pasó...

Obviamente, el estallido de la contienda supuso otro pelotazo gordo para la Mauser, y no solo por sus fusiles, sino también por las pistolas que, curiosamente, aunque el ejército las compró por decenas de millares nunca fue un arma reglamentaria. Ese honor lo tuvo en exclusiva la P-08. No obstante, la escasez de armas cortas y la gran cantidad de ellas que se habían perdido en los campos de batalla hizo que, a principios de 1916, la Gewehrprufungs Komission (Comisión de Pruebas de Armamento) cursase a la Mauser un pedido de 150.000 unidades que, para evitar problemas logísticos con la munición, fueron recamaradas al calibre reglamentario del ejército, el 9 mm. Parabellum o 9 x 19 para los puristas. Esta variante era exactamente igual que la C-96 comercial, por lo que para diferenciarlas se les grabó un enorme nueve en cada cacha para que el personal no se despistara y metiera dentro lo que no procedía ya que, aunque esta partida procedía de un pedido oficial, ya desde el comienzo de la guerra había muchas C-96 circulando por el frente, bien en calibre 7,63 o 9 mm. Mauser. Para asegurarse, hasta lo pintaron de rojo y todo. 

Con todo, más de uno seguiría comprándolas a nivel particular de las existencias que hubiese en las armerías alemanas si bien la fábrica dejó de producir pistolas en los calibres comerciales mientras terminaba de cumplimentar el pedido, que obviamente no era cosa de dos días. En lo único que se diferenciaba a nivel mecánico era en el alza, que se rectificó en base al cartucho que iba a disparar y que estaba regulada desde 50 a 500 metros en fracciones de 50 pero, en lo demás, tanto la comercial como esta eran absolutamente idénticas. En la foto de la derecha podemos ver un ejemplar con el peine de 10 cartuchos preparado para cargar el arma (las de armazón para 6 disparos dejaron de fabricarse cuando empezó la guerra). En el detalle superior podemos ver el alza y en el inferior una muestra de los mediocres acabados de esta serie de armas, obviamente a causa de las prisas bélicas. Son claramente visibles marcas de mecanizados que, en circunstancias normales, habrían sido motivo para poner en la puñetera calle al fresador que perpetrase semejante felonía, pero como había que acabarlas lo antes posible se perdonaban estas chorraditas. Con todo, y a pesar de la bulla, cuando acabó el conflicto aún no se había podido cumplimentar la totalidad del pedido, habiéndose servido un total de 136.000 pistolas.

Puesto de un observador austro-húngaro armado con una batería de diez
C-96 de veinte cartuchos. Ignoro qué tipo de mecanismo idearon para ese
chisme, pero aunque solo disparasen cinco a la vez en cada salva ya era
mucho más que lo que podría hacer un italiano con un fusil normal
Pero la C-96 no solo combatió en las pútridas trincheras, sino también en el aire y, además, protagonizó la mayor paradoja del conflicto ya que sirvió en ambos bandos. En los comienzos de la guerra, cuando los aviones aún iban desarmados, se recomendaba tanto al piloto como al observador que llevaran encima un arma corta tanto para defenderse en caso de tener que tomar tierra por alguna avería o ser alcanzados por fuego enemigo como, llegado el caso, tener que liarse a tiros con otro avión adversario. Como puede que algunos recuerden, en las entradas donde se habló de los Zeppelines se mencionaba que los british (Dios maldiga a Nelson) usaban rifles exprés de caza africana para hostigarlos , y en los encuentros entre aviones ocurría algo similar. De hecho, uno de los primeros combates aéreos registrados apenas comenzada la guerra tuvo lugar en el norte de Francia con un Avro 504 pilotado por el 2º teniente Charles Wilson y con el teniente Cuthbert Rabagliati como observador. Se encontraron con un monoplano tedesco Etrich Taube y, en vez de largarse cada uno por su lado, que era lo habitual tras hacerse un corte de mangas, Rabagliati echó mano al Enfield que llevaba a bordo, mientras que el observador tedesco sacaba una C-96 y se pasaron un largo rato revoloteando como dos tábanos cabreados pegándose tiros. Como ya pueden imaginar, acertar con un fusil o una pistola a un avión en movimiento es dificilillo, pero el tedesco casi liquida al british arrancándole el lóbulo de una oreja de un balazo. Al final, un disparo del Enfield logró perforar el depósito de aceite del aparato alemán, que tuvo que tomar tierra y sus tripulantes fueron apresados.

Más aún, incluso cuando los aviones ya fueron debidamente armados con ametralladoras, se seguía recomendando a los pilotos que no volasen nunca sin un arma secundaria por si las máquinas fallaban o, simplemente, agotaban la munición. El Royal Flying Corps emitió en 1916 una circular titulada "Método de ataque a aviones hostiles en combate" en la que se recomendaba específicamente a los pilotos y observadores ir provistos de armas cortas, especialmente de la Mauser que podían adquirir en Londres de las existencias anteriores a la guerra. Y no solo los british las usaron, sino también los gabachos y los italianos si bien estos tuvieron más problemas para hacerse con una Mauser. Recordemos que los hijos de la brumosa Albión ya llevaban años haciendo uso de ellas durante sus excursiones a la India y África, donde se mostraron especialmente eficaces contra los bóers y los ciudadanos melaninos- antes negros a secas- que empezaban a hartarse se su presencia. A la derecha tenemos otro ejemplo, en este caso británico. Se trata de un Bristol Scout del 3er. Escuadrón del RFC con base en Saint-Omer, en 1914. En un costado vemos en un soporte cinco granadas de fusil que hacían las veces de bombas, y en la parte delantera un Enfield con la culata cortada sujeto con un armazón apuntando hacia abajo. Acertar de un disparo a otro avión con ese chisme debía ser toda una proeza, las cosas como son. Y como reserva para cuando el Enfield agotase sus diez cartuchos, en el detalle vemos una C-96 en su funda junto a la cabina. En fin, ya vemos lo internacional que fue la dichosa pistola...

El final de la contienda supuso en receso en la producción de armas. El Tratado de Versalles impuso además una serie de limitaciones en lo tocante a las armas cortas, que no podían llevar cañones de más de 10 cm. de largo y alzas graduables. Eso obligó al nuevo gobierno tedesco, la República de Weimar, a remozar el armamento de la policía y el birrioso ejército de cien mil hombres que les permitieron los aliados. Obviamente, el reciclado de las C-96 ya suponía al menos no dejar la fábrica parada ya que se echó mano de todas las existencias que había en aquel momento y fueron modificadas conforme a los nuevos baremos establecidos por el dichoso tratado. El la foto de la izquierda tenemos un ejemplo de la mutilación reglamentaria en una C-96 de 9 mm., donde apreciamos el acortamiento del cañón y la sustitución del alza regulable por una fija. Las armas que sufrieron este proceso fueron punzonadas con la fecha 1920. 

Tres variantes de la Bolo. De arriba abajo tenemos una de 10 disparos con
martillo de anilla pequeña, una de 10 disparos, martillo de anilla grande y
cachas de caucho y una de 6 disparos con martillo de anilla grande
Pero, como ya podemos imaginar, la Mauser no iba a estar mucho tiempo mano sobre mano porque un tedesco, si no tiene una guerra disponible, la busca donde sea. De entrada, para maquillar un poco su belicoso nombre comercial original, Waffenfabrik Mauser A-G, el 30 de mayo de 1922 lo cambió por Mauser Werke A-G (Talleres Mauser), que sonaba menos agresivo, pero eso no impidió que retomaran la producción comercial de la C-96 porque para eso había en el planeta mogollón de ciudadanos deseando asesinarse mutuamente y, de hecho, aún en plena derrota sus representantes comerciales seguían vendiendo armas. ¿Recuerdan la versión más compacta para oficiales con que acabamos la entrada anterior? Bien, pues esa pistola fue el germen que dio lugar a la que todos los aficionados conocen como Bolo, que a partir de 1921 vendieron como churros durante los violentos cambios de impresiones que los bolcheviques mantuvieron con el resto de rusos entre 1917 y 1923. La Bolo no era en sí una versión concreta ya que se fabricaron con distintos tipos de martillos, con cargadores para 6 y 10 cartuchos, y hasta con un tipo de cachas de caucho negro con una decoración de tipo floral o bien cuadrilladas. Básicamente, la única diferencia con el modelo para oficiales radicaba en la empuñadura, más curvilínea en la primera y más cuadrada en la segunda. Incluso se enviaron como Bolos pistolas recicladas con el cañón recortado para cubrir la demanda, generalmente a través de una firma suiza para despistar. De hecho, hasta se sirvieron bastantes unidades al mercado norteamericano provistas de cachas Franzite, una marca que en aquella época empezó a fabricar cachas de plástico con diversos acabados- generalmente cuadrillada en negro o imitando madera- y colores que podían adaptarse a un gran número de modelos comerciales. 

