sábado, 28 de marzo de 2015
¿Y ESE QUIÉN ES?
En cierta ocasión, cuando le hablaba a una amiga escritora de una mala pasada que acababan de hacerme, me contestó con naturalidad: “Inclúyelo en una de tus relatos o cuentos. No se reconocerá, pero todos los que le rodean lo descubrirán al instante. Se pasa bien, no creas.” Es una buena venganza.
El problema del ser humano es que nunca se reconoce, y cuando se ve reflejado en un texto ríe como el que más. La venganza no está, por tanto, en reflejarlo, sino en comprobar cómo es reconocido al instante por el resto, mientras él, inocente y feliz, disfruta en su inconsciencia. Esa celebración del sí mismo con alharacas, es una de las preguntas que me hago constantemente. ¿Tan poco nos conocemos para celebrar lo patético de un personaje sin ser capaz de reconocernos en él?
Yo no suelo reflejar, o pretendo no hacerlo, a personas conocidas. Recojo trazos de uno u otro, de aquí o allá. Situaciones que expresan lo que necesito en el momento, conversaciones escuchadas al azar y que dicen mucho de un ser humano.
Una de las películas de Woody Allen que más me gustó, trata sobre ese tema, se titula: “Desmontando a Harry”. Habla de un escritor en el que los relatos y novelas que escribe interactúan con su vida y con los que le rodean. Los amigos y familiares del autor se enfadan porque se sienten reflejados y humillados. En este caso sí se reconocen y eso hace que se muestren hostiles con él.
Quizá mi forma coloquial de contar es lo que hace que algunas veces me pregunten, quién es éste o aquel personaje. “Confiesa,” insisten. “Ese existió.” “Vamos, no me digas que el personaje tal no fue un antiguo amor tuyo, o aquel que pide flores no es tu primo Agapito.” Me quedo pensando, trato de recordar, y añado un no rotundo. No tengo personajes reales en mis libros. Tengo historias que me piden ser contadas, pero no vividas. Luego reflexiono y recuerdo que en una charla con Javier Tomeo, un escritor español, ya fallecido y al que admiro muchísimo, negaba de forma subliminal su complejo de Edipo, y al preguntarle por qué siempre estaba incluyendo madres dominantes en sus novelas, daba explicaciones vanas. Tiene una novela genial y aplaudida en toda la critica que se titula: “Amado monstruo” La novela transcurre en una charla entre entrevistador y entrevistado para conseguir un puesto de trabajo. El retrato psicológico de ambos y la dependencia a la madre está en toda la conversación. Sin embargo la vehemencia con la que negaba el complejo de Edipo asombró a sus seguidores.
Esa verdad que niegan algunos escritores, me preocupa cuando pienso en mí. Como humana no soy inmune a la falta de autocrítica. No sé quién soy ni siquiera cómo me ven las personas que está próximas a mí. Cuando veo la ceguera en los demás, una veces me da risa y otras compasión.
En definitiva, que no tenemos ni idea de cómo somos ni de cómo nos ven los demás. Por eso, Woody Allen, un escritor incapaz de llevar una vida tan apacible en la realidad como en la ficción, no sea más que el reflejo de todos los humanos.
sábado, 21 de marzo de 2015
ETIQUETAS
Mi
madre tiene una clara obsesión por las etiquetas. Cuando me envía a la compra
se empeña en que me fije, porque, hija, nunca estás en lo que tienes que estar
y luego me traes calamares en su tinta con almidón modificado. Y mira que sabes
lo mal que me sientan. Trato de
esmerarme y me eternizo en las estanterías. Ya estoy a punto de coger unas
galletas Digestive cuando veo que son altas en fibra y oleico. ¿Oleico? Saco
las gafas del bolso y descubro que las galletas que estaba a punto de meter en
el carro contienen isomalt y maltitol, nada menos, y yo sin saber qué narices
es eso. También tienen fibra natural gasificante y 65% de harina integral. Un mejunje que me
despista. Y mientras me leo las etiquetas de los productos que voy metiendo en
el carro, observo a las personas que deambulan a mi alrededor. Debo tener claro
con quién tropiezo, aquellos que llevan polos de Lacoste, son liberales con
cierta tendencia a la derecha. Pero si van con vaqueros, la cosa cambia.
