Estoy un poco confusa con el reciclado. No es que me niegue a reciclar, todo lo contrario. A mí todo lo que tenga que ver con la capa de ozono, la fundición de los casquetes de hielo del Polo Norte y de la Antártida, el cambio climático y el efecto invernadero, me trae de cabeza. Estoy dispuesta a hacer lo que me digan para que eso no ocurra, para dejar un mundo mejor y más limpio a las generaciones venideras. Faltaría más. Mi problema ahora es que noto cierto afán recaudatorio en los políticos. Un afán descontrolado y cicatero que aprovecha la mínima para sacarte el dinero. Tengo una sensación como de cabeza de turco, como si tuviéramos que pagar los contribuyentes el desaguisado en el que nos han metido otros. No sé, es una sensación difusa pero aterradora. Ya solo el hecho de que quieran cambiar la estatua de Colón de lugar así porque sí, me produce desasosiego, desconfianza. Y no veas si lo que trasladan es el Oso y el Madroño. ¿Para qué cambiarlos? No, verás, me explica Sagrario. Es por dar trabajo a los parados. Ah, y ¿por qué no adecentan barrios más pobres que no hay quién limpie y dejan a Colón y al Oso ubicado dónde siempre? Pero ella no me contesta, quizás porque tampoco lo tiene muy claro. Bebe un poco de café y me dice que no me lo tome a la tremenda, que últimamente me ve un poco como obsesiva. Y es posible que tenga razón, quizás esté entrando en un proceso de neurosis crónica, o de manía persecutoria. Y eso me desconsuela porque no lo puedo evitar. Sueño que un grupo de seres con gabardina y gafas de sol controlan todos mis pasos para pillarme en falta y sancionarme. Porque sí, oiga, porque la hemos visto tirando un chicle al contenedor equivocado. No ha cumplido las normas con la diligencia del buen padre de familia, como dicta el Código Civil. Y me despierto empapada en sudor y escorada a la izquierda de lo mal que lo he pasado.
Esta mañana, por ejemplo, me ha dicho Sagrario que si no reciclo bien, me pueden poner una multa de 750 euros. Oye, que no lo digo yo, que ha salido en la prensa, me dice, y luego se sube las gafas. Madre mía. ¿Y cómo saben que he sido yo la mal recicladora? Pues porque van a poner personal experto, y husmearan en las basuras. ¿Los mismos que van a cambiar a Colón de sitio, o contrataran a nuevos? No lo sé, pero ni se te ocurra echar a la basura un sobre con tu nombre, tus huellas dactilares, o tu dirección. Cualquier dato puede identificarte. Y ellos … Ellos saben en todo momento si has echado el yogur a medio terminar en el bote orgánico o en el inorgánico. ¿Y qué debo hacer? Muy fácil, primero echas el resto del yogur en el orgánico y el envase en el inorgánico. Ah, y cuida mucho que no te quede leche en el bric cuando la tires porque eso esta penadísimo. Lo peor, me dice bajando la voz, son los papeles de envolver el pescado. Uno nunca sabe a dónde echarlos, por el olor, más que todo. Yo lo echaría al contenedor de papeles, que no se si es el mismo de los cartones. Y ten en cuanta que la chapa de la cerveza es diferente al vidrio y que una copa rota no es vidrio sino cristal. Si queda pescado adherido al papel, despréndelo antes de tirarlo, porque si no ya la has liado, porque entonces echas el papel al cartón y el pescado a las pilas y … Te multan fijo.
Acabo de llegar de la compra, he subido escondiéndome de los vecinos, no quería que nadie me identificara. He limpiado los envoltorios con agua y jabón, he arrojado las espinas al orgánico, el envoltorio de plástico al inorgánico. He echado al water las cartas del banco, los anuncios a mi nombre, las cartillas de Caprabo, las revistas de la semana fantástica y la de Ikea, la lista de la compra, por si han contratado a algún grafólogo. Todo lo que he encontrado por la casa. Pero se ha atascado. Y ahora estoy aquí encerrada en el baño, sin querer abrir a nadie y tratando de desatascar el inodoro para poder anular mi identidad, que ya no sé si es orgánica, inorgánica, de papel, de cartón, alcalina o de niquel camio.