Fiodor Schuss, comandante de la caballería ucraniana
y mano derecha del comandante Nestor Mahkno.
En el costado derecho vemos una C-96
Naturalmente, la victoria bolchevique no supuso el cese de envíos porque allí estuvieron aún varios años dedicados al ajuste de cuentas, limpiezas, purgas y demás actividades lúdicas propias del comunismo, siempre tan integrador y dialogante con los que no opinan como ellos. En todo caso, estas armas siguieron en activo en el Ejército Rojo durante la 2ª Guerra Mundial, y hasta aparecen en esa emblemática foto en que las tropas soviéticas disparan al aire ante la cancillería del Reich tras ocupar Berlín. En cuanto al origen del término Bolo, hay teorías varias porque en ningún momento fue una denominación oficial del fabricante. La opinión más aceptada es que fue tomada de la forma con que los british denominaban a los bolcheviques, "bolos", así que nos quedaremos con esa. Con todo, durante la época de entreguerras no solo se suministraron armas a los rusos, sino también a los albaneses, yugoslavos y al IRA, que por aquel tiempo estaban a la gresca con los british con Éamon de Valera en plan libertador y tal, y eso que era de origen español. Durante esa década, aunque se la denomina "los felices 20", de felices tuvieron poco. El mundo aún arrastraba el desastre de la Gran Guerra, en Alemania la situación política y social era tremebunda, mogollón de grupúsculos nacionalistas aprovecharon el desplome de los Imperios Centrales para hacer de las suyas y, como guinda del pastel, los chinos también decidieron que era un buen momento para llevar a cabo una drástica regulación del nivel demográfico del país.

Chino nacionalista ejecutando a un fulano con una Mauser.
A la vista de la concurrencia debía ser cuñado de Mao por
lo menos
Así pues, durante esa década se enviaron miles de armas a China, curiosamente a través de una firma importadora japonesa, para que se dieran estopa a base de bien. Sin embargo, a finales de la misma empezaron a perder clientes debido a la aparición de la copias españolas que, al estar provistas de selector de tiro para fuego semi o automático, entusiasmó bastante a estos probos orientales, que así podían matarse más y mejor. Y, mira por donde, la Mauser no tenía en producción un arma de ese tipo aunque años antes ya habían patentado un modelo que no llegó a entrar en producción. Pero como tenían demanda de sobra tampoco se preocuparon, de momento, de que las armas hispanas más las copias que fabricaban los mismos chinos les robaran el mercado. 

Y en esto llegamos a 1930, año en que se llevó a cabo una revisión del arma y que fue la única ocasión en que su nombre original cambió (de las denominaciones de la C-96 hablaremos al final). Ojo, que nadie piense que volvieron la pistola como un calcetín, porque los cambios fueron más bien escasitos así que colijo que quizás lo hicieran por unificar en un solo modelo la producción y olvidarse de todas las versiones anteriores. Básicamente, los cambios más significativos fueron ante todo la implantación del llamado "seguro universal", un mecanismo asaz complejo que, permitía amartillar el arma y, caso de apretar el gatillo, el martillo quedaba bloqueado antes de alcanzar el percutor. Se activaba empujando hacia arriba, y se liberaba tirando hacia abajo. En el detalle vemos, tal como señala la flecha, las letras que llevaba grabada la palanca para saber si estaba echado el seguro. En ese caso se veía la letra S (sicherung, asegurado) y, de lo contrario, la letra F (feuer, fuego). En el detalle vemos ambas posiciones. 

Si al segundo chino se le ocurre disparar en ese momento tienen que ir a
Taiwan a buscarle el ojo. Coñas aparte, obsérvense en el tirador que aparece
en primer término la burda cartuchera de lona para los peines de 10 cartuchos
Por lo demás, se cambió la fórmula del pavonado para dar al arma un acabado azul más profundo, y se redujo el número de estrías de las cachas a solo 12. También se cambió el marcaje del arma, que retomó su antigua denominación. En estas pistolas aparecía la leyenda "Waffenfabrik Mauser Oberndorf A. Neckar" y, en algunos ejemplares, una línea epigráfica que ponía "D.R.P.u.A.P.", enigmático acrónimo que simplemente significaba algo así como "Registrada en Alemania y otras patentes". Al parecer se fabricaron algunas unidades con cargador removible que fue bautizada extra-oficialmente como modelo 711. Se fabricaron 150.000 unidades de este modelo, de las que la mayoría fueron enviadas a los chinos, que eran un verdadero agujero negro consumiendo cacharras de estas. En la foto de la derecha, tomada en Jaixing a principios de 1927, podemos ver una sección de tiradores de pistola pertenecientes a las tropas del mariscal Sin Chuanfang, el señor de la "Liga de las Cinco Provincias". Sin embargo, la invasión japonesa en 1937 dio por terminado el chollo asiático y, con ello, el principio del fin de esta emblemática pistola. Por cierto que los chinos apodaban a esta arma hézi pào, caja cañón, en referencia a las fundas-culatines.

Josef Nickl
Pero mientras que los nipones decidían si se presentaban sin ser invitados en Manchuria, la Mauser vio que era una tontería desaprovechar la demanda de pistolas ametralladoras con que sus competidores hispanos se estaban forrando. Aunque se atribuye el invento a la firma Unceta y Cía., al parecer Fidel Feederle ya había patentado en Estados Unidos un mecanismo ametrallador en 1921. Sin embargo, no era en modo alguno tan viable como la pistola española ya que carecía de cargadores extraíbles y de selector de tiro que, al parecer, se basaba en la forma de apretar el disparador. Imagino que sería un mecanismo similar al de, por ejemplo, nuestro subfusil Star Z-45, que si se apretaba en la moldura superior del gatillo funcionaba en semiautomático, y si se apretaba en la de abajo hacía fuego automático. Se como fuere, la cosa es que el diseño de Feederle no se tuvo en cuenta. En 1926 se construyó otro prototipo, esta vez con un selector situado en el costado derecho del arma y que se muestra en el Royal Armouries de Leeds. El selector está marcado con dos letras: E (Einzelfeuer, disparo único) y R (Reihenfeuer, disparo a ráfagas). Pero ninguno de estos proyectos pareció resultar viable, así que recurrieron a Josef Nickl, un cotizado ingeniero que trabajó en el Versuchabteilung, el taller experimental de la Mauser, dirigiéndolo en ausencia de Feederle a partir de 1910. 

La pistola de Nickl se patentó a toda prisa, se puso en producción y se sirvieron 1.000 unidades, todo a lo largo de 1931. Se fabricó en 7,63 Mauser, 9 mm. Parabellum y, al parecer, también en 7,65 Parabellum. A la derecha podemos ver el aspecto del arma. El alza, norma de la casa, venía graduada hasta los 1.000 metros en fracciones de 100. Y esta vez sí tuvieron en cuenta olvidarse de una vez de los peines, que fueron sustituidos por cargadores de 10 y 20 cartuchos. El selector podemos verlo en el costado izquierdo, donde aparecen dos letras: N (Normal, para tiro semiautomático), y R (Reihenfeuer, ráfaga). El botón de retenida del cargador aparece delante del guardamonte, en el costado derecho. Se fabricaron algo más de 4.000 unidades, pero la producción cesó porque no se consideraba seguro el mecanismo del selector de tiro. Un movimiento involuntario, un roce fortuito al desenfundar o cualquier otro incidente podía cambiar la posición de la palanca y ponerla en fuego automático, y con la tremenda cadencia de tiro podía vaciar el cargador en menos de dos segundos. Total, que el invento de Nickl pasó al baúl de los recuerdos.