Depende mucho de la marca y de los agujeros de las rodillas. No son lo mimo
unos VSCT Clubwear que otros del chino. También es importante conocer si llevan
chándal, porque hay que matizar para saber a quienes nos estamos enfrentando.
Si el
que coge las Matutano se ha pelado la mitad de la cabeza y la otra mitad la lleva
con tirabuzones, lo más seguro es que sea artistas, toca la flauta o el oboe, pero
si los tirabuzones se entremezclan con rastas, es muy posible que sea de
Podemos, y entonces hay que tener mucho cuidado porque nos va a quitar el
apartamento de la playa y la pensión de jubilación. Agarro las galletas
Digestive y salgo corriendo para refugiarme tras el chocolate negro. Pero
descubro a un calvo con coleta que no me deja claro si es un fotógrafo del
Times o un desarrapado en busca de leche sin gluten. Miro con recelo a mi
alrededor hasta llegar a la cola. Es muy larga y estrecha. La mayoría de las
cajas están ocupadas por pedidos. El que espera delante de mí tiene el pelo
rizado pero no lleva reloj por lo que me resulta difícil saber si se ha
colocado una bandera española en la correa o una ikurriña. Eso trastoca mi percepción
del dueño del brazo.
Un
hombre grita a la cajera si ese berenjenal que tienen organizado, lo han
preparado o les ha salido solos. La cajera hace caso omiso. ÉL insiste. Ella, ante
su desfachatez y obstinación, esboza una leve sonrisa y dice que ha salido
solo. La pobre, no sabe cómo quitarse de encima al orangután que le agrede. “Es que los clientes y clientas estamos hartos
de esperar a que ustedes terminen con los pedidos” dice el hombre dejando un
halo de izquierdismo no machista que nos envuelve a todos. Utiliza un lenguaje
no inclusivo. Me fijo en sus zapatos, lleva unas Nike pero pueden ser de
mercadillo. No se manifiesta abiertamente y eso me inquieta.
Llego
a casa y me la cargo con mi madre. ¿Pero si te encargué fuagrás y me has traído
comida para gatos?
He
vuelto a confundir las etiquetas. Lo siento, le digo, pero ella adopta una fría
actitud mientras observa la TV. Hay una manifestación en la plaza mayor. Un
montón de compañeros y compañeras grita algo que no entiendo. Suena mi móvil.
Pedro me envía un whatsApp “¿a K hora kdamos?
Me
gusta la economía de lenguaje, pero no siempre, no vayamos a confundir
etiquetas.
viernes, 20 de marzo de 2015
miércoles, 18 de marzo de 2015
PRESENTACIÓN DE “FOTOS EN EL CONGELADOR”
Dieciocho
de marzo, llueve. Ya era hora de que le
pudiese hincar el diente a la presentación de la novela: “Fotos en el
congelador”. No es fácil que te publiquen una novela hoy día y, mucho menos,
que salgan dos a la vez, y de editoriales diferentes. Uno lo lee así, tal y
como lo digo, y piensa, menuda sobrada. Pues no, el motivo es que estos libros
llevaban pululando por editoriales que estaban en fase de extinción una buena
temporadita, sufriendo la misma crisis que el resto de ciudadanos. De pronto,
porque la vida es así, ¡Vuela, Iván! ilusiona a la editorial Narval y se compromete
a sacarlo para la feria de el libro del 2014, pero se atrasa. “Que no, que
necesitamos más tiempo, un ilustrador, por ejemplo, que ya veremos.” Y yo
pensando que de nuevo se volverá a pudrir mi novela en un recóndito cajón lleno
de telarañas.
De
pronto, como si te sacaran un conejo de
la chistera, “Fotos en el congelador”, novela de adultos, se queda finalista en
el Premio iberoamericano. Dos por uno.
Dicho
esto, justifico mi tardanza en contar la presentación de Fotos en el congelador,
por viajes para promocionar “Vuela, Iván”.
