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martes, 30 de agosto de 2016

Madrid Río y Matadero Madrid



Este "nuevo curso" quiero poner en práctica un propósito que llevo mucho
tiempo posponiendo: salir más a conocer mi ciudad, Madrid, que cuenta con
espacios fantásticos, rincones maravillosos, lugares llenos de ambiente y un
rico patrimonio con eventos culturales como en pocas ciudades del mundo. 

Se trata de un propósito personal que tendrá eco en el blog, de manera que mi
experiencia pueda ser útil a quien viva o visite Madrid.


Y en este propósito no voy a estar sola: Javier lleva tiempo intentando
convencerme para visitar juntos museos, exposiciones...

También mis amigos, como el plan que os muestro en esta ocasión.

Ha sido mi amiga Elena, del blog Las cosas de Cósima, quien me propuso
pasar la tarde-noche del sábado en Madrid Río y Matadero Madrid que,
aunque os pueda parecer mentira, aún no conocía.



Sabiendo de nuestra pasión común por la fotografía, intuía que esta salida
me iba a gustar pero lo que no imaginaba es que el espacio que visitamos me
haría preguntarme cómo no lo había visitado antes.


Esta orilla del río Manzanares, conocida como Madrid Río, muestra su
aspecto actual desde la rehabilitación a que fue sometida la M-30 y que
concluyó en el año 2011.

Lo que antes era una vía por la que circulaban miles de coches se ha
transformado en un gran corredor verde tras el soterramiento de la M-30,
dotando a la capital española de una infraestructura medioambiental única
a la manera de otras grandes ciudades del mundo.

Zonas verdes que en muchos lugares se complementan con espacios lúdicos y
centros culturales, siendo el Matadero Madrid un icono por arquitectura,
entorno y actividades de todo tipo.


A lo largo de la ribera del Manzanares se extienden ahora 30 km. de sendas
para paseos a pie, patines o bicicletas, numerosas pistas para practicar
diversos deportes y cuidadas zonas verdes, todo ello con acceso universal
para disfrute de madrileños y visitantes.


La zona próxima al Matadero Madrid fue nuestro destino del sábado en la hora
dorada, buscando esa luz de atardecer tan especial y relajante.

El precioso puente Perrault lucía así de bonito con el sol bajo de fondo.


Y, por supuesto, las piscinas urbanas de chorros en el suelo nos retuvieron
un buen rato disfrutando del frescor del agua, la alegría de los pequeños y
los juegos de luz y reflejos que nos proporcionaron.









Cuando la luz había desaparecido en el exterior, Elena hizo de cicerone
dentro de Matadero Madrid.


Un complejo de espacios y edificios surgidos tras la rehabilitación del antiguo
matadero de la capital que ofrece muchísimas actividades culturales y lúdicas.


Ya sólo la estructura de los edificios, su rehabilitación y la decoración de diseño
en estilo industrial tan acertada para la características arquitéctonicas, son
dignas de más de una visita.


Espacios climatizados con wifi gratuita donde navegar, leer o tomarse un
piscolabis traído de casa.

Me sorprendió que no estuviera más ocupado teniendo en cuenta el calor
que hacía en el exterior.


Salas de exposiciones con nombres acertadísimos como ésta,
"abierto por obras".


La Central de Diseño, di_madrid, expone diseños diversos y originales de
autores españoles.







Nos encantaron los tacos de papel sobre base de madera con el título, autor y
descripción de cada obra expuesta, de manera que si estamos interesados
podemos llevarnos un ejemplar con los datos de la obra.

Igualmente un taco gigante con pliegos DINA3 incluyendo todos los diseñadores
y sus obras: puede doblarse como programa de la exposición o dejarlo como
poster para enmarcar puesto que diseño y tipografía están muy cuidados en
todo el centro cultural.





Los aseos tienen un estilo industrial muy conseguido, hasta el cartel que los
anuncia resulta sorprendente, salón de cuidados íntimos, y las cortinillas de
hojas creo que les da un toque muy original.



En el exterior una pista de patinaje con espectáculo, llena de ambiente y buen
rollito donde disfrutar mayores y pequeños porque el acceso es libre y para
todos los públicos.







Los maceteros colgantes de tamaño gigante, hechos con sacos de obra
para escombros son ideales, ¿no os parece?


Muchos patinadores ensayando pasos o simplemente deslizándose.


Y acogedoras terrazas donde tomarse alguna bebida refrescante y un refrigerio.


Un lugar que me apena no haber conocido antes, aunque pienso
compensarlo porque se va a convertir en un de mis espacios asiduos.

martes, 23 de agosto de 2016

El encanto de lo decadente



Tras dos semanas prácticamente desconectada del mundo virtual estoy de
vuelta.

Las vacaciones terminadas, recién incorporada al trabajo y a la vida cotidiana.


Este último tramo de vacaciones lo he pasado en casa de mis padres: vida
tranquila disfrutando de los míos, lecturas, comidas, baños en la piscina y
paseos al atardecer.


Javier regresó de su experiencia de interrail más delgado tras recorrer media
Europa en tren con sus amigos, hospedándose en apartamentos donde tenían
que hacerse la comida.

Cuando por wasap concretábamos la hora para recogerlo en el aeropuerto me
preguntó qué habría para comer. Parece que ahora entiende mejor lo trabajoso
que es organizar, comprar y preparar comidas. 

Ha regresado más maduro y hasta físicamente parece que ha crecido. Quizás
también porque se ha dejado un poquito de barba.


Aunque coincidimos algunos días todos los hermanos en casa de mis padres, ha
sido con mi hermana Gema y su familia con quien más tiempo hemos estado.

Mi sobrino más pequeño, Toso, es ya un auténtico adolescente que casi tiene mi
altura pero aún sigue siendo el baby de la casa, continuamente pidiendo juegos
y aventuras.


Desde que hace casi dos años descubrimos casualmente una casa
abandonada a orillas del río Guadiana, una de las excursiones que más
nos gusta hacer es visitarla.

El seco y caluroso verano la muestra de una manera diferente: el Guadiana
prácticamente desaparece en esta zona durante el estío y el verde de tejados y
pradera cambia a tonos pajizos.




Sólo la hiedra, las higueras, algunos árboles y la vegetación que crece en el
cauce permanece verde.






Los ventanales y contraventanas de la casa han desaparecido y hay evidencias
también de haberse llevado el cobre del cableado eléctrico que quedaba.

Algunos techos y paredes se han caído aumentando el aspecto decadente de
esta construcción que aún así mantiene ese encanto de las mansiones
abandonadas que nos evocan otras vidas y otros tiempos.



Esta pequeña construcción que en invierno tiene las tejas verdes por el musgo y
la vegetación crecida encima, es un lavadero con una gran pileta de obra sobre
la que se ha caído parte de la techumbre interior por lo que no nos atrevimos a
entrar, pero que yo imagino siempre restaurada y transformada en una
acogedora cabaña.



Continuas bandadas de patos sobrevuelan el cielo de esta tierra llena de
humedales.



Muchísimos higos, aún verdes, que me hicieron pensar en una rica
mermelada y pocas moras de zarza porque en esta zona ya estaba
pasada la temporada.

Parece que este año me quedo nuevamente con ganas de hacer mermelada
casera con frutos recolectados por mí misma.



En esta ocasión nos acompañaron mis padres, adorables y amorosos como siempre.


Un lugar al que seguramente volveremos porque siempre nos sorprende y
convierte el paseo en una agradable aventura.