Esta versión fue sustituida por un diseño de Karl Westinger, otro sesudo ingeniero que, cuando acabó la 2ª Guerra Mundial, fundó con Ernst Altenburger la archifamosa firma Feinwerkbau, dedicada a la producción de armas cortas y largas para tiro deportivo de élite. El diseño de Westinger no ofrecía muchas variaciones, pero sí un selector fiable al 100% . El arma fue patentada el 13 de abril de 1932 (no perdieron el tiempo, vaya...), y la pusieron en producción rápidamente. En el detalle podemos ver el selector, que en vez de una palanca basculante consistía en una chapa triangular con un botón moleteado. Para cambiar la posición del mismo había que presionarlo- con el pulgar de la mano diestra era muy difícil salvo que se tuviera un dedo muy largo- y, manteniéndolo apretado, girar la chapa. O sea, que los incidentes que se podían dar con el modelo de Nickl eran virtualmente imposibles. Por otro lado, la recarga se podía efectuar de dos formas: cambiando el cargador o, si no había más disponibles, con el sistema tradicional de peines. Cuando el arma se quedaba sin munición el cierre se quedaba abierto, como ya sabemos. Al cambiar el cargador había que tirar levemente de la corredera para que se cerrase, y si se recargaba mediante peines se cerraba al retirar el clip. De este modelo se fabricaron casi 100.000 unidades entre 1932 y 1938. 

Dos desafiantes homicidas de las SS en un pozo de
tirador sobre el que vemos una Schnellfeuer lista para
hacer fuego
El último destino de estas pistolas fueron, ante todo, las unidades de SS y los Einsatzgruppen que iban limpiando el terreno de enemigos durante la 2ª Guerra Mundial. Considerando la deficiente contabilidad que, como comentamos en la entrada anterior, mantuvo la Mauser durante todo ese tiempo, se calcula que se construyeron unas 960.000 unidades de la C-96 y el modelo 1930, por lo que si añadimos las Schnellfeuer la cifra ascendería hasta, aproximadamente, 1.050.000 unidades si bien, repito, no es posible conocer la cifra con exactitud, y más si tenemos en cuenta que las partidas enviadas durante la inmediata posguerra iban en muchos casos de tapadillo para no mosquear a los aliados, por lo que las numeraciones no eran de fiar. Por cierto que los chinos, que como sabemos tenían sueños húmedos con las pistolas ametralladoras, tenían una peculiar técnica para disparar a ráfagas sin el culatín. Su elevada cadencia las hacía casi incontrolables salvo que se instalara ese accesorio, que no siempre estaba disponible, así que en vez de disparar empuñando el arma de la forma convencional la colocaban "tumbada" hacia la izquierda, o sea, con el dorso de la mano mirando hacia arriba. En ese caso, el retroceso no la elevaba, sino que hacía un movimiento de barrido hacia la derecha que era sumamente eficaz sobre todo para limpiar reductos o cuando se entraba en viviendas ocupadas por el enemigo. 

Ametrallador tedesco armado con una Mauser.
Obsérvese la cincha que lleva en bandolera para
transportar la máquina entre el tirador y el servidor
Bien, grosso modo esta es la historia de la C-96. Pero antes de terminar, veamos el tema de los nombres que recibió el arma.  Ante todo, debemos tener en cuenta que casi todos son denominaciones espurias modernas, creadas sobre todo por los coleccionistas para diferenciarlas. Para la Mauser no había diferencias entre una de martillo de cono o de anilla grande, todas eran iguales, y no se las diferenciaba por versiones o año de construcción. Inicialmente, cuando apenas empezaba su andadura, recibieron el nombre de Pistole 7,63 o P-7,63 en referencia al calibre. Así mismo, también aparecen documentadas como C-96, M-96 y M-1930. No obstante, C-96 se usaba raramente hasta que, a mediados del siglo XX y tras la guerra, se hizo más popular. También fue denominada como Armeepistole (Pistola militar), Rücklauf-Pistole System Mauser, en este caso por su descripción de arma de retroceso corto que figuraba en la patente inicial de 1896, Selbstlader-Pistole (pistola semiautomática) o Zehnlader-Pistole (pistola para diez cartuchos), estas dos últimas empleadas solo en el siglo XIX. En cuanto a la ametralladora, se le llamó indistintamente M712 y Schnellfeuer (tiro rápido). Pero, repetimos, todas estas retahílas de nombres no fueron nunca asimilados de forma oficial por la marca, que genéricamente las llamó ante todo M-96 y M1930, aparte de la M-712. Ahora bien, todas las variantes como M1920, M711, M1902, M1912, etc., más las "Nueve Rojo" o "Red Nine", martillo de cono, martillo de anilla grande, martillo de anilla pequeña, el más conocido de "Broomhandle" (mango de escoba) o incluso "Kuhfuß" (palanqueta, aunque literalmente signifique pezuña o pie de vaca), así como Bolo, hézi pào o incluso el de "Peter the painter" que le dieron los irlandeses, son todos motes dados por las tropas que las usaron o, como hemos anticipado, por los coleccionistas. En cualquier caso, creo que como hoy es más conocida es bajo la denominación de C-96.

Bien, criaturas, se acabó lo que se daba. Espero que les resulte provechoso cuando vean alguna de estas pistolas en una peli y puedan planchar a sus cuñados explicándoles con pelos y señales la historia de la misma, a ver si así se largan antes de que dejen la botella de whisky llena de aire.

Hale, he dicho

Pistolas de repetición: la pistola VOLCANIC

Pistolas de repetición: la pistola LAUMANN

Taller de la Mauser donde se alinean cientos de armas ya terminadas. En segundo plano vemos a los operarios que las
terminaban de ajustar a mano. Me dejan una carretilla y cinco minutos y dejo el local vacío, por mis muelas que sí

domingo, 21 de junio de 2020

MAUSER C-96 1ª parte


Probo homicida de las SS haciendo uso de su Mauser Schnellfeuer en el Frente Oriental mientras su cuñado lo contempla
lleno de envidia. Aunque por aquel entonces ya había cesado la producción, muchas de estas armas siguieron en servicio
durante la 2ª Masacre Mundial

Hace la friolera de tres años y cinco meses (carajo, el tiempo vuela, etc.) se publicaron tres artículos acerca de las copias españolas y chinas de esta emblemática arma y donde, reconozco MEA CVLPA, ya era consciente de que lo estaba haciendo justo al revés, uséase, que debí hablar primero de la original y luego de las réplicas. Pero entonces faltaría a mi sacrosanto dogma de no adulterar mi caótica existencia por lo que hoy, un trienio más tarde (de verdad, es que alucino viendo a la velocidad con la que pasan los años), pues ha llegado la hora de dar pelos y señales de la criatura primigenia. Hecho este acto de contrición, procedo.

Sin ningún género de dudas, si hay en la galaxia toda una pistola que pueda competir en elegancia, simbolismo, refinamiento y hermosura con la P-08 es, por encima de cualquier comentario, la C-96, austero y breve acrónimo de Construktion 96. Por cierto que nada más empezar topamos con un misterio misterioso que, si alguno de mis lectores conoce la ignota lengua de los germanos, le agradecería que nos aclarase. En el diccionario (he consultado varios) no aparece el término construktion, pero sí konstruction, palabro que entre sus acepciones se encuentra "diseño". Por lo tanto, el acrónimo significaría, como es generalmente aceptado, Diseño 96. Pero debería ser con K, no con C, y curiosamente hasta en páginas en alemán aparece con C. Así pues, al que nos desvele el enigma recibirá mogollón de indulgencias para que pueda pecar a mansalva e incluso desollar vivos a sus cuñados sin temor al infierno.