“Fotos en el congelador” me la presentó Luis
de Luis Otero y Cristina Cerrada. Se lo debía a las dos. Dos personas
entrañables en mi trayectoria literaria; Cristina porque creyó en mí desde el
primer momento, porque me jaleó para que desoyera a aquellos que me pedían
dejar de ser yo. “No sé a dónde te diriges, pero estoy segura de que llegarás a
buen puerto”, me decía cuando le explicaba el proyecto de “Sujetos pasivos”.
Nunca se me hubiera ocurrido llevar esa novela a una editorial si no hubiera
sido por ella, la que nunca sabe a dónde me dirijo pero que está segura de que
voy a llegar. Empezamos juntas esta difícil trayectoria literaria y espero que
juntas continuemos mientras tengamos fuerzas para seguir escribiendo. Nos hemos
hundido y levantado tantas veces... Ahora yo logro sacar “Fotos en el
congelador” y ella se queda finalista del premio prestigiosísimo de cuentos:
“Ribera del Duero”. Ha ganado muchos premios, pero éste es importante para
ella. Cruzo los dedos. Se falla el 9 de abril. “Como no te lo den congelamos a
los miembros del jurado”, le digo. Sonríe. “Son cincuenta mil euros”, me
explica. No va a ser fácil. Su ánimo, su
apoyo, y su confianza me dieron alas para volar, y espero que mis deseos le den
alas para ganar.
A
Luis, hace ya mucho tiempo, le pedí que se leyera “Sujetos pasivos” por eso de
que trataba de las vicisitudes de una funcionaria, una subinspectora de Hacienda muy escaldada en su vida privada y laboral. Le pedí que, si de verdad
le gustaba, sacara una reseña en “La Ventana”. La sacó, y desde entonces nunca
me ha faltado su apoyo incondicional. Tanto, que por las fotocopias que me han
enseñado algunos compañeros, ha despertado criticas. Muchas. Que si es que no
hay otra, que si parece que La ventana es de Carmen. Él saca de mi blog los artículos que le
gustan porque yo confío en él, porque sé que nunca publicará nada políticamente
incorrecto. Aunque ya lo estoy conociendo más, es un polemista de la vida. “Me
ponen verde, Carmen”, cuenta mientras preparamos la presentación. No es por ti,
sino por mí, aclara. Acaba de entregarme mi ex compañera de despacho la fotocopia
de la entrevista que me hizo en “La ventana” sobre toda mi obra. Comprendo que
le critiquen, que le digan que si esto o que si lo otro, pero yo me lo hubiera comido a besos, besos de
amistad, de agradecimiento, de compañerismo.
Empieza
la presentación, Luis Rafael, director de la editorial Verbum, hace un resumen
de mi novela y del premio al que optaba, y yo me bebo entera la botellita de
agua que nos han puesto en la librería, luego la de Luis, y posteriormente la
de Cristina. Después me tranquilizo. ¿Qué
me puede pasar si tengo a Cristina a la derecha y a Luis a la izquierda? Aunque,
eso sí, sin una gota de agua. Pierdo el
miedo y, como si estuviera en mi blog, me suelto la melena, disfruto, digo lo
que me apetece y la gente aplaude. No tiene merito porque todos son amigos. Miguel
Matesanz, otro amigo y compañero de la agencia y de literatura infantil/juvenil,
el que me enseñó a empezar las novelas con acción, dispara fotos por doquier.
“Usted
empieza sus novelas con muchísima acción”, me dicen en una entrevista de radio
21. “Menudo castillo”. Pienso en Miguel, con su sonrisa franca y sus miles de
ejemplares vendidos, y contesto. “Es mi costumbre”.
Me
siento como si una manta de mohair me protegiese de las tormentas, los
huracanes, los malos rollos. El vaso está medio lleno, y yo cierro los ojos y
sueño. No importa mi libro, importan ellos, los amigos que han acudido a
arroparme, importan Luis y Cristina, importan los comienzos trepidantes de Miguel,
y el cariño que recibo de todos los asistentes.
Firmo
ejemplares y me voy a tomar unas cañitas
con los rezagados. Siento haberme demorado con las firmas y no poder disfrutar
de las cañas con todos los que estuvieron conmigo. Pero ya es muy tarde, no
queda casi nadie y nos echan de la
librería. Ellos también tienen que descansar.
Gracias
a todos.
martes, 10 de marzo de 2015
COMPARTO LA ENTREVISTA DE NARVAL EDITORES CON NICOLAS CASTELL, ILUSTRADOR DE ¡VUELA, IVÁN!.
Entrevista
Nicolás Castell
Publicado el 9
marzo, 2015 por ELBLOGDENARVAL
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El
ilustrador Nicolás
Castell tiene una amplia obra en la que cabe destacar las cualidades
narrativas, la gama cromática y la fantasía.
Es el
autor de las ilustraciones de ¡Vuela, Iván!, novela de aventuras de
Carmen García-Roméu. Este trabajo ha quedado finalista en la feria del libro de
Sharjah
(Emiratos Árabes Unidos).
Hemos
querido conocer los entresijos de esta obra. Os dejamos aquí nuestra charla:
Cuéntanos cómo fue el proceso que seguiste
para ilustrar ¡Vuela, Iván!
Fueron
bastantes partes, todo muy condensado en unas semanas de lo más creativas y
activas.
Lo
primero fue por supuesto leer toda la aventura que escribió Carmen
García-Roméu, conforme iba leyendo estuve marcando las escenas que me sugerían
imágenes atractivas para dibujar. Una vez terminé de leerlo hice una criba de
las partes interesantes y seleccioné diez.
Tras
esto dibujé a los personajes primero, para que Patricia Metola y Mercedes Bouzo
pudieran decidir si les gustaba cómo iba a plantearlos. Todo fue bien, entonces
me puse con una serie de bocetos trazando las composiciones de página, recuerdo
que estaba delante de mi escritorio con música muy marchosa para meterme
velocidad, en hora y media planteé todas las ilustraciones del libro. Nada más
acabar, fue cuestión de escanear las composiciones y presentárselas a Patricia
y a Mercedes para que dieran luz verde a las páginas definitivas. La verdad es
que todo fue sobre ruedas y tras eso seguí el proceso con el que suelo trabajar
siempre. Esto es lápiz, tinta a la plumilla y color digital. No obstante,
quería darle un toque más fantástico, porque a la historia le pegaba un punto
psicodélico, ya que habla de viajes astrales. Entonces decidí incorporar la
técnica de colorear la línea. Justo acababa de finalizar una ilustración para
unos músicos donde había incorporado este paso por vez primera; esto le daba un
aspecto más vivo al dibujo y a partir de entonces me he enganchado a este modo
de actuar.
Entre
otras cosas, estoy agradecido con el proyecto porque me sirvió para
experimentar con esta técnica que tanto me gusta ahora.
Has quedado finalista en la Feria
Internacional del Libro de Sharjah (Emiratos Árabes Unidos) con la ilustración
de este libro. ¡Emocionante! ¿Qué expectativas despierta?
¡Sí,
ha sido una alegría! La verdad es que son buenas expectativas, ser finalista
implica ser parte del catálogo que editarán este año, aparte de la exposición
en la feria. Todo esto dará una buena difusión internacional a mi trabajo y al
libro. Además, es un orgullo poder exponer con grandes profesionales (algunos
de ellos amigos míos) que también han sido seleccionados.
Eres un mago de las grandes escenas, ¿cómo
son tus mundos imaginarios?
¡Muchas
gracias! Lo que entiendo por ilustración es la capacidad de narrar con
imágenes, y creo que dibujar grandes escenas es uno de los recursos disponibles
más sugerentes. Puedes poner todo tipo de cosas, todo tipo de personajes, que
interactúan entre sí, y esto hace que su disfrute sea muy placentero. Desde
chico me gustó perderme en los clásicos de Martin Handford, el dibujante de ¿Dónde
está Wally? Dicen que en general nos gusta ver las grandes escenas por las
mismas razones que disfrutamos al ver en el campo los grandes paisajes; es
estimulante, los detalles nos atrapan y dejamos volar la imaginación.