Los cofautores de la criatura:
  1. Fidel Feederle
  2. Friedrich Feederle
  3. Josef Feederle
  4. Paul Mauser
Bien, la génesis de esta emblemática pistola se remonta a 1893, al parecer espoleados por la proliferación de las armas cortas semiautomáticas que empezaron a ponerse en el mercado como la Bergmann, la Steyr o la Mannlicher. En aquella época, el revólver se seguía considerando el arma de defensa cercana por excelencia, y los proyectos de pistolas de repetición como las Volcanic, la Laumann o la Salvator-Domus no pasaron de meras curiosidades mecánicas si bien fueron el germen para las semiautomáticas. En este caso concreto, fue la Borchard modelo 1893 la que hizo que los hermanos Fidel, Friedrich y Josef Feederle se pusieran las pilas y comenzaran por su cuenta el desarrollo de la C-96, lo que por lo visto no le hizo ni pizca de gracia al jefe supremo, Paul Mauser. Porque, aunque generalmente se piense que fue este hombre el que diseño el arma (su hermano Wilhelm llevaba ya nueve años criando malvas), lo cierto es que la C-96 fue producto del ingenio de los Feederle, concretamente de Fidel, que por aquel entonces era superintendente del Versuchabteilung (VAbt o taller experimental) de la empresa. A herr Mauser no le hacía ni pizca de gracia que su personal tuviese ese tipo de iniciativas, y más aún que no le fueran comunicadas ya que, como mandamás de la firma, era el que en teoría debía presentar los proyectos como propios independientemente de que citase a fulano o a mengano como cofautores del mismo, y solo cuando él daba el beneplácito era cuando se podía considerar que la iniciativa de alguno de sus ingenieros podía seguir adelante sin cometer ningún pecado. No obstante, en la misma fábrica el arma era conocida como "la pistola Feederle", por lo que queda claro que la paternidad de la misma fue de estos tres probos currantes, y que lo más que hizo Paul Mauser fue supervisar el proyecto más por la cosa protocolaria que por falta de confianza ya que, de hecho, Fidel Feederle era en realidad su mano derecha.

La Borchard C-93 en un catálogo de la época. La inclusión del culatín
obligó a Feederle a añadir ese accesorio a la C-96
Por otro lado, el mismo desarrollo de la C-96 era en si mismo un tanto contradictorio ya que la Mauser, que nunca antes se había interesado por el mercado de las armas cortas, vio que estaban desaprovechando un segmento del mercado muy amplio ya que no solo abarcaba los ejércitos del planeta, sino el civil, ávido de armas de defensa personal que permitiesen matar más y mejor o el de los oficiales de los ejércitos occidentales que, según era costumbre, compraban su propia arma sin que hubiera en muchos casos un modelo reglamentario. Pero la cuestión es que el accionista mayoritario de la Mauser era la firma Ludwig Löwe & Co. (o Loewe, como lo escriben algunos), de Karlsruhe, que originariamente se dedicaban a fabricar máquinas de coser hasta que vieron que era más rentable fabricar máquinas de matar. Y, casualmente, en aquel momento la Ludwig Löwe intentaba introducir en el mercado su modelo 1893, diseñado por Hugo Borchard. 

Obsérvese el peculiar martillo de espolón del prototipo
Así pues, y a pesar de que en teoría la C-96 supondría un obstáculo para la Borchard, como así fue, herr Mauser se pasó las cuestiones éticas por su germánica bragueta y fue a lo práctico: terminar de pulir y patentar el diseño de los Feederle- como propio, naturalmente-, para que nadie, ni siquiera la Löwe pudiera pisarle la idea porque, en realidad, la C-96 le daba 40 vueltas a cualquier otra arma similar de la época. En el verano de 1894 ya tenían listo un primer prototipo que, tras unos diez meses, quedó completamente rematado y listo para las pruebas de fuego real que se llevarían a cabo el 15 de marzo de 1895. En la foto de la derecha podemos ver el modelo "inaugural" en el que se grabó tan señalada fecha. Tras las pruebas, Mauser no se durmió en los laureles y se largó a toda prisa a patentar el arma o, más concretamente, el rükstosslader, el sistema de retroceso corto de la misma que era donde estaba la madre del cordero porque tenía ciertas semejanzas con el de la C-93. Este sistema hacía que el conjunto cañón-corredera retrocediera alrededor de 2,5 mm. antes de que se desbloquease el cierre, cuando la presión había disminuido prácticamente a cero atmósferas. Aparte de eso, el diseño general del arma así como su cargador estaban mucho mejor concebidos que los de la Borchard, así que había que dejarlo por escrito no fuesen a salirle los de la Löwe con que les habían fusilado la pistola.

Despiece del primer modelo. El armazón, la corredera y
demás piezas grandes se obtenían del mecanizado de un
tocho de acero. Hoy día se fabricarían mediante fundición
para, posteriormente, repasar cada pieza. Bueno, ya ni
eso desde que sacaron los polímeros...
La primera patente se registró en Alemania el 11 de diciembre de 1895, para posteriormente ser solicitadas en Bélgica, Suiza, Francia, Reino Unido, Noruega, Hungría, Austria, Italia, España, Brasil, Dinamarca y Estados Unidos, proceso burocrático que llevó año y medio justo, desde enero de 1896 a junio de 1897. Y mientras sus representantes y apoderados andaban de la ceca a la meca solventando el papeleo, herr Mauser o, mejor dicho, los Feederle bajo la supervisión de herr Mauser, terminaban un segundo prototipo en noviembre de 1895 en el que se llevaron a cabo una serie de cambios menores porque, aparte de pequeñas mejoras de tipo mecánico y algún que otro toque de tipo estético, lo cierto es que la mecánica de la C-96 permaneció básicamente invariable durante todo el tiempo que estuvo en producción hasta su cese en 1939. El más conocido, por ser algo que estaba a la vista, era el martillo. El original de espolón fue sustituido por uno de anilla primorosamente fresado formando círculos concéntricos hasta dar forma a un cono en cada lado. Obviamente, estas pijadas de mecanizado alargaban y encarecían el proceso de fabricación del arma, pero los tedescos no concebían otra forma de trabajar. De hecho, el "cassette" donde se alojaban todos los mecanismos era una sola pieza en la que no había un solo tornillo, remache o pasador. En toda el arma solo había dos pasadores, el del gatillo y el del alza- que posteriormente fue eliminado- más el tornillo que unía las cachas. Y, a pesar de su aparente complejidad, estaba formada por solo 37 piezas mientras que la P-08 necesitaba 59. He tenido en mis manos varias de estas armas y puedo asegurar que solo desmontarlas es un placer para los sentidos, y contemplar la calidad de los acabados, donde no se vislumbra el más mínimo atisbo de mecanizados o su pavón, que con más de cien años permanece igual de lustroso, justifica sobradamente la consideración de mitos que tienen estas armas y las cifras de hasta cuatro ceros que se pagan por ellas actualmente

Los cuatro tipos de martillos usados en la C-96:
A: Prototipo y posiblemente algunas unidades comerciales
tempranas.
B: Modelo de cono producido entre 1897 y 1899
C. Modelo de anilla grande producido entre 1899 y 1902
D: Modelo de anilla pequeña desde 1902 hasta el final de la
producción
Otra de las mejoras que se desconocen de esta pistola, intuyo que por ser más una cuestión mecánica y no estética, es que mientras que su adversaria, la C-93, optó por un cargador de empuñadura de 8 cartuchos teóricamente más rápido de cambiar, la C-96 prefirió seguir con los peines. Pero lo que no se suele tener en cuenta es que fue precisamente la Mauser la primera pistola dotada de un mecanismo que dejaba el cierre abierto al agotarse la munición. ¿Que qué implica esto? Fácil... Cuando el cargador de una Borchard se quedaba sin munición había que sacar el cargador, meter el de respeto y volver a tirar hacia atrás de la corredera para cargarla. En la Mauser no era necesario porque, tras quedarse sin munición, el cierre se quedaba atrás, y solo había que colocar un peine en el brocal situado en el lomo del armazón, empujar con el pulgar los cartuchos y, al retirar el clip, se cerraba sola. Cuando se cogía el tranquillo podía ser más rápido que la Borchard y, además, tenía capacidad para dos cartuchos más en menos espacio ya que su disposición en el cargador era en doble hilera. Y, aparte de esto, hubo que diseñarle un mecanismo de seguro que no necesitaban los revólveres. En este caso, era una palanca situada en el lateral izquierdo, junto al martillo. La posición de seguro era hacia abajo de forma que solo se podría quitar si el martillo está armado. Si se amartillaba el arma y se ponía el seguro, el martillo quedaba igualmente bloqueado. La primera opción estaba concebida para que, caso de que al desenfundar se produjera un enganchón que tirase del martillo hacia atrás aunque no lo suficiente para quedar amartillado, no se produjese un disparo fortuito al soltarse.