Quiero
que mis mundos ofrezcan ese viaje al espectador, que pueda liberarse por un
momento de la realidad y navegar en otro universo. La manera en que los creo
sale de mi inclinación por el juego y por superar mis límites mentales. Creo
que en esto he ido mejorando con el tiempo, al principio lo que mayormente
creaba eran escenas históricas, ahora cada vez voy integrando más fantasía. De
todas formas me queda mucho por alcanzar, ¡y esto es parte de la motivación
también!
Desde muy joven has trabajado en el cómic,
uno de los principales instrumentos culturales de nuestro tiempo. ¿Tienes
proyectos futuros en ese terreno?
Actualmente
estoy dibujando una novela gráfica, bastante larga, pero no puedo dar detalles
por cuestiones de la política de la editorial. Este proyecto es una oportunidad
formidable para mí, porque me está permitiendo pulir mi técnica y disciplina.
Cuando la termine seré capaz de elaborar más cosas. Ciertamente, el cómic es un
arte que me ha gustado desde siempre, porque es cuando la narración con dibujos
llega a su apogeo. Las posibilidades de la secuencia son inmensas y disfruto
mucho dibujando y leyendo cómics. Tengo proyectos personales en mis cuadernos
de apuntes, pero los sacaré adelante cuando termine la actual novela gráfica.
Nicolás
Castell comparte con nosotros el proceso de creación del libro en Behance.
lunes, 9 de marzo de 2015
ESCOLTAS Y VELOCIDAD
Mientras
Felisa y yo atravesamos un paso de cebra, se nos echa encima un motorista y nos
dice de malos modos que nos apartemos. Inmediatamente se produce el revuelo: suenan sirenas, luces
intermitentes iluminan el espacio, policías de paisano y de uniforme deambulan frenéticos. Pitos ensordecedores, coches
a velocidades abusivas se aproximan por la Castellana custodiando a una
furgoneta que parece llevar dentro a todo el gobierno y parte de la oposición en
articulo mortis. Se producen frenazos y un motorista da una patada a las ruedas
de un coche que se aparta poco. Es un anciano con pocos reflejos que casi choca
contra una farola en plena confusión.
“A
lo mejor, como son importantes, deben ir deprisa no sea que hordas de
delincuentes les ataquen por la espalda”, le explico a Felisa que se limpia la
rodilla llena de polvo al tropezar.
“Si
fuera así no subirían en carrozas a los embajadores que van a entregar las
cartas credenciales, ni los pasearían con parsimonia y tronío por el centro. Desengáñate,
son importantes y empujan.”
Baja
la cabeza y admite que siempre deseó ser custodiada por varios coches de
policía y tres o cuatro motoristas bien pertrechados. Pero no como detenida sino como personaje trascendente. Quiere ser política para tener protección,
una especia de “habeas corpus” pero en versión vial. Su mayor deseo es subirse al coche y
que un montón de guardaespaldas,
motoristas, sirenas, luces intermitentes como los que acaban de pasar, la
rodeen cual capa de armiño, para poder saltarse semáforos, pasos de cebra,
asustar ancianitos renqueantes. Pero, sobre todo, para poder dejar el coche en medio de la Puerta
del Sol, justo debajo del oso y el madroño, y reír a carcajadas frente al
prohibido aparcar. Dice que se va a
apuntar a cualquier lista de esos partidos que han salido nuevos para ver si
escala puestos, que como necesitan gente, ascenderá pronto.
“Es la única posibilidad que me queda de
cumplir el sueño de atravesar la Castellana cual rayo exterminador.”
Nos
sentamos en una cafetería para recuperarnos del sofoco y ella continua con sus
reflexiones. Dice que comprende que no quieran dejar el poder, ni el cargo, ni
nada de nada. Mira a la pobre Esperanza, que por dejar el coche en medio de la
Gran vía la pusieron a caldo. Si es que ha hecho bien en regresar, por muy importante que sea la empresa en la
que le dieron trabajo, es mejor ir custodiada por la policía que perseguida, ¿no
crees?
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