Armazones de las C-96 para 6, 10 y 20 cartuchos. Esta última precisaba de
dos peines de 10 para cargarla
En cuanto al calibre, inicialmente se pensó en el 7,65 x 25 mm. Borchard que, al poco tiempo, derivó en el 7,63 x 25 mm. Mauser. En puridad eran el mismo cartucho si bien el Mauser era más potente y, de hecho, en su momento fue el proyectil de arma corta con mayor velocidad inicial. Cuando se planteó la producción en masa tras el visto bueno de la Ludwig Löwe, que al cabo era la accionista mayoritaria, se planteó fabricar pistolas con cargadores de 6, 10 y 20 cartuchos más una carabina experimental con capacidad para 10 cartuchos, pero el proceso avanzó lentamente. El 20 de agosto de 1896 se presentó al káiser. La opinión de los mandamases hizo que la Ludwig Löwe considerase el producto como un futuro pelotazo a nivel comercial pero, sin embargo, el ejército alemán optó por seguir con su vetusto Reichsrevolver. Por cierto que el káiser, cuando vio el arma con el culatín montado, opinó que sería más práctico diseñar un fusil con capacidad para tiro semiautomático como el de la pistola, y años después se pudo constatar que no estuvo nada equivocado cuando, una vez iniciada la Gran Guerra, se echaron mucho en falta armas de ese tipo para la lucha en las trincheras, donde lo más aproximado que tenían hasta la aparición de los MP-18 eran las P-08 con cargadores de caracol con 32 cartuchos que no eran especialmente fiables.

Funda de cuero destinada a uso militar que permitía colgarla
del ceñidor o de un tahalí. La funda contiene el culatín con la
pistola, un muelle de cargador de repuesto y una baqueta
En fin, tras todos los repasos, rectificaciones y pijadas habituales, el Pistolenbau (Departamento de Pistolas) de la Mauser a cargo de Josef Feederle inició la producción en abril de 1897 cuya serie, no se sabe por qué, se inició con el número 360. Al parecer, la Mauser era bastante irregular con ese tema, dejando espacios vacíos que, posteriormente, ocupaba con pedidos militares que siempre empezaban por el nº 1. De ahí que los coleccionistas se devanen literalmente la sesera para datar sus armas ya que puede darse el caso, por ejemplo, de una C-96 con martillo de cono con una numeración superior a una de anilla pequeña fabricada 25 años más tarde. En fin, no cuadra mucho con la meticulosidad germánica, por lo que colijo que igual esa aparentemente desastrosa contabilidad estaba destinada a ocultar fines espurios como darles salida o vender armas sin pasar por el control de la Löwe. Sea como fuere lo cierto es que el hipotético pelotazo no se produjo, y en principio solo obtuvieron un pedido de 1.000 unidades para la oficialidad turca en 1896, seguido de otro de 5.000 unidades que se sirvieron a la marina italiana en 1899. De hecho, en 1902, casi 15 años después de iniciarse la producción, se habían fabricado unas 26.000 pistolas de las cuales solo 7.000 fueron mediante contratos militares. El resto fueron a manos de civiles o de oficiales que la compraron por su cuenta.

El joven teniente Churchill con su Mauser
en el costado derecho, pendiendo de un fiador
Uno de sus más ilustres clientes fue Winston Churchill cuando servía en el 21º de Lanceros. Churchill compró un ejemplar en Londres el 25 de julio de 1898 antes de partir al Sudán, donde la cosa estaba sumamente calentita con el mahdi después de que descabezaran a Gordon. En la batalla de Omdurmán participó en la carga que llevó a cabo su unidad usando la pistola en vez de la espada reglamentaria. En la correspondencia que mantuvo con su mummy declaró que su Mauser era "la mejor cosa del mundo". De hecho, tan buena impresión tuvo del arma que en cuanto regresó a finales de aquel año se agenció otras cuatro antes de partir a Sudáfrica para darse estopa con los bóers. En resumen, las Mauser tuvieron bastante difusión en las movidas de aquella época, tanto en manos de un bando como de otro si bien algunos le achacaban que su calibre no tenía el poder de parada del Webley si bien su capacidad de penetración era muy superior. Por ese motivo, la Westley & Richards, que distribuía la marca en Inglaterra (Dios maldiga a Nelson) fabricó munición expansiva para la Mauser pero, al final, como suele ocurrir, cada cual contó la historia como le pareció, y mientras uno afirmaban que le dieron cuatro tiros a un negro y ni se inmutó, otro aseguraba que tumbó a un penco a 400 metros de un solo disparo. 

Bien, con lo dicho hasta ahora podemos hacernos una idea de la gestación y los primeros pasos del arma. Veamos ahora su evolución a lo largo de su vida operativa. 


Obsérvese la funda-culatín: el círculo blanco señala el botón de apertura, y
el azul sujeta un fleje interior de acero que permitía accionar dicho botón.
En el interior de la tapa llevaba otro fleje, este para impedir el movimiento
del arma. En el detalle vemos el alza, graduada solo con la primera cifra hasta
los 1.000 metros marcados como un 10. La flecha señala la muesca donde se
colocaba el clip del peine. Al retirarlo se cerraba el arma
Durante sus dos primeros años de existencia, entre 1897 y 1899, se fabricó el modelo de martillo de cono para 6 y 10 cartuchos. Como sería la pauta durante más de 30 años, las cachas se fabricaban de nogal cuidadosamente seleccionado con 23 estrías horizontales, y las fundas culatines se elaboraban de forma casi artesanal con el mismo tipo de madera con un primoroso acabado al aceite. Las miras constaban de un alza tangencial de corredera graduada hasta los 1.000 metros, lo que a muchos les parecerá absurdo ya que ni con un fusil se puede hacer blanco a esa distancia como no sea con un visor. Sin embargo, dotar a las armas de esas regulaciones tan excesivas era la pauta (los fusiles solían estarlo hasta 2.000 metros), y tenía una explicación lógica en lo que cabe. Obviamente, no eran tan tontos como para afirmar que un fulano fuera capaz de acertar a un hombre a un kilómetro, y menos con un cartucho de pistola de potencia media. Pero esa no era la idea, sino la posibilidad de hostigar enemigos y, sobre todo, masas de infantería o caballería cuando se aproximaban. No consistía en apuntar a alguien en concreto, sino a la masa y, con suerte, alguno caería. 


Entre 1899 y 1902 se efectuaron otra serie de modificaciones. La más notable salta a la vista: se eliminaron los fresados en los laterales del cajón de mecanismos, quedando una superficie lisa. El motivo, aunque se desconoce con certeza, sería casi con seguridad abaratar costos. Esos mecanizados suponían horas de trabajo para un resultado que no influía en nada en el funcionamiento del arma. El martillo de cono, igualmente laborioso, se sustituyó por una anilla de grandes proporciones que, además de abaratar también el costo, posiblemente tendría otra aplicación, y esto es una teoría mía: poder amartillar el arma apoyándola contra el cuerpo o la pierna en caso de necesidad extrema. Su estriado en el contorno permitiría que la presión contra la tela del uniforme hiciera posible llevar el martillo hacia atrás. 


Los demás cambios consistieron en cambiar el percutor y el seguro. En los primeros modelos, el percutor quedaba fijado al cierre mediante una lengüeta deslizante, tal como vemos en la figura A. Para extraerlo, bastaba introducir cualquier objeto punzante como, por ejemplo, el extremo de la baqueta, presionar el percutor tal como señala la flecha roja y tirar hacia arriba de la lengüeta. El percutor completo podemos verlo en la figura A1. Posiblemente también con vistas a reducir mecanizados, se sustituyó por otro que vemos en la figura B y que fue el definitivo hasta el final de la producción. Constaba inicialmente de un tetón que lo bloqueaba dentro del tirador de la corredera. Solo había que girar media vuelta la muesca del extremo con un destornillador para sacarlo. Pero, en prevención de que el tetón se partiera, haciendo que el muelle expulsara el percutor y dejara el arma inservible, se le añadió otro más, quedando tal como vemos en la figura B1. 


En cuanto al seguro, se diseñó uno nuevo que se accionaba tirando hacia atrás de la palanca, y mediante una chapa lateral amartillaba al mismo tiempo el arma. En caso de apretar el gatillo, dicha chapa impediría que golpease el percutor. Para desactivarlo bastaba empujarlo hacia adelante, liberando el martillo que quedaba ya amartillado y listo para abrir fuego. Este seguro, patentado el 30 de mayo de 1902, tuvo menos éxito que un vendedor de impermeables en el Sáhara por lo que se volvió a un mecanismo inicial inverso al modelo primitivo, o sea, se activaba cuando se empujaba hacia arriba, bloqueando el martillo. Si alguien se pregunta si no sería peligroso que el martillo descansara sobre la mínima porción de percutor que asomaba, eso no ocurría ya que dicho martillo no se apoyaba en la corredera, sino que quedaba un poco atrasado. Para desbloquearlo bastaba tirar hacia abajo de la palanca. En todo caso, ahí dejo un gráfico con las piezas y un fragmento de la hoja de la patente por si conviene provocarle arcadas a algún cuñado.


Aparte del lapso de tiempo que se fabricaron los
laterales lisos, estos fueron los tres tipos de
fresados según la época. Para situarnos, el 2º fue
el mecanizado entre 1905 y 1912 y el 3º el
previo a la Gran Guerra, fabricado desde
1912 en adelante
En 1905 se volvieron a añadir los fresados de los laterales que, al parecer, ofrecían un aspecto más atractivo al arma y eran demandados por los clientes. El alza también fue cambiada, llevando punzonadas las cifras completas de cada distancia en fracciones de 50 metros por si algún memo pensaba que el 1 era para apuntar a 1 metro, y era fijada al armazón mediante un fleje. En este período había cuatro versiones diferentes en el mercado: de 6 y 8 cartuchos y de calibres 7,63 x 25 y 9 x 25, también conocido como 9 mm. Mauser, un calibre bastante potente para arma corta, y más de aquella época. Recordemos que nuestro ancestral 9 Largo, o sea, el 9 mm. Bergmann-Bayard, era un 9 x 23, y dejaba seco a un fulano sin problemas. La introducción de este calibre estuvo orientada ante todo al mercado sudamericano. Ojo, estas armas no eran las conocidas actualmente como "9 rojo". Estas fueron una versión posterior fabricada en la Gran Guerra de la que hablaremos más adelante. Y, finalmente, se le volvió a cambiar el martillo, en este caso por uno mucho más pequeño que el anterior de anilla grande.


Modelo de pre-guerra fabricado a partir de 1905. Obsérvese el martillo más pequeño, que ya no cambió más de tamaño,
y el fresado del cajón de mecanismos correspondiente a esa versión. Aunque no se aprecie a simple vista, eran de menos
profundidad que los de las versiones anteriores

Bueno, con esto vale por hoy. Prefiero dividir en dos la entrada y hacerla lo más completa posible, pero no sin antes añadir un pequeño anticipo para que, simplemente, lo tengan en cuenta en el próximo artículo. Para cubrir una posible demanda por parte de oficiales de cualquier ejército con ganas de presumir de cacharra de las buenas, en 1901 sacaron una versión para estos probos mandamases que, simplemente, era una pistola aligerada de peso con un cañón más corto y una empuñadura más reducida de tamaño. Ya saben que por aquellos tiempos eso de marcar las diferencias producía sueños húmedos entre el personal, aunque fuera a costa de llevar un arma que matase peor. Se fabricó con cargadores para 6 y 1o cartuchos del 7,63 x 25 y, como ven en la foto, carecía de alza graduada, llevando la típica fija de tablón propia de la mayoría de las pistolas. Por otro lado, como vemos en los laterales lisos,  corresponde al acabado propio de su época. Comercialmente hablando fue un fracaso porque los oficiales que adquirían una C-96 era para ir a matar ciudadanos, así que se dejaban de chorradas clasistas y preferían el modelo convencional. Sin embargo, esta versión reducida vino muy bien a la Mauser cuando, tras la guerra, el Tratado de Versalles les limitaba hasta la longitud de las gomas de los tirachinas. Pero, como digo, ya hablaremos de eso y ahí dejo la intriga, como está mandado.

Bueno, ya'tá

Hale, he dicho

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Oficial tedesco en una trinchera con su C-96 lista para hacer fuego por si se colaban de repente unos gabachos o unos
british con aviesas intenciones. Obsérvese que la correa que la sujeta la lleva de forma similar a los equipos tácticos
modernos, de forma que basta un rápido movimiento para llevarla al hombro, encararla y disparar

jueves, 21 de diciembre de 2017

Gewehr 71, el origen de la saga Mauser


Tropas prusianas en plenas maniobras. Obsérvese como dos de los fusileros recargan uno a uno los cartuchos de sus armas,
así como la densa humareda blanca producida por la pólvora negra que aún se usaba


En estos días tan entrañables en que la familia política se incrusta en el sacrosanto hogar y los cuñados dan rienda suelta a su "sapiencia", no está de más tener preparada una batería de curiosidades curiosas para chafarles el discurso aprovechando que, tras la comilona, nos usurpa nuestra butaca predilecta y se hace con el mando de la caja tonta para endilgarnos el último documental que se ha visto 28 veces hasta aprendérselo de memoria para intentar humillarnos. Por eso, no está de más tomar buena nota del fusil que trataremos en esta entrada y que fue el primogénito de una prolífica saga de armas largas de las que hasta los críos de teta han oído hablar alguna vez, los Mauser. Millones, decenas de millones de fusiles de diversos modelos han servido en mogollón de países, han intervenido en multitud de guerras durante más de un siglo, y aún se usan y se usarán durante muchos años no solo en el ámbito militar, sino en el venatorio y el deportivo con armas procedentes de surplus que permiten obtener un rifle de calidad a precios muy asequibles.

Paul Mauser (1838-1914) y Wilhelm Mauser (1834-1882). Paul se dedicaba
más a los temas técnicos, mientras que Wilhelm llevaba las cuestiones
puramente comerciales
Generalmente, cuando se habla de los fusiles Mauser casi todo el mundo menciona al modelo 1898 como el que dio origen a la extensa familia y con el que los tedescos se presentaron en Bélgica en agosto de 1914 con muy malos modos. Algunos probos ciudadanos que han estudiado un poco más sobre el tema se remontan a los modelos 1888 o 1893, siendo este último el primer fusil de cerrojo reglamentario del ejército español para sustituir a los obsoletos pero eficientes Remington monotiro con sistema rolling block que también sirvieron en medio planeta. Pero la realidad es que para hallar el origen del clan Mauser hay que remontarse unos años más, concretamente a 1867, cuando los hermanos Paul y Wilhelm Mauser se asociaron con Samuel Norris, representante para Europa de la firma Remington. Veamos como se coció la cosa...

De arriba abajo, fusil Dreyse mod. 1841 y fusil Chassepot mod. 1866
Los Mauser trabajaban en la Armería Real de Württemberg, uno de los muchos estados alemanes que formaron la Alemania unificada en 1871, desarrollando a título personal una serie de mejoras en el fusil de aguja Dreyse con que dieron las del tigre a los gabachos (Dios maldiga al enano corso) en la guerra Franco-Prusiana a pesar de que el Chassepot empleado por sus enemigos era un arma más moderna y eficiente. Tanto el Chassepot como el Dreyse inauguraron de forma gloriosa y extremadamente letal la era de las armas de retrocarga, haciendo que los cartuchos de papel nitrado pudieran ser introducidos por detrás en vez de por delante gracias a un cerrojo obturador que permitía aumentar de forma notable la cadencia de tiro y, más importante aún, usar cañones estriados sin necesidad de emplear munición tipo Minié, o sea, balas ligeramente subcalibradas que se dilataban en el momento del disparo para tomar las estrías. 

Soldado prusiano con su fusil Dreyse.
Obsérvese la posición de la palanca del cerrojo,
que quedaba perpendicular al arma, un poco
inclinada hacia la derecha
Pero el Dreyse ya tenía poco futuro por delante tal como estaba concebido, y buena prueba de ello fue que las modificaciones planteadas por los Mauser no tuvieron la acogida que esperaban a pesar de que suponían una mejora substancial en el rendimiento del arma. Pero el que tuvo verdadera visión de futuro fue el tal Norris, que como buen agente de ventas sabía que la demanda de nuevas armas estaría orientada hacia las que fuesen capaces de disparar cartuchos metálicos y no los de papel que, al cabo, conllevaban una serie de inconvenientes. Los dos más relevantes consistían por un lado en tener que usar agujas percutoras muy largas, capaces de atravesar el cartucho y la carga de pólvora hasta alcanzar el pistón colocado en el culote de la bala y por ello muy susceptibles de romperse, y por otro la evidente vulnerabilidad de dichos cartuchos ante posibles roturas durante su manipulación o por la humedad ambiental, que obviamente los podía echar a perder en un periquete. Así pues, en 1867 Norris planteó a los Mauser adaptar las mejoras ideadas para el Dreyse a una nueva arma capaz de disparar cartuchos metálicos, para lo cual llevaron a cabo una asociación en la que el yankee figuraría como socio capitalista y los Mauser como diseñadores. Por cierto que Norris, que era un preclaro ejemplo del conocido refrán que dice que más sabe el diablo por viejo que por diablo, hizo firmar a estos probos hermanos un contrato en el que las patentes quedarían en su poder, vil artimaña a la que muchos sesudos creadores se han visto arrostrados porque una cosa es saber de armas y otras saber de negocios.

Mauser-Norris 67/69
En cualquier caso, una vez formalizada la asociación se largaron muy contentitos a Lieja, que en aquella época era el corazón de la producción armera de la Europa, y de donde salían las mejores armas del momento. Allí fabricaron un prototipo de fusil monotiro para cartucho metálico denominado como Mauser-Norris modelo 1867/69 que contenía una serie de ventajas tales que dejaban al Chassepot totalmente obsoleto. 

La flecha señala el tetón de acerrojamiento. Este sietema
permitía una obturación más resistente y fiable
Otros de los inconvenientes de este tipo de armas consistía en que la obturación no era ni mucho menos hermética, por lo que se producían fugas de gases durante el disparo que, aparte de dar más de un susto al personal, influía en la velocidad del proyectil ya que, lógicamente, al haber una disminución de la presión en la recámara la bala salía por la boca del arma a menos velocidad que si se aprovechan los gases al cien por cien. Además, al producirse la combustión en directamente en la recámara el cañón se calentaba con más rapidez, pudiendo alcanzar temperaturas en el interior que podían inflamar la pólvora incluso antes de efectuar el disparo. A eso, añadir la suciedad que producía dicha pólvora al arder que, en aquella época, aún era negra y ya sabemos que este tipo de propelente produce cantidad de residuos durante y tras la combustión.

Posiciones del cerrojo del Mauser-
Norris abierto y cerrado
Así pues, el Mauser-Norris se cargaba con un cartucho metálico de percusión central cuya vaina era extraída tras el disparo y expulsada del arma para proceder a la recarga. Como vemos en el grabado de la derecha, este fusil no tenía la típica abertura en el costado derecho del cajón de mecanismos, por lo que la introducción del cartucho y la expulsión de la vaina servida se efectuaban por arriba. En cuanto al acerrojamiento, se efectuaba mediante un tetón situado en la parte delantera del cerrojo que quedaba bloqueado cuando este se giraba a la derecha. Durante el proceso de carga, o sea, cuando se empujaba el cerrojo hacia adelante, la aguja percutora se retraía, eliminando el riesgo de que se produjera un disparo fortuito. Este tenía lugar cuando se apretaba el gatillo y se liberaba la aguja gracias al muelle helicoidal que la envolvía, o sea, exactamente el mismo método que aún se emplea en las acciones tipo Mauser. Este prototipo fue presentado por Norris al ejército francés que, como está mandado, pasó olímpicamente del tema, así que el yankee, que previamente lo había patentado en los Estados Unidos, decidió romper la sociedad con los Mauser y largarse enhoramala, con lo que queda claro que no era tan listo como parecía porque si hubiese seguido con la sociedad se habría forrado hasta límites suntuarios.

Werder modelo 1869
Tras el fiasco, en 1869 los Mauser presentaron el prototipo en la Real Escuela Militar de Tiro de Prusia, donde sí quedaron bastante impresionados con el nuevo modelo ya que, además, estaban en pleno proceso de sustitución de los Dreyse que llevaban operativos desde 1848 y que aún tendrían que rendir un postrero servicio en la guerra Franco-Prusiana que estallaría apenas un año más tarde. Con todo, las cosas no se presentaban fáciles porque ya tenían un competidor por delante, el Werder modelo 69 que ya había sido adoptado como arma reglamentaria por el ejército bávaro. 

La flecha muestra la palanca de apertura del cierre. En esa foto el arma
aparece amartillada. En las fotos inferiores podemos ver la recámara
abierta y cerrada. El Werder era un fusil muy bien acabado y de gran calidad
Recordemos que, incluso en la Gran Guerra, Baviera conservaba una gran autonomía respecto a los demás estados unidos bajo la supremacía prusiana. Este fusil, diseñado por Ludwig Werder, director técnico de la Maschinenfabrik Cramer-Klett de Nuremberg, era también un arma monotiro con un sistema de cierre deslizante Peabody como el que usaba el Martini-Henry, pero con un mecanismo de apertura y eyección diferente ya que no era mediante palanca, sino presionando una pieza con forma de gatillo invertido situado en el guardamonte. Al apretar dicha pieza se abría el cierre y se introducía el cartucho. A continuación se amartillaba, proceso este en el que también se accionaba el cierre obturando la recámara. Tras el disparo se volvía a presionar la pieza en cuestión y se abría de nuevo el cierre, expulsando la vaina servida. El arma estaba recamarada para el calibre 11x50R, y su eficiente mecanismo permitía alcanzar una cadencia de tiro de 18 disparos por minuto en tropas bien entrenadas. En total se fabricaron unas 127.000 unidades más 4.000 carabinas para caballería y 750 con destino a la policía bávara.

Mauser modelo 1871
Sin embargo, el sistema propuesto por los Mauser era notablemente superior ya que el ciclo de carga era aún más breve por efectuarse con un único mecanismo, el cerrojo. Así pues, tras las pruebas pertinentes efectuadas en diciembre de 1871 los prusianos mandaron el Werder y a los bávaros a hacer puñetas y eligieron el modelo ofrecido por los Mauser bajo la denominación de Gewehr 71 si bien condicionado a una serie de modificaciones, como la inclusión de un seguro perfeccionado y la eliminación, absurda a mi modo de ver, del extractor, lo que obligaba a levantar el cañón para que la vaina saliera de la recámara y, a continuación, girarlo hacia la derecha para que cayera al suelo. 

Grabado original de la Mauser en el que podemos ver el cerrojo abierto
y al final del mismo el seguro de aleta que hubo que añadirle para ser
admitido por el gobierno prusiano
Quizás lo hicieron para impedir que las tropas se entusiasmasen con una cadencia de tiro tan elevada y se quedaran sin munición, como le pasó a los gabachos en la guerra recién acabada y que les costó la derrota por no saber mantener una disciplina de fuego y liarse a tiros con sus Chassepot hasta agotar sus reservas de cartuchos, lo que permitió a los prusianos balearlos bonitamente sin que los gabachos pudieran ofenderlos más que a pedradas. Finalmente, y tras la adquisición de un lote de 2.500 armas con los cambios propuestos, el 22 de marzo de 1872 fue finalmente adoptado. No obstante, y debido a la autonomía que aún conservaban los estados alemanes en sus compras de armamento, en Baviera no fue introducido hasta cinco años después.

El calibre elegido era el 11x60R, un cartucho que montaba una bala de plomo de 370 grains de peso y una carga de proyección de 77 grains de pólvora negra, obteniendo una velocidad inicial de alrededor de los 400 m/seg. que le daba una potencia más que respetable de unos 2.200 julios. En cuanto a la bayoneta, el raíl de encastre estaba en el lado derecho del cañón, como era habitual en muchas armas de la época. El arma, que podemos ver en la foto superior, era una soberbia pieza de 60 cm. de longitud con una hoja de 47 cm. y una empuñadura de bronce estriada por una cara y lisa por la otra, quedando a la vista el resorte de la uña de retención. La cruceta, con galluelos invertidos, era de acero. Las hojas las fabricó la firma Gebruder Simson, de Suhl, que las enviaba una vez terminadas al Arsenal Real de Erfurt, donde eran terminadas. La vaina, como vemos en la foto, estaba fabricada de cuero con la contera y el brocal de bronce.

Cartucho de 11x60R. La envuelta de papel de la bala era para sellar la vaina

Mauser 71 carabina
Una vez comenzada la producción del fusil se acordó diseñar y fabricar una carabina para caballería y tropas auxiliares. El arma, que podemos ver a la derecha, era chulísima de la muerte y con un acabado soberbio. El guardamanos hasta la boca le daba un elegante aspecto deportivo, y para hacer más cómodo su manejo e impedir enganchones se le cambió la palanca del cerrojo recta por una doblada 90º. En este caso, carecía de engarce para la bayoneta, accesorio este que no tiene mucho sentido entre las unidades de caballería, y de baqueta. También hubo que producir una versión de munición con una carga reducida ya que el cartucho estándar para fusil era demasiado potente, produciendo en las carabinas un retroceso muy molesto si bien, en caso de necesidad, podían usar ese tipo de munición sin problemas. Recordemos que la pólvora negra es muy progresiva, por lo que usar una determinada carga en un cañón corto da lugar a que una parte de la misma salga del cañón sin terminar de quemarse. Estas armas no se pusieron en producción hasta que se completó la distribución de fusiles de infantería en 1876, usando mientras tanto carabinas obtenidas de los fusiles Chassepot capturados a los gabachos durante la guerra Franco-Prusiana que, además, habían sido recamarados para disparar los cartuchos del Dreyse.

Mauser 71 Jägerbüsche
También se fabricó una versión para cazadores o Jägerbüsche que solo se diferenciaba del fusil en que era 10 cm. más corta y que el gatillo estaba estriado para favorecer la sensibilidad del dedo. El motivo de producir este tipo de arma radicaba en que ya existía una versión similar del Dreyse, pero mucho más perfeccionada ya que disponía de gatillo al pelo, o sea, un gatillo doble que, cuando se presionaba el trasero, permitía que la presión necesaria para efectuar el disparo con el delantero fuese mínima, lo que favorecía la precisión, detalle este de gran importancia para este tipo de tropas que se dedicaban ante todo al merodeo y las escaramuzas, por lo que era habitual tener que abatir blancos situados a grandes distancias. Sin embargo, en la versión del Mauser 71 no se sumó este accesorio, por lo que la presión del disparador era similar a la del fusil de infantería, o sea, muy elevada para impedir que, con los nervios y la ansiedad se produjeran disparos fortuitos.

Grupo de guardias fronterizos con sus Mauser y sus bicis
Finalmente, en octubre de 1879 se procedió a fabricar una versión destinada a los guardias fronterizos denominada Grenzaufsehergewehr mod. 79 que, en la práctica, no era más que un modelo 71 acortado como el de los cazadores. La única diferencia notable con sus hermanos estaba en el calibre, una versión aligerada del 11 mm. Mauser con la vaina acortada que dio lugar al 11x37,5R ya que estas unidades tampoco tenían necesidad de emplear un potente cartucho de guerra, sino uno válido para autodefensa y para despachar a tiros a los contrabandistas de turno. Estos fusiles, fabricados por la Fahrradfabrik V. Chr. Schilling de Suhl y que se empezaron a distribuir en 1880, estuvieron en servicio hasta 1913.

Mauser modelo 74/84
Pero la época de las armas monotiro con cartucho metálico vio llegar su ocaso apenas empezar a caminar, y en pocos años quedó claro que era necesario plantear la fabricación de armas de repetición. Para ello, Paul Mauser intentó actualizar el arma con varios tipos de cargadores para, finalmente, adoptar un modelo tubular para ocho cartuchos diseñado por el general austriaco Alfred, ritter von Kropatschek, un sesudo militar y diseñador de armas cuyo nombre, por cierto, aún se conserva como marca comercial para la fabricación y venta de armas de caza de esas que te dejan sin respiración, absolutamente regias y dignas de ser acariciadas y veneradas de por vida. Cuestan un huevo y la yema del otro, aviso. Bueno, no nos engañemos, cuestan ambos huevos, pero son la archidescojonación.

Bien, pues con el cargador de Kropratschek el Mauser 71 se vio rejuvenecido y reciclado en un arma moderna capaz de competir con el Lebel 1886 que saldría apenas dos años más tarde y, además, se convirtió en el primer fusil de repetición del ejército alemán. Esta nueva versión, denominada como Mauser 71/84, fue provista del extractor que en su día las autoridades prusianas se negaron a usar ya que, obviamente, era una pieza vital para el buen funcionamiento de un arma de este tipo. Su aspecto exterior era básicamente igual que el de su hermano mayor salvo por el tapón del depósito situado al final del guardamanos si bien sus mecanismos internos eran totalmente distintos. En cuanto a la bayoneta, aunque seguía con el engarce lateral, se cambió por el modelo que vemos en la foto superior, mucho más corto que el modelo 71. En este caso se trata de un arma de 37 cm. con una hoja de 24,5 provista de una generosa acanaladura. La empuñadura, con cachas de madera, le dan el aspecto que tendrían los modelos alemanes posteriores hasta la Segunda Guerra Mundial. En cuanto a la vaina, estaba fabricada con cuero y contera y brocal de acero.

Respecto a la munición, al ir almacenada en un cargador tubular fue necesario cambiar el tipo de bala por otra con la punta chata como la que vemos en la foto de la derecha. Sin embargo, aquel mismo año el químico francés Paul Marie Vieille inventó la pólvora de base nitrocelulósica, o sea, la primera pólvora moderna, lo que revolucionó todos los cánones establecidos hasta el momento. Esta pólvora, tres veces más potente que la pólvora negra, no solo permitía usar menos cantidad para obtener velocidades mayores, sino que supuso tener que cambiar el material con que se fabricaban las balas ya que el aumento de velocidad producía un rápido emplomamiento de las estrías, por lo que era imprescindible usar munición con envuelta de cobre, cobre-níquel, etc. En resumen, el Mauser 71/84 se había quedado obsoleto nada más aparecer en escena ya que no era viable cambiarle el calibre, por lo que había que llevar a cabo un nuevo diseño totalmente actualizado capaz de resistir las presiones más elevadas que producían las pólvoras nitrocelulósicas, y más si tenemos en cuenta que los gabachos, aprovechando el invento, sacaron el Lebel 1886 ya preparado para usar dichos propelentes. Dos años más tarde los tedescos igualaron a sus enemigos de toda la vida con el Mauser 1888 "Commission", pero eso ya es otra historia.

Orondo veterano de la guerra Franco-
Prusiana con su fusil Mauser 71.
Obsérvese la longitud del mismo con
la bayoneta calada
Como vemos, la vida operativa del primogénito de la saga no fue excesivamente larga ya que no fue más allá de los 14 años. Sin embargo, su producción no fue despreciable ya que entre fusiles de infantería y de cazadores se produjeron alrededor de 1.820.000 unidades más una cantidad indeterminada entre 80 y 100.000 unidades de carabinas. A estas cifras habría que sumar las destinadas a los países que en su momento adquirieron este modelo como Serbia, que compró 110.000 unidades, y Turquía con un total de 550.000 fusiles recamarados para el 9,5x60R. A esas cifras habría que añadir cantidades menores enviadas a China, Corea, Uruguay y los 900 ejemplares adquiridos por los del IRA en 1914 para hacerle bonitamente la puñeta a los british (Dios maldiga a Nelson). Con todo, los Mauser 71 no fueron a parar a la chatarra ya que, aparte de ir vendiéndolos a terceros países, quedaron en los arsenales alemanes los suficientes como para nutrir a las unidades de reservistas y tropas de retaguardia durante la Gran Guerra, e incluso algunos llegaron a ver el siguiente conflicto en manos del Volkssturm cuando, en las postrimerías de la guerra, la escasez de armas obligó a echar mano hasta de los tirachinas de los nenes.

En fin, no creo que olvide nada relevante, así que a merendar tocan. 

Hale, he dicho